El Blog de Justo Sotelo
Un diario para el siglo XXI
sábado, 20 de septiembre de 2025
"La gente guapa y la gente fea".
viernes, 19 de septiembre de 2025
"Quiero volver a España para que me lean".
jueves, 18 de septiembre de 2025
"El hombre puede pensar gracias al lenguaje".
miércoles, 17 de septiembre de 2025
"Cada vez que escucho esta música me dan ganas de subirme a una avioneta y volar sobre Kenia".
https://www.youtube.com/watch?v=KDogVwHqixQ
Hace unos años participé en la "Expedición a Samarcanda", donde la primera parte de este viaje fue en avioneta. El rey castellano Enrique III encargó en el siglo XIV al aventurero madrileño Ruy González de Clavijo que lograra una alianza con el gran Tamerlán para luchar así contra los turcos. En Samarcanda (Uzbekistán) se creó un barrio con el nombre de "Madrid". Y eso es lo que pretendíamos conmemorar cinco siglos después con nuestra expedición. Y es lo que cuento en uno de los capítulos de mi novela "Las mentiras inexactas" (2012), donde aparece un tipo que, curiosamente, también se llama Justo Sotelo.
(A un globo me he subido dos veces, en la región de los lagos del norte de Inglaterra, cerca de donde está enterrado el poeta romántico Wordsworth, en Grasmere).
El caso es que escuchando esa música sería capaz de enamorarme a la vez de los personajes que interpretan Meryl Streep y Robert Redford, casi más de él que de ella. Y diría esto, por supuesto: "Denys me había dado una brújula, para seguir el rumbo, pero más tarde comprendí que navegábamos con rumbos distintos. Quizá él sabía, aunque yo no, que la tierra fue creada redonda para que no podamos ver el final del camino.”
Luego me lavaría el pelo, claro.
(El cine está metido en mi literatura por los cuatro costados. Y ahí está un poquito Robert Redford. Ayer pregunté a mis alumnos de 19 y 20 años si lo conocían y me dijeron que no. En realidad esta vida solo se vive una vez).
martes, 16 de septiembre de 2025
"Ser un Casanova".
Ayer me iba a clase y me encontré por la calle con dos encantadoras vecinas mayores. Hablamos del verano y al despedirnos me dijeron que soy el guaperas de la escalera. A esa hora, más o menos, Emma Alonso me dijo por aquí que soy un Casanova. Mientras caminaba a la Universidad fui recordando algunas cosas sobre este personaje. Era hijo de unos actores, nació en Venecia en el año 1725 y vivió una vida aventurera que incluyó escapadas, viajes y amores secretos. Su nombre es sinónimo de seducción y encanto. Fue perseguido por las mujeres y envidiado por los hombres y tras morir se convirtió en una figura inmortal. Doblegó a la sociedad veneciana del dieciocho y entregó su devoción a mujeres de todos los estratos sociales. ¿Cuál era su secreto? Sus biógrafos lo refieren como aventurero, libertino, historiador, escritor, diplomático, jurista, violonchelista, matemático, filósofo, bibliotecario y agente secreto. Evidentemente, no solo era irresistible para el género femenino, sino que también los hombres se rendían a sus pies. Porque la verdad es que Casanova no era solo un gran romántico, sino, sobre todo, un gran comunicador. Este era su secreto. Reyes, jueces, empresarios y enemigos caían bajo sus encantos, y siempre se salía con la suya. Lo que Casanova sabía era que comunicar es enamorar, y enamorar significa entender que cada persona tiene necesidades emocionales, y que en esas necesidades está la fuerza de cambio que tú requieres para convencer a cualquier persona. Tras sus conquistas en Venecia, apareció Teresa, cantante de ópera conocida por hacerse pasar por hombre para trabajar en los teatros del Estado Eclesiástico, algo no permitido a las mujeres. Se habla de Henriette, una noble francesa, quizá su gran amor y de la que aún se desconoce su identidad. Casanova regresó a Venecia varias veces en sus viajes por Europa, desde París a Dresde y Viena, pero su estilo de vida libertino atrajo la atención. Antes de cumplir los treinta años, pasó un periodo breve en los Leads, la prisión de la Serenísima, de donde huyó en 1756. Cuenta la leyenda que, antes de escaparse en góndola, se tomó un café en la Plaza de San Marcos tan tranquilo.
Seguramente en lo único en que me parezca a Casanova, aparte de intentar unir intelectualmente el arte con la ciencia, es en el hecho de que yo también me hubiera sentado en un Café de Venecia para tomarme un café o un té (como en esta fotografía de ayer), para ver pasar a la gente, escribir y escuchar una música como esta:
https://www.youtube.com/watch?v=i15dgTJFV04&list=RDEMugvOR_THH5nTjOZM6Bn6Wg&index=1