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Las mentiras inexactas, Justo Sotelo
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Justo Sotelo nació en
Madrid, y lo primero que hizo fue estudiar economía porque quería
entender mejor a sus semejantes, lo que le llevó incluso a hacerse
catedrático de Política Económica. No obstante, su gran pasión siempre
fue la literatura. Con doce años escribió un par de novelas policíacas
que se han perdido; con dieciséis o diecisiete se acercó a la poesía,
aunque en este caso como forma de “acercarse” a las chicas, y, por fin,
se empeñó en escribir una novela a los veintitantos, que vería la luz en
1995 con el título de La muerte lenta. Algo más seguro de sus condiciones como narrador, dos años después publicó Vivir es ver pasar, que fue finalista en los premios Ateneo de Sevilla y Sésamo, quizá porque en las Cuevas de Sésamo pasó algunas de las mejores noches de su vida, lo que se ha plasmado en la novela que ahora nos presenta.
En 2006 publicó La paz de febrero, una novela que en palabras de Juan Ángel Juristo “deja
una impresión similar a la que nos asaltó en su día cuando nos topamos
con narraciones como El extranjero y Retrato del artista adolescente”. Su cuarta novela publicada fue Entrevías mon amour, en el año 2009, que cosechó críticas excelentes. Para Santos Alonso, por ejemplo, “el tratamiento de los personajes recuerda, en el mejor sentido de los términos, al que Faulkner ofrecía en novelas como Pylon”, para añadir que “nunca hasta ahora en sus novelas había logrado Justo Sotelo un lenguaje tan equilibrado y tan ajustado entre el contenido y la forma, y ello sin ceder a la excelencia del estilo”.
Pero nadie mejor para hablar de su obra que el propio autor.
Justo Sotelo:
Desde hace veinte años mantengo viva una
tertulia literaria que ha recorrido los sitios más variopintos, desde
algunas universidades públicas y privadas hasta las Cuevas de Sésamo, el café Ruiz o el bar Este Oeste (que es donde se celebra actualmente, en la calle Manuela Malasaña, 9, de Madrid).
Algunos amigos aseguran que lo que más me gusta en esta vida es hacer
tertulias, pero yo siempre añado que también me gusta escuchar. Uno de
mis mejores amigos -y tertuliano desde hace años-, me preguntó el otro
día, a raíz de la presentación de la novela, qué es lo que a uno le hace
sentirse escritor. Después de mis típicos titubeos iniciales le dije
que es posible que el escritor tenga una forma concreta de mirar y ver
la vida, aunque también necesita lectores que “sientan” su obra (muchos o
pocos, eso es lo de menos), en la línea de lo que Umberto Eco denomina “lector implícito”, y por tanto que un editor confíe en él para publicar su obra.
Estas frases resumen algunas ideas esenciales de Las mentiras inexactas, una novela publicada por la Editorial Izana
con gran cuidado y esmero, y con la que he pretendido reflexionar sobre
el hecho de escribir, pero también sobre la lectura y la necesidad del
ser humano de escuchar y ser escuchado, que es lo mismo que decir de
amar y ser amado. Cuando Nora Acosta, una profesora de literatura, abre
la puerta de una librería de la plaza Santa Ana, de Madrid, porque está
haciendo un estudio académico sobre el futuro de la novela, lo que hará
será acceder a su particular “país de las maravillas”. En la puerta está
pegada la carátula de un disco de Jethro Tull, que es la música de la historia, ya que a lo largo de sus páginas no dejan de sonar los discos Aqualung y Thick as a brick.
En la librería conoce a Sergio Barrios,
el joven librero, del que le separan casi treinta años, y en seguida se
enamora de él. Luego aparecen los amigos de Sergio, unos tipos que se
pasan hablando todo el tiempo sobre cualquier cosa y acercan la novela
al terreno de la oralidad. La trama sigue, entonces, el camino de la
recuperación del padre de Sergio, que ha sido asesinado en La Habana, en
el Malecón, así como del verdadero sentido del amor para Nora. Si para
el amor no hay edad, tampoco debe existir para la literatura.
Las mentiras inexactas pretende
ser una reflexión sobre el significado de la literatura en tiempo de
crisis económica y espiritual, que juega con multitud de espejos, desde
la relación Nora Acosta / Norah Lange (el gran amor de Borges y Girondo), y la última poeta viva de la generación del 27, hasta los pasadizos interiores utilizados por Murakami y Cortázar en sus novelas y cuentos.
Como diría José Luis Sampedro (que es uno de los personajes “ficticios” de la novela, junto a Borges, Saramago o Alberti),
en realidad escribimos para que los lectores nos quieran. En mi caso
concreto, añadiría que lo hago para que mi hijo me lea dentro de unos
años y se sienta orgullo de su padre. En ese momento sabré que la
literatura jamás podrá morir.
Justo Sotelo está
consiguiendo con su última novela, "Las mentiras inexactas", algunas de
las mejores críticas del panorama literario, lo que corrobora la gran
aceptación que, entre el público y la crítica, tuvieron sus anteriores
novelas, "La paz de febrero" y "Entrevías mon amour"
Os recuerdo que el autor estará firmando su novela Las mentiras inexactas (Editorial Izana, 2012) en La Feria del Libro de Madrid, el próximo viernes 8 de junio, de 18:30 a 21:30, caseta 270, en la de la editorial Tribuna Libros.
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