viernes, 16 de diciembre de 2011

Un mundo posible (y III)

La segunda manera de enfrentarse a una obra literaria es desde el punto de vista de su lectura. En el artículo pasado se abordaba la manera en que el escritor construía su texto, y ahora se hace desde la "reconstrucción" del texto por parte del lector. Lo que hace el lector es ir recogiendo los elementos sueltos de la historia para unirlos poco a poco y "reconstruir" el mundo posible que previamente ha sido "construido" por el escritor.

Casi inconscientemente, el lector busca creerse lo que está leyendo. Necesita comprobar que no se le está mintiendo, y menos aún que se le trata como un estúpido. Por ese motivo intenta autentificar la verdad. También se enfrenta ante la función de saturación, es decir, ante la forma en que el escritor ha creado la “textura” de su texto para dar lugar al mundo posible. Si la textura es explícita, el mundo que se crea es determinado; si es implícita, el mundo es indeterminado, y si es una textura cero entonces aparece un mundo hueco.

El siguiente paso para construir el mundo posible ya está marcado. Se trata de sustituir la idea de mito clásico por la de mito moderno. El escritor es un nuevo dios capaz de construir un mundo posible gracias a su texto, pero el texto ya no persigue entender el mundo basándose en los mitos tradicionales, sino que éstos se han transformado en elementos más sofisticados y, a veces, incomprensibles, como por ejemplo, la manera en que el poder económico domina el mundo (en la sombra), o lo hacen los medios de comunicación.

Mucha gente piensa que gracias a Internet y los medios de comunicación modernos, el hombre se encuentra más comunicado que nunca, incluso que es capaz de conocer e interpretar las cosas que ocurren a su alrededor. Pero nada más lejos de la realidad. Los nuevos dioses son el dinero, el poder político y los medios de comunicación, casi siempre interrelacionados. Ahí radica el mito moderno que escritores como Murakami intentan comprender con sus novelas. Tales obras también analizan los procesos de seducción entre las personas, capaces de manipular a los demás usando el erotismo y el sexo.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Un mundo posible (II)

Con este artículo sigo recogiendo la exposición que realicé de la defensa de mi tesis doctoral el Jueves 1 de Diciembre en la Facultad de Filología de la Complutense, sobre "La semántica ficcional de los mundos posibles en la novela de Haruki Murakami". Espero que les guste.

Dentro de la creación poética que pretende ser realista, el referente es la propia realidad, y por ello cuando la creación es antimimética no existe un referente claro, o al menos eso es lo que piensan autores como Russell, Fregre y los pensadores que en el siglo XX pretendieron recuperar las ideas del paradigma mimético, como Auerbach, Hamburguer y Ricoeur, entre otros. Ante este panorama, la visión no mimética de la literatura defiende que la referencia de la creación ficcional es la semántica ficcional, con lo que cobra sentido el modelo de los mundos posibles.

El estudio de la semántica ficcional se puede realizar desde dos puntos de vista. Por una parte tendríamos la manera en que el escritor realiza su obra, por ejemplo, escribe su novela; y en la otra la forma en que el lector lleva a cabo la lectura de esa novela. Serían las dos caras de la misma moneda: la semántica extensional en el primer caso, y la semántica ficcional en el segundo.

Lo que el escritor hace es crear un mundo narrativo sometiéndolo a una serie de restricciones. Se enfrenta a un estado inicial de la naturaleza ficcional y a los cambios que se van produciendo en la misma, construye un mundo de personajes (lo que daría lugar a un mundo unipersonal o multipersonal) y permite que se produzcan sucesos, acciones, interacciones y transformaciones en el estado de la mente, con los llamados fenómenos por generación espontánea.

Las restricciones del proceso creativo surgen de la propia selección de los elementos narrativos comentados, así como de los códigos modales que afectan a cada aspecto de la obra, es decir, los códigos alético, deóntico, axiológico y epistémico, con la relevante importancia del mundo diádico y de la existencia de los dobles. En este último caso, ¿quién no se ha preguntado cuando camina por la calle si no se encontrará a su doble en cualquier momento, o si no existirá ese doble en alguna parte aunque no lo encuentre nunca? Esa es la verdadera referencia de un mundo posible, la “posibilidad” de encontrarnos con nosotros mismos en la piel de otra persona, aunque la idea resulte inquietante.

El lector, mientras tanto, lleva a cabo una lectura intensional de la obra, y acto seguido une cada elemento hasta hacerse una idea de los elementos considerados por el escritor. Es decir, termina “reconstruyendo” el mundo que ha sido construido por el creador de la obra. De ahí que sea imprescindible el estudio de las funciones de autentificación y de saturación, en busca de la existencia ficcional de aquella, así como de la manera en que se ha elaborado la “textura” del texto.

(Publicado en el Diario Progresista el 9 de Diciembre de 2011)

jueves, 8 de diciembre de 2011

Ted Hughes memorial: Poets’ Corner is a white elephants’ graveyard

No one could envy Ted Hughes’s admission to Poets' Corner, Westminster Abbey’s chaotic rockery of memorials. 

http://www.telegraph.co.uk/culture/books/8938472/Ted-Hughes-memorial-Poets-Corner-is-a-white-elephants-graveyard.html

Ted Hughes: taking his place amid a jumble of memorials in Poets' Corner - Ted Hughes memorial: Poets’ Corner is a white elephants’ graveyard
Ted Hughes: taking his place amid a jumble of memorials in Poets' Corner Photo: NILS JORGENSEN / REX
What a mess the floor of Poets’ Corner looks, with its new memorial slab to Ted Hughes. The letter-cutter Ronald Parsons has made a good job of the inscription on slate, but the greenish stone is shoved into a jumble of floor memorials that scream at each other. Notably crass is the neighbouring slab to Edward Lear, depicted in a brown and white cameo wearing rather postmodern spectacles.
It is no wonder that there are plenty of well-forgotten poets memorialised in this preposterous corner that is forever England at its silliest. Not just poets, either, for here is Sir John Pringle, not the maker of golfing jerseys, but a nutcracker-faced military physician who was sacked as President of the Royal Society for disagreeing with King George III about the best shape for lightning-conductors. (The king insisted rounded ends were best.) Pringle, remarks his biographer laconically, “had no liking for poetry”.
So who is this poet over here, commemorated by a carving of a deer with an arrow through its neck? No poet at all, but Thomas Triplet, described by some as a philanthropist, but better remembered as the schoolmaster whose career wobbled in 1662 when he kicked downstairs a boy called George Ent. The boy survived and became a poet of sorts, though he is not commemorated in Westminster Abbey.
If Pringle and Triplet are hardly household names, what of the glorious dead who were poets? Thomas Shadwell’s name for one is familiar, if not as familiar as Shadwell the station between Wapping and Whitechapel. Like Ted Hughes, he was poet laureate. Can you quote any line he wrote? Or name any one of his plays?
If Shadwell is remembered, it is as the butt of Dryden’s satire Mac Flecknoe. There, he is the heir to the kingdom of Nonsense: “The rest to some faint meaning make pretence, /But Shadwell never deviates into sense.” The poem describes his solemn crowning with poppies as tokens of his dullness. In a striking example of life imitating art, Shadwell died of an overdose of comforting opium.

lunes, 5 de diciembre de 2011

En la tertulia del Café Ruiz

Hola, tertulianos:

Os comento algunas cosas.

La primera es invitaros a los que vayais a la tertulia del Miércoles al Cafe Ruiz por lo de mi tesis, es lo mínimo que puedo hacer.
En esa tertulia hablaremos del planteamiento sobre crítica literaria que propuso Graciela el otro día. Seguro que está super interesante.

Lo segundo es anunciaros que el Miércoles 21 tendremos a la escritora Mabel Cuesta en la tertulia, que nos va a presentará la novela que le han publicado. Os pongo dos link de esta novela. Ella es una escritora cubana que vive en EEUU y estará de paso por España en esa fecha



A su vez, el próximo lunes 12, Bartleby (mi editori) presenta un libro de poesía de Angelina Gatell en el Ateneo, a las 19.30. Os copio la información que me ha enviado.

Un abrazo
Justo


Novedades Bartleby Poesía: "Cenizas en los labios", Angelina Gatell


El próximo lunes 12 de diciembre, a las siete y media de la tarde, presentaremos en la Sala Nueva Estafeta delAteneo de Madrid (Prado, 21), el último libro de la poeta catalana Angelina Gatell,Cenizas en los labios. Durante el mismo conversarán con la autora Alejandro Sanz, responsable de la Sección de Literatura del Ateneo, y

Manuel Rico, poeta, novelista, crítico literario y director de la colección Bartleby Poesía.

+ sobre Cenizas en los labios:

Se tiende a vincular la experiencia amorosa con la felicidad, con un tiempo luminoso, con una realidad acogedora, apacible. Pero muchas más veces de lo habitual —incluso en pleno siglo XXI—, el amor se construye, se vive, se goza o se sufre en escenarios especialmente duros, hostiles. Cenizas en los labioses la crónica de una intensa experiencia amorosa vivida en los más duros años de nuestra posguerra por una mujer, “niña de la guerra”, hija de la derrota: “Años 40. No hubo / ninguna luz entre la pétrea niebla, / tan sólo la esperanza / de que el amor vendría a protegerme”. Angelina Gatell, con este libro, nos muestra la plenitud de su saber poético, de su intuición, de su capacidad para aunar una alta ambición lingüística con la recreación de un mundo gris, cruel, en blanco y negro, en el que la humillación, la falta de horizontes y la demolición de los sueños de un mundo mejor se atemperan con la experiencia amorosa. El amor como refugio, como protección de quien aspiró a la felicidad con el telón de fondo de una ciudad derruida, derrotada, de una sociedad en claroscuro, que, a pesar de todo, busca la luz. Un hermoso libro: intenso, emotivo, maduro. Una obra mayor de una de nuestras grandes poetas de la generación del medio siglo. MANUEL RICO

+ sobre Angelina Gatell:


Angelina Gatell nació en Barcelona en 1926. En 1952 fundó con su marido Eduardo Sánchez uno de los primeros teatros de cámara españoles, El Paraíso y, años después, la tertulia literaria independiente Plaza Mayor, junto a José Hierro, Manrique de Lara y Aurora de Albornoz. Ha publicado, entre otros, los libros de poemasPoema del Soldado (Premio VALENCIA de Poesía, 1954), Esa oscura palabra (1963), Las Claudicaciones (1969, reeditado por Torremozas en 2010), Los Espacios Vacíos y Desde el Olvido(Bartleby Editores, 2001), Noticia del tiempo(100 sonetos de ayer y de hoy) (Bartleby Editores, 2004) y Mujer que soy (La voz femenina en la poesía social y testimonial de los años cincuenta) (Bartleby Editores, 2007). Actriz de doblaje, dedicada a la adaptación de diálogos y a la dirección, ha traducido al castellano para diversas editoriales más de cien obras de literatura infantil, genero donde además publicóMis primeras lecturas poéticas (Antología poética para niños) (1980), Mis primeros héroes (Biografías cortas para niños) (1981), El hombre del acordeón (1984) y La aventura peligrosa de una vocal presuntuosa (1988). En colaboración con Carmen Conde elaboró la antología Poesía femenina española (1971).








Cenizas en los labios (Noviembre 2011)
Angelina Gatell
Poesía

1ª Edición
978-84-92799-28-2
PVP: 10 €
Año de publicación: 2011
91 páginas



Información y pedidos prensa: Pepo Paz Saz Tel. 91 660 72 59 y comunicacion@bartlebyeditores.es


domingo, 4 de diciembre de 2011

Un mundo posible (I)

Éste es el principio de mi "speech" en la defensa de la tesis titulada "La semántica ficcional de los mundos posibles en la novela de Haruki Murakami" que realicé en la Complutense (Filología A) el Jueves 1 de Diciembre. Lo copio de la publicación en el Diario Progresista del día siguiente.

Un mundo posible es algo que no es real, pero que existe. Dentro de la literatura, es el texto el que crea ese mundo posible, y no al revés. Se podría hablar de dos tipos de textos. Un texto (R) que representa al mundo ya existente (por ejemplo, una investigación, un estudio, una tesis doctoral) y un texto (C) que crea el mundo. Ese mundo posible nace gracias al texto.

El origen conceptual del mundo posible se encuentra en algunas aportaciones de Leibniz y de una serie de filósofos suizos del siglo XVIII, entre los que estarían Bodmer, Breitinger y Baumgarten. Gracias a ellos cobró sentido la idea de lo real maravilloso, o incluso de lo “heterocósmico”, esas ficciones que son imposibles en el mundo real pero que adquieren sentido gracias a la literatura. Doležel recuperó sus aportaciones como una forma de dar cabida a los textos poco miméticos, o decididamente antimiméticos, entre los que se encontrarían los de Kafka, Rulfo, García Márquez, Calvino o el propio Murakami.

Sin embargo, para desvincular la idea de mundo posible de su carácter ontológico, y, a su vez, para no quedar convertido en un conjunto de simples metáforas, es necesario establecer una serie de principios de los mundos ficcionales dentro de los mundos posibles, así como de características propias de los mundos de la literatura dentro de los mundos ficcionales.

Entre ellas cabría citar el hecho de que los mundos posibles sean conjuntos de cosas que no son reales (como ya se dijo), pero que existen; también que son mundos ilimitados, y que hay canales semióticos que permiten el acceso a los mismos. Y, más en concreto, dentro de la literatura esos mundos son incompletos (nunca se sabrá cuántos hijos tuvo Lady Macbeth, por ejemplo, o si Madame Bovary nació con una mancha en la espalda), tampoco son semánticamente homogéneos (o al menos no lo son siempre) y además son construcciones que adquieren sentido en el texto. Por ese motivo es necesario analizar la teoría del texto ficcional.

domingo, 27 de noviembre de 2011

Mi tesis doctoral

El próximo Jueves 1 de Diciembre leeré mi tesis en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada.

Será a las 11.30 en el Edificio A de Filología (en el Paraninfo de la Complutense), en el Aula 217. La tesis se llama "La semántica ficcional de los mundos posibles en la novela de Haruki Murakami", y me la han dirigido Antonio Garrido y Fernando Rodríguez Lafuente.

En fin, si a algunos os apetece y podéis, allí nos veremos.

La lámpara maravillosa (y II)

¿Ya se han mirado en el espejo durante diez minutos? Entonces habrán podido describir sus sensaciones, y sentirse más cercanos al conocimiento. En el fondo la respuesta está dentro de nosotros mismos, en nuestro interior, a través del camino más corto (y a la vez más largo) que nos podamos imaginar.

En la lámpara maravillosa de Valle-Inclán se encuentran alusiones a los pitagóricos, al Renacimiento, al misticismo primitivo, a Nietzsche, así como elementos simbolistas y astrológicos. Valle lo transporta todo al mundo de la estética, a pesar de su complejidad.

El complemento de este tratado de estética es su poesía. “Aromas de leyenda” prepara el camino a la lámpara. Es un libro subjetivo, modernista-simbolista. Ahí está la religiosidad gallega. Darío se refirió a la “intensidad” y la “dureza” para referirse a Valle. Las imágenes de Valle son de otro mundo. Por eso en él también hay ecos de Garcilaso, Virgilio, Juan de la Cruz, incluso de Verlaine.

En “La pipa de Kif” se encuentran poemas de tipo social, pero también de tipo alucinógeno. Hay misticismo, droga y poesía tradicional. Es una especie de flores del mal, donde intenta justificar, teóricamente, otro mundo, que en la lámpara se convierte en estética, como tratado místico que reúne todas sus experiencias de la otredad. De la aridez del ermitaño surge el éxtasis, y de aquí se llega a la belleza, la intuición de la unidad. La belleza es el camino a lo divino.

La lámpara y los esperpentos se neutralizan, y surge el objetivismo. Lo esencial es el poder mágico de despertar emociones por parte de las palabras. La vivencia que le queda al lector es la experiencia intuitiva del misterio que ha de ser descifrado.

(Publicado en el Diario Progresista el 25 de Noviembre de 2011)

sábado, 19 de noviembre de 2011

La lámpara maravillosa (I)

Hay elecciones generales en España en un par de días, y parte de la opinión pública se encuentra sumida en una especie de anestesia fatalista. En una situación así me gustaría recordar la figura de Valle-Inclán, el gran hereje de su tiempo, un tipo que luchó contra la rutina impuesta por la sociedad de su época. Valle siempre fue consciente de su soledad estética.

Fue un provocador, pero con un núcleo metafísico de sentido estético. (¿Dónde se encuentra la estética en estos tiempos, en la crueldad de los mercados financieros y ese afán que le ha entrado a todo el mundo por acumular dinero sin valorar que sólo tiene sentido el conocimiento?) Valle buscó un estilo personal, la música de las palabras, los espejos mágicos.

También fue un poeta radical que impregnó todo lo que hacía con su fuerza. Buscó entender el mundo con una mirada diferente. El poeta se apropiaba de una voz que servía para sacarlo de sí y llevarlo a la Naturaleza. Para ello se inspiró en el gnosticismo. Había que cerrar los ojos del cuerpo, pero a cambio de que se abrieran los del alma. Los dioses habían muerto, pero apareció de pronto una experiencia trascendente. Era la búsqueda de lo inefable.

La palabra es la que abre las puertas de lo desconocido. Las evocaciones y revelaciones nacen en el poeta gracias a la palabra. La palabra despierta emociones. La experiencia estética se define por su fondo emocional. La estética es experiencia, no técnica. Sólo se puede comprender aquello que tiene sus “larvas” en la conciencia y acompaña al hombre desde que nace hasta que muere.

Valle fue un renovador continuo y eso le llevó a la soledad estética. Fue un escritor inquietante, sobre todo con “La lámpara maravillosa”. La iluminación se produce tras la “sequedad”, la desposesión. Por eso se unen la ética y la estética. Los espejos de Valle son constantes; en la lámpara dice que las palabras son espejos mágicos. El pensamiento humano es como el fruto sagrado del sol.

Y ahora me dirijo a los lectores de este artículo. Hagan la prueba del espejo, por favor. Sitúense frente a un espejo, mírense durante diez minutos, fijamente, y traten de salir de sí mismos. Y después escriban lo que ven, o lo que sienten. De esta forma, la semana que viene seguiremos hablando.

(continuará)

viernes, 11 de noviembre de 2011

El origen del "librero"

(Para Ana Lima)
Ahora que parece que la profesión de librero (tradicional) está a punto de desaparecer, o al menos se encuentra amenazada de muerte, me gustaría hacerles un pequeño homenaje deteniéndome unos instantes en la figura del "estacionario", origen del actual librero. 

Como es sabido, las universidades (o estudios generales) nacieron en Europa en los siglos XII y XIII. Además de la calidad del profesorado y de la existencia de instalaciones adecuadas, era necesaria una figura que garantizara la calidad de los textos manejados por los estudiantes, en una época en que todavía la imprenta quedaba muy lejos. Aquella figura se denominó estacionario, y tuvo una función muy importante en el sistema educativo medieval.

           El estacionario contaba con unos ejemplares o copias de los libros de clase, de calidad contrastada y aceptados por los profesores y el propio rector de la universidad. Como estaban desencuadernados, los propios alumnos - o los copistas profesionales - podían hacer copias de los mismos sin dificultad. Alfonso X aseguró en un documento de 1254 que el estacionario debía tener “los exemprarios buenos e correctos”. En las “Siete Partidas” (1256-1265), consideró al estacionario indispensable en todo estudio general, ya que gracias a él los estudiantes podían hacerse con copias fiables y corregir los errores existentes en otros casos.

           El cambio en la forma de elaborar los libros transformó el oficio del estacionario, y terminó por privarle de su propio nombre. Desde entonces, fue “librero” sin más. Desde el siglo XVI, además, su nombre desapareció de los diccionarios y el mismo vocabulario. Como asegura Gómez Moreno, hubo que esperar hasta los años treinta del siglo pasado para que ciertas investigaciones sobre la copia de manuscritos a partir de ejemplares desmembrados en “pecias” o cuadernos lograran recuperar su figura.

           (Publicado en Diario Progresista el 11 del 11 del 11)

viernes, 4 de noviembre de 2011

El poeta en busca de lo inefable

(para Manuel Rico)

El abismo sólo puede salvarlo la palabra. Y eso es lo que hace el poeta (del absoluto). Para él las palabras no son intercambiables. Sólo existe una palabra, y no otra. Lo esencial no es buscar el adjetivo, sino la palabra.

Es la posibilidad de interpretar los silencios, la pelea con el idioma. El fenómeno de la inspiración tiene su precio. El poeta apresa el sentido oculto del mundo. Las palabras tocan el centro de la tierra (que diría Zambrano). Y la pelea es terrible.

Nos encontramos ante un proceso de conocimiento. El poeta intenta “cincelar” la forma (Bécquer), pero no ve el camino. Es la realidad y el deseo de Cernuda. No existe una urgencia de comunicación. Bousoño quería la realidad, pero una realidad interior. Hierro quería la torre de marfil, pero para cambiar el mundo.

Es la pelea entre la fantasía y la imaginación, la realidad y los sueños. En el proceso mental del poeta, incluso el amor constituye parte de su visión interna. El poeta no puede vivir sin escribir, porque en caso contrario esas imágenes le matarían. Si dormir equivale a morir, que diría Shakespeare, sólo la poesía puede salvarle, porque es lo que quedará, lo que pervivirá (algo que no es, exactamente, la pureza de la inmortalidad).

Así nace la voz del idioma, que es la voz de la poesía. No tiene nada que ver con el cronista que se limita a describir lo que ve. El proceso de maduración del poeta que busca lo inefable tiene que ver con lo que no está claro. Los propios poemas sirven para que la poesía madure lentamente. Por eso la realidad sensible no es más que un fragmento de esa realidad.


(Publicado en Diario Progresista el 4 de Noviembre de 2011)

sábado, 29 de octubre de 2011

Tertulia del 2 de Noviembre de 2011

Comento varias cosas:

Lo primero es daros las gracias en nombre de Ángel García Galiano. Me ha escrito y me ha dicho que se lo pasó muy bien con nosotros ayer por la tarde. Yo creo que fue recíproco, claro.

Me ha enviado también el enlace del Congreso sobre Moore (el autor de "V" que tanto admira) que va a desarrollarse en el Paraninfo del edificio A de Filología en Noviembre en el departamento de Lengua española y Toería de la Literatura (el mío, por cierto). Algunas cosas tienen muy buena pinta para saber por dónde camina la literatura en estos tiempos.

http://congresoalanmoore.blogspot

Para la próxima tertulia, la del día 2, tenemos invitada a la poeta Ana Delgado, que nos presentará su libro "Uvas, sexo y chocolate". Nos la presentará nuestra actriz Sol Montoya.

Y para que no me echen más la bronca por no decirlo, os comento que el 1 de Diciembre, a las 11.30, en la segunda planta del Edificio A de Filología leeré mi tesis sobre "La semántica ficcional de los mundos posibles en la novela de Haruki Murakami", que han dirigido Garrido y Lafuente. Si a alguno os apetece, y podéis ir, sería bonito veros por allí.

Rilke en La Mancha (y III)

En la Elegía de Rilke también se observa mucho cosmopolitismo, como si su autor necesitara reflejar toda la historia de la humanidad en el interior de los versos del poema, algo similar a lo que le ocurrió a Eliot con "La tierra baldía", una especie de resumen del alma humana y de su paso del reposo al movimiento (y viceversa) a lo largo de los siglos.

Una explicación plausible es que Rilke fue un trotamundos que nació en Praga, pero vivió experiencias repartidas por toda Europa, desde Rusia hasta París pasando por Suiza. Era la pulsión romántica del viaje, a pesar de que su literatura ya no reflejara esa época.
Quizá por ello la elegía se sitúa en la coordenada temporal, pero al final pasa a la espacial. El poeta debe traspasar tanto la vida como la muerte, al igual que les ocurre a los ángeles. La vida que recoge el poema es una vida (una ciudad) falsa. De ella sólo pueden salir los muertos.

“Los ojos del muchacho no la aprehenden, todavía
en el vértigo de la muerte temprana. Pero la mirada
de la esfinge, desde detrás del borde del pschent,
espanta al búho. Y rozándola en lento frotamiento
a lo largo de la mejilla, la de redondez más madura,
el búho dibuja suavemente en su nuevo oído de muerto,
sobre una hoja doble, abierta, el contorno
indescriptible.

Y más arriba, las estrellas. Nuevas. Las estrellas
del país del dolor. Lentamente las nombra la Lamentación:
"Mira, aquí: el Jinete, el Bastón, y a la constelación
más llena la llaman: Corona de Frutos. Luego, más allá,
hacia el polo: Cuna, Camino, el Libro Ardiente, Títere,
Ventana. Pero en el cielo del sur, pura como en la palma
de una mano bendita, la clara M resplandeciente,
que significa las Madres...

Pero el muerto debe avanzar, y en silencio la anciana
Lamentación lo lleva hasta el barranco
donde resplandece la luna:
la Fuente de la Alegría. Con veneración
ella la nombra, dice: "Entre los hombres
es una corriente que arrastra".

Están al pie de la montaña
y ahí ella lo abraza, llorando.

Sube él, solitario, hacia los montes del dolor original.
Y ni siquiera una vez su paso resuena desde el destino mudo.

Pero si despertaran en nosotros un símbolo, ellos,
los interminablemente muertos, mira, señalarían quizás
los amentos de los avellanos vacíos, colgantes,
o pensarían en la lluvia, que cae sobre el suelo oscuro en primavera.

Y nosotros, que pensamos en la dicha creciente,
sentiríamos la emoción
que casi nos consterna
cuando algo dichoso cae”.

El viaje al pueblo de La Mancha profunda terminó con una copiosa cena en la misma Plaza Mayor. No creo que consiguiéramos que el alcalde dejara las calles como estaban, pero, al menos, a mí me sirvió para hablar con personas comprometidas con su presente y su futuro.
Unos días después ETA nos daba una gran alegría.
Los ángeles de Rilke podían dejar de lamentarse.

Artículo publicado en el Diario Progresista el 28 de Octubre 2011

sábado, 22 de octubre de 2011

García Galiano en la Tertulia del Café Ruiz

Quería comentar unas cosas sobre la tertulia:

1) Seguimos haciéndola en el "Café Ruiz", ya que en "Tipos Infames" nos querían alquilar el local, pagando claro. En el Café Ruiz nos reservan todos los miércoles la parte final del mismo, a las 18,30 h (ya estuvimos ahí el miércoles pasado), y se está muy bien.

2) Como había adelantado, el próximo miércoles nos visitará un gran escritor: Ángel García Galiano, para hablarnos de su novela "Hilo de plata", y de lo que queráis, porque es un magnífico docente. Algunos ya lo conocéis porque estuvo hace un par de años con nosotros, y además estuvimos en la Casa del Libro en la presentación oficial de la novela.

Rilke en La Mancha (II)

Después de la comida, reanudamos la marcha camino de Villamayor de Calatrava. Nos esperaban a las cinco de la tarde, en la Plaza Mayor, para comenzar las reivindicaciones poéticas de personajes "tan poco conocidos" como Pablo Neruda, Pablo Iglesias y Enrique Tierno. Seguí leyendo la Décima Elegía de Rilke.

Este poema tiene muchas interpretaciones. Sus versos son resbaladizos, pero nunca pierden su afán modernista. En ellos se nota el poder de la autodestrucción, de la inmolación del autor en la propia obra. Es la búsqueda del sentido de la muerte, del individuo situado en el espacio y el tiempo.
No tardamos en encontramos con el ángel y la noche. El ángel está fuera de la vida y de la muerte, y se puede comparar con el “ciprés” de Valéry. No existen referencias a la mitología judeo cristiana, sino que domina una visión pre cristiana, con el magisterio de los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego.

“Sólo los muertos jóvenes, en la primera condición
de serenidad atemporal, la deshabituación, la siguen
con amor. Ella aguarda a las chicas y se hace amiga
de ellas. Silenciosamente les muestra lo que lleva
consigo. Perlas de dolor y los finos velos
de la tolerancia. Con los muchachos camina
en silencio.

Pero ahí, donde viven, en el valle, una Lamentación,
una de las más ancianas, se encarga del muchacho, cuando
él pregunta: -Nosotras éramos, dice ella, una
gran familia, nosotras, las lamentaciones. Los padres
trabajaban en la minería, ahí en la gran montaña:
entre los hombres, a veces encuentras un pedazo
de dolor original, pulimentado, o lascas de ira
petrificada del viejo volcán. Sí, esto venía de ahí.
Alguna vez fuimos ricas.

Y ella lo conduce ligeramente a través del amplio paisaje
de las lamentaciones, le muestra las columnas
de los templos y las ruinas de los castillos, desde donde
antiguamente, los príncipes de las lamentaciones
con sabiduría gobernaban el país. Le muestra los altos
árboles de las lágrimas y los campos de la florida
melancolía. (Los vivos sólo la conocen como follaje
tierno.) Le muestra los animales del duelo, paciendo,
y a veces, un pájaro se espanta, y traza en el espacio,
volando bajo, frente a ellos, de través, al ras
de su mirada, la imagen escrita de su grito solitario.
Al atardecer lo lleva a las tumbas de los ancianos
de la familia de las lamentaciones, las sibilas
y los señores del consejo. Pero se acerca la noche,
así que caminan más quedo, y pronto se levanta, lleno
de luna, el monumento funerario, que vela sobre todas
las cosas. Es hermano de aquélla del Nilo, la sublime
esfinge: rostro de la cámara callada. Y se asombran ante
la cabeza coronada, que para siempre, silenciosamente,
ha puesto el rostro de los hombres sobre la balanza de las estrellas.

(continuará)

viernes, 14 de octubre de 2011

Rilke en La Mancha (I)

El sábado 8 de Octubre de 2011 un grupo de románticos nos dirigimos desde Madrid a un pueblo de La Mancha, Villamayor de Calatrava, para reivindicar la memoria y el arte. ¿Cómo era posible que el nuevo alcalde decidiera cambiar los nombres de unas calles alegando que nadie conocía, por ejemplo, a Pablo Neruda? Ya se ha hablado bastante de ello en este periódico, así que voy a referirme a una de las consecuencias que para mí tuvo aquel viaje hacia la tierra de don Quijote.

Después de las lógicas intervenciones políticas del evento (presentadas por el increíble Antonio Carmona), tuvo lugar la parte más interesante - la lectura de poemas-, desde un señor de ochenta y tantos años, hasta unos niños de diez o doce. Yo también había decidido leer algo, pero al final me pareció que el poema que había elegido era muy largo. Al salir de casa me había metido un libro en el bolsillo de la chaqueta, pensando que durante el viaje elegiría un poema adecuado para la ocasión. Me refiero a una Antología poética de Rilke que me acompaña desde el año 1982.

A Rilke empecé a entenderlo desde que la profesora Jana Popeanga me hablara de él durante un máster de Estudios Literarios en la Complutense. No es que antes no encerrara algún sentido inefable para mí, pero desde que aquella profesora rumana no se refirió a Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé, etcétera, para desembocar en Rilke y Eliot, no entendí que parte del sentido de la vanguardia se me había escapado.
Ya en el autobús, y después de charlar un rato de literatura con Antonio José Cerdá y Gustavo Vidal, busqué las “Elegías de Duino”. La más especial siempre había sido la Décima, que comienza de esta forma:

“Que un día, libre ya de la terrible visión que me acosa,
se eleve mi canto de júbilo y alabanza hasta los ángeles propicios.
Que ninguno de los martillos de mi corazón
pulsados nítidamente rehúse herir las cuerdas flojas, vacilantes o desgarradas.
Que mi rostro inundado de lágrimas me haga más resplandeciente:
que el llanto imperceptible florezca.
¡Qué caras me seréis, entonces, oh noches,
llenas de pesadumbre!
Cómo no me arrodillé más ante ustedes, hermanas
inconsolables, para recibirlas; cómo no me abandoné
a mí mismo, más suelto todavía, en su suelto cabello.
Nosotros, derrochadores de dolores. Cómo por anticipado
los divisamos en la triste duración: por si tal vez
tienen final. Pero ellos son, desde luego, nuestro
follaje de invierno, nuestro oscuro verde perenne,
-uno de los tiempos del año secreto, no sólo tiempo-;
son lugar, asentamiento, lecho, suelo, domicilio.
Por cierto, ay, qué extrañas son las callejuelas
de la Ciudad del Dolor, donde en el falso silencio,
fuerte, hecho de gritería, lo que ha sido vertido
del molde del vacío alardea: el dorado estrépito,
el monumento estallante. Oh, cómo un ángel
les aniquilaría, sin dejar rastro, el mercado
de consuelos, al que la iglesia rodea, la que compraron
prefabricada: limpia, cerrada y desengañada como
una oficina de correos en domingo. Fuera, en cambio, cómo
se encrespan las orillas de la feria. ¡Columpios
de la libertad! ¡Buzos y malabaristas del afán!
Y el tiro al blanco de la felicidad acicalada,
con figuritas, donde los blancos se tambalean
como de hojalata cuando son alcanzados por un tirador
más atinado. Del aplauso hacia el azar, sigue él,
a traspiés; pues se anuncian puestos de todo tipo
de curiosidades, tocan al tambor y chillan. Pero hay
para los adultos algo más especial que ver: cómo
se multiplica el dinero, anatómicamente, no sólo
por diversión: el órgano genital del dinero, todo,
el conjunto, el procedimiento, esto instruye y hace
fértil...
...Oh, pero ahí junto, afuera, detrás de
las últimas vallas, tapizadas de anuncios
de "Sin Muerte", de esa amarga cerveza, que parece dulce
a sus bebedores, siempre y cuando mastiquen con ella
diversiones frescas..., exactamente a espaldas
de las vallas, exactamente detrás, está lo real.
Los niños juegan, los amantes se toman uno al otro,
apartados, con seriedad, en la pobre hierba, y los perros
tienen su mundo. El muchacho es atraído más allá;
quizás ama a una joven Lamentación... Tras ella va
por praderas. Ella dice: -Lejos. Vivimos allá afuera.
-¿Dónde? Y el muchacho sigue. Ella lo conmueve con su
actitud. El hombro, el cuello... quizás ella es de noble
origen. Pero la deja, se da la vuelta, mira en torno,
hace una seña... ¿Qué se ha de hacer? Ella es una
Lamentación”.

Dejé de leer en este punto. Nos acercábamos a las Tablas de Daimiel para comer, y el curioso paisaje reclamaba mi atención.

(continuará)

viernes, 7 de octubre de 2011

Cambio de ubicación de la Tertulia Literaria

Quería comentar que, por motivos de espacio, tenemos que cambiar de sitio para hacer las tertulias. Parece ser que el Café Ruiz se ha puesto de moda, y el último día casi no había sitio, ya que hay más tertulias. En fin, el caso es que he hablado con uno de los dueños del Café Librería "Tipos Infames...", que está en la calle San Joaquín, 3, casi esquina con la calle Fuencarral, muy cerca del metro de Tribunal, en pleno Malasaña. Es un "infame" muchacho majísimo que estudió Teoría de la Literatura, como yo, y nos deja un sitio adecuado para nuestras charlas. Algunos miércoles hay presentaciones de libros sobre las 8 de la tarde, así que podemos terminar a esa hora o quedarnos a alguna de ellas.

La librería, como tal, es francamente buena, ya que tienen un gusto excelente para seleccionar libros.

El próximo miércoles es fiesta, así que nos veremos el siguiente en este nuevo sitio. A ver si para entonces puedo invitar a uno de los fundadores de la revista digital "Culturamas", que es amigo, y del que os hablé el otro día.

(Por cierto, espero que disfrutarais ayer los que fuisteis a la Residencia de Estudiantes con el recital de Lêdo Ivo)

Posmodernidad literaria (y IV)

El recurso a las redes sociales es una consecuencia de todo lo expuesto en los anteriores artículos. También influyen la cultura cinematográfica (el arte del siglo XX) y la realidad virtual que proporcionan los nuevos soportes técnicos, el marketing y la música pop -sobre todo, entre los jóvenes- conectada con todo tipo de músicas, desde la clásica a las de los países del Tercer Mundo.

La ficción ha estado confinada hasta hace poco en el restringido ámbito de la creación artística, pero ha terminado por contagiar la realidad cotidiana a través de la visión que de ella ofrecen los medios. Se vive dentro de la cultura del simulacro y la simulación; es la cultura del “remake” (en cine, teatro, arquitectura, pintura, literatura). El mapa ha cubierto el territorio, por utilizar la metáfora de Borges. Todo se virtualiza y puede resumirse en imágenes, con inversión de los papeles entre el sujeto y el objeto; ahora sería el objeto el que representa al sujeto.

Aun así, no hay que olvidar que el arte ayuda a encontrar un sentido a la vida. Lo virtual lucha contra la mentira del poder utilizando otra mentira mejor; es un paso más en el camino del ser humano. A la hora de estudiar el cuerpo humano se ofrece un diagnóstico en tres dimensiones, y ya se habla incluso de telecirugía. En economía, los bancos se convierten en virtuales, como el dinero. Y en cuanto al texto, hay que referirse al hipertexto (un texto virtual) que se abre a través de enlaces. Los jóvenes y menos jóvenes navegan ya habitualmente con su “messenger” o lo hacen a través de “blogs”.

Con el desarrollo de Internet y las nuevas tecnologías se pueden crear, literalmente, nuevos mundos que no necesitan de la materia prima del mundo real para que puedan existir, e incluso interactuar. Algunos ejemplos son las películas de los ochenta como Blade Runner, con el eclecticismo entre cine negro y ciencia ficción, el pastiche temporal, la mezcla de razas e idiomas, y el mundo como realidad virtual, donde cada vez hay menos diferencias entre realidad y ficción.

También puede considerarse la primera película de Indiana Jones, y películas esenciales de la posmodernidad, como E.T. o Matrix, lo que recuerda a Jankélévitch y sus expresiones “yo no sé qué” y “casi nada”, a la hora de representar lo que no es posible representar, de decir lo que resulta indecible o de mostrar lo que parece invisible.

sábado, 1 de octubre de 2011

Posmodernidad literaria (III)

El discurso narrativo se encuentra sometido en la actualidad a un juego especular caracterizado por la continua manipulación de las convenciones de la ficción, el uso y abuso de la metaficción y de la transtextualidad.

Las obras se convierten en polifonías textuales cuando, además de la suya, resuenan otras voces, otros lenguajes ajenos. La conciencia es esencialmente dialógica; la idea adquiere sentido al relacionarse con ideas ajenas. En la novela, sobre todo, el autor es consciente de que el mundo está saturado de palabras ajenas, entre las que tiene que lograr su propia palabra. La metaficción recuerda al lector que está ante una obra de ficción, y se trata de jugar con la relación entre la distinción tradicional de ficción y realidad.

No hay fronteras entre la alta y la baja cultura, sino una estética publicitaria y un diseño de cómic. Los escritores y lectores entran y salen, continuamente, de la ficción en ese juego metaficcional. Con estos procedimientos se puede llegar a la ruina del mecanismo mismo de la construcción ficcional, aunque la literatura transforma ese problema en una verdadera conquista.

Según Lyotard, el eclecticismo es el grado cero de la cultura general contemporánea. Así, al mediodía comemos tranquilamente en un McDonalds, mientras que por la noche elegimos un plato de cocina local. A pesar de que vivamos en Tokio, nos perfumamos como en París, y oímos “reggae” o miramos un western. Al lector se le pide su participación y se le asegura que si la lleva a cabo disfrutará realmente con el relato. Teniendo en cuenta que la novela ya había fagocitado muchos géneros literarios, ahora reparte esas funciones entre la narración lírica, la narración filosófica, el pastiche fantástico o la crónica autobiográfica o de viajes. ¿Ya no existe la posibilidad de una obra que sea todas estas cosas a la vez?

Un aspecto que no debe olvidarse es que el lector está condicionado por la cambiante información de los medios de comunicación, pero a este aspecto le dedicaré el próximo artículo.

(Publicado en el Diario Progresista, el 30 de Septiembre de 2011)

jueves, 29 de septiembre de 2011

Posmodernidad literaria (II)

En el mundo capitalista globalizado está surgiendo un nuevo público lector, menos culto que el que leía a los escritores de vanguardia de las primeras décadas del siglo XX, pero que tiene otras capacidades para entender los avances tecnológicos y culturales del proceso económico.

Es un lector que busca ciertas cosas en un libro, como pasar el tiempo lo mejor posible, y divertirse. No obstante, también existe un lector que intenta descifrar los enigmas y las claves planteados en el texto, que interesa a los escritores comprometidos con el arte de este tiempo, y no al escritor de “best sellers” que se conforma con recibir un sueldo cada año por cada obra de encargo.

Ese lector puede vivir en cualquier lugar, o tener preocupaciones distintas de otros lectores que, como él, están leyendo el mismo libro. Pero eso es lo de menos, lo importante es que comparte las mismas necesidades, ideas y manera de pedir “auxilio” para salir del caos en que vive inmerso. Los escritores, por su parte, están sugestionados por el fenómeno de la autoconciencia, lo que influye en la supremacía del fenómeno del “yoísmo”.

La novela no tiene por qué tener un final, ni malo ni bueno, porque la vida de tampoco lo tiene. El final es la muerte, por supuesto, pero nadie quiere pensar en ello. Es mejor creer que las cosas malas se van a solucionar, y que pueden recibirse ciertas enseñanzas del libro que se está leyendo. Lo importante es el camino que se recorre con el autor, alguien que permite al lector hacerse todo tipo de preguntas, aunque no tengan una clara respuesta.

Es necesario confiar en los demás, en este caso en la magia de la literatura, y buscar un final para los problemas de espíritu. Cada lector puede encontrar un final adecuado, inventárselo, como una especie de proyección antropológica de su propio ser sobre la obra. Ese final abierto se relaciona con los espacios en blanco de la novela, tan esenciales como el “vacío del lienzo” y “el silencio en la música”.

(Publicado en el Diario Progresista el 23 de Septiembre de 2011)

Próxima tertulia del Café Ruiz

Os quería informar (sobre todo a los que no pudisteis venir ayer al Café Ruiz) que el próximo miércoles nos iremos a la Residencia de Estudiantes (a las 19 horas), en la calle Pinar (la melancólica Colina de los Chopos, de Juan Ramón), para escuchar el recital poético de uno de los mejores poetas brasileños actuales, Lêdo Ivo (os adjunto la nota de la propia Residencia). Por cierto, esos días también habrá un ciclo de conferencias sobre Keynes, súper interesantes.

Otra cosa, hemos decidido leer para el próximo mes una de las novelas más más más posmodernas: "Si una noche de invierno un viajero", de Calvino. Os la recomiendo vivamente.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Las tertulias del Café Ruiz

Esta tarde se reanudan las tertulias literarias en el Café Ruiz, de la calle Ruiz.

Serán todos los miércoles a las 18,30.

A ver si nos divertimos tanto como siempre.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Posmodernidad literaria (I)

La globalización tiene raíces económicas y financieras y está “uniformando” la ideología, las costumbres, los gustos y la cultura de casi todos los seres humanos del planeta. Este proceso no tiene marcha atrás y afecta tanto al derrumbe de las fronteras entre los países, como a la libertad de los mercados de capitales, mercancías, servicios y trabajadores.

El sistema capitalista cree que todo tiene un precio y los mercados se autorregulan. Es como si se volviera al viejo concepto de mano invisible de Adam Smith, con una oferta que crea su propia demanda. Lo malo es que el que permanece fuera del sistema queda eliminado automáticamente.

Un ejemplo de desorientación es la actual crisis económica, iniciada en el verano de 2007 con la quiebra de las “hipotecas basura” en Estados Unidos y que se ha extendido al resto de economías desarrolladas del mundo. Los bancos no quieren prestar dinero, las familias no desean consumir y las economías quiebran. Ahora más que nunca vuelven a estar de moda las expectativas que afectan a las actividades ordinarias de los seres humanos, los “animal spirits”, un concepto acuñado por el economista Maynard Keynes (amigo de Virginia Woolf y el grupo de Blommsbury) para mostrar el grado de irracionalidad del hombre.

En este contexto no sería descabellado pensar que las personas cada vez se comunican más, pero lo que se observa es que están aumentando los problemas del espíritu, con personas cada vez más solas, aisladas, dominadas por enfermedades que no sólo provienen del exterior, sino del interior de ellas mismas.

Determinadas actitudes son fáciles de entender desde una óptica puramente económica. Se multiplican las consultas a los psiquiatras, psicólogos y psicoanalistas, las sectas religiosas han resurgido de sus cenizas y se producen atentados sobre personas que no han hecho daño a nadie y que suelen tener raíces aparentemente incompatibles de tipo económico y religioso.

En tiempos así suele triunfar la literatura de la soledad y el desamor, la literatura del aislamiento, con personajes que buscan con desesperación que los quieran, los deseen, los escuchen sólo unos segundos que justifiquen su existencia. Unos personajes que están al borde del abismo, y que piden a gritos que alguien les eche una mano y les impida saltar para acabar con su sufrimiento. Ante una situación de caos, tanto físico como psicológico, se necesita más que nunca una literatura que sirva para unir a los seres perdidos del planeta.

Quizá por ello están triunfando las narraciones auto-anulantes y auto-reveladoras (la metaficción en general), las narraciones “ich”, o en primera persona, y las novelas llenas de mundos imposibles no autentificables. Además, ya no se cree en dioses que dirigen los destinos desde su mundo sobrenatural, como he tratado de demostrar en mis últimos artículos de este periódico.


(Publicado en el Diario Progresista el 16 de Septiembre de 2011)

viernes, 9 de septiembre de 2011

El crepúsculo de los dioses

Con esta ópera se cierra el ciclo del anillo, y también los cinco artículos que he escrito para evocar, de alguna forma, los veranos de mi infancia en la sierra de Gredos. Posiblemente aquí se encuentre la música más hermosa de Wagner (la más moderna es el Tristán), aunque el libreto sea un tanto convencional.

La metáfora, no obstante, posee una validez incuestionable en estos tiempos, como he intentado poner de manifiesto en los anteriores artículos. El hombre ya no necesita a los dioses para vivir, se ha liberado de su yugo. El arte y la ciencia son un buen sustituto. Y el amor, por supuesto, y si se me apura incluso el sexo. Sabemos de sobra que la inmortalidad no existe, y lo más cercano que tenemos nos lo ofrecen las obras de arte imperecederas, los adelantos científicos y la sensación de que durante un instante “divino” somos capaces de amar y ser amados.

Como también se ha comentado, es a partir del siglo XVIII cuando cambia la actitud del artista ante la verdad y la realidad de la vida, en definitiva ante el poder de la naturaleza sobre la obra de arte, y lo hace con dos nuevas miradas: la secularización de la experiencia religiosa y la sacralización del arte. En el primer caso, aparece el “artista-creador”, comparable al “Dios-creador” (como un nuevo Prometeo) que construye mundos posibles, coherentes y cerrados como si fueran mundos paralelos al real. En el segundo, la obra de arte crea belleza por sí misma, lo que también supone la laicización de la idea de divinidad.

El arte contribuye a captar y asimilar las ideas sociales de cada momento histórico. El artista que consigue trascender su propia historia (como le ocurre a Wagner) es el que percibe lo que todavía no está resuelto en la mentalidad de su época, y lo brinda a la sociedad para que ésta lo transforme en el verdadero estilo de su tiempo. La mentalidad o espíritu de una época no son sólo las ideas puras de los científicos o filósofos, sino también la fantasía, la imaginación y la sentimentalidad éticas.

En “El crepúsculo de los dioses”, Wagner se vale de la coartada del filtro del olvido para que Sigfrido sea infiel a Brunilda. Como la vida misma… Brunilda es capaz de odiar y amar con locura al mismo tiempo, e incluso de sacrificarse. Cuando se inmola en la última escena de la ópera a lomos de su caballo, para que el anillo vuelva al Rin, lo que el compositor consigue es que entendamos que es la belleza de la música y del amor lo único que puede salvar a la humanidad.

Por eso mismo tuvo que posponer la terminación de la tetralogía para componer “Tristán e Isolda”. Escribió los dos primeros actos de Sigfrido y durante años se dedicó a la hermosa leyenda de los dos amantes y a “Los maestros cantores”. La música del Tristán es la más sublime que pudo componer, entre otras cosas porque juntó las ideas del amor, el sexo y la muerte. Cuando regresó al “Anillo”, Wagner ya era inmortal, un nuevo dios sobre la tierra.

(Publicado en el Diario Progresista el 9 de Septiembre de 2011)

sábado, 3 de septiembre de 2011

Sigfrido o el héroe problemático

Los dos primeros actos de la ópera “Sigfrido” son un cuento. La humanidad necesita de un héroe que la salve del yugo de los dioses y los tiranos, y por eso en el primer acto se nos cuenta su nacimiento y en el segundo su principal aventura, la de matar al dragón que guarda en su poder el anillo de los nibelungos. El tercer acto será el de la consumación del amor entre Sigfrido y Brunilda, tal y como comenté en el artículo de la semana pasada sobre este ciclo de las óperas de Wagner.

Lo que hace Wagner al escribir su poema es dibujar los rasgos principales de los que hablará Lukács con relación al héroe problemático. En su Teoría de la novela, Lukács definió el género como la historia de un héroe problemático que vive en un mundo complejo. Se cuestionan las barreras sociales tradicionales, los valores no son indiscutibles y los individuos ya no encuentran un lugar perfecto en el mundo.

Don Quijote es uno de esos héroes, y la suya es la aventura en estado puro, aunque te partan los huesos, los dientes y el alma. Cervantes creía que había escrito un simple divertimento, pero sin el Quijote no se hubieran escrito el Tristram Shandy y Santiago el fatalista, y desaparecería de golpe la literatura inglesa, francesa y española de los siglos XVIII y XIX.

Como escribió Todorov, seguimos en relación con el absoluto o lo sagrado, pero uno y otro han abandonado el cielo y descendido sobre la tierra. No se trata de decir que, para los europeos, la religión ha muerto, sino que ha dejado de ofrecer el marco obligatorio en el que se estructura la sociedad en su conjunto como la experiencia de los individuos.

Sigfrido destroza el bastón del gran dios, Wotan, y con ello está anticipando tanto la caída de los dioses como su propia derrota. Sin la protección de dios, el hombre morirá en cualquier momento, ya sea porque le claven una lanza por la espalda, una flecha en el talón o, simplemente, de viejo.

Por eso la última ópera de Wagner no puede llamarse más que “El crepúsculo de los dioses”. No deja de ser curioso que, en estos tiempos, cada vez más gente esté necesitada de dejar su destino, nuevamente, en manos de los dioses, o de sus representantes en la tierra.

sábado, 27 de agosto de 2011

La walkyria y el gusto artístico de los dictadores

Woody Allen dijo en cierta ocasión que cada vez que escuchaba la cabalgata de las walkyrias (principio del tercer acto de la ópera de Wagner) le daban ganas de invadir Polonia. Casi por antonomasia habría que pensar que a Hitler le ocurrió lo mismo.

Es evidente que el arte no convierte a la gente en mejores personas, pero sí la lucha contra la incultura. Hitler, Franco, Mussolini, Stalin, etcétera, podían tener refinados gustos (a Franco le gustaba mucho el cine, como es sabido), pero no fueron buenas personas. El problema reside en la mala utilización de las obras de arte, en el hecho de que no las entiendan, en ser tan ignorantes que no consiguen mejorar espiritual e intelectualmente.

Todos esos dictadores quisieron ser dioses durante un tiempo, sin comprender que ni siquiera llegaban a la altura de enanos, y no me refiero a la altura física. ¿Cómo iban a entender la complejidad de la trama urdida por Wagner? Se quedaron en la epidermis y prefirieron desenfundar sus armas para sembrar el mundo del caos que reinaba en sus corazones.

Como ya expuse con anterioridad, Wotan y Alberich se disputan el oro del Rin, aunque serán los gigantes los que terminen quedándose con él, así como con el yelmo mágico y el anillo que les permitirá poseer el mundo. Es el dominio de los dioses, de lo sobrenatural, del mito como explicación de lo que no se logra entender.

Sin embargo, con la segunda ópera de la tetralogía el ser humano ocupa su lugar en la tierra y se convierte en el centro de la creación. Los padres de Sigfrido interpretan uno de los actos más bellos de la creación musical del siglo XIX. Es el triunfo del humanismo, de un nuevo Renacimiento. “La walkyria” es la música del primer escalón que suben los seres humanos para independizarse de los dioses. Wotan sigue dirigiendo el destino, y por eso obliga a Brunilda a esperar al héroe en una roca rodeada de llamas, pero cuando Sigfrido la rescate comenzará el crepúsculo de los dioses.

Por eso los dictadores siempre se equivocarán. Con músicas como las de Wagner el hombre no se convierte en dios, sino que es mejor persona.

(continuará)

(Publicado en el Diario Progresista el 25 de Agosto de 2011)

viernes, 19 de agosto de 2011

El oro del Rin, Keynes y el capitalismo como religión

La semana pasada escribí un artículo sobre lo que suponía para mí, y mi propia historia personal, la tetralogía de Wagner “El anillo de los nibelungos”. Transcurridos unos días me apetece transmitir, también, las sensaciones que me produce cada una de las obras por separado, buscando además un paralelismo con el mundo que nos ha tocado vivir, tanto económico como político y social.

La primera de las óperas es “El oro del Rin”, verdadero motor para el resto de la obra, aunque la semilla estaba puesta dentro de la cabeza de Wagner en la muerte del héroe, Sigfrido, dentro de “El crespúsculo de los dioses”.

En “El oro del Rin” todavía coexisten los dioses y los “demonios”, los que viven en el cielo y los que lo hacen en el infierno (el subsuelo). Tanto unos como otros explotan a sus esclavos. Los dioses hacen lo que quieren con el mundo, sobre todo el más fuerte, Wotan, con su bastón donde está grabado el destino (los otros dioses son Fricka, su mujer, Freia, su cuñada, y Loge, Donner y Froh). Los señores de los nibelungos (Alberich y Mime) también se aprovechan de su propio pueblo, obligándoles a que excaven en la tierra para encontrar tesoros.

¿No les recuerda todo esto al capitalismo salvaje que hemos conocido en los últimos treinta y tantos años? Con la famosa crisis económica de 1973, las mentes más liberales y conservadoras decidieron que la época de Keynes había pasado a mejor vida. Las recetas del economista del grupo de Bloomsbury ya no servían para solucionar los problemas; era preciso olvidarse del lado de la demanda de la economía, de los aumentos salariales, de las obras públicas, etcétera, y fijarse en la oferta, los aspectos microeconómcios, la competitividad, la libertad de los mercados.

Walter Benjamín ya apuntó en uno de sus textos póstumos que el capitalismo era la religión de su tiempo. Ese sistema no suponía únicamente la secularización de la fe protestante (presente, por ejemplo, en Defoe y otros escritores del precapitalismo), sino que representaba un fenómeno religioso, desarrollado de manera parasitaria desde el cristianismo.

Las principales características de las que hablaba Benjamín en referencia a esa “religión de la modernidad” serían las siguientes:
1). Es una religión cultural, pues todo en ella alude a la observación del culto, no a un dogma o idea.
2). Su culto permanente no distingue entre días festivos y días laborables; en realidad sólo existe un día festivo, donde el trabajo coincide con la celebración del culto.
3). El culto capitalista no se orienta a la redención o la expiación de una culpa, sino a la culpa misma.

El texto de Benjamín se escribió en los años veinte del siglo pasado, y hoy se sabe que esa manera de entender la economía es hegemónica desde la caída del Muro de Berlín. Sin embargo, los centros de poder de este sistema capitalista operan en paraísos fiscales o son invisibles. Los dueños de las poderosas empresas capitalistas no son personas físicas, con un carné de identidad identificable, sino socios “ocultos”.

Aparentemente, nada perturba el poder de los dioses y de los nibelungos, salvo su propia ambición, como también se verá en las siguientes óperas de Wagner.

(continuará)

(Publicado en el Diario Progresista el 19 de Agosto de 2011)

http://www.diarioprogresista.es/autores-opinion/20-justo-sotelo/4328-el-oro-del-rin-keynes-y-el-capitalismo-como-religion.html


domingo, 14 de agosto de 2011

El anillo de los nibelungos

Los veranos de mi adolescencia estuvieron acompañados por la música de las óperas de Wagner que se emitían por radio desde Wayreuth, el famoso teatro que le construyó el rey “loco”. Pasé varios veranos en la sierra de Gredos, y, como la cobertura era mala, tenía que subir a una pequeña montaña cercana a mi casa para sintonizar bien la radio. Las hormigas y otros bichos se me metían por las sandalias, pero era inevitable. El Teatro Real de Madrid estaba reconvertido en un auditorio porque, por lo visto, al dictador no le gustaba la ópera, y el Liceo de Barcelona quedaba un poco lejos de mi casa.

Confieso que, durante muchos años, sólo presté atención a la música, arrebatada y romántica de “Rienzi”, “El holandés errante”, “Tannhauser” y “Lohengrin”. Me dejé llevar por la variedad cromática y apabullante de “El anillo de los nibelungos”, el poema de amor y muerte que representa “Tristán e Isolda”, la gracia contrapuntística de “Los maestros cantores” y el misticismo de “Parsifal”. Sin embargo, con el tiempo comprendí que Wagner había creado algunas de las alegorías más terribles de la historia del arte y, por tanto, de la humanidad.

He visto, recientemente, en video la conocida tetralogía, en una versión grabada en el Metropolitan de Nueva York, bajo la dirección de James Levine, y he podido constatar una vez más que ese oro robado a las hijas del Rin -transformado después en un anillo mágico- es una metáfora que se puede aplicar a la situación que vivimos en estos momentos en Occidente.

En la ópera, el mundo se lo disputan los dioses y los nibelungos, personificados en Wotan y Alberich. El primero desea construirse una fortaleza donde vivir con su mujer y el resto de dioses, y necesita dinero para pagarla (se la encarga a dos gigantes), mientras que el segundo se empeña en seducir a las ondinas que viven en el río guardando el tesoro. El pobre no comprende que es muy feo, y ellas se burlan de él. ¿Qué es lo que hace para vengarse? Lo que tanta gente que es fea sobre todo por dentro: renunciar al amor y robar el oro. Del oro saldrá el famoso anillo gracias al trabajo de otro nibelungo, Mime. Poco después Wotan robará el oro para pagar su fortaleza, pero la maldición estará echada por parte del enano Alberich: quien lleve el anillo acabará muriendo.

Esto le ocurrirá al primer gigante, Fasolt, que será asesinado por su propio hermano, Fafner, para quedarse con el oro. Después Fafner se convertirá en dragón y guardará el anillo en una cueva, hasta que llegue el héroe, Sigfrido, y le atraviese con su espada. El propio héroe morirá a manos de Hagen, el hijo de Alberich, y, por último, la propia protagonista de este drama, Brunilda, deberá inmolarse con el anillo en el dedo para que el oro vuelva al Rin.

Hasta aquí un resumen mínimo de una obra que dura más de 12 horas. No obstante, sirve para comentar el objetivo de este artículo. El anillo de los nibelungos posee una música ardiente, bellísima, gigantesca, pero además es una metáfora sobre el poder y el dinero. En la actualidad existe un patológico culto al dinero. El ser humano se pasa la vida trabajando para acumular dinero, y al final comprende que ni siquiera tiene tiempo para gastarlo (bueno, supongo que no todo el mundo se apercibe de ello). No es que el hecho de desear el “anillo” siempre conduzca a la muerte, como en la obra de Wagner, pero sí que lleva a perder miserablemente el tiempo.

Y ya se sabe que el tiempo es oro.

(P.D. Escuchar y ver la obra completa es una delicia de los ángeles, que habría que hacer al menos una vez en la vida).

(Artículo publicado en el Diario Progresista, el 13 de Agosto de 2011)

viernes, 5 de agosto de 2011

En Francia nos envidian

No tengo la intención de realizar un análisis, en profundidad, de la trayectoria de Zapatero durante sus casi ocho años al frente del gobierno de España. Junto al hecho de renunciar a sus principios económicos en su segunda legislatura, Zapatero pasará a la historia porque intentó “modernizar” a la sociedad española y contribuyó a dejar el conflicto del terrorismo cerca de su final.
          
Siempre he considerado que París es la ciudad más hermosa del mundo, y no sólo porque pensaran lo mismo algunos de los escritores que más me gustan. Reconocerán, conmigo, que sentarse en las terrazas del “Café de Flore” o “Les Deux Magots” es uno de los placeres más sabrosos para los que amamos la literatura. O pasarse la tarde, incluso, en uno de los cafés de la Place du Tertre, aunque te obliguen a pedir un “caféolé” cada media hora. No digo nada de los paseos monumentales, los museos, los cines de arte y ensayo, y ese río mágico rodeado de puestos de libros, tan aristocrático, más que nada si lo comparamos con esa cosa que corre por el sur de Madrid. Si encima llueve (como se dice en la última película de Woody Allen), la felicidad es completa.
          
París es la ciudad de la luz, del amor, de la torre Eiffel, en fin, de todas esas cursilerías maravillosas. Ya sé que el resto de franceses suelen considerar a los parisinos como estirados, pedantes y creídos, pero ésta es otra historia.
          
Lo que quería decir es que uno de mis mejores amigos es francés y homosexual, y vive cerca de Montmartre -lo que define de alguna forma su carácter y estilo de vida-. La última vez que nos vimos me dijo que sentía envidia de España, y lo mismo comentó su pareja, un francés de Toulouse. Ambos habían cerrado los ojos en algún momento y soñado que eran españoles. En su opinión España es más moderna y está más adelantada que su querida Francia.
          
Mientras les escuchaba decir esas cosas pensé en la breve aparición de la primera dama francesa en la película que he mencionado de Woody Allen, y en la chica amante de Cole Porter con la que se queda el protagonista al final, y sobre todo en la musa de los escritores y pintores que prefiere vivir en otra época. Y me dije que París siempre sería otra cosa, pero mis amigos insistieron en que no se podía vivir mirando siempre al pasado, y que, aunque nuestra prima de riesgo se dispare, España por fin está a la vanguardia del mundo.

(Artículo publicado en el Diario Progresista el 5 de Agosto de 2011)

viernes, 29 de julio de 2011

Beginners

“Beginners” es el título de una apreciable película de Mike Mills, que se puede ver este verano en los cines Renoir. Existe cierto tipo de cine que sólo debería contemplarse en versión original, y en salas como los Verdi, Renoir, Princesa o Golem. Lo que se proyecta en el resto de salas no es cine, sino un simple eufemismo, igual que una cosa son los libros buenos y otra los libros que venden. Cualquiera puede decir que “va” al cine, pero no que “ha visto” cine.

¿Qué ocurriría si nuestro padre nos confesara, tras vivir cuarenta y cinco años con nuestra madre, y quedarse viudo, que es gay? Es lo que dice Hal Filds (Chistopher Plummer) a su hijo Oliver (un Ewan McGregor en estado de gracia), un hecho real que se convierte en el leitmotiv de la historia.

La película no se plantea problemas morales relacionados con la sexualidad, afortunadamente -tales cuestiones empiezan a estar superadas en nuestra sociedad-, sino aspectos como la mentira, el desamor, la falta de confianza, etcétera. A Oliver no le preocupa que su padre sea gay, sino si amó o no a su madre, y sobre todo el hecho de que no se lo dijera a él en su momento.

Por supuesto que es feliz viendo que su padre alcanza una apreciable felicidad con setenta y cinco años en compañía de un hombre encantador mucho más joven, y esa felicidad le ayuda también a él para sentirse feliz en su compleja relación con una actriz perdida por el mundo.

Todos son principiantes en la película, y todos necesitan argumentos precisos que les permitan madurar, pero si es interesante el punto de vista argumental, todavía lo es más el estilo que consigue imprimir el director, que ha trabajado como grafista en discos de música, expuesto en varias galerías de arte y realizado documentales y viodeoclips. El lenguaje cinematográfico es sutil, moderno, inteligente, tan complejo como agradable, lo que convierte a “Beginners” en una película diferente, rabiosamente posmoderna.

La película es convincente tanto en el fondo como en la forma. El arte sirve para hacer felices a las personas, y por supuesto para mostrar cómo la sociedad avanza y los valores tradicionales se modernizan.

(Publicado en el Diario Progresista el 29 de Julio de 2011)

sábado, 23 de julio de 2011

Hilo de plata

“Hilo de plata” es una novela de Ángel García Galiano publicada por Dhyana Arte en 2011. La primera impresión que se recibe después de haberla leído es que trata con respeto a sus lectores (esos lectores “modelo” a los que me referí en mi anterior artículo en este periódico siguiendo la estela de Umberto Eco, aunque éste acabe de desdecirse al insinuar que piensa simplificar “El nombre de la rosa” para ganar más lectores). Y ese hecho es esencial, ya que estamos amenazados por una abundancia de novelas (policiacas, históricas, etc.) que dicen llamarse literarias, pero menosprecian al lector en cada página.


 La primera novela de García Galiano, “El mapa de las aguas” (Mondadori, 1998), supuso el arranque como narrador de un escritor serio, culto, comprometido (con la vida y con el lenguaje), y alcanzó cierta repercusión entre críticos y lectores. Además de novelista, García Galiano es poeta, como muestran sus poemarios: “Liturgia de las horas” (Huerga y Fierro, 1998), tan rilkeano, “Oculto mensajero” (1981) y “Tierra prometida” (1988), que poseen características estilísticas muy similares a las de sus novelas.

También es profesor de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Complutense, y un seductor nato como docente, de lo cual puedo dar fe, ya que fui su alumno hace unos años (a pesar de que tengamos, prácticamente, la misma edad). Sus clases son una parte esencial en su vida, y quizá por eso atrapa con tanta fuerza a sus alumnos con su discurso inteligente, cálido y cercano.

“Hilo de plata” son dos novelas en una: las historias de Pablo y Aurora que se pueden leer de atrás hacia adelante, y a la inversa, porque hablan de dos personas normales y corrientes que no terminan de encontrarse. En sus páginas se observan ecos del Quijote (en realidad es como un leitmotiv que se repite en toda su producción), desde la línea espacio/temporal hasta el discurso narrativo. Incluso la nostalgia que destilan esas páginas debe mucho a Cervantes.

Las dos historias se estructuran en una especie de círculos concéntricos, pero Aurora lo hace desde lo más íntimo, y en su semántica se aprecia una verosimilitud cercana. Su historia está atravesada por la idea de la intolerancia. García Galiano opta por la defensa de los valores del humanismo (cristiano o no, eso es lo de menos), como no podía ser de otra forma, ya que es un humanista convencido, capaz de mezclar los avatares de una vidas sencillas con un mundo atroz, dominado por las guerras y la ignorancia.

El libro de Pablo es la réplica perfecta al de Aurora. Su estilo es diferente, menos poético, incluso duro y seco en ocasiones, quizá porque es la única manera de describir lo que siente una persona atrapada por el extremismo religioso más nocivo, y también ignorante. No suele ser habitual encontrar en la literatura española una descripción tan inteligente y, a la vez, desencantada de ese mundo religioso.

Los mundos de Pablo y Aurora se funden al final (o a mitad de la novela, por la curiosa forma en que está construida), pero lo que de verdad los unifica es el lenguaje, que poco a poco confluye en ambas historias.
La publicación de su siguiente novela, “La casa sin palabras”, cuyo manuscrito he tenido la suerte de leer, también merecerá otro artículo. Sólo puedo adelantar, en ese sentido, que tal vez sea su mejor novela. Don Quijote sigue cabalgando de alguna forma -aunque sea en la mismísima África-, y eso da pie a pensar que García Galiano debe seguir describiendo el mundo inagotable que lleva dentro.  

Utilizando el argumento de los “dos” libros de “Hilo de plata”, es de desear que los “dos” mundos de García Galiano sigan cabalgando muchos años por las tierras de la Mancha, la enseñanza y la literatura.

(Artículo publicado en el Diario Progresista, el 22 de Julio de 2011)

lunes, 18 de julio de 2011

En busca del lector modelo

En la última reunión de la tertulia literaria del Café Ruiz, salió a relucir la importancia del LECTOR en la literatura actual, que debería poseer una relevancia que no tiene. Los diferentes integrantes de la tertulia estuvimos discutiendo sobre el papel que debería adquirir ese lector, si no queremos terminar con el sentido que la literatura ha tenido en los últimos siglos. 

La convención ha otorgado la máxima importancia a la obra literaria, e incluso a la figura del autor en ciertos casos; sin embargo, la figura del lector siempre queda en segundo plano (salvo en las consideraciones de la Teoría de la Recepción y posturas similares).

En esta época “líquida”, en palabras de Bauman, donde solemos exigir mucho a los demás, pero muy poco a cada uno de nosotros, deberíamos exigir también al lector que reúna una serie de características concretas que le conviertan en lo que Eco denominó “lector modelo”. En sus “Apostillas a El nombre de la rosa”, Eco afirma que cuando el escritor escribe se produce un diálogo de doble sentido, con las obras escritas antes que las suyas y con el lector modelo, un lector creado por el propio escritor para que pueda disfrutar de las “cien primeras páginas” de su compleja novela.

El lector modelo también suele interpretarse como lector “implicado” por parte de otros teóricos de la literatura como Calvino, Ayala o Booth, y ese lector no debe limitarse a criticar la obra sin ninguna base razonable, ni limitarse a decir que es buena o mala sin más. Una obra literaria puede ser excelente si sus lectores también lo son.

Anteriormente, me refería a la costumbre del ser humano de pedir ayuda a los demás, asumiendo que él no tiene la culpa de nada. La culpa siempre es de los otros, nos lavamos las manos y exigimos soluciones a los demás, por ejemplo al Estado, lo que recuerda las famosas palabras de Cicerón cuando comentó en su “Tratado de los deberes” que la gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado. Pues bien, trasladada esa idea al mundo de la literatura, el lector debería cerrar el ciclo de la experiencia literaria, y para ello tendría que estar tan preparado como el propio autor. El esfuerzo tiene que comenzar siendo individual, para trasladarse después a lo colectivo. Es fácil cobijarse en el gusto de las mayorías, de los “best-sellers”, de lo comercial, de lo políticamente correcto, sin que cada persona no realice su propio examen de conciencia.

(Artículo publicado en el Diario Progresista el 15 de Julio de 2011)

viernes, 8 de julio de 2011

Elogio de la lentitud: entre Wagner y los Transformers

Vivimos en un mundo sin tiempo. El tiempo ha desaparecido por culpa de la prisa, de lo rápido, de la absurda necesidad de hacer cosas a todas horas, en cualquier momento, como si no tuviéramos “tiempo” para hacerlo más tarde, cuando queramos, si es que en algún instante nos apetece hacerlo.


En los últimos días he tenido ocasión de comparar la diferente concepción del tiempo, incluso del arte, gracias a dos películas: “Transformers: El lado oscuro de la Luna” y la versión en video de la famosa tetralogía de Wagner: “El anillo de los Nibelungos”.

Tal vez a algún lector pueda parecerle una herejía comparar estas dos manifestaciones artísticas tan diferentes, pero a mí me viene bien para meditar, con brevedad, sobre este tema. Al menos me justificaré diciendo que, en ambos casos, he estado acompañado por mi hijo adolescente, verdadero fan de los “Autobot” y los “Decepticon” desde la primera película. Así que llegamos a un acuerdo: yo le acompañaba a ver las correrías del joven Withwicky (con su nueva chica florero), y a cambio él se sentaba en el sillón conmigo para ver y escuchar “El oro del Rin” en la versión de Levine desde el Metropolitan.

La primera sorpresa es que le fascinó la ópera de Wagner (lo que me permite corroborar algo que sabía desde hace muchos años, la animadversión secular de buena parte de los españoles por la ópera y la música clásica en general es una consecuencia de la falta de educación musical), mientras que yo me dormí durante una buena parte de la película de los transformers.

Pero, lo que me interesa recalcar es la rapidez con la que transcurren las dos horas y media del film de Michael Bay, con chillidos, saltos y destrozos continuos (incluida la propia Historia, con mayúsculas) y la lentitud de los movimientos de los personajes de Wagner, desde Wotan a los gigantes o los nibelungos. Más de 150 años separan las obras de Bay y Wagner, y los seres humanos debemos soportar una realidad irracional, que bascula entre lo lento y lo rápido, lo viejo y lo moderno, o lo que nos dicen que es lo viejo y lo moderno.

(Publicado en el Diario Progresista el 8 de Julio de 2011)

viernes, 1 de julio de 2011

Poetas indignados

Ayer por la tarde me tomé una pinta en un pub irlandés de Aranjuez con mi amigo poeta David Abad, impulsor del grupo “Poetas indignados”, en el que me ha invitado a participar. Mirando los árboles próximos al jardín del Príncipe, David me fue dictando al oído una especie de poema en prosa que resume el ideario de su propuesta. Hay muchas formas de luchar contra el comportamiento inmoral de muchos estamentos políticos y económicos de esta sociedad globalizada, y una de ellas es a través de la poesía.

 “Soy joven, consumo, me enveneno con datos, todos intentan prohibir que fume pero nadie me filtra los datos, y pienso que el mundo debe cambiar. No sé muy bien por dónde empezar en medio de este mar consensuado por los mercados.

 “Desahucios, paro, incultura, tertulias superficiales, absurdos shows televisivos, amortiguan, como una adormidera, los pensamientos.

 “¿Queremos esto? ¿Hemos deseado estar aquí? ¿Somos responsables?

 “No voy a juzgar a nadie, sólo puedo hablar de mí mismo y de las sensaciones que me provocan los que sufren con esta crisis ética. ¿Me tendré que juzgar a mí mismo? ¿Soy responsable de vivir sumisamente, de hacer caso a la publicidad, a los gobiernos, a los bancos? ¿Soy responsable de no plantarme en una partida en la que estoy perdiendo lo más importante para mí?

 “Creo que tengo que cambiar, y volver a ser yo. Ver lo que necesito, criticar con poemas lo que no me gusta, ser capaz de elegir.

 “El peor veneno es que elijan por nosotros. El peor veneno es que nos secuestren las palabras. Si uno es capaz de encontrar sus deseos en el lenguaje, no habrá crisis ni multinacionales que nos dobleguen.

 “¡Os animo desde el arte a recuperar la palabra, no del pueblo, la propia, para hacer un mundo mejor!”.

Acabamos las pintas, y las palabras propias empezaron a patinar. Hasta el río Tajo parecía más limpio.

(Publicado en el Diario Progresista de 1 de Julio de 2011)

viernes, 24 de junio de 2011

Nadie lo puede creer

Éste es el título de una obra de teatro que todavía puede verse en el Teatro Español de Madrid, interpretada por la compañía La Zaranda (“Teatro inestable de Andalucía la Baja”, como se autodenominan a sí mismos).

Uno llega a la Plaza Santa Ana, y a pesar de estar rodeado de extranjeros, manifestantes, personas enfadadas con todo el mundo, etcétera, todavía puede entrar en un teatro y olvidarse durante hora y media de una ciudad llena de aparatos de aire acondicionado (¿o era una ciudad sin río ni catedral?)

Y en el teatro más antiguo de la ciudad vuelves a plantearte las preguntas eternas del escritor: qué es la realidad y qué la ficción, qué es la vida y qué la muerte. El tiempo desaparece (técnicamente se “espacializa”) y el escenario se llena de espejos invisibles que dejan ver los fantasmas del pasado. La casa está en ruinas, sus habitantes están muertos y se han quedado sin destino.

No es una obra de “miedo” o terror, al estilo de las vueltas de tuerca tan manidas. Si acaso, el miedo es observar en qué nos vamos convirtiendo cuando desaparece el tiempo. “Ésa es una casa de blasón, en cuyo jardín nunca se ponía el sol, el lugar de las apariciones donde se disecan las pasadas glorias y cicatrizan las partes amputadas de la historia”. No son más que sombras enfrentadas con el pasado.

Pero, al final, casi lo menos importante es el análisis técnico de la obra de teatro (o del libro que estamos leyendo o la película que estamos viendo). Asistir al teatro en cualquier momento es constatar que seguimos vivos, que esta pasión por sobrevivir sigue intacta, que mientras existan personas que quieran ser otros durante un rato, el ser humano no morirá.

Empujo la silla de ruedas de mi amigo José Ángel mientras me asegura que ha aprobado todas las asignaturas del máster sobre teatro de la Complutense. Ha escrito varias obras y su sueño sería que alguna fuera representada algún día. Cuando salimos a la calle hace incluso fresco. El “mar de cerveza” de la Plaza Santa nos invita a seguir soñando.

Publicado en el Diario Progresista, el 24 de Junio de 2011
http://www.diarioprogresista.es/autores-opinion/20-justo-sotelo/3317

viernes, 17 de junio de 2011

Vivir es ver pasar

            Hace unas semanas recogí en este diario un cuento ecologista escrito por mi hijo, que con sus escasos 14 años defendía el amor por la Naturaleza, y que le valió un premio literario en su colegio. Ahora hago lo mismo con un poema que le ha servido para logar otro premio.
         
             Lo ha titulado como una de mis novelas, y es un canto de alegría que quiero compartir con todo el mundo en estos momentos de incertidumbre y crisis tanto económica como moral e incluso espiritual.

            “Vivir es ver pasar”
            Cuando ves, vives,
            Cuando vives, ves,
            y…, ¿qué haces
            cuando vives y ves
            a la vez?

            Disfrutar sin parar,
            Disfrutar sin parar.

            Cuando miras, ves,
            Cuando ves, miras.

            Cuando vives, te diviertes,
            Cuando ves, te diviertes.
            ¡Diversión sin parar!

            Diviértete y sé feliz,
            Si te diviertes verás
            Lo bueno de la vida.

            Verás paisajes, vivirás
            Aventuras, diviértete sin parar.
            Vivir es ver pasar.

(Publicado en el Diario Progresista el 17 de Junio)

viernes, 10 de junio de 2011

¿Para qué las Academias de Historia?

En los últimos días se ha producido una polémica curiosa sobre el Diccionario de la Academia de Historia, un lugar que parece perdido en el barrio de las letras de Madrid, y que siempre que paso por allí me huele a pescado, tal vez porque enfrente había una pescadería famosa hasta hace poco.

Y digo curioso porque lo es no tachar a Franco como dictador, y sobre todo que sigamos dando vueltas a polémicas absurdas que sólo justifica la ignorancia (algo similar a lo que se está leyendo estos días desde las mentes más retrógradas -y otra vez ignorantes- sobre la figura de Semprún).

Mis últimos artículos vienen insistiendo en la importancia de los mundos posibles de la literatura, como una forma de entender la realidad, e incluso a nosotros mismos (éste sería el V de la serie). Si es difícil distinguir, a veces, entre la ficción y la realidad, aún lo es más cuando pensamos en las personas que están haciendo la historia de este país, que anteponen su ideología y creencias religiosas, a su trabajo como científicos.

Desde que expulsamos a los musulmanes y judíos, en España nos hemos empeñado en olvidar la alteridad, lo “otro”, como una forma de sentirnos verdaderos españoles, sin comprender que la realidad es más compleja.

En ocasiones, la literatura puede hacer justicia para entender la verdad de las cosas, incluso para describir con más precisión la propia realidad. En las novelas de Galdós, Balzac o Zola hay mundos posibles más auténticos que la propia realidad, algo que también puede encontrarse en “Ulises”, “En busca del tiempo perdido” o “El hombre sin atributos”.

En mi última novela, “Entrevías mon amour”, uno de los personajes (el padre del protagonista) está empeñado en “volar” el Valle de los Caídos. Como hijo de un carabinero que tuvo que salir de España, siguiendo el mismo camino de Machado, y atravesando el pueblo costero donde se suicidó Benjamín ante el acoso de la policía franquista, aún no ha podido cerrar sus propias heridas. En una primera versión de la novela, el protagonista cumplía la última voluntad de su padre, y volaba efectivamente el famoso panteón. Sin embargo, Justo Sotelo no fue capaz de cerrar la novela con ese final catastrofista. Y me refiero al Justo Sotelo autor, que no tiene nada que ver con el narrador, ni por supuesto conmigo.

El nieto de aquel carabinero no era su abuelo, por supuesto, ni su padre, y en su historia faltaban las típicas coherencia y verosimilitud aristotélicas. No obstante, esa historia podía tener sentido dentro de los mundos posibles de la literatura, y seguro que el narrador hubiera aplaudido ese final, y hasta Justo Sotelo.