miércoles, 8 de mayo de 2019

"Manhattan".

Una tertulia de mucha calidad literaria en el Café Gijón con el escritor vasco Mateo de Paz.

Confieso que siempre me ha apetecido buscar y encontrar las claves de las obras literarias y artísticas que son ambiciosas, complejas y tienen muchas capas y lecturas, como sucede con "Las discípulas" (Editorial Sitara, 2018), de Mateo de Paz, una obra pensada, vivida y escrita durante muchos años por su autor. En un post anterior mencioné a Onetti, Cervantes y Dick como escritores cuya sombra observo en esta novela. Ahora me gustaría añadir que los tertulianos (ayer en la Taberna del Gijón) siguieron con interés el debate que mantuvimos sobre todo Mohamed el Morabet, Javier del Prado y yo con el autor en torno a la forma y el fondo de la novela, e intervinieron con cariño y acierto, como Juanjo, Almudena, Mariwan, Antonio, Santiago, Isabel, Jesús, Eduardo, Pepo y los demás amigos.

Analizamos su estructura, las parejas de dobles que habitan sus páginas (el famoso Doppelgänger), la recepción por parte de los lectores, la evolución del tiempo, los diferentes espacios, el papel del azar y la ley de la entropía, el sentido de la autoficción e incluso el cuaderno de trabajo de Mateo, que recojo en la cuarta foto, hasta que todo constituye ya parte de su cerebro y habita diariamente con él. La riqueza de la historia se puede sintetizar en tres frases o momentos. "En un libro de ficción había leído que las leyes de la termodinámica señalan que uno no puede ganar en absoluto, sino que las cosas antes de que mejoren empeoran" (p. 87). "Un escritor solo vale y significa el tiempo que se ha esforzado en trabajar en su obra" (p. 176). "Su efecto (de un narcótico) se prolongaría un par de horas más, y a partir de este momento las dos vidas -la mía y la suya- terminarían mostrando que el biombo que separa la realidad de la ficción es el mismo que está entre el lenguaje y el silencio" (p. 341). 

A lo largo de hora y media surgieron todos esos aspectos que consiguen que yo me siga divirtiendo con las tertulias y que la literatura, en definitiva, sea una fiesta.

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