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sábado, 18 de junio de 2022

"Hablando de educación con mi hijo".

El otro día nos sentamos en la terraza de un Café de la Plaza de la Provincia, enfrente del Ministerio de Asuntos Exteriores y al lado de Sol, donde hacen una horchata que está muy buena. Él se puso a hablar del libro que se está leyendo ahora, "Emilio o la educación", el mítico ensayo de Rousseau del año 1762. Es la historia de un niño "independiente", tanto de la familia como del sistema educativo. En seguida apareció Francisco Giner de los Ríos en la conversación, el creador de la Institución Libre de Enseñanza y de la Residencia de Estudiantes, que el secular "conservadurismo" español, por decirlo suavemente, nunca dejó desarrollarse, algo que hubiera permitido situarnos en el mismo lugar intelectual que los países importantes de nuestro entorno, como Francia y Alemania. Le conté que yo soy hijo de la Ley General de Educación (LGE), que implantó en España el ministro de Educación José Luis Villar Pasalí en el año 1970, que de una u otra forma estuvo vigente hasta la entrada de la LOGSE en 1990, con Alfredo Pérez Rubalcaba como ministro de Educación y Alvaro Marchesi Ullastres, catedrático de Psicología Evolutiva, como verdadero arquitecto de la misma.

He sido compañero de Universidad muchos años de Marta Villar, la hija de Villar Palasí, y casualmente me la encontré el otro día en la esquina de casa después de bastante tiempo sin vernos, y también soy amigo de Jaime Marchesi, el hermano de Alvaro Marchesi, con el que escribí un libro publicado por la editorial Trotta el año 2002, "Ética, crecimiento económico y desarrollo humano". Supongo que las dos leyes educativas eran necesarias en su momento histórico, pienso ahora mientras me tomo un café. En España se hace mucha demagogia sobre el "desastre" del sistema educativo, supongo que por sectarismo y sobre todo por desinformación. Lo que comenté a mi hijo y digo siempre a mis alumnos, independientemente de las leyes educativas, es que piensen por sí mismos y estudien, que lean y escriban, que viajen, que miren y vean. Que intenten parecerse al Emilio de Rousseau.
 
Y, hablando de educación, en este caso musical, que escuchen esta obra de Prokofiev. En cuestión de cultura musical, este país deja mucho que desear:
 

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