He pasado muchas veces por Tordesillas cuando iba a Valladolid a impartir un máster sobre Economía de la Cultura, pero no me había metido en el Museo de la Firma del Tratado. He comido en alguno de sus restaurantes cuando asesoré al Consejero de Economía de Castilla-León. Y cuando formé parte de varios tribunales de tesis doctorales, en concreto sobre los museos de Valladolid y la Semana de cine, la Seminci. Y ayer firmé el Tratado de Tordesillas 530 años después. Me gusta viajar al pasado y adivinar cómo era la gente de ese momento, cómo vivían, cómo amaban, qué escribían. Tampoco es que haga grandes cosas cuando viajo, me meto en un museo y después me siento en una terraza para ver pasar a la gente y para escuchar sus conversaciones, el acento de su voz, sus penas y sus alegrías, aquello que aman o que odian.
Y leo, y luego escribo.
Mañana martes despediremos la tertulia literaria en la versión "on line" por este curso, aunque aún nos queda una presencial en Casa Manolo de la que ya hablaré otro día, y para la que he pedido a los tertulianos que comenten el libro que estén leyendo ahora o el que quieran. En mi caso hablaré de "Hermosos y malditos", de Scott Fitzgerald, en cuyo mundo de los años 20 ando metido estos días.
Aquel mundo de jazz y de vida loca:
Y ahora me voy a poner un examen, porque vivo en otra época y me queda mucho Moet Chandon que beber.
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