domingo, 17 de diciembre de 2023

"Sobre lo bello y lo sublime".

El otro día mi amiga Gabriela Amoros, abogada, poeta, doctora en Historia y profesora de Bellas Artes en la Universidad de Murcia me envió la portada del último libro que está leyendo. Y nada más verlo me vinieron un montón de imágenes a la cabeza.
 
El tratado sobre Estética que publicó Edmund Burke en 1757 influyó en muchos filósofos, como Kant. Lo bello, según Burke, es aquello bien formado y placentero estéticamente, mientras que lo sublime es aquello que tiene el poder de hacernos evocar y destruirnos. La preferencia de lo sublime sobre lo bello marcó la transición entre lo Neoclásico y el Romanticismo. Según Aristóteles, la causalidad de la belleza se divide en formal, material, eficiente y final. La formal es la pasión del amor, la material se relaciona con aspectos de algunos objetos como la suavidad o la delicadeza, la eficiente es el calmante de nuestros nerviosismos y la final la providencia divina. Lo que es más original y peculiar en la visión de Burke respecto a la belleza es que no puede ser entendida bajo los viejos cánones de proporción o de la perfección. Lo sublime a su vez tiene una estructura causal que no responde a la de la belleza. Su causa formal es la pasión del miedo, sobre todo a la muerte; la material alude a algunos objetos como la vastedad, lo infinito, la magnificencia; su causa eficiente es la tensión de nuestros nervios y la final es Dios habiendo creado y luchado contra Satán, como se observa en "El paraíso perdido" de Milton. 
 
Antoni Amaro es profesor de la Pompeu Fabra, de Barcelona, una de las grandes universidades españolas, y ha escrito un libro sobre este asunto hablando de los cuadros de Friedrich y Turner. Se titula: "El paisaje sublime como arquetipo de la imaginación romántica: C.D. Friedrich y J.M. Turner" (2019) y lo presentó en una librería de Girona donde he comprado varios libros a lo largo de mi vida, tras tomarme una horchata en la Rambla (Girona es uno de mis lugares de este mundo, donde he sido muy feliz):
 
La segunda fotografía la saqué ayer en la Sierra de Gredos, otro de mis lugares románticos por donde me gusta perderme a menudo escuchando las grandes sinfonías de la historia de la música y del arte, y la tercera y la cuarta son el "Caminante sobre un mar de nubes" de Friedrich y un Autorretrato de Turner.
 
Ayer se unieron en mi mente Aristóteles, Longino, Burke, Kant, Jung y Gabriela.
 




 

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