jueves, 8 de junio de 2023

"Lluvia en la Colina de los Chopos".

Ayer por la mañana me tomé un té en Kontiki, un Café navarro que está en frente de los Nuevos Ministerios, en la Castellana, donde charlé más de una vez con el poeta Ángel González, que vivía en la casa de al lado. Antes había paseado por la Colina de los Chopos, como la llamaba Juan Ramón Jiménez (primera fotografía). Por la tarde nos dejó José Verdú, uno de mis mejores amigos, un hombre mucho más espiritual y profundo que yo, al que se le ve en la otra foto en la presentación de mis "Cuentos de los viernes" en el "Este o Este" de Malasaña, con mi amigo José Luis y sus mujeres. Hacía tiempo que estaba delicado de salud y apenas podía salir de casa, pero siempre iba en mi memoria. La última vez que José Luis y yo lo visitamos fue en Navidad. Desconocía el tiempo que le quedaba de vida, pero creía en otro mundo mejor y eso le daba paz. Escucharle hablar era también creer un poquito más. Luego nos hablaba de sus hijos y de su padre; de su padre nos hablaba mucho y de San Javier y de su mar de Murcia, al que volvía siempre que podía. Madrid era su ciudad, pero la Manga del Mar Menor era su alma. Hay un poema de Ángel González que me gusta mucho. Es un "poema de amor" dirigido a una mujer, pero ¿qué es el amor, sino un poema dirigido a toda la humanidad?
 
"Me basta así".
 
Si yo fuese Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso;
entonces,
si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando luego callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).
 
(De "Palabra sobre palabra", 1965).
 
Es hermosa esta versión con la voz de Ángel González y la voz y la guitarra de Pedro Guerra:
 
(Va por ti, Pepe).
 

 

 


 

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