viernes, 14 de noviembre de 2025

"Me gusta que me vendan en las farmacias".


 
El otro día mi amiga virtual Waldina Valladares escribió esto por aquí: "El médico me ha recetado a alguien como tú". Lo primero que pensé al leer la frase es que nunca me ha importado que las mujeres y los hombres me digan piropos (a veces me dicen todo lo contrario, pero qué le voy a hacer, nadie es perfecto, y menos en calzoncillos, como solía decir un pintor gay encantador que me quería mucho). Sin duda ser "medicina" es algo imprescindible. La vida es demasiado corta y por eso resulta hermoso que alguien se fije en ti de forma admirativa, con afecto y cariño. Lo contrario es triste. Por eso es estupendo que alguien te diga un halago o que te regale alguna cosa o incluso que te cante una canción en medio de una clase. El otro día hablé a mis alumnos en clase del antropólogo francés Gilbert Durand (Chambéry 1921-2012), creador de la "Mitocrítica". También nació en Chamberí, pero no en el centro de Madrid como yo, sino en la Saboya francesa. En Filología estudié algunas asignaturas como oyente, puesto que el horario de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada coincidía con mis clases, y una fue "Mitocrítica". Además de aprovechar para leer el libro fundamental de Gilbert Durand, que recomendé a mis alumnos el otro día, "Las estructuras antropológicas del imaginario", con el análisis del régimen nocturno (el de la mujer), el diurno (el del hombre) y la síntesis de ambos (con la cópula), una idea literaria que también está en la base del gran "bestseller" de las últimas décadas, "El código Da Vinci", en esta clase conocí a personas amantes de la literatura (en realidad todos los alumnos eran mujeres, que son las que leen en España y alguna se integró en mi tertulia). Cierto día una de ellas nos sorprendió tras lanzarse a cantar un aria de Händel en medio de la clase. Después dijo que era soprano y, clavando sus ojos en mí, me dijo que me la dedicada. Fue entonces cuando el mito se hizo poesía:
 
Y me gusta que me vendan en las librerías, como la que tengo detrás de la fotografía, mientras escucho a Händel.
 
 

jueves, 13 de noviembre de 2025

"Y dos ángeles vinieron a Madrid desde León".

 



Y se hizo la magia en nuestra tertulia literaria del barrio de Argüelles. Cada martes "brindamos" con la literatura y ayer lo hicimos con una estupenda novela que recomendé que leyeran a todos mis amigos. Y lo mejor es que pude conocer en persona a una de las dos autoras, Maite López Blanch, de "Un León para Gaudí" (2025, Loto Azul), un torbellino apasionado que nos quiso relatar en la novela una historia de amor platónico y ficcionalizado de su tatarabuela y de Antonio Gaudí en aquellos años en los que estuvo en León para levantar dos de sus edificios emblemáticos, la Casa Botines y el Palacio Episcopal de Astorga (en cierto momento aludí a mi recordado Germán Gullón). El otro ángel leonés pero nacido en Asturias es una de las escritoras y músicas que más aprecio e incluso quiero. Por Marta Muñiz Rueda siento una debilidad especial, y no solo porque me convirtiera en el protagonista de su anterior novela, el Plácido de "Tú, yo, la lluvia" (Camelot, 2023), sino porque sabe escribir literatura y música, da clase y es una buena persona, y reconozco que, por encima de todo en la vida, me quedo con las buenas personas. Mi presentación fue breve porque quería que hablaran ellas. Me referí a la dualidad entre la novela histórica y la de ficción histórica. Esta historia sobre Gaudí es más "Anna Karenina" que "Guerra y Paz" (no quiero extenderme ahora en aspectos de teoría literaria), y busca la autentificación con las cartas de Gaudí, el broche con la salamandra y la llave dentro, el poema que da la pista de todo, etc. Y hablé de que me fascinaron las historias de amor de la novela, la de Vera y Lucas, Lilly y su familia y con Fernando o Fer incluido, e incluso Xabier y Vera (Xabier es un personaje complejo con mucho glamour con el que me identifiqué al principio ya que es el director de la tesis sobre Gaudí que Vera está escribiendo, es decir, la propia Maite) y el amor platónico que recorre todas sus páginas. Por último añadí que los viajes que hay a lo largo del libro son deliciosos, por León, Barcelona, Niza y Asturias.
Y las dejé hablar a ellas, como se observa en estos pequeños videos que hice sobre la marcha. Mientras lo hacía me estuve fijando en las caras de buen sabor de boca de todos los tertulianos porque fue una hora y media encantadora.
 
El epílogo de este post puede ser el epílogo de una de las películas del siglo XXI que más me gustan y las autoras han incluido al final de la novela (casi cada capítulo lleva una música, que se recoge en las últimas páginas).
 
Y así termino en el Barrio Latino de París, con ella, con el amor, qué le voy a hacer si el mundo y yo somos así:
 

"Los lectores me estáis haciendo famoso".


 

 
Aurea-Vicenta González me envió ayer, desde Valencia, este texto que acababa de publicar en Amazon: "El autor de "Poeta en Madrid" es Justo Sotelo, una cultísima persona entregada en cuerpo y alma a la Literatura y la Enseñanza, un hombre devoto de la Belleza que con su libro comparte afinidades y experimentación en campos novedosos e intrigantes que por momentos retrotraen al lector a Saunders. Recomendadísima lectura en la que disfrutar del juego del Teatro y las Letras". Sonreí y le di las gracias con un abrazo. Aurea-Vicenta, a la que no conozco personalmente, me dijo que, después de leer la novela, la había llevado a una librería solidaria de Valencia para que la pudieran leer personas con menos medios económicos. Mientras hablaba con ella escuchaba a John Adams (Massachusetts, 1947), seguramente el compositor norteamericano actual de música clásica más importante. Esta fanfarria, interpretada desde el Albert Hall de Londres, es como damos un paseo corto en una máquina rápida, como tantos paseos que me he dado por Londres repasando la Historia con cada mirada:
 
Y después intenté recordar si había leído alguno de los cuentos de George Saunders (Texas, 1958). Es profesor de escritura creativa en la Universidad de Siracusa y publicó su primer relato corto en "The New Yorker" el año 1992 (yo mi primera novela en 1995), y desde entonces sus historias se publican en la sección de ficción de esta revista. Con el tiempo, se ha ganado la reputación de ser un escritor admirado por otros escritores. Tobias Wolff ha dicho de él: "Ha sido uno de los faros de luz de nuestra literatura en los últimos 20 años". Sus cuentos son una combinación de humor negro y mordaz crítica sobre el consumismo y la desigualdad, y con el uso de estructuras narrativas únicas construidas, a menudo, momento a momento en vez de a partir de una trama preestablecida. En este pequeño video lo podemos conocer un poco más (se pueden poner los subtítulos abajo a la derecha):
 
Como Aurea-Vicenta ha mencionado en Amazon que me encanta dar clase, dejo por aquí una foto del otro día antes de empezar a hablar con mis alumnos. Siempre digo que si soy escritor, entre otras cosas, es por rodearme de todo tipo de personas; no imagino la literatura sin el conocimiento previo del mundo. Por eso voy a proponer a mis amigos tertulianos que dediquemos una de nuestras tertulias de Argüelles a leer entre todos alguno de los cuentos de Saunders. 
 
¿Sabéis lo que sucede cuando alguien te pide que te subas en un estupendo coche deportivo y luego deseas no haberlo hecho? Algo así es la literatura y el arte para algunos que escribimos.

martes, 11 de noviembre de 2025

"Tertulia, 1929".



 


Miro la fachada del Reina Sofía y me encuentro con la reproducción de un cuadro de Ángeles Santos Torroella. Con 18 años pintó aquel retrato de cuatro mujeres que fuman, leen y se relajan en sofás, pero donde nadie habla. Se perciben la frialdad en la habitación gris y la influencia de las vanguardias europeas de la época, como la "Nueva Objetividad alemana", y también me recuerda La tertulia del Café de Pombo de José Gutiérrez Solana, reunión donde todos son hombres. Estas mujeres son libres, pero únicamente dentro de su casa, solo en esa pequeña habitación impregnada de gris tristeza que bien podría ser la España de la época. Ese era su estilo expresionista, de belleza tenebrosa. Surrealista y de las Sinsombrero, Ángeles Acosta nació en Portbou en 1911 y murió con 102 años en Madrid. Portbou es uno de los escenarios de mi novela "Entrevías mon amour" (2009, Bartleby). Ella se inició en el dibujo en el internado de la Congregación de la Inmaculada Concepción en Sevilla. En 1927 se fue a Valladolid, y allí recibió clases particulares del pintor Cellino Perotti. Se integró en los círculos intelectuales de vanguardia de Madrid y entabló amistad con Juan Ramón y Lorca, cuyas obras le causaron un gran impacto. La jovencísima artista tendría cierto éxito en la España de la República. Poco después se casó, estalló la Guerra y empezó a hablar sola. Su convencional y bienintencionada familia la ingresó en un psiquiátrico. Después de esto, nada sería igual. 
 
¿Paseamos por el Reina Sofía para conocerla mejor?
 
En mi tertulia de esta tarde vamos a hablar de arte y de literatura con las escritoras Maite López Blanch y Marta Muñiz Rueda, en torno a la figura de Antonio Gaudí. Sé que a Ángeles le hubiera gustado asistir hace cien años.

lunes, 10 de noviembre de 2025

"La decadencia de Casanova".



Es la segunda vez en una semana que una chica me cede el asiento en el Metro. Hasta hace bien poco lo que las chicas me cedían era un sitio en su cama, que yo no aceptaba, por supuesto, porque siempre he sido un caballero. Pero debo ir aceptando la realidad y a partir de ahora solo me quedan sopitas y buen vino, alguna botella de Moët Chandon de vez en cuando y la mantita que me tape las piernas en el sillón, como acostumbran a hacer en Gran Canaria, algo que copié a mi amiga periodista, la guapísima Ana Sharife. Con la autoestima por los suelos, al salir del Metro me fui a dar una vuelta por el Reina Sofía, pero eso lo contaré mañana. Y después a tomar el sol por el Paseo del Prado donde me hice la foto junto a una de las fuentes de las Cuatro Estaciones, entre el Prado y el Botánico. Me embargaba la tristeza y allí mismo me puse a llorar como Segismundo, clamando al cielo "Ay, mísero de mí, ay, infelice"
 
"Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí                       105
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido:
bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor,              110
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
 
Solo quisiera saber
para apurar mis desvelos
dejando a una parte, cielos,       115
el delito de nacer,
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,      120
¿qué privilegios tuvieron
que yo no gocé jamás?
 
Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma             125
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;       130
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
 
Como me han cortado las alas, al igual que a ese pájaro de Calderón, me daré a la bebida y a escuchar música, y me pondré a bailar como si estuviera en el Carnaval de Venecia para recordar mis tiempos de Casanova: 
 
Como hoy es fiesta en Madrid todo el día, mañana no pasa sin que vaya a hacerme la manicura y una limpieza de cutis, a ver si así me consuelo un poco.

 
 

domingo, 9 de noviembre de 2025

"Era como si Dios hubiera dejado caer su taza de café con leche sobre el mar".


 
Mi personalidad rebelde (sin causa, como en la película de Nicholas Ray interpretada por James Dean con una cazadora de cuero como en esta fotografía que me hice ayer en la terraza de un Café en esta primavera en otoño), absolutamente libre e independiente me lleva a leer a escritores menos conocidos, que no salen en la televisión ni se encuentran en manos de editoriales y agentes literarios que buscan ganar dinero con el negocio de los libros. La calidad literaria es otra cosa. Todos sabemos que hay una industria alrededor de estos, de la que nos habla el ensayo autobiográfico "Personaje secundario", del editor, traductor y escritor Enrique Murillo (2025, Editorial Trama), un libro que acabo de empezar a leer y de la que hablaré más adelante cuando tenga más avanzadas sus más de 500 páginas. 
 
Pues bien, la frase con la que he comenzado este post se puede leer en la página 26 de una hermosa novela escrita por Letitia Vladislav, "Nada" (2025, Diversidad Literaria), una escritora rumana que vive en Alicante desde hace algunos años y que tengo de amiga en esta red social. Sus personajes me recuerdan a personajes esenciales de Dostoyevski, de "Crimen y castigo" y "El idiota", dos de esas novelas que me han acompañado siempre. Como el escritor ruso, Vladislav también habla del sufrimiento, en concreto de unas prostitutas, y lo hace desde la calidez humana. Los seres humanos tal vez podamos vender nuestro cuerpo, pero seguiremos siendo humanos mientras no vendamos nuestra conciencia. La escritora se fija en las mujeres que van escasamente vestidas y que tiritan de frío en las carreteras checo alemanas o que esperan sentadas en una silla a la entrada de Santa Pola. Y da las gracias a sus protagonistas, a Erika y a Olga, y a las otras, porque "os merecéis todo el cariño. Porque más allá de las apariencias, la vida sigue siendo, como un hilo rojo, tal como es". Y a mí me gustan los escritores y escritoras que se fijan en las personas en las que nunca nos fijamos, que maltratan los políticos corruptos, españoles y extranjeros, y todos aquellos miserables que se sirven de los demás. ¿Y por qué lo hacen? ¿Para ganar dinero, tal vez para aumentar su autoestima? Letitia tenía cuatro años cuando la novela surgió en su cabeza. "Una mujer de pueblo, nos dice, se acercó una noche a la ventana verde y llamó sin hacer ruido. Pensaba que mamá y nosotros, los niños, estábamos en Dostadt, donde vivía la tía Ilka, hermana de papá. No habíamos ido porque yo tenía fiebre. Mamá abrió las persianas con la misma discreción. Estaba muy oscuro. "¿Y tú? ¿A estas horas? ¡Puta! Los postigos volvieron a cerrarse. Oí los pasos de la mujer y luego me dormí. No sabía lo que era "puta", pero no tuve valor para preguntar. Dora, la chica de enfrente, que estaba de vacaciones, me aclaró las cosas. Era malo, feo, vergonzoso, peor que coger una pulmonía o la varicela (yo había tenido las dos cosas), un peligro enorme para todo el mundo. Y la vecina en cuestión era conocida por todas las mujeres engañadas" (p. 15). 
 
Me gusta cómo se cuenta esta historia, la poesía casi inapreciable que lo inunda todo.
 
Como si Dios hubiera escrito el "Claro de Luna" de Beethoven sobre el mar mientras me tomo el primer café de una mañana de domingo:
 

sábado, 8 de noviembre de 2025

"Una deliciosa tertulia sobre el tiempo en la literatura".


 



En la tercera foto aparece el Hotel Indigo donde hacemos nuestras tertulias de los martes, en una de las esquinas que más me gustan de Madrid, entre las calles Princesa, Alberto Aguilera y Marqués de Urquijo. El ciervo que se ve en lo alto es porque siempre se llamó Hotel Tirol. Y sobre el tratamiento y el paso del tiempo en la literatura hablamos ayer. Realicé un pequeño prólogo para referirme a los tres tipos clásicos del tiempo, el referencial o histórico, es decir, la época en que se desarrolla la trama, el interno, relativo a la duración de los acontecimientos que se cuentan, y el del relato, en cuanto a la forma en que se ordenan y presentan los hechos. A su vez, el escritor usa una serie de recursos y técnicas para manipular el tiempo, como son la analepsis o flashback, la prolepsis o flash-forward, el resumen, la elipsis, la escena, la descripción y digresión, y la dilatación. Y acabé refiriéndome a los diferentes tipos de tiempos según la experiencia, donde distinguí entre el tiempo cronológico, el psicológico, el de la escritura y la lectura, para dejar paso a que hablaran mis amigos sobre algunas obras que les había propuesto, "En busca del tiempo perdido", "Crónica de una muerte anunciada", "El primer hombre" y "Las olas". Pero esto es una tertulia de amantes de la literatura y del arte, y lo divertido es que sea el propio diálogo el que se apodere de la charla. Me lo pasé muy bien en la hora y pico de reunión puesto que Mercedes se preparó una hermosa exposición sobre la obra de Proust, Mariwán nos deleitó, con su pasión habitual, refiriéndose a la novela póstuma de Camus, Santiago comentó algunas ideas sobre arquitectura y pintura, Almudena quiso hablar de mi libro de Pacino y todos los demás intervinieron en algún momento.
 
Ahora amanece un nuevo día y, ya que soy un romántico sentimental, como me llamó mi profesor Fernando Rodríguez Lafuente, que me codirigió mi tesis doctoral sobre Murakami, me tomo el primer café en los años 50. La belleza no sigue ningún "tiempo" concreto y es universal: