El otro día decía que las tertulias literarias se pueden hacer en cualquier sitio; en realidad lo único imprescindible son personas que quieran y necesiten hablar de literatura. Y esto mismo es lo que ocurrió ayer en la terracita del Vips de los arcos de Moncloa, cerca de una cafetería donde se preparaban golpes de estado y donde los estudiantes corrían delante de los grises en esas manifestaciones anti franquistas que yo no llegué a conocer, pero que surgieron en la Universidad. Justo quería que Javier le hablara de las obras más importantes de Juan Ramón Jiménez y Machado, en concreto de "Diario de un poeta recién casado" y "Campos de Castilla". Y yo los dejé hablar, mientras pensaba en el padre Plaza, aquel profesor que tuve de adolescente y al que dedico mi novela "Poeta en Madrid", y que en el examen final de Literatura solo me pidió que escribiera un cuento.
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