El siguiente paso en esta serie de artículos que pretende unir
la economía con la literatura, bajo la vertebración de la obra realista
de un escritor como Galdós, no puede ser otro que centrarse en el origen
conceptual de la ciencia económica.
Las ideas de los
mercantilistas (como Hume y Steuart) sobre el comercio europeo en los
siglos XVII y XVIII constituyen los primeros vestigios del moderno
pensamiento económico. La riqueza de un país es una magnitud stock
(acumulación de metales preciosos) y la actividad económica busca el
aumento del intercambio exterior para obtener una balanza comercial que
permita más entradas de oro y plata. Las actuaciones de las autoridades
deben girar sobre el incremento de las exportaciones y el freno a las
importaciones.
La escuela de los fisiócratas (Quesnay, Mirabeau, Turgot) establece
un esquema formalizado del funcionamiento de la economía (sobresaliendo
la Tableau Économique, 1758, de Quesnay). El fundamento de su discurso
se presenta de manera axiomática, condicionado por el racionalismo de la
época, y se basa en la existencia de un orden natural espontáneo de
tipo físico-material, al que pertenece la sociedad, constituido por
relaciones causales y estables que funcionan mecánicamente. Su
interpretación posee un carácter deductivo, con ejemplos sacados del
terreno de la agricultura, pues la riqueza es un flujo circular
originado por el excedente agrícola. Se interpreta de forma abstracta un
proceso económico que relaciona la producción agraria, las fases del
proceso y las clases sociales.
Los principales economistas clásicos construyeron un cuerpo de leyes y
principios de funcionamiento económico, pero no se plantearon la
contrastación con la realidad, ya que les bastaba con que su
razonamiento estuviera de acuerdo a las reglas deductivas. No obstante,
Adam Smith y Thomas R. Malthus no renunciaron a los planteamientos
inductivos, como consecuencia de la gran influencia del empirismo de
Bacon. David Ricardo, por su parte, como principal teórico de la
escuela, usó casi en exclusividad el método deductivo y abstracto, sin
entrar en la contrastación empírica de sus teorías con la realidad. El
otro gran autor, John Stuart Mill, utilizó un método denominado por él
mismo de “composición de fuerzas”, con el que combinaba el método a
posteriori con el método a priori (inductivo y deductivo,
respectivamente).
(Publicado en el Diario Progresista el 27 de Abril de 2012)
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