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miércoles, 31 de julio de 2024

"El libro de poemas "Abedules contra las nubes claras", del poeta José Manuel Suárez, en Radio Nacional.


 
José Manuel es uno de mis amigos de la Universidad con los que llevo comiendo desde hace treinta años (en la tercera fotografía en la cafetería de la Escuela Diplomática) y que presentó el libro de Javier Del Prado "A la sombra del mar" en la última tertulia de este curso en Casa Manolo, de la que hablé ayer (cuarta foto). 
 
Considero a José Manuel un poeta místico en este siglo XXI.
 
El domingo por la noche no pude escuchar Radio Clásica, a pesar de que toda la vida me he dormido escuchando esta emisora, y me perdí el precioso "Atriles entre los árboles". Este programa de RNE habla de la naturaleza, y recorre jardines, bosques, parajes casi en extinción y otros muchos paisajes vegetales del planeta. Cada uno de estos lugares posee un mundo sonoro basado en la poesía y la música. Además, en algunas ocasiones, el programa cierra con una sección que informa sobre alguna noticia científica, ley de defensa de la naturaleza o de medida ecológica que se haya llevado a cabo recientemente en cada lugar. Y este pasado domingo se dedicó a recitar los poemas del libro "Abedules contra las nubes claras" (Ars Poética, 2017), con músicas de Popper, Ullman, Sibelius, Enescu... Y así seguimos las huellas de un "andar del Ser", como señala en el prólogo el propio José Manuel:
"La deseada paz quizá solo se alcance en la patria del corazón: algún buen lugar en el mundo. Así me sucedió. Campos hondos, bosques oscuros, caminos sin nadie. Colinas meridianas, lentos pasos…
 
Había terminado el oratorio Transoscurecer, sobre los últimos días del poeta Paul Celan. Contagiado del dolor de aquel hombre tan herido subí a mi lugar pequeño, hacia el abrazo de la vieja casa.
 
En gran silencio y nieblas envolventes fue saliendo el corazón de sus prisiones. Sobre los brezos minuciosos vinieron por sorpresa leves epifanías. Y en un otoño encendido la paz llegaba.
 
De aquellas horas quedan huellas aquí: cántico, celebración, elegía. Breves textos líricos o meditativos, de desengaño o de entrega; algunos más contemplativos y otros más de aquí abajo".
 
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Quizá la tranquilidad del verano sea un buen momento para leer y escuchar a la "gran" poesía:
 
 

 


martes, 30 de julio de 2024

"Una mujer sofisticada".


 
El otro día mi amiga y tertuliana Begoña Garcia Moreno me envió un mail donde me comentaba que le había hecho ilusión conocer a un ex alumno mío que ahora tenían como becario, de prácticas, en el despacho de abogados donde trabaja. 
 
La secuencia fue, más o menos, así:
 
"Ayer hablé por primera vez con él y me contó que estudia Derecho y ADE en la Universidad. 
 
Le dije:
 
- ¡Anda! Pues quizá conozcas a Justo Sotelo.
 
Se le iluminó la cara, y me dijo que sí, que fuiste su profesor en 2°. Me comentó que eres un profesor "genial", con muchísima cultura y conocimientos y que también eres escritor. Me sentí muy orgullosa de poder decirle que tengo la suerte de conocerte y de verte todas las semanas porque voy a unas tertulias que organizas. Me pidió muy sonriente que te diese recuerdos. Se llama Ignacio Pacheco. En fin, quería contártelo".
 
Conocí a Begoña en septiembre del 22 en una presentación en la biblioteca del Retiro. Me fijé en ella, nos hablamos, le comenté que hacía una tertulia literaria y desde entonces no ha faltado a la cita, a pesar de que este año le cambiaron el horario y suele llegar tarde. Mientras me tomo el primer café de una mañana azul de verano, entre el desierto y el mar, y escribo este texto, observo la primera y la última fotografía de Begoña en nuestra tertulia, en la terraza del Café Gijón, en octubre del 22, y a mediados de este junio en Casa Manolo, cuando Javier Del Prado Biezma nos habló de su último libro. Begoña me parece una persona sofisticada. Cada vez que aparece por la puerta se pide una copa de vino y me sonríe. Como le dije al responder su mail, mi ex alumno y ella se han encontrado porque las personas encantadoras siempre lo hacen, además sin buscarse.
 
La música de hoy solo puede ser sofisticada:
 

lunes, 29 de julio de 2024

"Cuando a un escritor se le ocurre en el Trópico una idea nueva para su novela".

Entonces se olvida de las palmeras que le rodean, del Mini-Golf que tiene detrás y de la pizza que se está comiendo.
 
¿Y qué hace a las 15.30 de la tarde?
 
Pues subirse a un camello como Lawrence de Arabia y vivir la mayor elipsis narrativa de la historia del cine:
 
Lo del camello es verdad.
 

 



"La hermosa costumbre de leer y releer".


 
En estos días me he encontrado estas tres fotografías en las redes sociales. Cristina Cisneros Luaces va a releer en León "Un hombre que se parecía a Al Pacino" (2023), María Victoria Huertas tiene la intención de hacer lo propio en Madrid con "Vivir es ver pasar" y, por su parte, Clara Fernández Fernández ha empezado "Poeta en Madrid" (2021) también en Madrid, aunque a lo mejor se los llevan de vacaciones.
 
En realidad releer un libro es algo así como volver a encontrarte con la persona que amas o escuchar de nuevo la música que adoras. Es ver otra vez la película de tu vida y tener en las manos las palabras que te inspiraron.
 
Es como escuchar a Piazzola en el adiós a su padre:
 
Porque releer un libro convierte al lector y al escritor en amigos para siempre.
 

 
 
 

domingo, 28 de julio de 2024

"La biblioteca de los libros leídos por la calle".


 
Siempre que veo a alguien leyendo un libro, me apetece acercarme y preguntarle por el título. Es una manera muy sencilla de ligar y de culturizarte al mismo tiempo, sobre todo si la lectora te gusta. Con todos esos libros formaría incluso una biblioteca imaginaria. Cada vez ligo menos, esa es la verdad, supongo que porque cada vez se lee menos, jeje, y me hago mayor.
 
Ayer vi a un señor leyendo un libro en la calle, y me puse a hablar con él. En esta foto se ve a Fernando, que es como me dijo que se llamaba después de media hora de conversación. Y se ve la novela que tenía en la mano. Es de Pierre Lemaitre (París, 1951), la edición francesa de "El ancho mundo" (2022). Yo también estaba leyendo. El caso es que el señor me comentó que le gusta leer los libros en su versión original; ha sido traductor y domina el francés, el inglés y el alemán. Aun así su profesión fue la de matemático. Hablamos del viejo asunto de la traducción, y en cierto momento me preguntó si era escritor, le dije que sí y me buscó en Google. Apretó un botón y una curiosa voz le dijo quién era yo. Cuando nos despedíamos me comentó que se había quedado viudo en marzo y se pasaba el día leyendo, en este Café o en los bancos de los alrededores. Se hacía a la idea de que vivía en Montmartre o Montparnasee (su mujer era francesa, y tras casarse residieron en París) y eso le daba ánimos para seguir viviendo. En su casa tenía más de 3.000 libros sin leer y quería leerlos antes de morir. Incluso me prometió que buscaría mis novelas. Por la tarde pensé en este señor (segunda foto), y en la novela que continuaría leyendo en esos momentos sentado tal vez en otro Café o en un banco de la calle. Entre estatuas de Buda y Confucio y mucho opio, titulares políticos y bulos de folletín, Pierre Lemaitre, premio Goncourt del año 2013 al que yo no conocía, nos cuenta una historia recién acabada la Segunda Guerra Mundial, la de los Pelletier, propietarios de una próspera fábrica de jabones en Beirut, ciudad bajo influencia francesa, con la guerra de Indochina y el París de la posguerra. Para disgusto del matrimonio Pelletier, sus cuatro hijos buscan ampliar horizontes lejos de su hogar. Jean es el primogénito; incapaz de tomar las riendas del negocio y dominado por su insufrible esposa, acaba vendiendo telas en París. El brillante François huye a París para labrarse un nombre en el periodismo, y se conforma con ser reportero de sucesos. El carismático Étienne parte a Saigón con su gato Joseph para reunirse con Raymond, su amado legionario belga, pero acaba dentro de una organización de tráfico de capitales; mientras la pequeña Hélène, atrapada en una relación enfermiza con un profesor de matemáticas, piensa cómo escapar de sus padres.
 
Escribo el post mientras me tomo el primer café de este domingo de verano, tan caluroso como literario, y escucho "Tous les garçons et les filles", de Françoise Hardy, que nos ha dejado hace muy poco. A ver si me encuentro por la calle a alguna chica que esté leyendo las "Memorias de Adriano" o el "Cuarteto de Alejandría", con los que siempre he ligado mucho, aunque eran otros tiempos y las chicas leían libros:
 

sábado, 27 de julio de 2024

"La única patria que reconozco".


 
Cada mañana abría los ojos para intentar saber quién era y por qué estaba allí. Era abrir los libros, de Historia y de Lengua y Literatura, de Matemáticas y de Física y Química, de Religión y de Dibujo. Miro hacia arriba y el profesor de Geografía me habla de viajes a lo largo del mundo, el de Química de los misterios de la Naturaleza, el de Historia de Alejandro Magno. Del profesor de Filosofía recuerdo las clases de Lógica y de Ética, citando siempre el libro que Aristóteles escribió para su hijo, y a Heráclito, Parménides, Pitágoras y Platón. Y sin darme cuenta aparecen el Cid, don Quijote y los caballeros de Lope de Vega, las leyendas de Bécquer y las aventuras de capa y espada de Espronceda.
 
En todas partes hay bellos monumentos de los que me hablaron de niño en el colegio. 
 
En todas partes surgen historias que luego cuento en mis novelas, y aparecen restaurantes donde se come bien y el vino es muy bueno, hasta el punto de que puede recordarme al vino que se hacía en la viña de mi padre y que administraba el tío José. (De alguna forma lo cuento en la primera novela que publiqué, "La muerte lenta", 1995). Y está la gente, que puede hablar idiomas que no entiendo, pero no me importa, ya que eso les hace más atractivos. Puedo inventarme relatos a partir de los rasgos de sus rostros, de su manera de andar y de moverse (esos movimientos corporales tan interesantes y que dicen tanto de cada uno de nosotros). Ya he comentado en alguna ocasión que el GPS de mi coche o del teléfono móvil es preguntar a las personas que me voy encontrando por el camino. Nadie me ha contestado nunca mal. Te dicen amablemente dónde se encuentra el lugar que buscas y hasta se ofrecen a acompañarte. Únicamente recuerdo una vez en la que alguien se equivocó en sus indicaciones y me mandó a un sex-shop. En algunos lugares no me dejan entrar con mi gatita Ana (como en esta foto), así que no entro. Hay gente que no es feliz, eso está claro, pero el mundo es tan grande que no me importa. Siempre habrá gente a la que le gusten los gatos y los perros, e incluso reír y sonreír e invitarte a un vaso de vino.
 
Porque siempre hay una chica de la que te enamoraste a la salida del colegio:
 

viernes, 26 de julio de 2024

"Vivir entre ángeles".


 
Todavía soy de los que busca ángeles cuando viaja, los de Rilke, por ejemplo. 
 
"¿Acaso su destino no se dirigió siempre
tranquilamente a ti, en Roma y Nápoles, cuando entrabas
en alguna iglesia? ¿O una inscripción sublime se grababa
para ti, como hace poco la lápida de Santa María Formosa?
¿Qué quieren de mí? Debo apartar en silencio
la apariencia de injusticia que a veces estorba un poco
el puro movimiento de sus espíritus".
 
Siempre busco un museo cuando viajo, aunque veo pocas salas, y apenas me fijo en tres o cuatro cosas. Después me paso el tiempo pensando en ellas, sentado en un Café, viendo pasar a la gente y reflexionando sobre lo que acabo de ver, cuadros, esculturas o las propias paredes del museo. Sobre la mesa suelo poner un bolígrafo, las gafas de sol y el libro que siempre llevo en la mano, esté donde esté, y en cierto momento me pongo a escribir, en una servilleta o entre las páginas del libro. Es mi manera de contarme el mundo, de mirarme a través del espejo de mi mente, como en esa foto que me hice ayer en un museo de arte contemporáneo. Miro a la cámara del teléfono móvil sin apercibirme de que mi cuerpo se ve detrás en el espejo; pero entonces ha dejado de ser mi cuerpo. Se está mirando de frente en otro espejo, y así sucesivamente. Es como escuchar a los ángeles de Rilke y volver a acompañarlos en el cielo sobre Berlín que imaginaron dos artistas que considero mis contemporáneos, Win Wenders y Peter Handke. Los ángeles quieren ser humanos, pero no saben que solo lo serán si alguien los ama:
 
Es como escuchar la sinfonía de los ángeles de Arvo Pärt, una obra del siglo XXI:
 
Como dijo Rilke, lo bello es el comienzo de lo terrible que todavía podemos soportar.

jueves, 25 de julio de 2024

"Eso de formar parte, modestamente, de la literatura universal".

 
Me hace feliz que se sigan escribiendo reseñas sobre mis libros, como ayer en la revista "Todo Literatura". 
 
"Su ritmo me ha recordado a "Las olas", de Virginia Woolf y al "Ulises" de Joyce, como expresión incesante de pensamientos y sensaciones que suceden en el interior de los personajes en un instante".
 
Son palabras de la escritora y artista plástica Julia Otxoa sobre mi novela "Poeta en Madrid" (Huso, 2021), que acaba de leer. Y esta alusión a Woolf y Joyce, dos de mis escritores favoritos, me lleva a la siguiente reflexión. Cuando publiqué mi tercera novela "La paz de febrero" (2006), el crítico del Cultural del ABC Juan Ángel Juristo escribió que le recordaba a Joyce y Camus. De mi siguiente novela, "Entrevías mon amour" (2009), el crítico Santos Alonso señaló en la "Revista de libros" que veía a Faulkner entre sus páginas, y algo similar sucedió con "Las mentiras inexactas" (2012) y la opinión de la crítica Pilar Castro del Cultural del Mundo. Me parece interesante y revelador que ahora Julia Otxoa incida en estos mismos nombres, que considero que están entre los más importantes de la literatura universal de todos los tiempos. 
 
Y mientras releo la reseña, y me tomo un café en este bello jueves de verano, vuelvo a escuchar a Puccini y su "Boheme", con la que se inicia mi novela. Si alguien se viene conmigo a un teatro de ópera de Milán a escucharla, le convenceré de que Puccini hacía el amor con la música desde el lenguaje, la música más sensual y erótica que he escuchado:
 

miércoles, 24 de julio de 2024

'Escaleras al cielo".


 
Mi padre me enseñó que las personas que nos hacen felices son las que van al cielo. Él perdió una guerra, pasó un exilio y mucho frío en un campo de concentración en el sur de Francia a pesar de no ser más que un adolescente. Yo siempre le vi con una sonrisa en los labios, y nunca se quejaba ni criticaba a nadie, ni siquiera a los que no estaban de acuerdo. Todavía conservo fotos de bebé donde me tiene cogido en brazos y baila conmigo con una enorme sonrisa en el rostro. Prefería trabajar en sitios modestos para estar más tiempo con mi hermano y conmigo. Con el tiempo escribí para él "Entrevías mon amour". El otro día me saqué esta foto antes de encontrarme a dos alumnas por la calle que se acercaron a mí sonrientes, con esa alegría de la juventud y de la sinceridad, y no solo porque hubieran sacado buenas notas conmigo, y luego pensé que esas escaleras también llevan al cielo a los enamorados, a las personas que han amado en su vida ya que es el sentimiento más hermoso que existe entre los seres humanos, aunque al final a algunos les invada la tristeza del desamor.

Cantando o escuchando este aria de "Payasos" también se gana el cielo de la belleza:
 


martes, 23 de julio de 2024

"I Think Of You".


 
La escritora Patricia Martínez de Vicente ha dedicado los últimos años de su vida a contar la historia de su padre, el doctor Eduardo Martínez Alonso, que participó en una red de evasión humanitaria para miles de perseguidos por el nazismo que llegaban a España huyendo de la guerra. En la historia juegan un papel importante los embajadores de la época, los espías y el café Embassy de la calle Ayala de Madrid, un lugar que ya no existe y también es relevante en mi novela "Poeta en Madrid", ya que ahí suceden varias escenas. Desde el principio me llamó la atención este hecho, cuando hace un tiempo quedé con Patricia para tomar un café, que ese Café sirviera de puente entre dos personas que se acababan de conocer. Miles de personas recorrieron rutas secretas a lo largo de Europa en una desesperada huida para escapar del fascismo y de los campos de concentración de Hitler. Una de aquellas rutas pasaba por Galicia, y concretamente por una finca del médico gallego Eduardo Martínez Alonso, que colaboró con la Inteligencia británica para salvar la vida de decenas de judíos perseguidos. Lo logró por su influencia en las altas esferas sociales inglesas y españolas en Madrid. Y detrás de todo esto aparecen las figuras de la Reina Victoria Eugenia y la del Gobierno británico de Churchill. Patricia ha dedicado varios libros a las "aventuras" de su padre, Lalo, y de su madre, Moncha (se los ve en la segunda fotografía), que lo acompañó en su exilio a Londres huyendo de la Gestapo. En la tercera foto Patricia está en brazos de Richard Burton y al lado Ava Gardner. Su proceso de investigación se inició con "Embassy y la Inteligencia de Mambrú" (2003), siguió con "La clave Embassy" (2010), gracias a una nueva información desclasificada, y con "El té de la libertad" (2021) y ahora con "Los amigos del doctor Martínez" (2023), que he estado leyendo estos días a la vez que leo otros cuantos libros que tenía pendientes en los últimos meses. He disfrutado a lo largo de este camino junto a Patricia en la búsqueda de sus raíces; de alguna forma todos nos encontramos a nosotros mismos conociendo los grandes sucesos de la Historia, que son la suma de los pequeños momentos de cada ser humano.
 
Ahora me tomo el primer café de este martes de verano y escucho la voz de Franck Sinatra cantando al gran amor de su vida:
 

lunes, 22 de julio de 2024

"Me cae bien esta mujer".



Harris fue la segunda mujer afroamericana y la primera surasiática americana en servir en el Senado de Estados Unidos, en 2016. Fue la primera mujer, y la primera persona negra o de ascendencia del sur de Asia, en ocupar el cargo de vicepresidenta, en 2020. Y ahora podría ser la primera mujer presidenta de EE.UU. Siempre he dicho a mis alumnos que me gustaría que hubiera un presidente negro en aquel país, y después que fuera mujer. He defendido a Obama por muchas cosas, entre ellas por ser el único presidente de Estados Unidos que leía a Eliot. Y me gusta que Harris defienda la libertad, la igualdad y la diversidad entre los seres humanos. 
 
Supongo que es lo que tiene que decir un intelectual en este siglo XXI.

"Una escritora, periodista y locura de radio me mira desde Buenos Aires".


 

"Te amo como si siempre te estuviera diciendo adiós, decía Clarice. Gracias, Justo Sotelo, por tanta vida. Por esas ganas de ser y hacer. Por sacudir y despertar nuestros sentidos. Por transformar nuestros motivos en latencias que marcan el pulso de todo lo que creíamos muerto más de una vez. Gracias por tomarte el tiempo y el trabajo de intentar revivir y de revivirnos a través de tus historias. De todas esas palabras que nos hacen volar y nos transportan al lugar donde por algún motivo necesitábamos volver. Gracias por hacernos de faro y de guía. Por recordarnos siempre que la vida vale la pena, a pesar de todo. Te quiero. Y admiro".

Esto me lo escribió el otro día Luciana Prodán cuando hablé de la película "Un lugar en el sol". En otras ocasiones ella y yo hemos dialogado desde la distancia a través de la literatura, como cuando escribí la reseña de su libro de cuentos "La perfecta casualidad de seguir con vida" (Huso, 2020), utilizando las diferentes teorías sobre el cuento:

https://republicadelasletras.acescritores.com/2020/10/03/sobre-la-perfecta-casualidad-de-seguir-con-vida-de-luciana-prodan/

Y ella escribió después sobre un poeta que vive y pasea Madrid:

https://republicadelasletras.acescritores.com/2021/02/26/la-vida-es-sueno-sobre-poeta-en-madrid-de-justo-sotelo/

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Y este lunes le doy las gracias a Luciana con un tango de Gardel, aunque yo no sea Pacino de verdad:

https://www.youtube.com/watch?v=F2zTd_YwTvo

domingo, 21 de julio de 2024

"Carta a Justo Sotelo".


 
(Una especie de "no reseña" de "Un hombre que se parecía a Al Pacino"). 
 
"Enamorado del cine pasa sus días viviendo su propia serie de imágenes, envueltas en el velo dorado del alba y el atardecer de la vida.
 
Vive como si cada secuencia fuera parte de sí mismo, llenando con su presencia la calle, el parque, el café o la clase donde imparte su enseñanza, más allá de su propia vida reflejándose en cada voz que escucha, como un espejo refleja la imagen.
 
Cada sonido que escucha lo hace parte de sí mismo, y otras vidas las refleja emitiendo en sus libros su paseo por la tierra. Un paseo lleno de emoción y música.
 
Ama el cine porque es el arte que hace surgir de la imagen la palabra y la música fusionada al emotivo sentir del alma que deja en cada personaje aquello que son.
 
Junto a Liz Lobato, les veo como si fueran sacados de la pantalla y colocados frente a frente para verlos emitir su amor o desamor por París, mientras sus gestos dicen más que las palabras, y a lo lejos la Gran Vía plagada de transeúntes murmura en sus pasos que todos transitamos diminutas pantallas llamadas alma del mundo y en ellas somos actores ocasionales que cruzan calles y piensan que existen y acaso solo seamos el sueño de una noche de verano que al amanecer el día prolonga su camino…"
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Es una carta que me escribió ayer Juana Martínez López-Prisuelos mientras yo andaba de paseo junto al río que nos lleva, como se ve en la foto que me hice. Me tomo un café y la releo al tiempo que se despereza una hermosa mañana de verano. Aparte de mostrar cómo nos ve a su amiga Liz -ella sí es actriz y directora de cine-, y a mí, como dos actores que se hubieran escapado de una pantalla de cine, me parece que ha penetrado con sus palabras en el sentido último de mi libro. La intención de sus páginas no es otra que mostrar de qué manera el cine, la literatura, la música, el arte, la filosofía, etc., pueden modelar a cualquier persona desde el origen de los tiempos, desde el origen de cada uno de nosotros. Como dije a Juana y Liz la vida de cada persona es como caminar por el filo de una navaja, como la película que sirve de leitmotiv a mi libro, y quizá por eso me enamoré de París y de la India antes de haber ido:
 

sábado, 20 de julio de 2024

"Con la directora de cine Liz Lobato y la escritora Juana Martínez López-Prisuelo".


 
Ayer quedé con Juana en la terraza del Círculo de Bellas Artes, con cerca de 40 grados, para firmarle mi último libro, "Un hombre que se parecía a Al Pacino". Nacida de Villacañas, Toledo, Juana estudió piano en el Conservatorio de Madrid, se licenció en Hispánicas en la Complutense y ahora reside en Nueva York. Vino acompañada por Liz Lobato (está a mi derecha en la primera fotografía), una actriz y directora madrileña, aunque también pasó su infancia en Villacañas. Se graduó en Filosofía en la Sorbona y en París comenzó su carrera como actriz. Estudió guion y dirección en Londres y Ámsterdam y está haciendo un doctorado en cine en un Universidad de Belfast. Yo la recordaba de haber presentado el programa cultural de RTVE "La mandrágora". Ha dirigido cortometrajes y un primer largo que estrenó el año pasado en el Festival de Málaga y que se ha podido ver en los Renoir, "Tierra de nuestras madres". Está preparando el segundo que se llamará "Un asunto de pieles".
 
Quizá mis amigos queráis conocer el tráiler de la película de Liz, un cuento sobre la España vacía:
 
Juana estuvo casada con Juan Alberto Arteche, cantante de aquel grupo de folk de mi adolescencia, "Nuestro pequeño mundo", y estudió en el mismo colegio al que después iría mi hijo, el "Decroly". En Nueva York es vecina de Woody Allen y del mismísimo Al Pacino. Estas cosas me parecen curiosas, y por eso las cuento. Y ahora escucho una de sus canciones mientras me tomo el primer café de este precioso sábado:
 
Eso sí, yo nunca he sido un "hombre pecador".
 



 

viernes, 19 de julio de 2024

"Te amo, te he amado desde el primer momento que te vi, incluso creo que te amaba antes de verte".


 
Mientras comía ayer con José Luis Hernández Arjona, uno de mis amigos íntimos desde que nos conocimos con veintipocos años cuando éramos brókers, salió en la conversación la dualidad entre el destino y el azar, lo que nos llevó a la película de Woody Allen "Macht point" (2005), la historia de un ambicioso y joven profesor de tenis con escasos recursos económicos que consigue entrar en la alta sociedad londinense y enamorar a una joven rica mientras se deslumbra ante la belleza de una joven americana. Mientras volvía caminando a casa tras tomar un helado de yogourt en La romana, una heladería que me gusta mucho y a la que he dedicado uno de los relatos de "Un hombre que se parecía a Al Pacino", fui dándole vueltas a esta historia. Por la noche me encontré en TCM una de las películas esenciales de mi adolescencia, que había visto en TV y no había vuelto a ver, "Un lugar en el sol" (1951), de George Stevens, con Montgomety Clift, Elisabeth Taylor y Shelley Winters:

- Ámame solo mientras estemos juntos, después olvídame, dice él.
 
- Hemos pasado la mitad del tiempo diciéndonos adiós, dice ella.
 
Es la película que inspiró a Allen y una de las grandes películas de la historia del cine. Creo que yo tengo algo de Clift, de la manera de escribir del autor de "Una tragedia americana" en la que se basa la película. Mi forma de ver el amor, de escribir o de plantearme la existencia tienen mucho que ver como idea de la pasión, con mi manera de besar. Después de todo ¿quién no ha querido encontrar alguna vez un lugar en el sol?