sábado, 18 de agosto de 2018

El tiempo en el Museo de Orsay.

Ese es el reloj de un museo parisino que antes fue una estación de trenes.

Seguramente todos mis libros hablen del sentido del tiempo, y en especial el último de cuentos. Ayer estuve dando vueltas durante un rato a cómo opera el tiempo en el caso de las obras de arte. Lo hice tras escribir el post sobre Claudel, Rodin y Aleixandre. Y pensé en Bergson. A Henri Bergson (París, 1859-1941) se le ha llamado el filósofo de la intuición. Aunque su formación fue positivista, consideraba que el tiempo real, vivido, no puede entrar en las fórmulas de las ciencias, porque estas se interesan solo por lo que es susceptible de medida.

Los hechos psíquicos se viven de manera distinta a los físicos. En su libro "Materia y memoria" exponía que la memoria pura y espiritual es la que caracteriza la vida profunda de la psiquis. Lo que limita nuestra conciencia es el cuerpo, y más concretamente el cerebro, imponiendo el olvido de algunos conceptos.

"El pensamiento y lo móvil" es su último libro, y en él observa que las grandes obras de arte sugieren la marca del tiempo sobre la sustancia, ya que esta intersección entre objeto y devenir intuye el contenido de la experiencia vital, tanto de lo objetivo (lo observable) como de lo subjetivo (interpretación interna).

Seguramente, las obras de arte influyen en nosotros porque las intuíamos y percibíamos antes de conocerlas. De alguna forma estamos esperando a que lleguen hasta nosotros, y al hacerlo las convertimos en nuestras.

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