viernes, 27 de septiembre de 2013

"El miedo a la soledad en el siglo XXI"

El miedo puede llevar a no verte reflejado en el espejo de la vida, incluso de que el espejo caiga roto en mil pedazos mientras se clavan en una piel que pensábamos impermeable al sufrimiento. El aislamiento y la soledad son terribles si no existe cierto control sobre la existencia.

¿Cuál es la explicación de la desaparición del espejo? ¿Quizá que no somos capaces de asimilar tanta información que tenemos en nuestras manos, y sentir que hay un lugar en el mundo para nosotros? Nos sabemos libres, pero a la vez prisioneros. Ya no existe la esclavitud como tal, pero ha surgido una especie de esclavitud “mental” que conduce a algunas personas al suicidio y a otras a los sillones de los psiquiatras y psicólogos. Ahí radica parte del mundo invisible del que hablaba Kafka en sus relatos, pero aplicado a este momento.

¿Qué ocurriría si una mañana alguien tocara en tu puerta porque te han denunciado por alguna cosa, y te metieran en la cárcel? ¿Y si el banco donde tienes los ahorros de toda la vida se declarara en suspensión de pagos, o el gestor de tu patrimonio te llevara a la ruina por su desmedida ambición?

A pesar de los avances en todos los órdenes de la vida (por supuesto, positivos), somos incapaces de construir mapas cognitivos que abarquen el mundo en su totalidad y den sentido a la posición que  ocupamos en el mapa.

Ya no sentimos placer ante las flores mágicas y oníricas –seguramente opiáceas- de Rimbaud ni los torsos griegos de Rilke y sus ángeles carnales en busca de la consumación de una virtud paradisíaca. Ahora sólo tienen valor los sujetos que han sido convertidos en objetos, y si miramos hacia atrás nos encontramos con el Grito de Munch, que no representa otra cosa que la alienación, la ruptura y la soledad.

(Publicado en el Diario Progresista el  27 de septiembre de 2013)

viernes, 20 de septiembre de 2013

Crítica del ensayo sobre Murakami en el Diario Progresista

"Rondó alla Murakami o la música de una biblioteca (infinita)"

Por José Zurriaga


Mitos, símbolos, imágenes, metáforas, dobles, espejos, llegan, nos alcanzan y pasan, atravesándonos en el ensayo de Justo Sotelo "Los mundos de Haruki Murakami" (Izanaeditores, 329 páginas, Madrid, 2013). Diálogo invisible entre mundos, recuerdos perdidos en flash-backs, pozos y animales que hablan, todo esto nos lleva a discurrir por el mundo perdido que crea la mente de Justo Sotelo sobre la mente perdida y vuelta a encontrar, de Murakami.

“Viaje al mundo perdido” podría ser el libro de cabecera, junto con el “Viaje al centro de la Tierra”, del lector enjundioso de este ensayo. Las escenas y los monstruos maravillosos abundan, pero de un modo diádico: Justo Sotelo los presenta y los hurta simultáneamente. Juego de manos semántico y estructural para construir una caja negra (recuérdese: artefacto científico que conecta un estímulo y una respuesta sin conocer los procesos ocultos que los vinculan) cuya llave se tragó un carnero muy querido por ambos, Sotelo y Murakami.

Y es que vemos desfilar ante nuestros ojos el envés de la trama de una novela no escrita por Sotelo, pero fabulada en el mundo, no de las Mil y una noches, sino del código binario informático. Al igual que los códigos en ristra de lágrimas de la película Matrix, sabemos que está ahí toda la realidad fabulada, pero aunque la vemos no logramos descifrarla porque no conocemos el código que la regula. Leemos un ensayo crítico, sí, pero no leemos mientras leemos, una novela. Murakami presta todos sus elementos, -y al final de su lectura acabaremos sabiendo mucho del escritor japonés y de su obra- transformados y resituados por obra y gracia de Justo Sotelo.

Los enigmas, los sucesos imprevistos, el despliegue de tramas para que se interroguen los solitarios, inseguros y extraños personajes de Murakami, se conectan entre sí mediante el doble, símbolo platónico y telúrico que llama a Sotelo al despliegue de maravillas del mundo de Murakami.
Armado de sus conocimientos de teoría literaria, el ensayista elabora una poética en un mundo paralelo imbricado con los relatos y novelas de Murakami. Amor y erotismo juegan con los sentimientos y la conciencia del sexo y del mundo de los personajes. Tótemes son los aparatos del poder, encarnados en los medios de comunicación y la economía. Tabú y clave de bóveda es la historia de Edipo, en sus versiones japonesa y griega.

Literatura, cine, historia, música, mucha música, tanto clásica como jazzística y popular, ordenan y dan ritmo a las fantasías y ensoñaciones que se encadenan en las frases envolventes  que en elipses sucesivas conforman la biblioteca virtual que contiene este ensayo. No sé si biblioteca infinita porque la muerte no nos alcanzó al concluir su lectura. Pero es que hay un juego final, que no desvelaré, llanamente mostrado como conclusiones y que propicia una suerte de bucle recurrente que sólo se podría cancelar zambulléndose una y mil veces en la relectura de “Los mundos de Haruki Murakami”, de Justo Sotelo.

(Diario Progresista 20 de septiembre de 2013)