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viernes, 28 de febrero de 2025

"La vida es sueño".


 
Hoy no es mi cumpleaños, aunque se empeñen las redes sociales en decirlo, y mañana ya habrá pasado, y por tanto este año no cumplo años. Por eso siempre digo a mis alumnos que su profesor es más joven que ellos, un adolescente. En realidad la vida es un sueño que se pasa en seguida, casi como el 29 de febrero. Esta fotografía me la hice el otro día en la iglesia de San Sebastián, en la calle Atocha, un lugar donde bautizaron a Tirso, Moratín, Echegaray y Benavente, y se casaron Larra, Zorrilla, Bécquer y Valle-Inclán, entre otros (este es el "Barrio de las Letras" de Madrid), y Galdós situó su preciosa novela "Misericordia", con Benigna y el ciego Almudena. Y para celebrar mi "no cumpleaños" escucho una de las obras más hermosas de la historia de la música, de las cuatro últimas canciones de Strauss a partir de un poema de Hermann Hesse:
 
Sí, la vida es un sueño precioso.

jueves, 27 de febrero de 2025

"El deneí".


 
El otro día fui a renovar el deneí y llevé esta fotografía que me había sacado en la 5ª planta de mi Facultad, en un descanso entre clase y clase. Un policía de unos cuarenta y tantos años me aseguró que no valía, puesto que no cumplía las condiciones formales. A su lado se encontraba una policía algo más joven; miró la fotografía, luego me miró a mí y dijo que no la veía mal. Apareció por detrás un señor más mayor, con acento gallego, y dijo que de ninguna manera, que debía hacerme otra. Me encogí de hombros, salí a la calle y me metí en una tienda de fotografías. Mientras volvía a casa me pregunté por el lugar en el que radica la identidad de cada persona. Me tomé un café y al ir a pagar me encontré en el bolsillo, entre las hojas de la renovación, un papel doblado con un número de móvil y estas palabras, "soy la policía a la que no le importa que te hagas fotos con morritos".
 
Ahora me tomo un café y escucho "Romeo y Julieta", de Chaikovski, que va a interpretar la Orquesta Nacional este fin de semana en el Auditorio:
 
La fotografía del deneí no sé si lo dice claramente, pero es la de un escritor romántico en el siglo XXI.

miércoles, 26 de febrero de 2025

"A la sombra de una sombrilla".


 
Uno de los relatos del libro de la escritora manchega Concha Galan Gil, "Verde, pálida la noche", termina en Venecia con esa mazurca de Moreno Torroba:
 
Durante unos instantes ayer viajé desde el café de Casa Manolo, en la calle Princesa, en el año 2025, hasta el Paseo de la Florida de una zarzuela maravillosa, "Luisa Fernanda", en aquel Madrid de 1868 y La Gloriosa contra Isabel II, pero terminando en Venecia. Esto no es otra cosa que la magia de la literatura y de la música. Concha es la elegancia y el buen gusto con rostro de mujer y lo volvió a demostrar entre nosotros, con mis amigos de la tertulia. Comenzó aludiendo a los autores de cuentos que le gustan, Guy de Maupassant, Chéjov, Borges, Zweig, García Márquez, mientras que su presentador, mi amigo Pepe Villacís, se refirió a la temática del tiempo y la nostalgia presente en el libro. Luego leímos varios relatos, y hacia mitad de la tertulia saqué dos temas que están de moda. ¿Escriben de forma diferente los hombres y las mujeres? ¿Es necesario sufrir para ser un buen escritor? . En esto último casi me dejaron solo mis amigos y los amigos de Concha porque siempre defiendo que las mejores obras son las de escritores felices en pleno uso de sus facultades. Siempre recuerdo cuando hacía la tertulia con jóvenes (casi todos alumnos míos, algunos de los cuales aún siguen por esta red social) y estos me preguntaron si me parecía necesario que el escritor se drogara o bebiera o sufriera para escribir mejor. Los que me conocen saben mi respuesta. Para mí la literatura bien construida es como un puente, esa metáfora que viene desde el Gilgamesch (en el siglo XVIII a.C.) y todavía no ha terminado de escribirse. Lo que yo busco es cruzar un puente sin que este se caiga, y lo mismo pido a los libros, un puente que me lleve al final del arcoíris. Las palabras de Borges, a las que aludió Concha en el pequeño video que hice, están en la base de la construcción de ese puente: 
 
"Un lector" (penúltimo poema de "Elogio de la sombra", 1969).
 
"Que otros se jacten de las páginas que han escrito;
a mí me enorgullecen las que he leído.
No habré sido un filólogo,
no habré inquirido las declinaciones, los modos, la laboriosa
mutación de las letras,
la de que se endurece en te,
la equivalencia de la ge y de la ka,
pero a lo largo de mis años he profesado
la pasión del lenguaje.
Mis noches están llenas de Virgilio;
haber sabido y haber olvidado el latín
es una posesión, porque el olvido
es una de las formas de la memoria, su vago sótano,
la otra cara secreta de la moneda.
Cuando en mis ojos se borraron
las vanas apariencias queridas,
los rostros y la página,
me di al estudio del lenguaje de hierro
que usaron mis mayores para cantar
espadas y soledades,
y ahora, a través de siete siglos,
desde la Última Thule,
tu voz me llega, Snorri Sturluson.
El joven, ante el libro, se impone una disciplina precisa
y lo hace en pos de un conocimiento preciso;
a mis años, toda empresa es una aventura
que linda con la noche.
No acabaré de descifrar las antiguas lenguas del Norte,
no hundiré las manos ansiosas en el oro de Sigurd;
la tarea que emprendo es ilimitada
y ha de acompañarme hasta el fin,
no menos misteriosa que el universo
y que yo, el aprendiz".
 
Esto es para mí la literatura y son mis tertulias:
 

martes, 25 de febrero de 2025

"Verde, pálida la noche".


 
Esta tarde Concha Galán, una de las tertulianas más antiguas (está en el centro de la fotografía de una pasada tertulia en Casa Manolo), nos presentará su libro de relatos "Verde, pálida la noche" (Vitrubio, 2024), como siempre a las 18.30 h. Su presentador será uno de mis amigos y compañeros de la Universidad, José Villacís, que está junto a ella. Concha nació en Ciudad Real y vive en Madrid. Es economista y máster en Unión Europea.
 
Este es un fragmento de uno de sus relatos:
 
“Él se ha ido. No sé dónde estará. Salió una tarde en compañía del hijo de la dueña de la casa, y desde entonces no ha vuelto. Y le extraño, le echo de menos. Todos los días juntos, de la mañana a la noche. Recuerdo que me costó adaptarme a su presencia, cuando Pepe, el hijo de la dueña de casa, se presentó hace cuatro años con él. No lo soportaba al principio, pensaba que vaya ocurrencia, con lo bien que yo estaba sola, pero, poco a poco, me fui acostumbrando a su presencia hasta volvernos inseparables".
 
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A mí lo que me gusta de las tertulias es reunirme con mis amigos y pasármelo bien, charlando, debatiendo, riendo, sonriendo, como cuando pregunto a mis alumnos que por qué se ríen y sonríen tanto y me contestan que lo hacen porque siempre me ven entrando riendo en clase. 
 
También voy siempre a clase escuchando música, y a veces hasta voy bailando, como dentro de un rato, mientras la chica de la película me da un beso, claro, como tiene que ser, porque la chica siempre se queda con el bueno:
 

lunes, 24 de febrero de 2025

"El escritor y la belleza universal".


 
Nada más entrar en el Auditorio Nacional me saluda en una pantalla el pianista bilbaíno Joaquín Achúcarro, del que recuerdo su disco de los cuatro conciertos de Rachmaninov que me sé de memoria. Estoy entrando en el mundo más abstracto e inefable que existe. Es el "no ver viendo" de la "Gramática de la niebla" que escucharé en seguida, del madrileño Manuel Martínez Burgos (1970) por encargo de la ONE y que se sentará detrás de mí. Ha intentado plasmar el efecto que la niebla provoca en el ojo humano, como me ha enseñado la literatura que va desde Tiresias y Edipo hasta la "Marianela" de Galdós (una de las novelas que más amo) o los ciegos de Maeterlinck, H. G. Wells y Saramago. Y todo esto sin moverme de Madrid. Después me voy a Escocia y Alemania. Es cuando los ángeles descienden a la tierra y cantan "Morgen" (Mañana) de Richard Strauss, aunque fuera "ayer" a las 12:
 
Aplaudimos a la soprano madrileña Saioa Hernández y al director de la Orquesta Nacional dirigida por el estadounidense Josh Weilerstein (Rochester, Nueva York, 1987), tras los seis "lied" de Strauss, antes de que llegue la Primera sinfonía de Brahms, una de las obras de mi vida que me regaló mi padre siendo un niño y que he escuchado cientos de veces. Al salir pienso que Achúcarro tal vez podría haber interpretado la misma obra de Strauss, pero al piano:
 
Durante toda la tarde siguieron resonando en mi interior los versos del poeta escocés Johan Henry Mackay (1864-1933) a los que puso música Strauss:
 
"Y mañana brillará de nuevo el sol,
y por el sendero que recorreremos
nos envolverá de nuevo la felicidad
en esta misma tierra embriagada por el sol.
Y hacia la extensa playa de olas azuladas
descenderemos lentamente en silencio,
mudos nos miraremos a los ojos
y sobre nosotros caerá el silencio de la felicidad".
 
Sí, cómo no ser escritor tras escuchar esta música en un domingo lleno de sol:
 
Hoy ya es ayer para siempre.

domingo, 23 de febrero de 2025

"Lo otro solo es la vida".


 
Alejado del tumulto y del ruido para contemplar esos árboles que han aparecido desde la Natividad del tiempo, y que todas las edades han reverenciado, para lucir hoy frescos y verdes. Como cuando su belleza fue vista por primera vez. ¡Qué agradable espectáculo! Ven, mujer, dame la mano y pasea conmigo. Te hablaré de Horacio, de Petrarca, de Fray Luis de León. Sueña, siente, vibra, sé conmigo. Te puedo contar el cuento más antiguo de todos los tiempos. No te quedes ahí tan lejos de mí. Aquí cantan los ángeles y sabes que los gorriones heridos quieren volar, todavía pueden hacerlo. Confía en mí. 
 
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Ayer por la mañana me senté un par de horas en el Café Viena, uno de mis favoritos de Madrid. Lo hice en soledad, buscando continuar con una novela de la que apenas he escrito unas páginas. En ese tiempo solo corregí dos comas y un par de párrafos, pero no escribí nada nuevo. No se me iba esta música de la cabeza. El siglo XXI y el XVII unidos por la racionalidad de mi inconsciente:
 
Supongo que esto es ser escritor.

sábado, 22 de febrero de 2025

¿Cuántas veces nos enamoramos de verdad en la vida?"


 
 
Ayer hacía un día precioso y me fui a pasear por la Plaza de Oriente. Estaba llena de extranjeros sonrientes que sacaban fotos a la plaza, al teatro de ópera, al palacio, a la catedral. Me detuve en los Jardines de Sabattini, uno de los sitios más románticos de Madrid, me hice una fotografía y recordé esta historia:

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"Hace años, tras escuchar una ópera en el Teatro Real con mi grupo de amigos melómanos (en su momento llegó a estar la ministra de Economía del gobierno de Pedro Sánchez), nos metimos en un café y una de aquellas amigas sugirió un curioso tema de conversación. Cada uno tenía que decir cuántas veces se había enamorado, y a partir de las respuestas se podía diagnosticar si el amor romántico existe o es un invento de la novela de finales del siglo XVIII, sobre todo la inglesa y francesa. La mayoría dijo que se había enamorado tres o cuatro veces e incluso algunos nueve o diez veces. Aquello me aburría soberanamente; lo que yo quería era hablar de "La Bohème", que habíamos visto por la tarde. Cuando llegó mi turno, les conté una historia, en realidad les hablé de una película de los sesenta.
 
Geneviève es una chica que vive con su madre y ayuda en la tienda de paraguas que tienen en Cherburgo. Está enamorada de Guy, un joven mecánico, con el que piensa casarse a pesar de la oposición de su madre, que considera a Geneviève demasiado joven y a Guy demasiado pobre. Cuando el muchacho es reclutado para la guerra de Argelia (un tema tabú en aquella época en Francia), su ausencia lo cambia todo. Embarazada y presionada por su madre, ella acepta casarse con Roland Cassard, un rico comerciante de diamantes, y tener el hijo de Guy. Tras regresar él encuentra cerrada la tienda de paraguas y acaba casándose con Madeleine, la joven que cuidó de su tía enferma y siempre le había querido. Los dos volverán a verse una sola vez cuando ambos tengan ya un hijo. En uno de los finales más románticos y demoledores del cine, porque él ni siquiera quiere ver a su hija, vuelve a escucharse la mítica canción (toda la película es cantada, una especie de ópera pop llena de rosas, rojos, verdes y azules).
 
Ayer volví a verla en el canal clásico (TCM) de Movistar.
 
Y recordé que el personaje que se casa con Geneviève en realidad viene de "Lola" (1961), la primera película de Jacques Demy, donde es rechazado por la protagonista, la hermosísima Anouk Aimeé. A mis amigos de la ópera también les conté que Demy era uno de los componentes de la Nouvelle Vague, tan intelectual, donde también se encontraban Godard, Melville, Truffaut, Rohmer, Chabrol, Rivette y Varda, la mujer de Demy, de la que tuve la oportunidad de ver su última película en los cines Golem, "Caras y lugares" (2017), ya que murió dos años después. En los créditos iniciales de "Lola", Demy añade una dedicatoria a Max Ophüls que es una clara declaración de intenciones. La protagonista se llama Lola, como "Lola Montès" (1955), la última película de Ophüls, y ambas están involucradas en el mundo del espectáculo. Además, la estructura circular de la cinta de Demy evoca a otro filme de Ophüls, "La ronda" (1950). Hay otro personaje homónimo del cine en el que Demy pensaría a la hora de bautizar a su heroína, la Lola que interpretó Marlene Dietrich para Josef von Sternberg en "El ángel azul" (1930), que, como esta Lola suya, también trabaja en un cabaret. Demy la viste de manera similar, con unos corsés que recuerdan los que usa Marilyn Monroe en "Río sin retorno" (1954), de Otto Preminger. En "Los paraguas de Cherburgo" se ve un póster de Marilyn cuando Guy abre su taquilla en el taller.
 
Me tomo el primer café de esta bonita mañana de invierno donde Madrid está dejando de ser blanca y hay que sacar los paraguas, como en Cherburgo".
 
("¿Cuántas veces nos enamoramos de verdad en la vida?", de "Un hombre que se parecía a Al Pacino", Pagés Editors y Universitat de Lleida, 2023).
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Y ahora me tomo un café escuchando unas de las canciones más bellas del cine:
 
Hoy no llueve sobre la ciudad, aunque lo ha hecho esta noche.

viernes, 21 de febrero de 2025

"Leyendo "Entrevías mon amour".


 

"Estoy como si fuera un niño con un juguete nuevo. En el Centro de Arte de Alcobendas, Madrid, he encontrado esta perla. No he tenido que bucear. Sólo he preguntado: ¿tienen "Entrevías mon amour"? En cinco minutos, ya lo tenía en mi mano. Y he pensado, voy a leer a Justo Sotelo. Me adentraré como si fuese en el mar.

¡A ver qué descubro!

Os iré contando..."

Estas son palabras de hace unas semanas de Vicente Rey, amigo de Facebook al que no conozco personalmente. Y está cumpliendo lo que dijo.

La semana pasada escribió en su muro, junto a esa foto:

"Cuántos recuerdos de Leo en su niñez, allí, en Entrevías con el padre Román... Y de golpe la bala pasa rozando por su cabeza, él es periodista y está en una guerra -cualquiera- con un grupo de amigos -también periodistas- de diferentes países. Son sus ojos y su mente los que dan información, para periódicos y televisiones, de las atrocidades que se cometen. Su escape es volver al barrio con su gente. Qué buena la definición de los personajes. Cuántas pequeñas historias cuenta Leo. Es un no parar. Su barrio y la guerra. También la relación con su padre. Él quiere saber cómo murió su madre..."

Antes de ayer escribió:

"Qué buen final de la Primera parte. Hay un hecho inesperado, pero predecible. Sus amigas y él participando en la misa del padre Román. Hasta dos amigos suyos -íntimos- estaban. En medio, Leo recuerda como siempre. Sus juegos en la vía del tren de su barrio. Con Edipa, buscando libros maravillosos en la cuesta de Moyano. Su presencia en las guerras -malditas y no deseadas-. Todo va in crescendo hasta el momento inesperado. Leo ve el rostro de sus amigas entristecidos. Todas y él tratando de ocultar sus sentimientos, pensando tal vez que ya nada será igual".

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Vicente Rey es el "lector cómplice, modelo o ideal" que buscaba Umberto Eco para sus novelas, y nos contó en las "Apostillas a El nombre de la rosa" que hemos analizado varias veces en mi tertulia. Si el lector pasa de las cien primeras páginas, leerá hasta el final, jeje. El poeta y periodista Javier Lostalé también leyó la novela de esa forma y puso su voz en Radio Nacional a algunos de los pasajes entre los minutos 38.10 y 44.10:

https://rtve-mediavod-lote3.rtve.es/resources/TE_SLAEST/mp3/5/7/1270816542575.mp3?idasset=740800

¿Merece o no la pena leerse la obra completa de Faulkner para escribir esta novela?

jueves, 20 de febrero de 2025

"Y me fui en busca de la poesía de la memoria".

 

Ayer por la tarde me di un paseo por Recoletos, mientras atardecía suavemente, hasta el Ateneo Cultural 1 de Mayo, en la calle Lope de Vega, para escuchar a mi amigo Manuel Rico, poeta, narrador (he dedicado un estudio a varias de sus novelas, en lo que fue mi TFM del máster que hice sobre literatura española en la Complutense), presidente de los escritores españoles y crítico de poesía de Babelia. Presentaba de manera conjunta la reedición de sus libros de poemas "Quebrada luz" (1997) y "El muro transparente" (1992), después de las palabras de la poeta Manuela Temporelli y la editora de Olifante Trinidad Ruiz Marcellán. Algunos poemas han sido musicalizados por Moncho Otero y Rafa Mora (al que no pude saludar). Aun así me senté con dos estupendas escritoras, Ana Belén Martín Vázquez y Carmen Peire.
 
Manolo estará en mi tertulia el mes que viene.
 
Ahora me tomo un café y escucho los tres pequeños videos que hice para él y para mí, porque siempre nos quedará la poesía.
 


 

miércoles, 19 de febrero de 2025

"De cigüeñas y quijotes".


 
Ayer por la mañana me fui a la sierra después de clase para conocer la casa de Almudena Mestre (hoy ella escribirá la crónica de la apasionada tertulia virtual que tuvimos por la tarde sobre el futuro de la literatura). En la terraza me dijo que mirara al cielo; en lo alto de un árbol se veía a una cigüeña, lo que significaba que la primavera está cerca. Me acordé de un poema del escritor José Bergamín, de su libro "Apartada orilla":
 
"En la llanura manchega
bajo las nubes se agacha
el vuelo de la cigüeña:
su sombra sobre la tierra
traza un caricaturesco
Don Quijote en silueta.
Se sueña y se desensueña
el corazón desasido
de la ilusión quijotesca.
y el alma se queda quieta
en el aire y en la luz
que en el cielo la aposentan".
 
Al volver a Madrid no se me iba de la cabeza ese sueño del Quijote, al igual que un poema de León Felipe que escuché por primera vez de niño en boca de Serrat:
 
Siempre habrá vencedores y vencidos, en el siglo XVII y en el XXI, y mis amigos saben de sobra con quiénes me quedo.
 
Porque siempre vuelve la primavera.
 


 

martes, 18 de febrero de 2025

"Hablemos del hilo para hablar del futuro de la literatura".


 
Para esta tarde, en nuestra tertulia on line de las 18.30 h., he pedido a nuestra escritora Carmen Sogo que nos haga una breve reflexión introductoria sobre el futuro de la literatura, ya que ella es de las personas que más veces me ha preguntado sobre este asunto desde que la conozco. Como es obediente me ha enviado unas impresiones para que las discutamos en la tertulia:
 
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Flaubert escribió a su amante: "Hablas de las perlas, pero los perlas no forman el collar, son el hilo".
 
Me pregunto si el hilo se construye de la misma manera y con el mismo material hoy. Un ejemplo de lo que significa la globalización que caracteriza el siglo XXI fue la pandemia que se expandió por el planeta salvando únicamente la isla Sentinel del Norte en el golfo de Bengala, caníbales extremadamente atroces que viven en la edad de hierro. Se necesitaron siglos para que los descubrimientos humanos anteriores se universalizaran, Internet lo hizo en menos de 20 años.
La literatura necesariamente tiene que estar cohesionada con esta nueva sociedad. Como dijo Jean Lyotard, cualquier obra de arte debe ser posmoderna antes de que pueda llegar a ser moderna. 
 
Pero ¿cuál es la forma de la literatura moderna en el 2025?
 
¿Cómo leemos? 
 
¿Cómo escribimos?
 
Soy consciente de que sin la distancia temporal es osado y quizá erróneo, pero me parece interesante reflexionar sobre las características de la literatura actual.
 
Hablemos del hilo".
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Y yo me voy a ir a clase escuchando la Primera sinfonía de Brahms. Este romántico también vivió una polémica en su día con la obra de Wagner. En el XIX estaban los partidarios de Brahms y los de Wagner, sobre cuál de los dos genios era más moderno (también se podría incluir a Bruckner, tan wagneriano. Adoro esta sinfonía porque además de ser romántica y arrebatadora (como suele ser mi carácter, lo que me ocasiona algunos problemas) es de las primeras músicas que me regaló mi padre. 
 
Este domingo la volveré a escuchar en el Auditorio:
 

 



lunes, 17 de febrero de 2025

"Munro, Almodóvar, el psicoanálisis y la cultura de la cancelación".


 

Ayer por la tarde me fui al Colegio Mayor Isabel de España (en la Universitaria, como si nunca pudiera salir del mismo barrio) para ver la película "Julieta" (2016), de Almodóvar, basada en tres cuentos de Alice Munro. En una escena de "La piel que habito", Elena Anaya sostenía en sus manos "Escapada", un volumen de relatos de la autora canadiense. Unos años después presentó "Julieta", en la que fundiría tres de ellos, "Destino", "Pronto" y "Silencio", donde Adriana Ugarte y Emma Suárez se encargaron de interpretar el mismo papel en diferentes épocas, la de la juventud y la de la madurez. Ambas se convirtieron en Julieta, una mujer marcada por la pérdida, primero por la muerte de su marido y, después, por la desaparición de su hija, que se marchó para no volver a verla. El dolor y la culpa, se convertirán en una parte fundamental de la película. Y esto es lo que analizó maravillosamente la psicóloga Malena Calvo (en la segunda foto).

Me encontré allí a mis amigos Santiago Martínez y Eduardo Larrocha, y al final monté algo de jaleo con esto del "segundo sexo", las obsesiones de los hombres y nuestras propias culpas por ser hombres. Pero esa es otra historia, y lo mejor hubiera sido haber ido para ver la película y el posterior análisis y coloquio.

La música de la película es hermosa:

https://www.youtube.com/watch?v=Fx-UIP5djLA&list=PL-oK3zSkp293UeLMKoA_GWDdjJHfv744I

 

 


domingo, 16 de febrero de 2025

"El poder persuasivo de los libros".

 

 
Ayer seguí leyendo el libro sobre Mahler que aparece en la fotografía debajo del brazo. Me fui a un Café y volví a subrayar algunos pasajes interesantes (en la tertulia on line de este martes leeré párrafos que tienen que ver con el tema que he propuesto a los tertulianos). He subrayado muchas cosas, como lo que dice Norman Lebrecht sobre un músico de la Sinfónica de Londres en el sentido de que "después de interpretar a Mahler, me siento orgulloso de ser humano". El caso es que volvía caminando a casa leyendo este libro (a lo largo de mi vida siempre he leído mientras paseo, e incluso me preparo clases aunque sean ecuaciones de matemáticas) cuando un sacerdote de sesenta y tantos años me paró y me preguntó sin más si me gustaba Bruckner. No me extraña que me pare gente por la calle, sobre todo alumnos, a los que me encuentro por todas partes, pero arqueé las cejas en esta ocasión porque aquella pregunta me sorprendió. Le dije que el libro se refería a Mahler, pero él insistió. Estuvimos hablando unos minutos, después de presentarnos, y nos despedimos hasta algún concierto en el Auditorio en el que tal vez nos volviéramos a encontrar. Algo parecido me ocurrió no hace mucho en una terracita de un Café de La Laguna. Estaba leyendo "Submundo", de DeLillo, al que considero el mayor escritor norteamericano vivo, y un tipo de cuarenta y tantos años que estaba sentado a una mesa de al lado me dijo que era maravilloso encontrarse a alguien leyendo esa novela.
 
Ahora me tomo un café de domingo escuchando una sinfonía de Bruckner que me gusta mucho, la "romántica", recordando al señor tan majo de ayer, interpretada por Celibidache, al que tuve la suerte de escuchar en directo varias veces cuando era joven:
 
En fin, debo ir admitiendo la realidad, y es que me hago mayor y ya no ligo con las chicas.

sábado, 15 de febrero de 2025

"Desayunando con Mahler en el Círculo".

 


Ayer Cupido me trajo el libro de Normal Lebrecht "¿Por qué Mahler? Cómo un hombre y diez sinfonías cambiaron el mundo", editado por Alianza en 2024. En Navidad leí su libro sobre Beethoven. Me gusta volver a leer lo que ya sé de Gustav Mahler. Es como reencontrarte contigo mismo muchos años después, como hice entre las páginas de mi novela "Poeta en Madrid", estrechar la mano afectuosamente a un humanista que inauguró el siglo XX y yo diría que el XXI, como hicieron Freud, Einstein, Joyce o Picasso, y que volvió locos a todos los que le conocían, conscientes de que Mahler era un genio, alguien completamente diferente a los demás, comenzando por Alma, su mujer, que no dejó de escribir biografías, reales o ficticias, sobre él, que se acostó con otros artistas, pero que jamás lo olvidó y no quiso quitarse su apellido. El mes que viene escucharé su Cuarta sinfonía en el Auditorio de Príncipe de Vergara, una obra que ya proclamaba la igualdad racial desde que fue escrita, adelantándose a su tiempo, como ocurrió con sus otras sinfonías. El tercer movimiento (poco adagio) es una de las músicas más bellas que he escuchado en mi vida, y el cuarto un poema de "El cuerno mágico de la juventud", recopilación de cantos populares alemanes por Clemens Brentano y Achim von Arnim que data de 1805:

https://www.youtube.com/watch?v=YnfhInZLmUQ&t=3003s

A la vez que empezaba a leer el ensayo mientras desayunaba por la mañana en el Círculo de Bellas Artes (uno de mis lugares favoritos de este mundo), la pintora y ex modelo Ana Ráez escribió sobre mi post de ayer: "Leerte siempre me ha provocado sensaciones y emociones. Hoy tus paseos e historias derivadas tan bien narradas, llevadas hasta la perfecta visualización, me inyectan planes, los lleve o no a cabo, pero en cualquier caso me traspasan esperanza, ganas, vida. Gracias, amigo escritor".

De esto van mi vida y mi literatura.

viernes, 14 de febrero de 2025

"Esos dos".

 

Ayer por la mañana, después de clase, me fui a pasear por el centro de Madrid. Callejear es una de las cosas que más me gustan en este mundo; detenerme en cualquier esquina o en el centro de la calle, tratando de apresar los rayos de sol y de meterme en la mente de las personas con las que me cruzo. En cierto momento me paré delante de ese escaparate, hice una foto y me acordé de la eterna historia de Cupido, que Apuleyo inmortalizó en el pasaje de "Amor y Psique" de su novela "El asno de oro" o "Las metamorfosis", tal vez la primera de la historia, escrita en el siglo II d.C. Una pareja pasó por detrás de mí caminando de la mano por la calle. Ella se puso a cantarle algo a él, al oído, quizá la historia de amor entre un soñador y una diosa. La ciudad se quedó a oscuras para los dos, las aceras desaparecieron, los bordillos se hicieron tiovivos, el mundo sonrió mientras el sol me deslumbraba:
 
Me senté en el suelo y me puse a escribir.