La literatura sirve para unir a los pueblos y a las personas y elimina las fronteras. Y lo mismo ocurre con la música. Nuestras raíces son las mismas raíces en cualquier lugar del mundo y de la historia del mundo.
El lunes pasado se leyó en la Universidad de Maroua, en el norte de Camerún, una tesis que analiza parte de mi obra literaria. Unos días después un miembro del tribunal, Patrick Toumba Haman -doctor de literatura española por la Complutense-, me envió la primera foto del tribunal. Curiosamente, el día anterior el profesor Alain Djarsoumna me había enviado la fotografía del ya doctor Daniel Domwa. Espero leer pronto esta tesis, pero mientras tanto releo uno de los cuentos estudiados en ella que escribí en Terra mítica, el parque de Alicante que recrea la historia de las antiguas civilizaciones del Mediterráneo, y escucho una música que siempre ha bordeado mi sensibilidad en ese sentido:
"Tierra mítica".
"Caminaban a tientas, ligeramente, amadamente, inadecuadamente, y se perdían en la geografía de sus sombras. Era una pérdida dolorosa y momentánea, hambrienta, con el valor simbólico de la Historia.
Entraron en el parque de atracciones en busca de una excusa que los mantuviera unidos y les impidiera tropezar con la fuerza del instante. Como si la voz del amor y el sexo pudiera consumirse. El mundo se detuvo una vez más cuando ellos se miraron, y luego lo hizo el tren que los conducía por el laberinto de Ariadna hacia la única salida, donde los mapas habían perdido la forma y ya solo quedaba el sentido.
En ese momento se encontraron entre las fronteras de sus cuerpos".
("Cuentos de los viernes", Narrativa Bartleby, 2015).
Y ya que el relato pretende resumir la historia de la humanidad en la historia de amor entre un solo hombre y una sola mujer, me tomo el primer café de esta preciosa mañana de verano con la música de la historia mítica de Orfeo y Eurídice según Pina Bausch. Gluck intentó reformar la ópera barroca y aligerarla de lo accesorio con esta ópera y con "Ifigenia en Tauride" (1781) que utilicé en mi novela "Entrevías mon amour" (2009). Gluck narra la historia del músico Orfeo, quien, tras la muerte de su esposa Eurídice, desciende al inframundo para rogar por su regreso. A pesar de la prohibición de mirar a Eurídice hasta salir del reino de los muertos, sucumbe a la desesperación y la pierde de nuevo. Finalmente, el dios Amor interviene, resucitando a Eurídice como recompensa por la fidelidad de Orfeo. Pina Bausch, la bailarina y coreógrafa alemana que revolucionó la historia europea de la danza del siglo XX y aparece en "Entrevías mon amour", hizo en el año 1975 otra interpretación con una ópera danzada y un paralelismo entre las voces y los bailarines cuyo resultado es la fusión de ambos elementos sobre el escenario (la he puesto en la última foto). Esta versión, donde los dioses no permiten el encuentro de los amantes, la forman cuatro cuadros, "Duelo", "Violencia", "Paz" y "Muerte" en busca de lo esencial, ese lugar desde donde solo los genios parten para la construcción de sus obras:
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