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viernes, 31 de octubre de 2025

"El secreto de sus ojos".


 
"Para mí la belleza es un compendio de circunstancias que a veces cambian con el tiempo y la vida de cada uno. Tú, tu forma de hablar, de dirigirte a todos, tu alegría y tu belleza también, tu corazón y tu afecto, tú serías la forma más parecida de ella. Un abrazo grande y esta flor".
 
Estas son unas palabras que me dedicó el otro día la malagueña Eu Bandera Romero, junto a esa flor. Y la verdad es que me parece de perlas. Como he contado más de una vez, a lo largo de mi vida las señoras y señoritas me han regalado muchas flores, e incluso algún amigo gay el tiesto entero, jeje, además de pintarme retratos y esas cosas. Recuerdo cuanto trabajé de bróker en el BBVA durante unos años, y tenía mi despacho del Paseo de la Castellana lleno de flores, en la planta 22, como si fuera el rey del mundo. En aquella época surgió mi primera novela, "La muerte lenta" (1995), sobre el mundo financiero de este país mezclado con la bohemia por la que siempre he sentido predilección y que me llevó a marcharme a la Universidad Carlos III para dar clase. Esta novela es la historia de un "trepa" sin nombre obsesionado con triunfar en el sistema financiero español y para ello usa todo tipo de estrategias; frente a él, su amigo Enrique Espejo, representa todo lo contrario, el lado poético y bohemio de la vida, aunque atravesado por el mundo de la droga de aquella época. Y si ahora me meto yo en la novela como autor, narrador y personaje, tengo que admitir que este lado bohemio me ha llevado a "pasear" siempre por Montmartre en mis viajes a París, cuando cantaban para mí las sopranos protagonistas de la ópera de Puccini, lo que quedó reflejado en mi última novela por ahora, "Poeta en Madrid (2021), ya un cuarto de siglo después, en la que busqué un grado extremo de estilización de los personajes y las situaciones tal y como aprendí en las clases y los libros de crítica literaria de mi maestro Antonio García Berrio. Siguiendo mi teoría de la construcción literaria, primero vivo, intensamente, apasionadamente, y después lo cuento en mis libros.
 
Y también cantaba Charles Aznavour, subiendo las escaleras camino del Sacré Coeur:
 
Una vez ella, tú, la mujer más bella del mundo, pintó los rasgos de mi rostro con su mirada de poeta enamorada mientras comíamos en un restaurante de la Place du Tertre de Montmartre.
 
Y me quedé atrapado para siempre en tus ojos.

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