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domingo, 3 de enero de 2021

"Radiografía de ausencias, con una pavana al fondo".

Este es el segundo libro que leo de la escritora y profesora Emma Prieto, una estupenda escritora. No lo digo porque sea miembro de mi tertulia del "Café Gijón" ni porque me parezca una gran persona que da clase a los niños más "débiles" de la sociedad. Su libro de relatos "Escamas en la piel" lo leí durante un par de viajes en avión, entre Barajas y Los Rodeos, y cuando me senté frente al ordenador escribí lo siguiente un 24 de noviembre de 2019:
 
 
Estos días he leído su libro de poemas "Radiografía de ausencias". Cada uno de sus poemas es una especie de resumen existencial de algún acontecimiento importante en su vida, de la ficcionalización de su vida o de la narración de un hecho universal. Eso es lo que lo convierte en "literatura", gracias a los sencillos acontecimientos que nos afectan como seres humanos y adquieren un carácter universal, desde acariciar a un perro, apreciar el valor simbólico de una hoja de otoño, o de la lluvia y la nieve, hasta la constatación de que la vida es una constante pérdida, del pelo, la piel, los botones, la vista, los paraguas y los bolígrafos. Antes de ayer comenté por aquí cómo me llevaba mi madre de la mano a las librerías cuando era pequeño y ayer cómo bailaba mi padre conmigo también desde que nací. Por eso me gusta que Emma Prieto dedique este libro a su padre, "que me llevaba al colegio recitándome poemas".
 
En la página 55 se puede leer:
 
"Si tú volvieras, padre,
te contaría cosas que puedan contentarte
como que el Madrid ganó dos Copas de Europa,
o tres, no lo recuerdo, porque desde que no estás
el fútbol no me interesa.
Si tú volvieras, padre,
si acaso fueras a volver,
te diría que tenías razón, que la razón que tenías,
y que no supe darte, me escuece cada mañana
en la yema de los dedos.
Estate tranquilo, padre,
ahora me concentro,
intento hacer las cosas de una en una
aunque las pienso todas a la vez
y ya sabes que me cuesta
mantener los rincones
libres de polvo.
¡Es tan complicado barrerlo todo!
Tu vida me asalta desde cualquier ventana.
Y yo no me defiendo
no vaya a perderla de nuevo.
Mira, padre, lo que he hecho
con tu ausencia
que después de tanto tiempo
ignoro dónde colocarla.
Ella se ha guarecido
entre los pulmones.
Y ahora no sé si este silbido
al respirar,
es tuyo o mío.
Cuántas dudas, padre,
cuánta tristeza.
¿Sabes tú cómo acertar
en lo que importa,
amigos, amor, ilusiones,
todo eso?
Si tú volvieras, padre,
despojado ya de dolores y de sombras,
nos reiríamos de abismos y socavones,
pero no mucho, un poco solo,
para que la risa no jugara
en contra de nosotros.
Pero si no vuelves,
si te empeñas en quedarte,
allá donde estés,
entonces, padre,
protégeme de tu muerte".
 
Como siempre estoy escuchando música, incluso cuando doy clase (lo que me lleva a bailar entre las mesas de los alumnos), el libro de Emma me recordó a esta música de Fauré, que no dejé de escuchar mientras lo leía:
 
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