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domingo, 20 de julio de 2025

"La imposibilidad de la libertad del amor".


 
Ayer estuve escuchando "La Traviata" de Verdi en el Teatro Real, en la versión del alemán Willy Decker que escandalizó hace ya 20 años en Salzburgo. Esta cortesana no vive en París ni muere en un diván de terciopelo, sino en una pista de hielo existencial donde se unen el amor, la muerte y el tiempo. No hay burguesía que la redima, solo un escenario blanco, un reloj gigantesco como símbolo fálico del tiempo que se agota y de la fatalidad. Esta "dama de las camelias" que en realidad se llama Margarita y la escribió el hijo de Alejandro Dumas (el autor de "Los tres mosqueteros" y "El conde de Montecristo") no va del amor, sino de lo contrario, el rechazo que causa a la sociedad tener a dos personas enamoradas y felices. Si Violetta o Margarita mueren, no lo hacen por tuberculosis, sino porque no tienen espacio en un mundo que las olvida cuando dejan de ser útiles porque ya no son guapas o guapos o no se comportan como los políticos y medios de comunicación de turno nos dicen que hay que comportarse. Es lo que hace el sistema capitalista salvaje con los medios de producción innecesarios o agotados o viejos, o la forma en la que se comportan los políticos corruptos que se aprovechan siempre de los débiles (llámese mujeres, emigrantes, etc.). 
 
Esta es la ópera:
 

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