El otro día Pepo Paz, mi editor de Bartleby, me contó que había soñado conmigo.
Era la primera noche en España tras su regreso de la Feria del Libro celebrada el mes de octubre en la capital de México.
En
el sueño yo le invitaba a mi casa. Una hermosa mujer le recibía en la
puerta y le rogaba que esperara un poco, ya que Justo Sotelo llegaría
con retraso. Me había entretenido en un café terminando de escribir el
último relato de los "Cuentos de los otros", que publicará
su editorial, como hizo con los "Cuentos de los viernes".
La
mujer le sirvió un té, él se sentó en un sillón, cerró los ojos y se
quedó dormido. Soñó que regresaba a la plaza del Zócalo, entraba en un
café del barrio más intelectual y bohemio de México y se encontraba
conmigo. Estoy vestido con un traje de rayas y una pajarita y le entrego
un libro. En ese instante reaparece la mujer española y se lo lleva en
brazos a una de las pirámides aztecas.
Suben lentamente y se sientan en el último escalón, fatigados, entre
las nubes, como si se encontraran frente a lo inefable. Ella se duerme y
sueña con un escritor español de la época del Descubrimiento.
Y Pepo fotografía la historia del Universo.