(Para May Redondo).
El otro día no tenía coche y me subí a un taxi para ir al Monasterio donde nació mi gatita Ana. A la hora de volver a casa, el camarero me dio la tarjeta de un taxi. Llamé y se presentó una taxista de cuarenta y tantos años con acento centroeuropeo, cosa bastante habitual en Canarias. En seguida nos pusimos a hablar. Me dijo que se llamaba Karin y era de Austria. En su país estudió la carrera de Periodismo, pero, como había pasado algunos veranos en Tenerife de niña, en un momento de su vida decidió venirse a vivir al pie del Teide, en el Valle de la Orotava, un lugar que le parecía maravilloso, sobre todo en invierno. Se sacó una licencia, se compró un perro al que llamó Toby, y es muy feliz leyendo. Le gusta tener tiempo libre para leer y pasear. En particular le gusta leer a Haruki Murakami. En cuanto me dijo esto, me puse a hablar del novelista japonés y de su obra maestra, "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo".
Ahora Karin me sigue en las redes sociales.
Antes de bajarme le conté un cuento. Es uno de los "Cuentos de los otros" que surgió paseando por la finca salmantina de Yolanda Gonzalez, con ella, sus hermanas y Antonio Zaballos, entre Béjar y la Sierra de Francia:
"El pozo de Murakami".
"Habías decidido cuidar la tierra tras quedarte sola, pero el calor del verano empezaba a resultar insoportable. Ante las continuas restricciones de agua, quizá ese año se perdieran las uvas que habían hecho famosa a tu familia en la región.
Antes de morir, tu padre te habló de un pozo oculto en alguna parte de la finca.
Lo buscabas sin éxito cada día.
Una noche conociste a Justo Sotelo a través de las redes sociales. Al poco tiempo compraste su ensayo sobre Murakami en tu librería favorita de la ciudad, pero antes de leerlo quisiste conocer la obra del escritor japonés. Todavía recuerdas aquella mañana en que te sentaste debajo de un olivo a leer “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”. Estuviste leyendo varias horas, hasta que alguien empezó a hablarte. Aunque estabas sola, no sentiste miedo, ni siquiera cuando comprendiste que la voz venía de debajo de la tierra. Hablaba de atravesar paredes, conciencias, de buscar la belleza a través del amor. Retiraste unas lajas de piedra y diste con el pozo que tu padre no pudo encontrar. El agua llegaba hasta el borde, pero no había nadie en su interior.
Al mirar hacia atrás viste a Sotelo hablando con Murakami a la sombra del olivo".
("El pozo de Murakami", de "Cuentos de los otros", Bartleby, p. )
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Ahora amanece sobre el mar y escucho una música que nos gusta a Murakami y a mí, y que escribió Liszt viajando por Suiza, cerca de donde nació Karin. Todas las obras de Murakami llevan música, y en eso me parezco a él y en que los dos defendemos el carácter universal de la literatura:
https://www.youtube.com/watch?v=AbnPiQ-VaBc
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