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jueves, 16 de mayo de 2024

"El escritor como un jardín vertical".


Ayer me saqué esta foto delante del jardín vertical de CaixaForum, en el Paseo del Prado de Madrid, muy cerca de Atocha. Su artífice fue Patrick Blanc con la premisa de que las plantas no necesitan de tierra, solo agua, minerales, luz y dióxido de carbono. En los lugares donde el agua no falta nunca, como en los bosques tropicales, las plantas se extienden sobre los troncos de los árboles o las rocas de los acantilados. Por ejemplo, unas 2.500 de las 8.000 especies de plantas conocidas en Malasia crecen sin tierra. Este jardín se puede ver en ciudades de todo el mundo como París, Nueva York, Osaka, Bangkok, Nueva Delhi y Génova, por citar algunas. Y no solo es el primero que se instaló en nuestro país sino también el más grande, con una superficie de 460 metros cuadrados.
 
Me preparo el primer café de este bonito jueves y me pregunto si el escritor no será una especie de jardín vertical que lleva la contraria por principio a la sociedad. Hablo del escritor libre e independiente que procura estar lo más lejos posible del poder de los políticos, los medios de comunicación y cualquier estamento que aglutine poder. Y ya sé que es una pregunta retórica, por supuesto.
 
"El escritor no nace escritor, en todo caso se hace escritor. Aunque existe un momento en que la vocación de escribir llega como una revelación, como una carambola del azar y a partir de ese momento nada vuelve a ser lo mismo. El escritor nace y empieza a escribir, guiado, quizá, por un destino que lo domina y ante el cual no puede más que presentar su carta de aceptación. La vida ha sido atravesada por el azar de la escritura y la escritura se convierte no solo en el destino del escritor, en su vocación, sino también en su carácter, en algo que se hace porque no hay otra cosa que puede hacerse".
Anoche me acosté pensando en estas palabras de Paul Auster que escribió por aquí en un comentario sobre la tertulia que dedicamos al escritor norteamericano mi amiga sevillana y tertuliana Francisca Arias. Y hoy me he despertado pensando en esto mismo. Apuro el café, pongo la Tercera sinfonía de Beethoven (Auster solía decir que Beethoven le gustaba mucho más que los Beatles) y recuerdo que Beethoven se la dedicó a Napoleón, al que admiraba, y por eso se llama Sinfonía Heroica, pero le quitó la dedicatoria cuando se enteró de su prepotencia, soberbia y vanidad: 
 
Y me pregunto cuándo tuve la necesidad de hacerme escritor.
 


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