"La vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia".
La
frase es de Shakespeare, concretamente de la escena 5ª del V acto de
Macbeth. Faulkner cogió la segunda parte de la frase para escribir una
de las grandes novelas de la historia de la literatura. Si existe
alguien que haya podido plasmar en sus escritos todas las pasiones y
todos los estados del ánimo humano es Shakespeare, y no solo eso, en
cada una de sus obras, según en el momento vital en el que las
lees, te puedes identificar con uno de sus personajes, desde el héroe
hasta el villano. Eso es literatura, o mejor dicho, es el conocimiento
profundo del mundo y de todo lo que hay en él. Y con Faulkner sucede
algo parecido.
El mundo de Eduardo Bravo se recoge en sus "Cuentos sin cuento" (Los libros del Mississippi, 2018), con un prólogo de Ángel Guinda. Eduardo ha sido tertuliano durante este último curso, y me ha gustado su interés en las tertulias. En su libro he encontrado melancolía, ironía, cierto desánimo ante el desamor o la falta de amor. Todo ello visto desde la evidente inteligencia del autor que a veces se convierte en narrador y viceversa. En la página 15 se puede leer "Otro final para "Casablanca", y me parece que define a la perfección lo que acabo de decir.
"Me
subí en aquel tren de muy mala gana. Me dijiste que vendrías y no
viniste. Yo me instalé en Lavapiés, y monté con mi amigo Samuel,
pianista, un bar de copas. Durante muchos años luché vanamente contra la
melancolía. Al final, comprendí que nunca volvería a verte. ¿Cuántas
veces escuchamos juntos aquella canción? Canción que luego mi leal
Samuel tocaba para mí muchas noches en la soledad del bar. Cuando un día
entro al local guiado por esa canción, que yo no he mandado tocar, y te
encuentro mirándome, la cara envuelta en un mar de lágrimas... Y
comprendo que lo bueno siempre vuelve, y que nunca se llega tarde a
ningún sitio. Y que es ahora cuando vamos a coger juntos aquel tren. Y
me echo a llorar".
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"Poesía de la menstruación con la música de Alma Mahler".
"Etiqueta
roja" (Loto azul, 2023), es el último libro de la poeta Lluisa Lladó
(Palma de Mallorca, 1971). Es un libro interesante que me envió a
primeros de año y que prometí leerlo. Admito que me originaba un cierto
respeto ya que trata sobre la menstruación. En seguida el lenguaje de
esta Técnica Superior de Diseño y Artes Plásticas por la ESAD de
Castellón, donde vive, me sacó de dudas. La literatura tiene que
decirme lo que parece que no me dice, tiene que llevarme al mito y de
aquí descender al símbolo, a la metáfora, a la imagen, y abrirse en
múltiples interpretaciones para que yo me quede satisfecho.
"El horizonte vertical" (p. 23).
Menstrúo cada mes,
pero la estadística determina que soy menopáusica
porque a partir de una edad
parece que el poema estéril campa por los medios.
Después te vuelves moribunda
y rascando los bolsillos
empiezan a meterte monedas en la boca.
Quieren tu matriz seca
o tus pezones erectos.
La madurez incomoda
y con bótox y otras boticas
a horcajadas la sostenemos.
La poesía vigente anhela sangre joven,
se ha vuelto un vampiro con focos y barras".
Este
libro lleva un prólogo interesante de la poeta Rosa Silverio, que nos
acompañó hace tiempo en la tertulia y que recuerda que desde el punto de
vista literario hay algunas autoras que han tocado el tema de la
menstruación en su poesía, como Sexton, Belli, García Vélez, Kaur,
Tajiri, Reyes, Gallardo. La mujer menstruante era casi una "diosa" en la
Antigüedad, pero poco a poco fue vista como un tabú, algo impuro y
contaminado.
Lluisa Lladó domina el lenguaje y puede llegar al fondo de una forma bella y convincente:
"Áspid 1980".
Entrecruza las piernas como una damisela.
(Anabel Caride).
"No toques las plantas.
No te atrevas a preparar mayonesa.
No hagas deporte ni esfuerzos.
No te pongas bragas blancas.
Eres un acto impuro
porque atentas contra el enjambre
de la razón con el secreto
de las especies.
Una diosa, capaz de engendrar vida,
con la voluntad absoluta
sobre el sistema planetario".
Lladó
grita, lucha contra la endogamia del mundo de las redes sociales y de
cualquier otro tipo de mundo. Critica que haya que esconder la
menstruación y a sentir vergüenza por la menopausia. "Qué fácil es
disfrazar a la mentira, fingir el amor", dice en cierto momento del
libro y casi nos sitúa ante una de las claves del mismo. Con sencillez y
a la vez profundidad Lladó nos lleva a la intimidad de la mujer, y su
evolución a lo largo de la vida, a través de la creación poética.
"El ruiseñor se niega a anidar en la jaula para que la esclavitud no sea el destino de su cría".
Es
el epígrafe del poeta y filósofo palestino Gibran Jalil Gibran con el
que empieza la novela de la enfermera y escritora Victoria Suéver "El
viento sopla del norte" (Ledoria, 2016). A Gibran lo leí de joven e
incluso inspiró uno de mis "Cuentos de los otros", y no tuve dudas para
leer las 365 páginas de la novela, junto a las notas, bibliografía y
bastantes fotografías. Después de
todo nadie cita a Gibran en vano. Victoria es una tertuliana ocasional y
me regaló su libro hace tiempo, pero hasta ahora no he tenido la
oportunidad de leerlo. La novela transcurre entre el norte de Portugal,
casi en la frontera con Galicia, y en Mozambique. Hace años estuve a
punto de irme a dar clase a una Universidad de Mozambique, pero no se
dieron las circunstancias, y esto me pareció una interesante casualidad.
Por otra parte, y volviendo al norte de Portugal, al principio de la
novela se nos da una lección de pesca que yo desconozco por completo y
que me ha interesado mucho: "Históricamente, los pescadores alternaban
su actividad a lo largo del año entre la pesca de sepia, que se realiza
de marzo a junio, con la pesca de especies pelágicas como la sardina y
el jurel".
Y
nos vamos desde Portugal a Mozambique con Amalia Silvia de Queirós, un
personaje redondo, espléndido, que va evolucionando a lo largo de la
historia, viajando con ella desde 1920 a 1974, cuando todavía existía la
Colonia Oriental Portuguesa, hasta que se llamó Mozambique con la
Revolución de los Claveles. Y también viajamos con su hija María
Leopoldina y así conoceremos el Hotel Polana, la catedral de Lorenço
Marqués, la Plaza 7 de Março y aprendo cómo fue evolucionando la mujer
portuguesa.
Mientras leía esta novela a veces me venía este precioso fado a la cabeza, aunque no sea domingo:
Me han parecido lecturas distintas, peculiares y enriquecedoras de tres libros, con reflexiones personales que superan con mucho las reseñas al uso.
ResponderEliminarY la firma Sotelo. con ese fado suavemente nostálgico que corona los comentarios.
Distinto, bello...