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miércoles, 12 de junio de 2024

"Mientras haya una mujer hermosa, habrá poesía".

 








 
Javier del Prado se busca en sus libros, como todo buen escritor. Después de negarse así mismo en su anterior obra, "El libro de las negaciones", entre cuyas páginas encontré la mejor poesía actual, negando sus principales herencias, vitales y antropológicas, se ha ido ahora "A la sombra del mar" para reafirmar de esta manera un nuevo y viejo paganismo en el sentido latino de "paganus", es decir, aldeano o campesino, como llamaban los cristianos y judíos a los que adoraban a los dioses griegos, romanos o de otros pueblos del Imperio. Y Javier del Prado se va a su mar de Galicia, se reafirma en él (ya no se niega) y convierte la inmensidad del azul en su nueva tierra para un nuevo "campesino". Para él la vida es corriente, agua, disolución, ceniza, viento, y también voluntad de permanencia, de estabilidad, de estar (en el sentido etimológico del término) que el ser quisiera alcanzar, al menos en sueños. Y yo me preguntaba ayer en mi barrio de Argüelles, en esta Casa Manolo de la calle Princesa 83 por la que han pasado en los últimos cien años escritores como Neruda, Rosales, Sampedro, Saramago y tantos otros, donde ahora estamos nosotros en este siglo XXI, los de una tertulia enamorada de la palabra, para cerrar este curso, mientras lo escuchaba hablar y recitar, así como a su presentador, el poeta José Manuel Suárez, si existe una razón intrínseca a la propia naturaleza del escritor que le lleve a poder enfrentarse a la totalidad del hecho literario. Unos escritores tienen una tendencia innata o adquirida hacia el empleo de ciertos géneros, otros la tienen de igual manera hacia cualquier género y otros, sintiendo esta tendencia compleja, la sienten con dominante hacia uno u otro género. Hay escritores con dominante poética (escritura en la poeticidad), otros con dominante narrativa (escritura en la narratividad), escritores con dominante ensayística (escritura en la discursividad argumentativa) y escritores que las dominan o las mezclan todas. Javier del Prado es de estos últimos, aunque le desborde la búsqueda de la "poeticidad". Como Bécquer también piensa que "podrá no haber poetas; pero siempre /habrá poesía":
 
Y luego está Juan Ramón, su Juan Ramón y el mío, que atraviesa su obra:
 
"Intelijencia, dame
el nombre esacto de las cosas!
Que mi palabra sea
la cosa misma,
creada por mi alma nuevamente.
Que por mí vayan todos
los que no las conocen, a las cosas;
que por mí vayan todos
los que ya las olvidan, a las cosas;
que por mí vayan todos
los mismos que las aman, a las cosas...
¡Intelijencia, dame
el nombre esacto, y tuyo,
y suyo, y mío, de las cosas!"
 
Porque para Javier del Prado:
 
"El mar no es Dios, ni morada de dioses
profundos, cenagosos,
deseos enfoscados en angustias.
 
Sólo es agua,
aunque inmenso en su abrazo y en su coito,
solo es agua,
salada en su agudeza de noches sin sosiego..."
........................
 
A veces la poesía se viste de fiesta, como ocurrió ayer y se pone de manifiesto en estos pequeños videos que grabé sobre la marcha. Ahí están mis amigos, donde se nos incorporaron Germán Gullón, Fernando Vallejo y tantos otros que no voy a nombrar porque no quiero dejarme a nadie.
 
Y en eso andamos y seguiremos algunos, "buscando el nombre exacto de las cosas".

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