Me despierto, abro un ojo, luego el otro, me preparo el primer café, pongo la radio, escucho las últimas noticias, la apago, pongo Radio Clásica, contesto a algunos Wasaps, abro Facebook, leo el último comentario de la escritora Carmen Sogo a mi post de ayer sobre la reseña recientemente publicada sobre "Un hombre que se parecía a Al Pacino":
"Tal vez la prosa vaya por donde tú vas. Ese libro inclasificable entra de lleno en mi idea de literatura actual. Creo que la postmodernidad está ya muy pasada. Desde el fin de la guerra ¿hasta? Eran Panero, los novísimos. Tus libros me parecen otra cosa. Una prosa fresca, un narrador cercano al autor, el abuso de la elipsis, el simbolismo. Entre la realidad y la ficción; memorias, pero poco, novelas, pero no. Definitivamente, la literatura española sigue el camino de Justo Sotelo, de Eloy Tizón, de unos pocos más. "Poeta en Madrid" me pareció demasiado difícil, casi épico, mucha tela para mí. Creo que tu Pacino es una obra redonda del siglo XXI, me encanta su estructura, tan meditada. Me marcas un camino maestro, pero no estoy segura de ser capaz de seguirlo, lo intentaré".
Ayer pasé por delante de "La Musa", un restaurante de Malasaña donde he comido a veces. Sigue sonando la música, termino el café y me pongo a escribir. ¿La musa del creador? Me mente se pasa la vida siguiendo el ritmo de la música, como con la frase con la que comienza "Poeta en Madrid", "Che gelida manina", la historia de un poeta en París o en Nueva York o Madrid:
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