viernes, 27 de abril de 2012

Economía y Literatura (IV)

El siguiente paso en esta serie de artículos que pretende unir la economía con la literatura, bajo la vertebración de la obra realista de un escritor como Galdós, no puede ser otro que centrarse en el origen conceptual de la ciencia económica.

Las ideas de los mercantilistas (como Hume y Steuart) sobre el comercio europeo en los siglos XVII y XVIII constituyen los primeros vestigios del moderno pensamiento económico. La riqueza de un país es una magnitud stock (acumulación de metales preciosos) y la actividad económica busca el aumento del intercambio exterior para obtener una balanza comercial que permita más entradas de oro y plata. Las actuaciones de las autoridades deben girar sobre el incremento de las exportaciones y el freno a las importaciones.

La escuela de los fisiócratas (Quesnay, Mirabeau, Turgot) establece un esquema formalizado del funcionamiento de la economía (sobresaliendo la Tableau Économique, 1758, de Quesnay). El fundamento de su discurso se presenta de manera axiomática, condicionado por el racionalismo de la época, y se basa en la existencia de un orden natural espontáneo de tipo físico-material, al que pertenece la sociedad, constituido por relaciones causales y estables que funcionan mecánicamente. Su interpretación posee un carácter deductivo, con ejemplos sacados del terreno de la agricultura, pues la riqueza es un flujo circular originado por el excedente agrícola. Se interpreta de forma abstracta un proceso económico que relaciona la producción agraria, las fases del proceso y las clases sociales.

Los principales economistas clásicos construyeron un cuerpo de leyes y principios de funcionamiento económico, pero no se plantearon la contrastación con la realidad, ya que les bastaba con que su razonamiento estuviera de acuerdo a las reglas deductivas. No obstante, Adam Smith y Thomas R. Malthus no renunciaron a los planteamientos inductivos, como consecuencia de la gran influencia del empirismo de Bacon. David Ricardo, por su parte, como principal teórico de la escuela, usó casi en exclusividad el método deductivo y abstracto, sin entrar en la contrastación empírica de sus teorías con la realidad. El otro gran autor, John Stuart Mill, utilizó un método denominado por él mismo de “composición de fuerzas”, con el que combinaba el método a posteriori con el método a priori (inductivo y deductivo, respectivamente).

(Publicado en el Diario Progresista el 27 de Abril de 2012)

domingo, 22 de abril de 2012

Economía y Literatura (III)

El comportamiento de los personajes de Galdós, descrito en los anteriores artículos, tiene su base en la idea moderna de Economía, extendida en buena parte de Europa durante el siglo XVIII. "Lo prohibido" es la primera novela de Galdós donde tiene cabida el desarrollo industrial en España, una perspectiva distinta de los comerciantes de otras novelas, como "Fortunata y Jacinta".

“En lo prohibido” se habla de capitalismo con rigor y profundidad, lo que la convierte en una de sus obras más modernas e inteligentes.

Para un economista clásico como John Stuart Mill (que vivió en la misma época de Galdós), la economía es la ciencia que estudia la riqueza y las leyes de su producción y su distribución, una definición más completa que la clásica y conocida de la ciencia de la administración de los recursos escasos. Para Alfred Marshall, otro economista clásico, la economía es el estudio de la humanidad en las ocupaciones ordinarias de la vida y examina la parte de la acción individual y social relacionada con la obtención y el uso de los artículos materiales necesarios para el bienestar. Igualmente ha sido esencial para la comprensión de la ciencia económica la definición de Lionel Robbins, para quien comprende la conducta humana como relación entre fines y medios escasos con usos alternativos.

No obstante, la definición que más me interesa es la que dio Salvador de Madariaga, sobre todo por su alto contenido moral, y que seguro que Galdós habría aplaudido de haberla conocido. Para Madariaga, la verdadera economía es la administración adecuada de los valores morales en el reino material.        

Una de las críticas que suele hacerse a los economistas es que sus teorías no consiguen explicar la realidad, porque son elementales e incompletas, y su comportamiento es aún peor cuando intentan predecir el futuro. Como defensa se puede argumentar que lo que ocurre es que, en cada momento histórico, los científicos, investigadores y filósofos tienen un límite para su capacidad de comprensión de lo que les rodea. No parece, por tanto, que sea un proceder lógico que se haga un juicio por la existencia del límite, cuando es más correcto que se valore la capacidad de alcanzar y superar poco a poco la frontera de lo posible.
Tampoco es una tarea sencilla establecer con precisión el momento histórico a partir del cual la economía se apropió de las características propias de una disciplina científica. Está más o menos admitido, no obstante, que la fecha clave fue el año 1776, con la publicación de la obra de Adam Smith “Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones”. Mucho más atrás en el tiempo, podría remontarse a las ideas de los filósofos de la Grecia clásica, así como a los escritos económicos de los siglos XIII y XIV, mientras que los antecedentes cercanos proceden de las aportaciones de los fisiócratas.

Entre los antecedentes metodológicos estaría la tradición deductiva, con autores como Descartes y Espinoza, la tradición de la inducción empírica, con Bacon y Locke, la tradición escéptica, con Hume y, posteriormente, la síntesis entre el racionalismo y el empirismo, con Kant.

(Publicado en el Diario Progresista el 20 de Abril de 2012

viernes, 13 de abril de 2012

Economía y Literatura (II)

¿Cómo describiría Galdós, si viviera, este período de crisis económica que nos ha tocado vivir? Si ya fue muy duro a la hora de referirse a la degradación moral de la burguesía de su época, ¿qué diría ahora con el fin de analizar la estupidez económica y social que estamos viviendo en manos de ese eufemismo que llamamos "mercados financieros"?

En las décadas de los 70 y 80 del siglo XIX, Galdós no dejó de escribir obras maestras. “La de Bringas” (1883) es una de sus novelas que ha ido ganando el aprecio de la crítica con el paso del tiempo. Y lo mismo le ocurre a la siguiente novela que escribió, “Lo prohibido” (1884-1885). Galdós estaba en esos instantes en la plenitud de su actividad creadora; había dejado atrás las novelas “de tesis” y ya dominaba, a la perfección, la narración realista y naturalista.

El punto esencial de ambas novelas (y de casi todas sus obras de esa época) es el papel que juega la “mujer”, poco más que una mercancía en manos del hombre, es decir, en manos del sistema capitalista. La mujer busca, necesita, desea poseer dinero porque es la única forma de salir del pozo donde vive. Y sólo lo puede hacer trabajando fuera, casándose con un rico o pidiéndolo prestado. En todos esos casos, su futuro es muy negro. El marido se lo va a dar a cambio de que cumpla con su papel de mercancía, trabajar fuera de casa aún es una misión casi imposible y los préstamos de los usureros inciden más en la degradación moral y física de la mujer.

En los siglos XVIII y XIX, España no contó con una verdadera revolución industrial, como los países de nuestro entorno, encabezados por Inglaterra y Alemania, y como consecuencia de ello el papel de la burguesía fue irrelevante durante mucho tiempo. Las cosas cambiaron ligeramente hacia la mitad del siglo XIX, en particular con el triunfo de la Gloriosa y la salida de Isabel II del poder. No obstante, fue difícil terminar con la lucha entre el proteccionismo y el librecambismo. En esa sociedad en transición se confundían el “ser” con el “querer ser” e incluso con el “parecer”.

Rosalía Pipaón de la Barca de Bringas valora más el parecer que el tener, y algo similar puede decirse de la marquesa de Tellería. Si la primera consume compulsivamente en las tiendas de moda, a Milagros, la marquesa, le ocurre algo similar. Llegará un momento en que la mujer modesta tenga incluso que prestar dinero a la aristócrata. La vida de Rosalía podía ser considerada como feliz, dentro de la sencillez en que sometía a su hogar el cabeza de familia, Francisco de Bringas, un oficial de 1ª de Intendencia del Real Patrimonio, con un sueldo anual que no superaba los 30 000 reales.

Francisco de Bringas es el típico puritano, ese tipo de persona que ha asimilado la forma de vida de la religión protestante, que prima el trabajo y el esfuerzo, junto al ahorro. Por ese motivo la novela comienza con el cenotafio (casi de juguete) que está realizando para obsequiárselo a Pez, que había ofrecido un empleo en Hacienda a su hijo Paquito, con 400 y pico reales al mes de sueldo.

Las palabras dinero, sueldo, consumo, ahorro, etcétera, están en boca de los personajes desde el principio, y también del narrador, un curioso sujeto que se inmiscuye en la historia también por razones económicas, y que la concluye también de forma curiosa, pues incluso podía haberse convertido en amante de Rosalía a cambio de dinero, siempre de dinero.

Don Francisco es un tipo oscuro y tacaño, que elabora el cenotafio sobre todo porque no le cuesta apenas dinero. A él no le interesan la ropa y la moda, por supuesto, como les ocurre a su mujer y a la marquesa, y todo su afán es poseer un pequeño cofre con unos miles de reales, fruto de su trabajo y el consiguiente ahorro. En su pequeño mundo las apariencias no poseen ningún sentido, lo contrario de lo que le ocurre a Rosalía y a la sociedad “bien” de Madrid, que, como se dirá en “Lo prohibido”, es una sociedad que se podría resumir en su propia emblema, con el oso que se estira para coger el fruto del árbol, pero que nunca lo consigue.

(Publicado en el Diario Progresista el 13 de Abril de 2012)

Economía y Literatura (I)

Suele decirse que para conocer bien ciertas épocas del pasado, lo mejor es acudir a las buenas novelas que se escribieron entonces. Las hermanas Bronte y Jane Austen, Dickens y Balzac, Galdós y Zola…, y, ya en el XX, Dos Passos, Hemingway, Joyce, Woolf, Cortázar, García Márquez, Delibes, Pynchon, Delillo…

En mi mente, el siglo XIX español está escrito por Galdós, comenzando con las dos primeras series de los “Episodios Nacionales” y terminando en esas novelas sobre el realismo (o naturalismo) espiritual como “Nazarín” y “Misericordia”. Si en algún momento bajara un extraterrestre a la tierra y quisiera conocer qué es lo que había ocurrido en España en ese siglo (y de alguna forma lo que se avecinaba en el XX), le recomendaría que leyera al escritor canario.

Un aspecto esencial en su obra es la importancia que concede al dinero. Como es lógico el dinero era un elemento fundamental en la sociedad de su época, y Galdós no podía dejarlo de lado a la hora de describir las miserias y grandezas de sus personajes. Esto ocurre en su primera gran novela, “La desheredada”, y continúa, por ejemplo, con “La de Bringas”, “Lo prohibido”, “Fortunata y Jacinta” y la serie de novelas sobre el extraordinario Torquemada.

Las descripciones sobre el comportamiento humano de sus protagonistas, así como de ese mundo maravilloso que aparece en sus obras con forma de personajes secundarios, no tienen nada que envidiar a las teorías de los grandes libros de economía de Smith, Malthus, Ricardo, Marx y Mill. Algunas páginas de las “novelas contemporáneas” de Galdós son, en España, la parte aplicada de los tratados de Economía Política, que desde la década de los ochenta del siglo XIX se conocerá como “Economics”, en su aspiración por imitar a la “Fisics”.

Los próximos artículos que se publicarán en este periódico analizarán, con detalle, ciertos elementos económico-literarios que impulsan a los personajes de Galdós a comportarse como lo hacen. Hace poco escribía un importante director de teatro que en España se necesita un nuevo Valle-Inclán que hable sobre la degradación moral que nos ha conducido a esta crisis económica y de valores en que vivimos. Yo añadiría desde esta páginas que también necesitamos a un Galdós que hago lo mismo desde el terreno de la novela. Como señala al final del segundo capítulo de la segunda parte de “Lo prohibido”: “La antigua literatura novelesca y, sobre todo, la literatura dramática, han dado vida a un tipo especial de hombres y mujeres, los llamados “héroes” y las llamadas “heroínas”, que justifican su gallarda existencia realizando actos morales de grandísimo poder y eficacia, inspirados en una lógica de encargo, la lógica del mecanismo teatral de la Comedia, la lógica del mecanismo narrativo de la Novela”.

Galdós creó algunas de las mejores novelas de la historia de la literatura española, y eso que nunca recibió el premio Nobel, y desde estas páginas queremos agradecérselo uniendo dos mundos aparentemente tan dispares, como son los de la literatura y la economía.

(Publicado en el Diario Progresista el 6 de Abril de 2012)