viernes, 18 de julio de 2025

"Un amanecer maya y el realismo mágico".


 

El otro día fuimos a desayunar con Almudena Mestre a la sierra. Nos regaló una bolsa de magdalenas que elaboran en una panadería de allí y un libro de teoría literaria, "Discurso, sentido e interpretación" (2020), coordinado por Nguepi, Massouo y Toumba, sobre la lengua, la lingüística y las literaturas hispánicas que tengo en la mano en la terraza de su casa. Ayer mojé una de las magdalenas en una taza de té negro con leche y se obró el literario milagro proustiano que tanto me gusta. Mientras leía un capítulo de aquel libro, "Los ojos de los enterrados de Miguel Ángel Asturias: una lectura antropo-filosófica", escrito por Narcisse Jupkep, de la Universidad de Dschang, recordé lo que había leído de Miguel Ángel Asturias. Siempre admiré a este escritor guatemalteco (Ciudad de Guatemala, 1899 - Madrid, 1974), precursor del boom latinoamericano de los 60 y 70, y el primero en mostrar cómo el estudio de la antropología y de la lingüística podía influir en la literatura. Asturias también me cae bien porque estudió en la Sorbona, frecuentó el surrealismo de Bretón y fue influido por el círculo de los escritores y artistas de Montparnasse y comenzó a escribir poesía y ficción. Durante ese tiempo desarrolló una profunda preocupación por la cultura maya y en el año 1925 comenzó con la traducción al español del "Popol Vuh", el texto sagrado de los mayas, proyecto al que se dedicó durante cuarenta años. Sus novelas más importantes son "El señor presidente" (1946), que tiene en la mano en la fotografía, y "Hombres de maíz" (1949), una denuncia de los efectos que el capitalismo salvaje y las multinacionales provocaron en las costumbres y en las creencias ancestrales de los campesinos guatemaltecos. 
 
Asturias fue el verdadero creador del "realismo mágico", antes que Rulfo o García Márquez. 
 
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Y ahora amanezco como si escuchara música maya, en un amanecer poético sobre el tiempo y la historia:
 
La culpa la tuvo una magdalena con té negro.

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