Ayer estuve leyendo una novela (de la que hablaré mañana en caso de terminarla) en la terracita del Café Comercial, que está cerca de mi casa. A mi lado había tres señoras de unos setenta años que no paraban de hablar de política. Qué energía le echaban, qué fuerza, qué pasión. Geo me sirvió el café con leche y dos churros de otros días y mientras lo hacía me dijo que ya había visto que había escrito uno de los capítulos del libro que cuenta la historia del Café, y que se podía comprar allí dentro. Me apellidaba casi como el colegio del barrio de Pacífico al que ella lleva a sus hijos, "Calvo- Sotelo", en la Avenida de Ciudad de Barcelona. Y cuando me levanté, media hora más tarde, las señoras de al lado se me quedaron mirando, aunque no sé si se fijaron más en mis piernas o en la novela que llevaba en la mano, jeje. Una de ellas dijo, "ves, Carmela, a este señor yo sí le votaría", y no dejó de mirarme las piernas. Y Carmela añadió, "¿te has fijado que no tiene varices? La tercera puntualizó que además era escritor y eso le gustaba.
Les di la mano, me giré y eché a andar por los bulevares, aunque no sabía si ir hacia Génova o a Ferraz, pues estaba a mitad de camino de los dos sitios en línea recta.
En realidad a mí lo que me gustaría es ser la reina de Inglaterra:
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