martes, 31 de octubre de 2023

"Bolaño, Audrey y yo".

Ayer me encontré este texto en el muro del escritor Dan White, que vive en Chile:

"Esta mañana leía un artículo en el diario "La Tercera" sobre Bolaño y sobre su vida y obra, más concretamente sobre la que dicen es su trabajo culmen, "Los Detectives Salvajes". Dicen que lo innovador, lo disruptivo de la novela es que está escrita a partir de múltiples voces, no sólo de una voz. Dicen que Bolaño estuvo por dejar tirada su escritura en varias ocasiones, que no se sentía seguro de cómo acabarla porque lo que le gustaba, en verdad, era ser cuentista (...) ¿Qué elementos son necesarios para escribir la novela que además sea exitosa? Según mi experiencia como lector podría decir que la trama debe ser interesante. Amigos escritores como Justo Sotelo (me acordé de él estos días por el premio Princesa de Asturias que le dieron a Murakami) afirmarán que lo importante es el "lenguaje", otros que hay tener una dedicación casi religiosa a la novela o como José Carlos Rodrigo Breto que es fundamental que la duración de la novela reúna características que la hagan comercial. Otros buenos amigos, todavía vírgenes en el género, como Iván Quezada que hay que tener un público "genuino" que no esté tan solo interesado por acudir a presentaciones literarias en busca de pan, juego y vinos. Quizás debiera preguntar a otro amigo escritor, Peter Redwhite, o a amigas expertas en literaturas australes, como Magda Sepúlveda Eriz o imperdibles editores como Máximo González Sáez, que son referentes en la narrativa austral en el país que gestó y expurgó a Bolaño hacia México, luego hacia España y de ahí al infinito. Hago estas reflexiones mientras me tomo el primer café de una semana más de trabajo y producción desde Santiago y sigo aferrándome al libro como una tabla de salvación, como un humilde ladrillo de la civilización. Quizás los escritores somos como "detectives salvajes" que transitamos por una existencia darwinista en la que dejar un poso de luz con las palabras".
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Hasta aquí su texto, que me recordó algo que escribí en su día acompañado de esas fotos:
 
"Una amiga me dice que solo escribo para las mujeres, otra que soy un don Juan, otra más que soy un librepensador. Otra me pide que hable de Bolaño. Así que me pongo a escribir por aquí mientras me tomo el primer café de la mañana. Bolaño es un buen escritor que me ha hecho pasar unos ratos estupendos. Es como Cortázar, pero más de andar por casa, más ingenuo, menos intelectual. La fluidez de su escritora es evidente, la ausencia de barroquismo formal de sus novelas y cuentos y las ganas de jugar con el lenguaje y con la vida. Bolaño es como aquel amigo que todos hemos tenido en la juventud que a fuerza de hablar de literatura acaba convirtiéndose en la mismísima literatura. Seguramente le encantaría que dijeran de él que es un librepensador y que solo escribe para las mujeres. Y que era un don Juan. Alguna vez me han dicho que me parezco a él físicamente; los dos somos igual de feos".
 
A Bolaño le gustaba mucho esta canción, y a mí también, así que la escucho mientras acabo este post y antes de irme a clase:
 
No sé si tiene mucho que ver el uso que hago del lenguaje (como diría Dan White) para seguir escribiendo la novela de mi vida, pero esta mañana en la que hay una fiesta en las Cortes prefiero irme con Audrey a desayunar a Tiffany. Y luego le diría que me cantara esta canción en la ventana:
 

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