Son aquellas horas de su infancia perdido en los rincones mágicos de la casa de sus abuelos en la Rioja. Había nacido en Madrid, y a los dos años sus padres le llevaron a un lugar donde brotaron las raíces para hacerse pintor y después arquitecto. Son todas las horas en las que se queda ensimismado mirando a ninguna parte, seguramente hacia dentro de sí mismo. Es el manejo del color en sus cuadros y en su mente, en su propia sensibilidad, de las formas que tantas veces se le escapan entre los dedos. Es la búsqueda constante de la fusión de los dos clásicos "apriorismos" kantianos, el tiempo y el espacio, el lenguaje textual y discursivo de la literatura, y el presentativo del arte. Y la necesidad de la presencia de Mnemósine para unirlo todo y poder explorar la expresión de la obra, la ideación, las sensaciones y la intución, el dinamismo, el simbolismo. Seguir con la representación y con la interpretación, desde la geometría hasta la deconstrucción. Ayer por la tarde Santiago Martinez Saenz me situó cerca del arte y su sentido profundo en una ciudad de Madrid que estaba preciosa, como lo hicieron mis amigos tertulianos que intentaron responder a las dos preguntas que les hice. ¿En qué lugar intangible del ser humano nacen el arte y el artista, y qué les lleva a seguir viniendo a esta tertulia?
Cuando ya me iba la nueva tertuliana Soledad Velázquez me dio una bonita respuesta al regalarme el disco de su hijo, que mezcla la música clásica y el flamenco:
Y así pasa la vida, enamoradamente de la belleza.
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