A propósito de que el periódico La Vanguardia es tan generoso que se sigue haciendo eco de mi literatura:
Aquí recogen "Un hombre que se parecía a Al Pacino", "Poeta en Madrid", "Cuentos de los otros", "Las mentiras inexactas" (papel y ebook), "Los mundos de Haruki Murakami" (ebook), "Entrevías mon amour" y "La paz de febrero", es decir, buena parte de las miles de horas de mi vida que he dedicado a escribir en soledad, después de pasarme la vida "viviendo" esas novelas. Voy a tener que regresar a Barcelona para darme una vuelta por la Rambla. Mientras me tomo el primer café de esta bonita mañana de sábado me acuerdo de un pequeño hotel, muy coqueto, al lado de la Plaza de Cataluña, donde aprendí a comer kiwis imitando a unas chicas japonesas que no dejaban de reír durante los desayunos. O de las muchas horas que he pasado sentado en el patio del café del Museo Picasso con el fin de captar el "espíritu" de las obras del pintor, como "El loco", de 1904, acuarela sobre papel, "Rastaquouères", de 1901, tinta china a pluma y acuarela sobre papel, "Pintor trabajando", de 1965, óleo y ripolin sobre tela, y "Las Meninas", de 1957, óleo sobre tela.
Acabo el café escuchando "La danza de las horas" de la "Gioconda" de Amilcare Ponchielli, una ópera que vi en su día en el Liceo de Barcelona, creo recordar que en 2005:
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