¿Sonreír habitualmente nos hace más felices, aleja nuestras
penas, permite recuperarnos con mayor rapidez de las operaciones y las
enfermedades, o es uno de los típicos mitos que siempre se ponen de moda
en épocas de crisis?
El pasado miércoles mi amigo JR
me invitó a la entrega de diplomas de los 25 años como miembro del
instituto de Censores de Cuentas. Una vez que me convenció de que no
tenía nada que ver con la “censura” secular en películas y libros, le
dije que lo acompañaría; después de la conferencia de rigor, nos
servirían un cóctel en ese hotel tan bonito del centro de Madrid. Nunca
había estado en su acogedora terraza interior, y me apetecía que hubiera
una primera vez.
Como creo en las casualidades, entre los asistentes me encontré a un
amigo que no veía desde nuestra época de estudiantes en la universidad.
Tras abrazarnos y bromear sobre quién se conservaba mejor, el
conferenciante cogió el micrófono, se levantó, se acercó a nosotros y yo
me temí lo peor; pero no fue así. El doctor Alonso Puig es uno de los
grandes cirujanos de este país en medicina del estómago (impulsor de la
laparoscopia) y un aclamado conferenciante sobre asuntos relacionados
con el liderazgo, la creatividad y la gestión del cambio.
No se trataba de impartir una clase de Medicina, como es obvio. Tras
citar a Einstein y Ortega y Gasset (los dos últimos muy famosos en
España), nos habló de inteligencia emocional, de cómo algunas personas
irradian malas sensaciones a los demás, y con otras ocurre lo contrario.
Aludió al hermoso libro de Laín Entralgo sobre la historia de la
Medicina, nos habló de la evolución de nuestros antepasados y su proceso
de adaptación o no a los cambios estructurales (como podría ocurrir
ahora), y de algo que está dentro de las personas y no tiene que ver con
lo físico, sino con ese espacio de la realidad que es la música de los
seres humanos y sólo se puede ver con el corazón (que diría el zorro al
Principito en la conocida historia).
La idea es huir de la epidemia de desánimo, algo que se puede
estudiar en el área frontal del cerebro que se queda sin sangre ante lo
negativo, las sombras, el túnel…, y se refugia en las amígdalas
cerebrales. La sangre fugitiva da pábulo a la irascibilidad, a más
tristeza y negatividad.
Aquel tipo atractivo se movía continuamente ante nosotros, jugaba con
las manos y los músculos de la cara, y demostraba que el lenguaje no
verbal es más seductor, incluso, que el verbal.
Y de esa forma llegó a la historia de una mujer que un día apareció
en su consulta con un montón de pruebas bajo el brazo que pretendían
detectar sus continuos dolores de estómago, así como una acidez que la
estaba matando mientras destruía incluso sus relaciones familiares y
profesionales. Trabajaba en un departamento financiero de fusiones y
adquisiciones, y su gran problema era que su jefe no la hablaba.
El doctor le dijo que no iba a mandarle más pruebas, pero que sí iba a
ponerla a prueba en otra cosa. Tenía que intentar sonreír a su jefe
durante dos semanas seguidas. Eso era lo único que le pedía. Ella negó
con la cabeza y le dijo que era imposible; aquel hombre le caía mal y
ella era incapaz de sonreírle, ni siquiera de forma hipócrita. El doctor
la despidió esa tarde sin demasiada confianza en su “medicina”.
Dos semanas después la mujer volvió a la consulta, y le dijo que era
una mujer nueva, distinta. Le había hecho caso, a pesar de que no creía
en esa sonrisa, e incluso había empezado a llevarse mejor con sus
compañeros de oficina.
(Publicado en el Diario Progresista el 28 de junio de 2013)
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viernes, 28 de junio de 2013
martes, 25 de junio de 2013
Mi Murakami en el metro
Murakami en el Metro, vamos en 20minutos.es
http://www.20minutos.es/noticia/1853156/0/los-mundos-de-haruki-murakami/ensayo-libro/entender-autor-
www.20minutos.es
lunes, 24 de junio de 2013
Entrevista a mi editor de Bartleby
En 2009 publiqué en la editorial Bartleby mi novela: "Entrevías mon amour".
Pepo Paz, el editor de Bartleby.
Va por ti, Pepo, y por todos los pequeños editores de este país (y no es porque seas amigo y editor mío, sino porque, básicamente, te guía la búsqueda de la calidad).
Va por ti, Pepo, y por todos los pequeños editores de este país (y no es porque seas amigo y editor mío, sino porque, básicamente, te guía la búsqueda de la calidad).
domingo, 23 de junio de 2013
Los mundos de Haruki Murakami en Europa Press
EUROPA PRESS.
Primer ensayo en profundidad en castellano del autor japonés
Mi ensayo sobre Murakami en la agencia Europa Press.
Primer ensayo en profundidad en castellano del autor japonés
Justo Sotelo viaja a los mundos de Haruki Murakami en su nuevo libro
MADRID, 22 Jun. (EUROPA PRESS) - -
El escritor y economista Justo Sotelo regresa a las librerías con su ensayo Los mundos de Haruki Murakami (Izana Editores). El estudio analiza con rigor y amenidad casi toda la obra del escritor japonés.
El ensayo se centra en diez de sus trece novelas publicadas. Las dos primeras no están disponibles, y la última acaba de salir en Japón, por lo que a Sotelo no le ha sido posible incorporarla a su libro. También se analizan los cuentos, debido a su gran influencia en las novelas.
En declaraciones a Europa Press, el autor dice que su ensayo pone de manifiesto el valor de la literatura de Murakami, "un artista universal que gusta a los lectores y críticos de cualquier país". Asimismo afirma que escribió la obra por la admiración que le causa la 'Teoría de los mundos posibles' que Murakami refleja en su obra, "una teoría que nos viene a decir que es el texto el que crea el mundo del relato y no a la inversa". Por consiguiente, "en sus textos caben las narraciones fantásticas o muy fantásticas", señala Sotelo.
Sotelo explica que eligió al autor japonés para su ensayo porque "quizá lo más interesante de su literatura sea la mezcla del mundo oriental y occidental". De igual forma, le interesa cómo en su obra "se habla de música, comida, moda, o cine, pero también de leyendas y fantasmas japoneses".
El autor indica que también le atrajo la influencia del sintoísmo en la literatura de Murakami, así como "la necesidad de amor entre los seres humanos, presente en esta religión". Sotelo aclara que Murakami construye estos temas en obras complejas pero que se leen con gran facilidad.
Su objetivo con este ensayo es llenar la falta de estudios en castellano del escritor japonés, pues asegura que "era esencial estudiar la fuerza de este escritor, su papel primordial en estos tiempos de crisis económica y espiritual".
El ensayo de Sotelo se divide en seis capítulos que van desde la visión general de la literatura de Murakami hasta el mito moderno latente en todas sus historias. A su juicio, "este mito está dominado por unos mundos híbridos entre lo natural y lo sobrenatural". Además, el ensayo analiza el poder del sistema económico y político de Japón, extrapolable al resto del mundo. También describe los aspectos sexuales de la mayoría de los protagonistas de su obra.
El autor explica que la idea de la obra surgió tras leer en el año 2011 su tesis doctoral en la Universidad Complutense titulada 'La semántica ficcional de los mundos posibles en la novela de Haruki Murakami' y le pareció lógico convertir la tesis en un ensayo. Para escribirlo, prescindió de las partes más técnicas de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y se centró en el análisis de los relatos de Murakami.
Justo Sotelo cree que Murakami es un claro favorito al Premio Nobel, ya que "en los dos últimos años ha estado entre los finalistas y favoritos para recibir el galardón". Además, el autor del ensayo apunta a que el japonés podría ganar muy pronto el Premio Príncipe de Asturias.
Por último, Sotelo afirma estar muy satisfecho con el dibujo que ilustra la portada del libro, realizado por la pintora y escritora Gabriela Amorós Seller (En la foto inferior derecha). En él aparecen John Lennon y Yoko Ono abrazados y es un homenaje a la famosa novela de Murakami 'Tokio Blues', que se llama realmente 'Norwegian Wood' en referencia a la canción de los Beatles.
Justo Sotelo nació en Madrid. Es catedrático de Política Económica y profesor universitario en ICADE (Universidad Pontificia de Comillas) y CUNEF (Universidad Complutense de Madrid). También se licenció y doctoró en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, e hizo dos másteres en Estudios Literarios y Literatura Española. En el 2011 leyó la única tesis escrita en español sobre Haruki Murakami. En 1995 publicó su primera novela, La muerte lenta, y dos años después Vivir es ver pasar, que fue finalista en los premios Sésamo y Ateneo de Sevilla. En 2006 vería la luz La paz de febrero. Su cuarta novela publicada fue Entrevías mon amour, en 2009. La editorial Izana publicó su quinta novela, Las mentiras inexactas, en 2012.
El escritor y economista Justo Sotelo regresa a las librerías con su ensayo Los mundos de Haruki Murakami (Izana Editores). El estudio analiza con rigor y amenidad casi toda la obra del escritor japonés.
El ensayo se centra en diez de sus trece novelas publicadas. Las dos primeras no están disponibles, y la última acaba de salir en Japón, por lo que a Sotelo no le ha sido posible incorporarla a su libro. También se analizan los cuentos, debido a su gran influencia en las novelas.
En declaraciones a Europa Press, el autor dice que su ensayo pone de manifiesto el valor de la literatura de Murakami, "un artista universal que gusta a los lectores y críticos de cualquier país". Asimismo afirma que escribió la obra por la admiración que le causa la 'Teoría de los mundos posibles' que Murakami refleja en su obra, "una teoría que nos viene a decir que es el texto el que crea el mundo del relato y no a la inversa". Por consiguiente, "en sus textos caben las narraciones fantásticas o muy fantásticas", señala Sotelo.
Sotelo explica que eligió al autor japonés para su ensayo porque "quizá lo más interesante de su literatura sea la mezcla del mundo oriental y occidental". De igual forma, le interesa cómo en su obra "se habla de música, comida, moda, o cine, pero también de leyendas y fantasmas japoneses".
El autor indica que también le atrajo la influencia del sintoísmo en la literatura de Murakami, así como "la necesidad de amor entre los seres humanos, presente en esta religión". Sotelo aclara que Murakami construye estos temas en obras complejas pero que se leen con gran facilidad.
MURAKAMI, CLARO FAVORITO PARA EL NOBEL
Para el autor adquiere gran importancia cómo plasma Murakami la sociedad actual: "ésta es una época de mucha información, pero también de mucha soledad. Lo que precisamos es a los demás pero casi nunca les encontramos" -afirma- "y eso es lo que les ocurre a los personajes de Murakami en sus novelas".Su objetivo con este ensayo es llenar la falta de estudios en castellano del escritor japonés, pues asegura que "era esencial estudiar la fuerza de este escritor, su papel primordial en estos tiempos de crisis económica y espiritual".
El ensayo de Sotelo se divide en seis capítulos que van desde la visión general de la literatura de Murakami hasta el mito moderno latente en todas sus historias. A su juicio, "este mito está dominado por unos mundos híbridos entre lo natural y lo sobrenatural". Además, el ensayo analiza el poder del sistema económico y político de Japón, extrapolable al resto del mundo. También describe los aspectos sexuales de la mayoría de los protagonistas de su obra.
El autor explica que la idea de la obra surgió tras leer en el año 2011 su tesis doctoral en la Universidad Complutense titulada 'La semántica ficcional de los mundos posibles en la novela de Haruki Murakami' y le pareció lógico convertir la tesis en un ensayo. Para escribirlo, prescindió de las partes más técnicas de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y se centró en el análisis de los relatos de Murakami.
Justo Sotelo cree que Murakami es un claro favorito al Premio Nobel, ya que "en los dos últimos años ha estado entre los finalistas y favoritos para recibir el galardón". Además, el autor del ensayo apunta a que el japonés podría ganar muy pronto el Premio Príncipe de Asturias.
Por último, Sotelo afirma estar muy satisfecho con el dibujo que ilustra la portada del libro, realizado por la pintora y escritora Gabriela Amorós Seller (En la foto inferior derecha). En él aparecen John Lennon y Yoko Ono abrazados y es un homenaje a la famosa novela de Murakami 'Tokio Blues', que se llama realmente 'Norwegian Wood' en referencia a la canción de los Beatles.
Justo Sotelo nació en Madrid. Es catedrático de Política Económica y profesor universitario en ICADE (Universidad Pontificia de Comillas) y CUNEF (Universidad Complutense de Madrid). También se licenció y doctoró en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, e hizo dos másteres en Estudios Literarios y Literatura Española. En el 2011 leyó la única tesis escrita en español sobre Haruki Murakami. En 1995 publicó su primera novela, La muerte lenta, y dos años después Vivir es ver pasar, que fue finalista en los premios Sésamo y Ateneo de Sevilla. En 2006 vería la luz La paz de febrero. Su cuarta novela publicada fue Entrevías mon amour, en 2009. La editorial Izana publicó su quinta novela, Las mentiras inexactas, en 2012.
viernes, 21 de junio de 2013
Dalí
El sábado pasado nos fuimos a cenar unos cuantos amigos después
de la firma en la Feria del Libro de Madrid. La cervecería era
agradable, y sobre todo lo era la compañía. En cierto momento comenté
que la semana siguiente JR y yo íbamos a ir a la exposición del Reina
Sofía sobre la obra de Dalí. Nos invitaban a un recorrido de hora y
media sobre su significado más profundo, además de a una merienda en la
cafetería del edificio nuevo.
La aparición del nombre de Dalí recuperó un diálogo, casi secular, entre AZ y yo. Los dos lo admiramos, aunque él considera que es mejor dibujante que pintor. A mí ese aspecto me es indiferente. Lo que me fascina de Dalí es su magia, sus contradicciones, su fuerza, su decadencia, su surrealismo, sus deseos de llamar la atención, incluso su vulgaridad.
Unos días después la excelente guía nos habló de la peculiar relación que mantuvo Dalí con su padre, empezando por el hecho de que este no registrara su nacimiento, y eso que era notario; unos meses antes había muerto otro Salvador Dalí y el futuro pintor vino a sustituirlo. Quizá por eso el recorrido se inicia con un retrato del padre, que terminó desheredándolo en 1929, el año en que Dalí viajó a París y se introdujo en el Surrealismo gracias a Miró. La exposición continúa con los conocidos cuadros de su hermana, sin que eso suponga ninguna interpretación freudiana, pues Dalí tan sólo la utilizaba como modelo de mujer. Eso sí cuando nos encontremos frente al cuadro de Guillermo Tell habrá que recordar que la manzana alude a la presión del padre.
El coqueteo con los “ismos” se produce en la Academia de San Fernando; luego llegan Cadaqués, Port Lligat, Figueras, el “Buñuel” de la Residencia de Estudiantes. El retrato del cineasta con las nubes que casi parecen navajas cerca del ojo corrobora la famosa polémica entre los dos artistas por la autoría original de la escena del ojo de “Un perro andaluz”.
Me interesan las “mutilaciones” de los amigos artistas, que en Dalí se representan con un cuerpo sin cabeza, en Lorca con un escritor sin manos y en Buñuel en una película con un personaje sin ojo.
La Teoría de la Relatividad, la influencia de Gala, el cine con Disney y Hitchcock… Su especial relación con Picasso. Su viaje a Estados Unidos, sus cuadros con Lenin o Hitler, sus entrevistas con Franco…, sus contradicciones.
Le digo a JR que tal vez AZ tenga razón, pero mi amigo me dice que Dalí posee un poder de fascinación que excede el propio arte, incluso las polémicas sobre sus gustos sexuales y políticos.
Dalí vivió y murió provocando, así que no le importará que le ponga los cuernos al rostro que aparece en el folleto de la exposición.
(La merienda estuvo muy bien, y entablamos una agradable conversación con otras personas del grupo).
(Publicado en el Diario Progresista el 21 de junio de 2013)
La aparición del nombre de Dalí recuperó un diálogo, casi secular, entre AZ y yo. Los dos lo admiramos, aunque él considera que es mejor dibujante que pintor. A mí ese aspecto me es indiferente. Lo que me fascina de Dalí es su magia, sus contradicciones, su fuerza, su decadencia, su surrealismo, sus deseos de llamar la atención, incluso su vulgaridad.
Unos días después la excelente guía nos habló de la peculiar relación que mantuvo Dalí con su padre, empezando por el hecho de que este no registrara su nacimiento, y eso que era notario; unos meses antes había muerto otro Salvador Dalí y el futuro pintor vino a sustituirlo. Quizá por eso el recorrido se inicia con un retrato del padre, que terminó desheredándolo en 1929, el año en que Dalí viajó a París y se introdujo en el Surrealismo gracias a Miró. La exposición continúa con los conocidos cuadros de su hermana, sin que eso suponga ninguna interpretación freudiana, pues Dalí tan sólo la utilizaba como modelo de mujer. Eso sí cuando nos encontremos frente al cuadro de Guillermo Tell habrá que recordar que la manzana alude a la presión del padre.
El coqueteo con los “ismos” se produce en la Academia de San Fernando; luego llegan Cadaqués, Port Lligat, Figueras, el “Buñuel” de la Residencia de Estudiantes. El retrato del cineasta con las nubes que casi parecen navajas cerca del ojo corrobora la famosa polémica entre los dos artistas por la autoría original de la escena del ojo de “Un perro andaluz”.
Me interesan las “mutilaciones” de los amigos artistas, que en Dalí se representan con un cuerpo sin cabeza, en Lorca con un escritor sin manos y en Buñuel en una película con un personaje sin ojo.
La Teoría de la Relatividad, la influencia de Gala, el cine con Disney y Hitchcock… Su especial relación con Picasso. Su viaje a Estados Unidos, sus cuadros con Lenin o Hitler, sus entrevistas con Franco…, sus contradicciones.
Le digo a JR que tal vez AZ tenga razón, pero mi amigo me dice que Dalí posee un poder de fascinación que excede el propio arte, incluso las polémicas sobre sus gustos sexuales y políticos.
Dalí vivió y murió provocando, así que no le importará que le ponga los cuernos al rostro que aparece en el folleto de la exposición.
(La merienda estuvo muy bien, y entablamos una agradable conversación con otras personas del grupo).
(Publicado en el Diario Progresista el 21 de junio de 2013)
viernes, 14 de junio de 2013
Elogio de los perdedores
En estos tiempos de capitalismo salvaje e individualismo
colectivo, ser un perdedor no tiene buena prensa; quizá no la haya
tenido nunca. El ser humano necesita mensajes positivos, sentirse
superior al resto de animales, demostrar que puede cambiar el mundo con
sus acciones y decisiones.
Desde pequeños se nos educa para “derrotar” a los otros, para ser más fuertes que ellos. Recuerdo que en una clase de Gimnasia del colegio el profesor formó parejas para que lucháramos cuerpo a cuerpo entre nosotros y demostrar a los demás que éramos los más fuertes. A mí me tocó enfrentarme, en primer lugar, contra un muchacho enclenque, más delgado y bajito que yo, al que se podía derrotar sin dificultad. Al encararnos, me miró con una expresión de súplica, casi de miedo o de dolor. Asumía la derrota anticipadamente, pero me pedía con los ojos que no le hiciera daño. Estuve a punto de decir al profesor que no quería luchar, que aquello era absurdo y no tenía nada que ver con una clase.
Mientras daba vueltas a esos pensamientos, mi compañero se abalanzó sobre mí y me tiró a la colchoneta. Luego forcejeamos un poco, le fijé al suelo y pasé a la siguiente “pelea”.
Esta vez mi rival fue un chaval un poco más fuerte que el anterior, y nada más cogernos por los brazos me dejé vencer. Aún no he olvidado las risas de mis compañeros (en aquel colegio sólo había chicos). Quizá me llamaran “gallina”, algo habitual en la época, aunque no lo recuerdo. Las burlas duraron varios días, e incluso los muchachos de otros cursos me señalaban con el dedo cuando me veían por las escaleras o antes de entrar a clase.
Unos días después tuve ocasión de enfrentarme con el chico que me había “vencido”, pero fue a la puerta del colegio, en la calle. Se estaba riendo, en compañía de otros, de Alberto Rodríguez, un chaval muy tímido y algo tartamudo que no hablaba con nadie, salvo conmigo y otro chico del colegio. El caso es que me dirigí a él, le pegué un empujón y le tiré al suelo, con tan mala fortuna que se dio un golpe en la cabeza y se hizo un chichón que le duró varios días.
Al día siguiente el profesor de Gimnasia me castigó, y me tuvo durante dos semanas de cara a la pared, de rodillas y con los brazos en cruz. No lo hacía para recriminarme mi acción en la calle, sino por haberme dejado vencer en su clase.
(Publicado en el Diario Progresista el 14 de junio de 2013)
Desde pequeños se nos educa para “derrotar” a los otros, para ser más fuertes que ellos. Recuerdo que en una clase de Gimnasia del colegio el profesor formó parejas para que lucháramos cuerpo a cuerpo entre nosotros y demostrar a los demás que éramos los más fuertes. A mí me tocó enfrentarme, en primer lugar, contra un muchacho enclenque, más delgado y bajito que yo, al que se podía derrotar sin dificultad. Al encararnos, me miró con una expresión de súplica, casi de miedo o de dolor. Asumía la derrota anticipadamente, pero me pedía con los ojos que no le hiciera daño. Estuve a punto de decir al profesor que no quería luchar, que aquello era absurdo y no tenía nada que ver con una clase.
Mientras daba vueltas a esos pensamientos, mi compañero se abalanzó sobre mí y me tiró a la colchoneta. Luego forcejeamos un poco, le fijé al suelo y pasé a la siguiente “pelea”.
Esta vez mi rival fue un chaval un poco más fuerte que el anterior, y nada más cogernos por los brazos me dejé vencer. Aún no he olvidado las risas de mis compañeros (en aquel colegio sólo había chicos). Quizá me llamaran “gallina”, algo habitual en la época, aunque no lo recuerdo. Las burlas duraron varios días, e incluso los muchachos de otros cursos me señalaban con el dedo cuando me veían por las escaleras o antes de entrar a clase.
Unos días después tuve ocasión de enfrentarme con el chico que me había “vencido”, pero fue a la puerta del colegio, en la calle. Se estaba riendo, en compañía de otros, de Alberto Rodríguez, un chaval muy tímido y algo tartamudo que no hablaba con nadie, salvo conmigo y otro chico del colegio. El caso es que me dirigí a él, le pegué un empujón y le tiré al suelo, con tan mala fortuna que se dio un golpe en la cabeza y se hizo un chichón que le duró varios días.
Al día siguiente el profesor de Gimnasia me castigó, y me tuvo durante dos semanas de cara a la pared, de rodillas y con los brazos en cruz. No lo hacía para recriminarme mi acción en la calle, sino por haberme dejado vencer en su clase.
(Publicado en el Diario Progresista el 14 de junio de 2013)
jueves, 13 de junio de 2013
"Los mundos de Haruki Murakami, un ensayo de Justo Sotelo"
Los mundos de Haruki Murakami, un ensayo de Justo Sotelo
Publicado el
12 junio, 2013 por
Luis Muñoz Díez en
Literatura, Presentaciones tiene
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El nombre de Haruki Murakami aparece en todas las quinielas, desde hace unos años, para recibir el premio Nobel de Literatura, e incluso el Príncipe de Asturias,
como ha ocurrido el pasado jueves. Todo ello sin contar la multitud de
premios prestigiosos que ha recibido tanto en Japón como en todo el
mundo, lo que, en palabras de Justo Sotelo -autor del ensayo que nos ocupa-, hace plena justicia a una literatura profunda y sensible, moderna o incluso postmoderna.
Justo Sotelo nació en Madrid, y es lo más parecido que conozco a un humanista que podría haber nacido en el Renacimiento.
Por una parte es economista, catedrático de Política Económica y
profesor en los prestigiosos ICADE (Universidad Pontificia de Comillas) y
CUNEF (Universidad Complutense de Madrid). Por otra, es licenciado y
doctor en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada, y máster en Estudios Literarios y en Literatura Española.
En la primera vertiente ha escrito
varios libros de economía, así como decenas de artículos sobre esa
ciencia; mientras que, en la segunda, ha publicado cinco novelas que le
están abriendo un hueco en el panorama literario de este país (La muerte lenta”, 1995, “Vivir es ver pasar”, 1997, “La paz de febrero”, 2006, “Entrevías mon amour”, 2009 y “Las mentiras inexactas”, 2012), así como varios artículos de literatura y el presente ensayo sobre Murakami.
Sotelo llega a la conclusión en su estudio de que Murakami
es tanto un escritor oriental como occidental. Por una parte, el
sentido de lo espiritual y la estética de Japón impregnan sus páginas,
desde la llamada energía vital (ki), pasando por el concepto de sinceridad de los sentimientos (makoto)
y llegando a la intensidad de esos mismos sentimientos (mono no aware).
Por otra, queda patente la influencia de los grandes escritores
occidentales, algunos de los cuales ha traducido al japonés. Así por
ejemplo, “Suave es la noche” y “La montaña mágica” se
encuentran en la base de muchas de las clínicas de reposo (y bosques
perdidos en la naturaleza más agreste) donde se esconden sus héroes y
heroínas.
Lo que hace Murakami es dotar a sus personajes de un contenido mítico. Sotelo considera que La caza del carnero salvaje es
la novela ideal para acceder a su mundo; fue su tercer libro, y el
primero en ser traducido al castellano. En él se cuenta la búsqueda de
la eterna juventud por parte del protagonista de la historia, de su
amigo el Ratón y del mafioso que busca salvarse del cáncer que le está
matando. Desde luego se parece en todo al mundo mítico del Grial. Algo
parecido puede decirse de Kafka en la orilla, donde Murakami mezcla a Edipo con Kafka. El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas es una obra cargada de un discurso narrativo basado en la tipología de los mundos posibles. Al sur de la frontera, al oeste del sol supone una reflexión sobre el pasado, presente y futuro de Japón, algo que también puede decirse de Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, además de ser la historia de unos personajes que viven en el mundo de lo real maravilloso o de Sputnik, mi amor, After Dark, 1Q84 y Baila, baila, baila.
Sotelo ha escrito su estudio con una gran calidad técnica. Analiza con rigor las novelas de Murakami, pero a la vez con amenidad.
Su ensayo se lee con placer, como si nos enfrentáramos a una novela,
con un inicio, un nudo y un desenlace. Y lo hace con tanta perfección
que demuestra que el efecto repercusión de sus páginas se mantiene en el
lector después de cerrar el libro, y le convence de que ha leído cosas
imposibles, pero verosímiles, como cuando en las novelas de Murakami alguien intenta leer cráneos para recuperar los sueños perdidos.
Muchas de las novelas de este autor son
de “aprendizaje”. Es como si sus personajes dieran vueltas a una
adolescencia eterna, en la que no se vislumbra un final. El eterno
adolescente es un inconformista, alguien que no acepta las injusticias
de la sociedad. Esas personas que retrata Murakami están tan solas como la mayoría de nosotros, como en Tokio blues,
un desesperado canto de amor y amistad, donde los personajes no hablan
por los teléfonos móviles a todas horas, ni se envían correos
electrónicos ni entran en Facebook.
Esta última novela se llama realmente Norwegian Wood, en homenaje a la canción de los Beatles, lo que justifica una hermosísima portada en el libro editado por Izana, con un dibujo de Gabriela Amorós Seller que sintetiza perfectamente el trasfondo que une, y de alguna forma desune, a los personajes de Murakami.
Los mundos de Haruki Murakami, de Justo Sotelo, Editorial Izana, 2013
sábado, 8 de junio de 2013
¿Por qué Haruki Murakami terminará recibiendo el premio Nobel de literatura?
He estudiado la literatura japonesa en los últimos años de mi
vida con el fin de penetrar en el espíritu de las novelas de Haruki
Murakami. También me he sumergido en la cultura y las costumbres de la
sociedad japonesa, así como en los principales aspectos de su economía y
sistema político. Japón siempre ha sido un país especial desde la
mirada de un occidental, aunque cada vez encuentro menos diferencias.
Nos guste o no, vivimos en un mundo "globalizado".
Y lo he hecho porque estoy convencido de que la obra de Murakami está a la altura de los grandes escritores actuales, y por supuesto a la de otros escritores clásicos japonés como Oê, Mishima, Kawabata, Tanizaki o Soseki.
Estamos viviendo una época complicada, no sólo por la crisis económica de los últimos años, sino también por la existencia de una crisis de contenido espiritual que lleva al aislamiento de las personas. En momentos así suele triunfar la literatura de la soledad y el desamor, con personajes que buscan que alguien los escuche, que los quiera, que los desee.
Los personajes de Murakami viven en su época, con las ventajas e inconvenientes que esto supone, y representan los miedos, frustraciones y alegrías del hombre corriente. A veces, se esconden en pozos y cabañas abandonadas, y acaban atravesando las paredes y las cabezas de las personas mientras les salen manchas en el rostro; otras, se pierden en bosques que pertenecen a una realidad paralela. En ocasiones, salen de viaje en busca de sí mismos, y visitan bibliotecas que sólo existen en sus conciencias.
Además de todo ello, las quinceañeras se inmiscuyen en la vida de los adultos -que hablan con gatos y dibujos animados-, los carneros salvajes tienen estrellas en el lomo, las ciudades poseen dos lunas, las norias son mágicas, los jóvenes no quieren despertar, el sexo da la vida pero también la quita... De esa forma se pueden habitar varios mundos a la vez, y pasar de unos a otros a través de los pasadizos que brindan los textos de la literatura.
Murakami es un escritor posmoderno que ha entendido el papel primordial de los actos poéticos y de la propia vida contemporánea. Ese es el motivo principal por el que he analizado su literatura, que ahora publico en forma de ensayo en la editorial Izana, a la que quiero agradecer desde este diario su interés por la obra del autor japonés, así como por mi propia obra.
El dibujo de la portada, que es obra de la artista Gabriela Amorós Seller, otorga un valor esencial al ensayo, no sólo por mostrar ese amor “casi por encima de la muerte” de muchos de los protagonistas de Murakami, sino por el homenaje implícito que supone a uno de los libros más famosos e interesantes del escritor japonés, “Norwegian Wood”, la canción de los Beatles que escucha el narrador de la novela (que en España se llamó “Tokio blues”) cuando su avión está llegando a Alemania y es consciente del rapidísimo e inexorable paso del tiempo.
(Publicado en el Diario Progresista el 7 de junio de 2013).
Y lo he hecho porque estoy convencido de que la obra de Murakami está a la altura de los grandes escritores actuales, y por supuesto a la de otros escritores clásicos japonés como Oê, Mishima, Kawabata, Tanizaki o Soseki.
Estamos viviendo una época complicada, no sólo por la crisis económica de los últimos años, sino también por la existencia de una crisis de contenido espiritual que lleva al aislamiento de las personas. En momentos así suele triunfar la literatura de la soledad y el desamor, con personajes que buscan que alguien los escuche, que los quiera, que los desee.
Los personajes de Murakami viven en su época, con las ventajas e inconvenientes que esto supone, y representan los miedos, frustraciones y alegrías del hombre corriente. A veces, se esconden en pozos y cabañas abandonadas, y acaban atravesando las paredes y las cabezas de las personas mientras les salen manchas en el rostro; otras, se pierden en bosques que pertenecen a una realidad paralela. En ocasiones, salen de viaje en busca de sí mismos, y visitan bibliotecas que sólo existen en sus conciencias.
Además de todo ello, las quinceañeras se inmiscuyen en la vida de los adultos -que hablan con gatos y dibujos animados-, los carneros salvajes tienen estrellas en el lomo, las ciudades poseen dos lunas, las norias son mágicas, los jóvenes no quieren despertar, el sexo da la vida pero también la quita... De esa forma se pueden habitar varios mundos a la vez, y pasar de unos a otros a través de los pasadizos que brindan los textos de la literatura.
Murakami es un escritor posmoderno que ha entendido el papel primordial de los actos poéticos y de la propia vida contemporánea. Ese es el motivo principal por el que he analizado su literatura, que ahora publico en forma de ensayo en la editorial Izana, a la que quiero agradecer desde este diario su interés por la obra del autor japonés, así como por mi propia obra.
El dibujo de la portada, que es obra de la artista Gabriela Amorós Seller, otorga un valor esencial al ensayo, no sólo por mostrar ese amor “casi por encima de la muerte” de muchos de los protagonistas de Murakami, sino por el homenaje implícito que supone a uno de los libros más famosos e interesantes del escritor japonés, “Norwegian Wood”, la canción de los Beatles que escucha el narrador de la novela (que en España se llamó “Tokio blues”) cuando su avión está llegando a Alemania y es consciente del rapidísimo e inexorable paso del tiempo.
(Publicado en el Diario Progresista el 7 de junio de 2013).
sábado, 1 de junio de 2013
Un homenaje a las palabras en papel
Hoy comienza la Feria del Libro de Madrid en el parque del
Retiro. Allí estarán los libreros y las editoriales con sus casetas
abiertas esperando que se acerquen los lectores curiosos a comprar sus
libros preferidos. Esta feria tiene algo de ritual, y también de
resistencia ante el dominio de las nuevas tecnologías, la falta de
lectura e incluso la desidia de unos políticos que piensan que hay cosas
más importantes que hacer que "salvar" al libro.
Como siempre digo, tengo tantas libros en papel en mi biblioteca que necesitaría varias vidas para leerlos y comprenderlos todos.
Si nos vamos hacia atrás en el tiempo, recordaremos que las universidades nacieron en Europa en los siglos XII y XIII. Además de la calidad del profesorado y de la existencia de instalaciones adecuadas, era necesaria una figura que garantizara el valor de los textos utilizados por los estudiantes, en una época en que la imprenta quedaba lejana. Aquella figura se denominó “estacionario”, y tuvo una función singular en el sistema educativo medieval.
El estacionario disponía de ejemplares o copias de los libros de clase, aceptados por los profesores y el rector de la universidad. Al estar desencuadernados, los propios alumnos -o los copistas profesionales- podían hacer copias de los mismos. Alfonso X aseguró en un documento de 1254 que el estacionario debía tener “los exemprarios buenos e correctos”. En las “Siete Partidas” (1256-1265), consideró al estacionario indispensable en todo estudio general, ya que gracias a él los estudiantes podían hacerse con copias fiables y corregir los errores existentes en otros casos.
El cambio en la forma de elaborar los libros transformó el oficio del estacionario, y terminó por privarle de su nombre. Desde entonces, fue “librero” sin más. Desde el siglo XVI, además, su nombre desapareció de los diccionarios y el mismo vocabulario. Como asegura mi profesor Gómez Moreno, hubo que esperar hasta los años treinta del siglo XX para que ciertas investigaciones sobre la copia de manuscritos a partir de ejemplares desmembrados en “pecias” o cuadernos lograran recuperar su figura.
Ahora los libreros y editoriales permanecerán un par de semanas en el Paseo de Coches del Retiro, aunque llueva o haga calor. Y algunos tal vez recuerden que sus antepasados fueron importantes.
Como siempre digo, tengo tantas libros en papel en mi biblioteca que necesitaría varias vidas para leerlos y comprenderlos todos.
Si nos vamos hacia atrás en el tiempo, recordaremos que las universidades nacieron en Europa en los siglos XII y XIII. Además de la calidad del profesorado y de la existencia de instalaciones adecuadas, era necesaria una figura que garantizara el valor de los textos utilizados por los estudiantes, en una época en que la imprenta quedaba lejana. Aquella figura se denominó “estacionario”, y tuvo una función singular en el sistema educativo medieval.
El estacionario disponía de ejemplares o copias de los libros de clase, aceptados por los profesores y el rector de la universidad. Al estar desencuadernados, los propios alumnos -o los copistas profesionales- podían hacer copias de los mismos. Alfonso X aseguró en un documento de 1254 que el estacionario debía tener “los exemprarios buenos e correctos”. En las “Siete Partidas” (1256-1265), consideró al estacionario indispensable en todo estudio general, ya que gracias a él los estudiantes podían hacerse con copias fiables y corregir los errores existentes en otros casos.
El cambio en la forma de elaborar los libros transformó el oficio del estacionario, y terminó por privarle de su nombre. Desde entonces, fue “librero” sin más. Desde el siglo XVI, además, su nombre desapareció de los diccionarios y el mismo vocabulario. Como asegura mi profesor Gómez Moreno, hubo que esperar hasta los años treinta del siglo XX para que ciertas investigaciones sobre la copia de manuscritos a partir de ejemplares desmembrados en “pecias” o cuadernos lograran recuperar su figura.
Ahora los libreros y editoriales permanecerán un par de semanas en el Paseo de Coches del Retiro, aunque llueva o haga calor. Y algunos tal vez recuerden que sus antepasados fueron importantes.