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lunes, 13 de mayo de 2024

"Madrid y París eran una fiesta".


 
Madrid suele ser una fiesta casi todos los días, y ayer domingo por la mañana no iba a ser una excepción, aunque con menos literatura que la que encontró Hemingway en el París de los 20. Las calles del centro estaban cortadas. Los seguidores del Madrid las llenaron de camisetas blancas y las mujeres de la Carrera contra el cáncer de mama de rosa. Es el habitual caos de esta ciudad, aunque siempre he sabido que Madrid es el único lugar donde podría vivir. Eso sí, mi madre siempre me decía de adolescente que algún día me debería ir a París, el lugar más culto del mundo, donde todavía se ven libros en los cafés y por la calle. Y hablar de la "fiesta" en París, me lleva a la obra póstuma de Hemingway. Son sus años de juventud de París, donde fue "muy pobre, pero muy feliz", una especie de "Diario" del hombre y el escritor, crónica de una época y toda una generación irrepetibles, en cuyas páginas aparecen Gertrude Stein, Ezra Pound, Scott Fitzgerald o Ford Madox Ford, aquella "generación perdida". Siempre he pensado que Woody Allen se inspiró en esta obra para su "Medianoche en París", una de esas películas que los soñadores llevamos en el corazón. A menudo mis amigos me acusan de vivir dentro de una película o de una novela, y supongo que es cierto. En esta escena Hemingway nos cuenta cómo hacer el amor de verdad, con auténtica pasión, es retrasar la muerte:
 
Y no me resisto a escuchar y ver el principio de la película:
 
En realidad, el amor es una fiesta.
 



 
 
 

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