La escuela de la economía clásica posee tres pilares esenciales,
que han demostrado ser muy resistentes con el paso del tiempo, pues de
alguna forma siguen estando de moda en unos momentos de crisis tan
particulares como los que estamos viviendo en estos momentos.
En
primer lugar hay que hablar del racionalismo mecanicista que lo
impregna todo, con un orden natural estable y armónico. A imitación de
la física, la economía funciona gracias al intercambio que llevan a cabo
los individuos en el mercado, y que posibilita el equilibrio según la
idea de la “mano invisible”.
El segundo pilar es la asunción de los rasgos básicos de una
filosofía psicológico-moral, basada en los análisis de Mandeville en su
“Fábula de las abejas”, de 1729, y Hobbes, con su “Leviatán”, de 1751.
Aquí están las ideas del “apetito del placer” y la “aversión al dolor”
como impulsoras del individuo. Esos rasgos los enseñaba Smith como
profesor de Lógica y Filosofía de la Moral en Glasgow, y también los
tuvo en cuenta Bentham en su teoría del utilitarismo, de 1780. Una
premisa fundamental para esta “Economía Política” que estaba naciendo
sería que el comportamiento del individuo da sentido al análisis
económico de la sociedad (esta no es más que la mera agregación
cuantitativa de la suma de individuos que la integran), A ello habría
que unir el hecho de que el individuo contribuye al bienestar de la
sociedad cuando actúa por criterios personales en busca de su propio
beneficio.
El tercer pilar de la economía clásica es la adopción de
planteamientos fisiócratas, al centrarse en la producción manufacturada
fabril como origen del excedente económico. Ahora la Economía Política
ya no será estática como con los fisiócratas, sino dinámica, con la
preocupación del crecimiento económico y la distribución del excedente.
Además constituirá una visión epistemológica que trata de comprender el
funcionamiento de la economía.
Tal construcción intelectual, con el mayor desarrollo por parte de
David Ricardo, no tuvo gran relación con los científicos naturales, ni
con el método de Kant, aunque fue seguidora de Descartes. Ni Smith ni
Ricardo reclamaron su vinculación con la actividad científica de su
época y tampoco mostraran interés por buscar analogías con los debates
metodológicos de su tiempo.
El método de Ricardo es opuesto al de Smith, pues la materialidad de
los hechos económicos no aparece en aquel, el proceso de desarrollo
histórico no es contexto de descubrimiento de las leyes económicas, ni
tampoco los hechos son los refutadores de esas leyes, que no van a ser
contrastadas. La verdad de las hipótesis de Ricardo queda al margen de
su eventual verdad.
(Publicado en el Diario Progresista el 4 de Mayo de 2012).
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