"Un viernes de verano en Madrid se pueden hacer muchas cosas. Por ejemplo, desayunar en una cafetería del bulevar de Juan Bravo, pasear por el Parque del Oeste y sentarse un rato en la Rosaleda antes de aspirar el aroma de una flor, tomar el vermú en la terraza de un viejo hotel de la Plaza de Santo Domingo y escuchar la música de George Gershwin en el coche, pues vas de un sitio para otro. Como le ocurre a Woody Allen con Nueva York, yo también adoro la ciudad de Madrid. ¡Empecemos!, decía él y también puedo decirlo yo. Capítulo 1. Madrid es una ciudad romántica que a lo mejor veo en blanco y negro a la vez que suena la Rapsodia en blue. Bueno, creo que mejor empiezo de nuevo, como también diría Allen. Capítulo 1. Soy muy romántico, respecto de Madrid y de todo lo demás, y por eso mismo me parece que Madrid es una ciudad llena de mujeres bellas y hombres experimentados que parecen conocer todos los ángulos. En realidad esto suena demasiado banal, así que comenzaré de nuevo. Capítulo 1. Adoro Madrid, una ciudad que representa la decadencia del mundo contemporáneo, la misma falta de integridad individual que hace que la gente tome siempre el camino fácil. Qué difícil es convivir en una cultura marcada por las drogas, la música estridente, la televisión, la basura y la delincuencia. No, esto es muy negativo; él también estará de acuerdo en el caso de Nueva York. Empezaré de nuevo por el capítulo 1. Yo soy tan duro y romántico como la ciudad que amo. Detrás de mis gafas de pasta vive el poder sexual de un felino. Eso es, me ha quedado muy bien, como a Woody Allen al principio de Manhattan. Hay que ser optimista, desde luego. ¿Por qué vale la pena vivir?, se pregunta él en su película. Hay ciertas cosas que yo también creo que valen la pena mientras me tomo el primer café de esta mañana de verano y escribo este relato, como que hayan existido Groucho Marx y Woody Allen, el segundo movimiento de la Sinfonía Júpiter de Mozart, Louis Armstrong, La educación sentimental de Flaubert, Marlon Brando, Frank Sinatra, las manzanas y peras de Cézanne, los azules de Picasso, las sinfonías de Mahler, la Novena de Beethoven y sus últimos cuartetos, que casi te llevan de golpe a un cabaret como si todos los siglos se pudieran conectar a través del arte y la sensible intelectualidad del ser humano.
Y la filosofía de Platón y Kant, y la ciudad de Madrid.
Y tu rostro, sobre todo cuando me miras y sabes que te miro".
("Manhattan en Madrid", "Un hombre que se parecía a Al Pacino", 2023, p. 27 y 28).
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La foto me la ha enviado Juana Martínez López-Prisuelo desde el Central Park. La música solo puede ser esta, pura literatura cinematográfica:
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