El otro día estaba desayunando en un café de la playa de la foto y me levanté para ir al aseo. En el estrecho pasillo me encontré de frente con dos señoras mayores que volvían de allí caminando con dificultad. Les cedí el paso sonriendo cariñosamente.
Una dijo entonces que ya no existían hombres así, tan encantadores, y la otra se me acercó y me besó en la mejilla al tiempo que decía que no me lo tomara a mal ya que podía ser su hijo, al que hacía mucho tiempo que no veía.
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