viernes, 21 de junio de 2024

"La gaviota de Tenerife".


 
Siempre digo que me faltan vidas para hacer todas las cosas que me gustaría hacer, todo lo que me gustaría estudiar, viajar y escribir. También me gusta ser agradecido con esta maravillosa vida, donde he estudiado lo que he querido, trabajado en lo que me apetecía y escrito lo que necesito escribir. Y me gustan los amigos que he ido encontrando por el mundo. Ahí está el arquitecto escritor Jose Felix Saenz-Marrero, una gaviota de Tenerife que nació en Madrid, donde estuvo los dos primeros años de su vida antes de instalarse en la isla. Me gusta rodearme de la buena gente que hay en este mundo, y escuchar una canción del cantante Caco Senante a la vez que me tomo el primer café de esta mañana. Durante muchos años Paqui y yo fuimos a comer a su restaurante de la calle Echegaray. Rodeados de teatros en nuestra buhardilla, que inspiró la de mi novela "Poeta en Madrid", nos solían preguntar que si éramos actores de teatro. Aunque los madrileños no tenemos playa ni mar, en realidad todas las playas y todos los mares son de Madrid, aunque nos pillen un poco lejos:
 
En esta dulce vida me he encontrado al arquitecto y pintor Santiago Martínez, a su discípula María López, una arquitecta encantadora a la que le gustaba ir a la ópera y que vino a la tertulia varios años, a la también encantadora e inteligente arquitecta María José Muñoz Spínola que ahora no puede venir a nuestra tertulia. He leído a Joan Margarit, arquitecto y poeta, he estudiado en un máster de Estudios Literarios al genial Miguel Ángel Buonarroti, pero sigo echando de menos en nuestras tertulias "on line" a José Félix Sáenz-Marrero, que nos dejó hace poco. Y sé que a la poeta y filóloga italiana Mirta Amanda Barbonetti le sucede lo mismo, pues me lo dijo el otro día. Se hicieron amigos epistolares a través de la tertulia y ella tradujo algunos de sus poemas al italiano. Antes de morir José Félix envió a los poetas y tertulianos Pilar S. Tarduchy y Oskar Rodrigañez Flores, editores de las plaquettes de Búho Búcaro, un manuscrito que ellos le acaban de editar con ilustraciones del artista Javier De la Rosa y el propio José Félix, y prólogo de Javier Del Prado. En la tertulia de la semana pasada me regalaron un ejemplar, y es el que tengo en la foto que me acabo de hacer en un pequeño autobús de mi barrio que se recorre las callejuelas de todo el centro de Madrid. A veces me subo en él para atravesar Malasaña y el Madrid de las Letras hasta llegar a la Puerta de Toledo. Luego me dirijo a desayunar a Lavapiés o al centro de arte de La Casa Encendida. 
 
"Cuando el arquitecto recibía la formación netamente clásica y su referencia era la mímesis de artefactos construidos en las épocas anteriores -nos dijo José Félix en una tertulia virtual- la llegada del "Arts and Crafts", y su origen anglosajón, supuso una revolución a partir del "arquitecto integral" que aúna la artesanía del ejercicio profesional con el diseño industrial y técnicas de lenguajes ajenos como la impresión, el amueblamiento, la decoración interior y la ilustración de espacios que tienden a la unificación de las artes consideradas menores y el mismo lenguaje arquitectónico. Esta eclosión junto con los estertores del modernismo y el naciente "Art deco" fusionan la andadura del primer arquitecto de la familia en un periodo comprendido entre 1920 y 1956".
 
He recordado estas palabras porque son las de un artista integral. José Félix se lanzó a escribir cuando no puedo dedicarse a la arquitectura desde 2011, por culpa de una enfermedad. Los poemas y relatos que he leído pensando en la gaviota de Tenerife mientras recorría Madrid son conceptuales, simbolistas y surrealistas. Como Petrarca y Miguel Ángel no sublima el amor platónico, sino la vida platónica. Los tres estadios de Platón se unen en su mente en una especie de neoplatonismo vital y reconoce que en el principio fue la luz que entra de "par en par" (es el título de la plaquette) por las "ventanas" de su cuerpo. Y yo pienso al leerlo que podría ser el mismo verbo del principio del Génesis. Se trata de "ser esclavo de la alegría", dice en cierto momento, porque lo que quiere es que a "su final" le hablen de la vida (p. 54). Se hizo escritor para llenar el vacío (pp. 47 y 50) y por eso mismo escribió este poema (p. 34), entre otros:
 
"He visto a Bacon".
He visto a Bacon y sus claroscuros
he pactado con Chirico los versos en la sombra
y el asombro de la vida
me he ejercitado con Shopenhauer en la luz
que proviene del mundo de los vivos
despierto en todos los sentidos
que imperan dentro de mí
soy la misma voluntad
de querer vivir".

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