domingo, 27 de noviembre de 2011

Mi tesis doctoral

El próximo Jueves 1 de Diciembre leeré mi tesis en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada.

Será a las 11.30 en el Edificio A de Filología (en el Paraninfo de la Complutense), en el Aula 217. La tesis se llama "La semántica ficcional de los mundos posibles en la novela de Haruki Murakami", y me la han dirigido Antonio Garrido y Fernando Rodríguez Lafuente.

En fin, si a algunos os apetece y podéis, allí nos veremos.

La lámpara maravillosa (y II)

¿Ya se han mirado en el espejo durante diez minutos? Entonces habrán podido describir sus sensaciones, y sentirse más cercanos al conocimiento. En el fondo la respuesta está dentro de nosotros mismos, en nuestro interior, a través del camino más corto (y a la vez más largo) que nos podamos imaginar.

En la lámpara maravillosa de Valle-Inclán se encuentran alusiones a los pitagóricos, al Renacimiento, al misticismo primitivo, a Nietzsche, así como elementos simbolistas y astrológicos. Valle lo transporta todo al mundo de la estética, a pesar de su complejidad.

El complemento de este tratado de estética es su poesía. “Aromas de leyenda” prepara el camino a la lámpara. Es un libro subjetivo, modernista-simbolista. Ahí está la religiosidad gallega. Darío se refirió a la “intensidad” y la “dureza” para referirse a Valle. Las imágenes de Valle son de otro mundo. Por eso en él también hay ecos de Garcilaso, Virgilio, Juan de la Cruz, incluso de Verlaine.

En “La pipa de Kif” se encuentran poemas de tipo social, pero también de tipo alucinógeno. Hay misticismo, droga y poesía tradicional. Es una especie de flores del mal, donde intenta justificar, teóricamente, otro mundo, que en la lámpara se convierte en estética, como tratado místico que reúne todas sus experiencias de la otredad. De la aridez del ermitaño surge el éxtasis, y de aquí se llega a la belleza, la intuición de la unidad. La belleza es el camino a lo divino.

La lámpara y los esperpentos se neutralizan, y surge el objetivismo. Lo esencial es el poder mágico de despertar emociones por parte de las palabras. La vivencia que le queda al lector es la experiencia intuitiva del misterio que ha de ser descifrado.

(Publicado en el Diario Progresista el 25 de Noviembre de 2011)

sábado, 19 de noviembre de 2011

La lámpara maravillosa (I)

Hay elecciones generales en España en un par de días, y parte de la opinión pública se encuentra sumida en una especie de anestesia fatalista. En una situación así me gustaría recordar la figura de Valle-Inclán, el gran hereje de su tiempo, un tipo que luchó contra la rutina impuesta por la sociedad de su época. Valle siempre fue consciente de su soledad estética.

Fue un provocador, pero con un núcleo metafísico de sentido estético. (¿Dónde se encuentra la estética en estos tiempos, en la crueldad de los mercados financieros y ese afán que le ha entrado a todo el mundo por acumular dinero sin valorar que sólo tiene sentido el conocimiento?) Valle buscó un estilo personal, la música de las palabras, los espejos mágicos.

También fue un poeta radical que impregnó todo lo que hacía con su fuerza. Buscó entender el mundo con una mirada diferente. El poeta se apropiaba de una voz que servía para sacarlo de sí y llevarlo a la Naturaleza. Para ello se inspiró en el gnosticismo. Había que cerrar los ojos del cuerpo, pero a cambio de que se abrieran los del alma. Los dioses habían muerto, pero apareció de pronto una experiencia trascendente. Era la búsqueda de lo inefable.

La palabra es la que abre las puertas de lo desconocido. Las evocaciones y revelaciones nacen en el poeta gracias a la palabra. La palabra despierta emociones. La experiencia estética se define por su fondo emocional. La estética es experiencia, no técnica. Sólo se puede comprender aquello que tiene sus “larvas” en la conciencia y acompaña al hombre desde que nace hasta que muere.

Valle fue un renovador continuo y eso le llevó a la soledad estética. Fue un escritor inquietante, sobre todo con “La lámpara maravillosa”. La iluminación se produce tras la “sequedad”, la desposesión. Por eso se unen la ética y la estética. Los espejos de Valle son constantes; en la lámpara dice que las palabras son espejos mágicos. El pensamiento humano es como el fruto sagrado del sol.

Y ahora me dirijo a los lectores de este artículo. Hagan la prueba del espejo, por favor. Sitúense frente a un espejo, mírense durante diez minutos, fijamente, y traten de salir de sí mismos. Y después escriban lo que ven, o lo que sienten. De esta forma, la semana que viene seguiremos hablando.

(continuará)

viernes, 11 de noviembre de 2011

El origen del "librero"

(Para Ana Lima)
Ahora que parece que la profesión de librero (tradicional) está a punto de desaparecer, o al menos se encuentra amenazada de muerte, me gustaría hacerles un pequeño homenaje deteniéndome unos instantes en la figura del "estacionario", origen del actual librero. 

Como es sabido, las universidades (o estudios generales) nacieron en Europa en los siglos XII y XIII. Además de la calidad del profesorado y de la existencia de instalaciones adecuadas, era necesaria una figura que garantizara la calidad de los textos manejados por los estudiantes, en una época en que todavía la imprenta quedaba muy lejos. Aquella figura se denominó estacionario, y tuvo una función muy importante en el sistema educativo medieval.

           El estacionario contaba con unos ejemplares o copias de los libros de clase, de calidad contrastada y aceptados por los profesores y el propio rector de la universidad. Como estaban desencuadernados, los propios alumnos - o los copistas profesionales - podían hacer copias de los mismos sin dificultad. Alfonso X aseguró en un documento de 1254 que el estacionario debía tener “los exemprarios buenos e correctos”. En las “Siete Partidas” (1256-1265), consideró al estacionario indispensable en todo estudio general, ya que gracias a él los estudiantes podían hacerse con copias fiables y corregir los errores existentes en otros casos.

           El cambio en la forma de elaborar los libros transformó el oficio del estacionario, y terminó por privarle de su propio nombre. Desde entonces, fue “librero” sin más. Desde el siglo XVI, además, su nombre desapareció de los diccionarios y el mismo vocabulario. Como asegura Gómez Moreno, hubo que esperar hasta los años treinta del siglo pasado para que ciertas investigaciones sobre la copia de manuscritos a partir de ejemplares desmembrados en “pecias” o cuadernos lograran recuperar su figura.

           (Publicado en Diario Progresista el 11 del 11 del 11)

viernes, 4 de noviembre de 2011

El poeta en busca de lo inefable

(para Manuel Rico)

El abismo sólo puede salvarlo la palabra. Y eso es lo que hace el poeta (del absoluto). Para él las palabras no son intercambiables. Sólo existe una palabra, y no otra. Lo esencial no es buscar el adjetivo, sino la palabra.

Es la posibilidad de interpretar los silencios, la pelea con el idioma. El fenómeno de la inspiración tiene su precio. El poeta apresa el sentido oculto del mundo. Las palabras tocan el centro de la tierra (que diría Zambrano). Y la pelea es terrible.

Nos encontramos ante un proceso de conocimiento. El poeta intenta “cincelar” la forma (Bécquer), pero no ve el camino. Es la realidad y el deseo de Cernuda. No existe una urgencia de comunicación. Bousoño quería la realidad, pero una realidad interior. Hierro quería la torre de marfil, pero para cambiar el mundo.

Es la pelea entre la fantasía y la imaginación, la realidad y los sueños. En el proceso mental del poeta, incluso el amor constituye parte de su visión interna. El poeta no puede vivir sin escribir, porque en caso contrario esas imágenes le matarían. Si dormir equivale a morir, que diría Shakespeare, sólo la poesía puede salvarle, porque es lo que quedará, lo que pervivirá (algo que no es, exactamente, la pureza de la inmortalidad).

Así nace la voz del idioma, que es la voz de la poesía. No tiene nada que ver con el cronista que se limita a describir lo que ve. El proceso de maduración del poeta que busca lo inefable tiene que ver con lo que no está claro. Los propios poemas sirven para que la poesía madure lentamente. Por eso la realidad sensible no es más que un fragmento de esa realidad.


(Publicado en Diario Progresista el 4 de Noviembre de 2011)