Estos días el mundillo cultural de este país se ha visto alterado por los comentarios de una influencer, María Pombo, sobre la lectura. O sobre la no necesidad de leer para ser feliz y sentirse realizada. No conozco personalmente a esta mujer, pero sí a una de sus amigas, María García de Jaime, que fue alumna mía y también es influencer. Es la chica tan sonriente que me pone la mano en el hombro en esta foto con mis alumnos que se acercaron a verme a una Feria del Libro del Retiro, donde yo firmaba algunos de mis libros en la caseta de Bartleby editores. Desde el principio nos cogimos cariño, ya que es una persona encantadora. Tiene cientos de miles de seguidores en Instagram y cada fotografía que pone diariamente recibe una media de 30.000 likes y a veces supera los 100.000. También escribe libros y por supuesto vende muchos más ejemplares que yo.
Internet y la IV revolución industrial han democratizado el mundo, para bien y para mal. Pero es lo que hay, estamos en el siglo XXI y yo intento comprenderlo.
El Romanticismo literario se lo inventó, en buena medida, el alemán Goethe con su "Werther". Los jóvenes de finales del XVIII y primeros del XIX querían ser como él, amar, vestir y morir como le ocurrió a él. Algo similar sucedió en Japón con Watanabe, el protagonista que construyó Murakami en su "Tokio Blues" doscientos años después, uno de los motivos que me llevó a escribir mi tesis doctoral sobre el escritor japonés. Me resultaba interesante estudiar un fenómeno literario que afectó a tantos jóvenes japoneses. Entre medias pienso en Rimbaud, "La montaña mágica" de Mann, el "Dédalus" de Joyce, Kerouac siempre en el camino y los cantantes y grupos de rock de finales del siglo XX.
Este es el tráiler de la adaptación al cine de "Tokio Blues", por parte del director vietnamita Tran Anh Hung, un tipo que me cae muy bien, a partir de la canción de los Beatles, otro fenómeno de masas en su día:
Una mañana, al entrar en clase, pregunté a mis alumnos por qué se reían y estaban siempre tan contentos, y María, que se encontraba en primera fila, me dijo que lo hacían porque siempre me veían entrar contento y sonriente en clase.
En buena medida mis alumnos serán buenos lectores si confían en mí. El otro día dije a un grupo de alumnos de este curso que las dos formas que conozco para ser libres son viajar y leer.
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