viernes, 13 de abril de 2012

Economía y Literatura (II)

¿Cómo describiría Galdós, si viviera, este período de crisis económica que nos ha tocado vivir? Si ya fue muy duro a la hora de referirse a la degradación moral de la burguesía de su época, ¿qué diría ahora con el fin de analizar la estupidez económica y social que estamos viviendo en manos de ese eufemismo que llamamos "mercados financieros"?

En las décadas de los 70 y 80 del siglo XIX, Galdós no dejó de escribir obras maestras. “La de Bringas” (1883) es una de sus novelas que ha ido ganando el aprecio de la crítica con el paso del tiempo. Y lo mismo le ocurre a la siguiente novela que escribió, “Lo prohibido” (1884-1885). Galdós estaba en esos instantes en la plenitud de su actividad creadora; había dejado atrás las novelas “de tesis” y ya dominaba, a la perfección, la narración realista y naturalista.

El punto esencial de ambas novelas (y de casi todas sus obras de esa época) es el papel que juega la “mujer”, poco más que una mercancía en manos del hombre, es decir, en manos del sistema capitalista. La mujer busca, necesita, desea poseer dinero porque es la única forma de salir del pozo donde vive. Y sólo lo puede hacer trabajando fuera, casándose con un rico o pidiéndolo prestado. En todos esos casos, su futuro es muy negro. El marido se lo va a dar a cambio de que cumpla con su papel de mercancía, trabajar fuera de casa aún es una misión casi imposible y los préstamos de los usureros inciden más en la degradación moral y física de la mujer.

En los siglos XVIII y XIX, España no contó con una verdadera revolución industrial, como los países de nuestro entorno, encabezados por Inglaterra y Alemania, y como consecuencia de ello el papel de la burguesía fue irrelevante durante mucho tiempo. Las cosas cambiaron ligeramente hacia la mitad del siglo XIX, en particular con el triunfo de la Gloriosa y la salida de Isabel II del poder. No obstante, fue difícil terminar con la lucha entre el proteccionismo y el librecambismo. En esa sociedad en transición se confundían el “ser” con el “querer ser” e incluso con el “parecer”.

Rosalía Pipaón de la Barca de Bringas valora más el parecer que el tener, y algo similar puede decirse de la marquesa de Tellería. Si la primera consume compulsivamente en las tiendas de moda, a Milagros, la marquesa, le ocurre algo similar. Llegará un momento en que la mujer modesta tenga incluso que prestar dinero a la aristócrata. La vida de Rosalía podía ser considerada como feliz, dentro de la sencillez en que sometía a su hogar el cabeza de familia, Francisco de Bringas, un oficial de 1ª de Intendencia del Real Patrimonio, con un sueldo anual que no superaba los 30 000 reales.

Francisco de Bringas es el típico puritano, ese tipo de persona que ha asimilado la forma de vida de la religión protestante, que prima el trabajo y el esfuerzo, junto al ahorro. Por ese motivo la novela comienza con el cenotafio (casi de juguete) que está realizando para obsequiárselo a Pez, que había ofrecido un empleo en Hacienda a su hijo Paquito, con 400 y pico reales al mes de sueldo.

Las palabras dinero, sueldo, consumo, ahorro, etcétera, están en boca de los personajes desde el principio, y también del narrador, un curioso sujeto que se inmiscuye en la historia también por razones económicas, y que la concluye también de forma curiosa, pues incluso podía haberse convertido en amante de Rosalía a cambio de dinero, siempre de dinero.

Don Francisco es un tipo oscuro y tacaño, que elabora el cenotafio sobre todo porque no le cuesta apenas dinero. A él no le interesan la ropa y la moda, por supuesto, como les ocurre a su mujer y a la marquesa, y todo su afán es poseer un pequeño cofre con unos miles de reales, fruto de su trabajo y el consiguiente ahorro. En su pequeño mundo las apariencias no poseen ningún sentido, lo contrario de lo que le ocurre a Rosalía y a la sociedad “bien” de Madrid, que, como se dirá en “Lo prohibido”, es una sociedad que se podría resumir en su propia emblema, con el oso que se estira para coger el fruto del árbol, pero que nunca lo consigue.

(Publicado en el Diario Progresista el 13 de Abril de 2012)

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