El título de este artículo es una frase que leí de la escritora
egipcia Nawal El Saadawi durante una entrevista publicada en un
periódico. Nada más leerla pensé que el problema de la discriminación
entre los seres humanos es siempre una cuestión de poder.
Discrimina
el que puede hacerlo, porque considera inferiores a las personas del
otro sexo, de otra raza, de otra condición sexual y económica. En
Occidente todavía existen diferencias salariales entre hombres y
mujeres, y se explota sexualmente a niños, mujeres, extranjeros y
pobres.
Algunas culturas aceptan que la religión únicamente tiene sentido (si
es que lo tiene a estas alturas de la historia) desde el ámbito
privado, y no puede ser estatal. Es increíble que tengamos que recordar
estas cosas, después de lo que escribieron los ilustrados del siglo
XVIII o de los libros de Schopenhauer, Nietzsche y otros intelectuales,
pero ciertas personas siguen siendo testarudas.
Debería recordarse que en la India, los hindúes son personas
bondadosas, sencillas, honradas, incluso diligentes, entre otras cosas
porque su religión es personal y no una cuestión del estado. Ellos
tienen otros problemas, por supuesto, como el retraso económico o el de
las castas, que aún influye en sus costumbres a pesar de estar abolido,
pero, espiritualmente, son más libres que muchos cristianos, budistas,
judíos o musulmanes (como advirtió Pasolini durante su estancia en ese
país, y que plasmó en “El olor de la India”). Algo similar apuntó el
orientalista Mircea Eliade en su libro “La India”, donde señaló que
“casi siempre se olvida que la India conoce, antes que nada, una
desigualdad individual, no social. Los hombres son distintos porque
distintas son sus energías kármicas”.
En España (y en Occidente en general), la gran revolución de las
últimas décadas del siglo XX la hicieron las mujeres, ayudadas, como es
lógico, por acontecimientos importantes como la incorporación de nuestro
país a la Unión Europea y los gobiernos democráticos, sobre todo de
Felipe González. La independencia económica, la posibilidad del divorcio
y el uso de la píldora, la necesidad de una mayor exigencia educativa y
cultural…, son aspectos que han ayudado a la independencia de la mujer
en nuestra sociedad. Pasolini señaló, refiriéndose a los indios, que sus
“santones no son peligrosos”, insistiendo en la desvinculación entre la
religión y el estado. En muchos aspectos tendríamos que aprender de
ellos.
(Publicado en el Diario Progresista el 30 de octubre de 2012).
No hay comentarios:
Publicar un comentario