Porque "los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo. Yo tengo, como ellos, la sustancia de todo lo vivido y de todo lo por vivir..." El otro día estuve leyendo sobre el pintor ruso Nikolái Roerich, y esto me llevó a recordar a Tagore y a sus traducciones al español de Zenobia y Juan Ramón. Y ahora me apetece desayunar con este, con su obra maestra, la obra maestra de la poesía española del siglo XX. Son esas asociaciones de ideas que me gustan tanto y aplico en mis clases. Al comenzar cada clase digo a mis alumnos que los voy a coger de la mano para llevarlos de paseo de un sitio a otro. Esa es la metáfora de la educación.
Sorolla pintó a Juan Ramón hacia 1903 con una gran elegancia hacia él, que posa con un traje blanco en el interior de una estancia que se abre al exterior. A través de un ventanal por el que asoma un paisaje abierto y luminoso, el pintor logra un juego de planos que enriquece la profundidad espacial del retrato e ilumina en contraluz el traje del escritor con luz natural, a partir de una síntesis de trazos directos y lineales.
Durante muchos años de mi vida he llevado trajes como el de Juan Ramón en este cuadro.
Con 17 o 18 años siempre llevaba en el bolsillo de la chaqueta uno de sus libros, "Arias tristes", incluso cuando jugaba al tenis en las pistas de la Universidad Complutense en Moncloa o me bañaba a veces en su piscina. Así planteé una de mis tertulias literarias "on line" desde Estados Unidos con Mercedes Juliá, catedrática de literatura de la Villanova University, de Pensilvania. Mercedes nos habló del exilio o el destierro del poeta tras la Guerra Civil y lo diferente que encontró la ciudad de Nueva York 20 años después de su primer viaje, cuando se casó con Zenobia Camprubí. Los grandes rascacielos, las prisas y la deshumanización de aquel mundo le resultaban extraños, junto a la sensación de nostalgia y de vacío, lo que le hizo llevar siempre en el bolsillo una piedra de su Moguer (como hacía yo con su libro) y acercarse a los aeropuertos para escuchar hablar español a los que llegaban, al igual que iba a los ríos para ver si sonaban igual que en España. En cierto momento, Mercedes habló de "Espacio", una obra a la altura de algunas de Eliot, Whitman, Browning y Hölderlin. Sobre ese poema escribió ella su tesis, y nos volvió a mostrar su extrañeza porque no fuera más conocido, algo que a mí, personalmente, no me afecta demasiado puesto que seguiré usando trajes de lino de vez en cuando.
Dejo por aquí este monumento a la poesía, a la propia historia de la literatura, con la voz de Tomás Galindo:
"... mientras tú estás de mí, como de dios".
No hay comentarios:
Publicar un comentario