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miércoles, 1 de mayo de 2024

"La conquista de la felicidad".



 
El viernes pasado leí en la Universidad de Lleida el primer relato de "Un hombre que se parecía a Al Pacino", ya que en cierta forma define el espíritu del libro. Este próximo 7 de mayo se cumplirán los 200 años del estreno en Viena de la Novena sinfonía de Beethoven, una de las obras "clave" de la historia de la música occidental. Por ese motivo estos días se está interpretando en todo el mundo. 
 
Ayer me fui al Auditorio de Música de Madrid para celebrarlo, y me acordé de Pacino. 
 
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"Ayer daba una vuelta en coche por las calles próximas al parque de la Fuente del Berro cuando tuve que parar el motor y dejar que pasara una hembra de pavo real a la que seguían sus crías. En ese momento me vino a la mente el rostro de mi madre. La Tercera de Mahler sonaba con fuerza dentro del coche, y por eso recordé también que fue la última sinfonía que ella escuchó en directo en el Auditorio de Príncipe de Vergara con Paqui y conmigo. Tras arrancar recordé un texto que escribí de un tirón una mañana como esta mientras me tomaba el primer café, como ahora. En él está mi madre, como en tantos otros sitios.
 
Escribo porque soy feliz y estoy enamorado y juego con mi gatita Ana cuando me despierta por la mañana. 
 
Escribo porque me gusta que los niños coman pasteles y jugar y reír con ellos y cruzar la calle con ese ciego que te pide ayuda y pararme a escuchar a los músicos callejeros y levantarme de mi asiento del autobús y el Metro para que se sienten los viejos y las mujeres embarazadas.
 
Escribo porque busco la belleza de la vida, de la música, del arte, de la literatura, del cine, del pasado y del presente.
 
Escribo porque existieron Homero, Dante, Shakespeare, Kant, Goethe, Nietzsche y Bach, Mozart, Beethoven, Wagner, Mahler y Tarkovski, Bergman, Ford, Hitchcock, Rohmer, Erice, Allen.
 
Escribo porque quiero que me quieran, pero sobre todo porque quiero querer.
 
Escribo porque me gusta reír y sonreír y comer y beber y viajar y bailar y hablar y escribir. Escribo porque me gusta escribir.
 
Escribo porque me gustan los trajes y las pajaritas y los vaqueros raídos y los pantalones cortos y los jerseys deshilachados y las sandalias.
 
Escribo en contra de los xenófobos, de los homófobos, de los
machistas, de los que se creen dueños de los demás, de los que hacen guerras por motivos económicos y políticos y religiosos. En realidad no escribo contra nadie sino a favor del bien común.
 
Escribo porque a mi madre le gustaba que escribiera. 
 
Escribo para ella, todavía sigo escribiendo para ella".
 
("Escribo porque vivo en armonía con el mundo", "Un hombre que se parecía a Al Pacino", pp. 19 y 20).
 
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Todavía, cuando escucho el himno a la alegría, himno de la Unión Europea, se me saltan las lágrimas, y ayer estuvo a punto de ocurrir de nuevo. Esta interpretación de Barenboim es muy buena, pero no hay nada como escuchar esta música en directo. Y pensar que Beethoven nunca pudo escuchar su obra. No obstante, siempre he pensado que sabía lo que estaba escribiendo, y por eso escogió el poema de Schiller:
 
"Alegría, hermosa chispa divina,
hija del Elíseo,
ebrios de fuego entramos,
diosa celestial, en tu santuario..."
 
Sí, Beethoven, es uno de los causantes de mi particular "conquista de la felicidad", como diría Bertrand Russell:
 

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