viernes, 26 de enero de 2018

Una de mis clases de economía.

Hoy no voy a hablar de literatura, sino que me apetece compartir con vosotros lo que podría ser una de mis clases de economía.

Siempre digo que vivimos en el mejor de los mundos posibles hasta ahora. Este estudio publicado por El País y realizado por el economista Max Roser, que trabaja en la Universidad de Oxford, ofrece datos interesantes que corroboran esta idea:

Está en consonancia, además, con la conferencia que dio ayer por la tarde en la Fundación Rafael del Pino de Madrid Johan Norberg, ensayista económico y Senior Fellow del Cato Institute (le hice esa foto).

Nuestra percepción puede decirnos que todo va mal, pero los datos indican que el mundo mejora y lo hace, en muchas ocasiones, para aquellos que se encuentran en un peor punto de partida: en casi todos los rincones del mundo la gente vive más años, con mayor prosperidad, más seguridad y mejor salud. Por supuesto, ni todos los problemas han sido resueltos ni todas las partes del mundo pueden compartir este optimismo. Pero en la mayoría de los casos sabemos, al menos, qué herramientas pueden ayudarnos; muchas veces, una tecnología tan simple como la que permite el acceso al agua potable y sistemas de fontanería domésticos puede marcar una enorme diferencia. La educación y la nutrición son también claves y constituyen indicadores que mejoran.

Ahí está nuestra responsabilidad de los países ricos con los pobres.

miércoles, 24 de enero de 2018

Nueva crítica sobre mi novela "Entrevías mon amour".

Mónica Ivulich, una crítica literaria nacida en el país de Cortázar, compara mi novela "Entrevías mon amour" con "Rayuela" y "Bonjour tristesse".

Ivulich es una de las responsables de la revista cultural argentina GUKA, de la que es codirectora en Argentina, México y Europa. Piensa escribir una crítica más convencional, pero ayer adelantó por este medio las siguientes palabras sobre mi novela:

"Cuando tenía 7 años tuve un sarampión impresionante, me picaba dentro de las orejas, entre los dedos de los pies, debajo y dentro de los párpados, el cuero cabelludo… mis padres habían oído que debían darme calor para que la erupción fuera rápida y curara lo más pronto posible, así que, además de la estufa, el pañuelo rojo en el cuello y las mantas, a mi padre se le ocurrió darme una pequeñísima copa de fernet, si… y puro.

Era la primera vez que permitían que yo probara alcohol. Cuando papá se fue a trabajar mi madre vino y vio que yo sorbía apenas el fernet y lo dejaba. Me dijo: -si no te gusta no te obligues a beber…- La miré sorprendida y respondí: - ¡al contrario! ¡Bebo de a poquito para que no se gaste!

Es lo que me ha pasado con la novela de Justo Sotelo “Entrevias, mon amour”. Leo un capítulo por día y me detengo a saborearlo. Por sus figuras literarias, las situaciones en que se ven comprometidos los protagonistas, las personalidades de cada uno, los recuerdos, historias, reflexiones…

Podría haberlo leído en uno o dos días, pero decidí conscientemente no hacerlo. Voy al paso y de la mano de Teo o de Judith, de cada personaje vestido o desnudado magistralmente por Justo.


Pronto terminaré y me dará pena abandonar esta trama, el lugar y a los amigos que he conocido en Entrevías…

Creo que, desde mi temprana juventud, cuando leí Rayuela o Bonjour tristesse, no había disfrutado tanto. En un par de días haré la nota en forma menos emocional y más seria, formal, pero, de todas maneras, estaré melancólica habiendo cerrado un libro extraordinario".

lunes, 22 de enero de 2018

sábado, 20 de enero de 2018

"I´m A Fool To Want You".

Camino por una calle medio a oscuras. Me detengo bajo una ventana abierta. Suena una melancólica música de jazz. Los visillos comienzan a moverse, vuelan sobre mí y acarician mi rostro. En seguida regresan a su sitio, aunque la música no se detiene: https://www.youtube.com/watch?v=vjV3V48q0D8. Miro hacia el otro lado de la calle. Un tipo de mediana edad, cansado, abraza a una mujer. Están sentados en la entrada de una casa. Ella parece ausente. En cierto momento se me queda mirando. Solo son unos instantes y no logro intuir si quiere decirme algo. Continúo mi camino. Después de todo no soy más que un escritor.

(Esta escena es casi real y ocurrió ayer por la noche tras ver una película del director suizo Alain Tanner en la Filmoteca. He despertado hace un rato y no dejo de pensar en esa pareja y en la canción de Chet Baker).

Es bonito que tus amigos actualicen tu biografía virtual cada cierto tiempo.

http://es.biblioteca-virtual.wikia.com/wiki/Justo_Sotelo_Navalpotro


miércoles, 17 de enero de 2018

Sobre el segundo concierto de Rachmaninov.

A veces el alma humana es un verdadero misterio, al menos para alguien que, como yo, se dedica a analizarla para así poder escribir.
"La bruma comenzaba a disiparse. Seguéi Rachmaninov ya no se encontraba dentro de la sala de conciertos, ni siquiera en la consulta del doctor Dahl. Estaba en mitad del océano, en un pequeño islote apenas más grande que sus pies. Le dijo al doctor lo que veía.

-Alce la mirada -le insistió Dahl-. ¿Qué se perfila en el horizonte? ¿No ve una costa rocosa? ¿Una tierra hostil a la mirada, pero muy probablemente acogedora en su interior?

-¡Sí, es cierto! ¡Está ahí!

-Pues salte del islote, Seguéi, y nade, no le importen las olas, ni el frío. Alcance la costa. Escriba ese concierto y volverá a ser quien siempre ha sido. Ya tiene el dolor cogido por la empuñadura. Arrójelo bien lejos, para siempre, de usted. Hemos vuelto y esta vez nos quedaremos allí.

Serguéi Rachmaninov se desprendió del dolor y lo lanzó al fondo del mar, donde se hundió sin dejar cicatrices en el agua. Comenzó a nadar con sus inmensas manos. Llegaría hasta la costa".

(Es un fragmento de las "Sinfonías de la mañana". Volumen 2. Martín Llade. Radio Clásica. RTVE. 2017).

La Sinfonía nº 1 de Rachamninov fue un fracaso y él cayó en una depresión. Decidió no volver a componer. Recuperó la fe en sí mismo gracias a la terapia que siguió con el doctor Nikolai Dahl y compuso una de las obras más bellas de la historia de la música (que dedicó al doctor, como puede leerse en la tercera foto que he puesto) y que nunca he dejado de escuchar, así como sus preludios para piano y su Sinfonía nº 2.

Esta versión de Anna Fedorova es espléndida:

https://www.youtube.com/watch?v=rEGOihjqO9w



¿Qué hemos leído estas Navidades?

El martes 15 de enero reanudamos la tertulia, a las 18.30, en la taberna del Café Gijón, calle Almirante 30, y he pedido a los tertulianos que hablemos de lo que cada cual haya leído estas últimas semanas.

Entre mis lecturas ha estado Kazuo Ishiguro. La primera vez que lo leí pensé que había dado con un escritor inteligente. Era "Nunca me abandones". Poco después leí dos novelas suyas más, "Un artista del mundo flotante" y "Los restos del día". En este último caso entendí por qué James Ivory había hecho su mejor película. Los Reyes Magos han dejado en casa su primera novela, "Pálida luz de las colinas", y un libro de relatos, "Nocturnos", y he vuelto a pensar lo mismo que la primera vez, a pesar de que el año pasado le hayan dado el Nobel.

Ishiguro escribe bien. En su literatura hay música, una cierta tristeza por el paso del tiempo, mucha imaginación y grandes dosis de desarraigo. Es japonés nacionalizado británico y eso se nota en sus personajes, que parecen ser de ninguna parte. No obstante, observo un enorme cariño por esos personajes. Tengo la impresión de que este tipo escribe porque es feliz, como me ocurre a mí.

lunes, 15 de enero de 2018

En el jardín de las Hespérides.

Alguien me manda estas fotos y mientras las observo imagino un cuento que se desarrolla en el "call" judío de esa ciudad.

Es el viaje espiritual de un hombre y una mujer que caminan al atardecer por el paseo romántico que bordea las dos catedrales, la románica y la gótica. Leen poemas del poeta persa Omar Khayyam. Por la noche se han convertido en fantasmas que recorren el tiempo, desde el origen de la palabra, con el único espacio de sus dedos. Como si volvieran a subir por el árbol de las manzanas de oro.

Es el jardín de las Hespérides.




En el paraíso.

Hoy no voy a hablar de literatura.

Hoy me voy a limitar a tomar el sol.


Aquí.

sábado, 13 de enero de 2018

Sobre los premios literarios y el arcoíris.

Antes de ayer escribí un post sobre mi tesis de Haruki Murakami, y unos días antes sobre Joyce Carol Oates, y mencioné de pasada lo que cuesta que les den a ambos el Nobel de literatura. Mi comentario era, básicamente, retórico, como es lógico. Algunos amigos mostraron su rechazo a los premios e incluso me pidieron que opinara sobre el tema.

Hablar de estos asuntos siempre me da pereza e intento no perder demasiado el tiempo en ello. Me gusta mucho releer a Dante, Shakespeare, Cervantes, Juan de la Cruz o Laurence Sterne, por ejemplo, que, obviamente, nunca recibieron el Nobel, ni ningún premio comercial. Con el paso de los siglos esos autores han logrado su propio lugar.

Los premios de cualquier cosa no son más que un subproducto del sistema capitalista que vivimos, sin que puedan aportar ningún valor añadido cultural de cierto interés. Detrás de los importantes siempre se encuentran los lobbies habituales, como en cualquier otra actividad económica. Sin embargo, hay algo inmaterial en la verdadera obra artística, que imposibilita que se pueda medir por su precio.

¿Se atrevería alguien a poner un precio al arcoíris?
 
 

viernes, 12 de enero de 2018

El hombre libre.

Suelo decir que vivimos en el mejor de los mundos posibles, pero continúo sin encontrarme a verdaderos hombres libres. Por eso, a veces, miro hacia el pasado y siempre me viene el nombre de Beethoven a la cabeza. Beethoven no solo hizo evolucionar la música, escribiendo unos cuartetos en los años 20 del siglo XIX que parecen de principios del XXI. Primero se desvinculó de la nobleza, escribiendo música solo para él y para la posteridad. Después dejó de lado a Napoleón, tras dedicarle la Tercera Sinfonía y el Concierto nº 5 de piano, cuando conoció su enorme "vanidad" al proclamarse emperador a sí mismo. 

En la actualidad observo demasiada autocensura en los medios económicos, políticos, de comunicación. No entiendo esa obsesión por formar parte de algún "clan", el que sea, por ser querido, admirado, admitido en ese club. Y lo que me resulta más absurdo, por conseguir poder, dinero, sexo, seguridad. Es como si la independencia ya no fuera esencial.

El mundo seguirá girando sobre sí mismo las veces que sean necesarias, pero será muy difícil que un espíritu que no sea completamente libre pueda escribir música como esta:

https://www.youtube.com/watch?v=auwPo72ju7Q

(Suelen venirme a la cabeza los cuadros de Pollock cuando escucho los últimos cuartetos de Beethoven, como este que se encuentra en Nueva York).

jueves, 11 de enero de 2018

Descargas en todo el mundo de mi tesis sobre Murakami.

A Murakami seguirán sin darle el Nobel, pero la Complutense me cuenta que la tesis que hice sobre él ("La semántica ficcional de los mundos posibles en la novela de Haruki Murakami"), se descargó 2094 veces el último año en todo el mundo, 7555 veces desde mayo de 2012:


Así que me parece que hoy en vez de tomarme dos cafés para desayunar voy a tomarme una copita de sake.

O dos.

(Murakami ha escrito algunas de las mejores novelas posmodernas que he leído. "El pájaro que da cuerda al mundo", en concreto, me parece una novela comparable a "La montaña mágica", por muchas cosas. "El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas" y "La caza del carnero salvaje" las hubiera firmado Lewis Carroll, y "Tokio blues" no tiene demasiado que envidiar al "Werther" de Goethe).

miércoles, 10 de enero de 2018

"Moon River" y desayuno en París.

Parece que los músicos callejeros estén esperando a que yo pase para tocar la música que más me gusta. Eso ocurrió el otro día con un trompetista que estaba en medio de una calle que tenía las casas pintadas con los colores del arcoíris. Audrey Hepburn tal vez fuera de mi mano, pero no nos dirigíamos a Nueva York -que es una ciudad que está muy bien-, sino a París. En la isla de Francia desayunamos un "café au lait" con los cruasanes más ricos del mundo sin necesidad de acercarnos a Tiffany, antes de caminar lentamente por la orilla del río, que es la única forma en la que se debe caminar, mientras inventábamos el Sena entre los dos.

La trompeta callejera sonaba más o menos así: https://www.youtube.com/watch?v=HzOXmfsEkFg. Al terminar la música, despertamos. No estábamos en París, pero seguíamos cogidos de la mano.

martes, 9 de enero de 2018

"Vértigo".

En el tercer número de la revista virtual neoyorquina "Visítame Magazine" se publica "Vértigo", uno de mis "Cuentos de los otros". Es una revista que dirige Hilda Serrano y que coordina Marta Muñiz desde España.


También anoche me encontré en Facebook con esta fotografía tan literaria de los libros que llevaron los Reyes Magos a la casa de Gloria Llatser Gaya, una amiga virtual tarraconense que estudió en la Universidad de Barcelona y que ahora vive y trabaja en Murcia. 

Mis cuentos, desde luego, están muy bien acompañados, tanto por parte de Borges o Woolf, como con los otros escritores de la revista.

domingo, 7 de enero de 2018

"Una hermosa doncella".

"Inocentemente. Así comenzó. Cuando Katya Spivak tenía dieciséis años y Marcus Kidder sesenta y ocho.

Por la Ocean Avenue de Bayhead Harbor, Nueva Jersey, en medio del espeso letargo de final de la mañana, Katya paseaba en su silla al bebé de diez meses de los Engelhardt y llevaba de la mano a la hija de tres años, Tricia, por delante de la sucesión de tiendas deslumbrantes y maravillosas por las que era famosa la avenida -Brida Shoppe, Bootery, Wicker House, Ralph Lauren, Lily Pulitzer, Crowne Jewels, Place Setting, Pandora’s Gift Box, Prim Rose Lane Lingerie & Night- cuando, mientras se detenía a contemplar el escaparate de Prim Rose Lane, sonó una voz inesperada en su oído:

-¿Y si pudieras escoger, si pudieras cumplir tu deseo?

Lo que advirtió fue la pintoresca expresión, tu deseo. Tu deseo, como en un cuento de hadas.

A sus dieciséis años, era demasiado mayor para creer en cuentos de hadas, pero sí creía en lo que podía prometer una agradable voz masculina que le preguntaba cuál era "su deseo".

Con una sonrisa se volvió hacia él (...)

Tenía los ojos de color azul acero, con unas arrugas causadas por décadas de sonreír. Como una figura romántica en un musical de los viejos tiempos de Hollywood -¿Fred Astaire? ¿Gene Kelly?-, incluso se apoyaba en un bastón de ébano tallado.

-¡Bueno! Estoy esperando, querida. ¿Cuál es tu deseo?"

(Este es el principio de la novela corta de Joyce Carol Oates "Una hermosa doncella", Alfaguara, 2011. Oates es una de las escritoras norteamericanas actuales que me interesan y a la que, supongo, terminarán dando el Nobel, como a Murakami, aunque ya se sabe lo que son los premios. Su novela es un perverso cuento de hadas entre una chica de 16 años y un tipo maduro de 68 años, como en el cuento de Caperucita, con la diferencia de que en esta historia los papeles están cambiados. A la vez he terminado de leer otra suya, "Rey de picas", de 2016, y que parece una novela policiaca, algo que soy incapaz de aguantar, pero que resulta ser una reflexión divertida sobre el papel del doble en la literatura).

(Por cierto, según las noticias de la tele, esa foto de Nueva York debe de estar hoy completamente nevada debido al temporal que lo está dejando todo blanco en ese país).

sábado, 6 de enero de 2018

Cuentos bajo la lluvia.

El año gira, pero mis cuentos siguen de viaje por el mundo. Y de nuevo llegan a Buenos Aires.
 
Elvira Mercedes, una enfermera argentina amante de Borges y Cortázar, está decidida a leer toda mi obra. Ya leyó mi novela "Las mentiras inexacta y ahora ha encargado en su librería favorita, que se llama Guadalquivir, los "Cuentos de los otros".

Ayer fue a por el libro y dijo:

"Nuevamente un libro tuyo llega a casa. Así irán llegando todos tus libros como las estrellas que iluminan la mente, el saber. Hoy llueve por aquí, así que iré leyéndote. El primer cuento del libro, "Ofelia", me ha llevado varias horas".

"Ofelia".

"Llegaba tarde a mi conferencia y corrí por el vestíbulo observando que el tren salía del túnel. Entré jadeando en el vagón y miré a ambos lados por si había algún asiento libre. Me quedé de pie, apoyado en una de las puertas interiores.

Me sumergí mentalmente en los cuadros de los “prerrafaelitas”, de los que tenía que hablar en la sala de conferencias del Museo del Prado, en particular de la Ofelia de Millais, una de mis obsesiones desde que estudié literatura en la Complutense.

En cierto momento miré hacia el fondo del vagón. Me observaba una mujer. Era joven y hermosa, tenía el pelo largo y llevaba un traje de chaqueta con minifalda. Las estaciones pasaban y la gente entraba y salía del vagón. La muchacha seguía mirándome como si me conociera. Aunque no suelo hablar con desconocidos, me acerqué a ella y le pregunté si nos habíamos visto antes.

Debería echarme a llorar, me dijo con una expresión extraña. No te comprendo, dije por mi parte encogiéndome de hombros. Y yo tampoco a ti, añadió mirando para otro lado.

Llegamos a una nueva estación y dijo que tenía que marcharse. Se dirigió a la puerta sin mirar atrás. El tren volvió a arrancar. Pensé en el personaje de Shakespeare y en el tránsito entre la vida y la muerte que había pintado Millais. El cuerpo de Ofelia se pierde entre las flores y el agua. Esa mirada vacía y a la vez hermosa. El sauce y las ortigas que hablan de dolor mientras las margaritas lo hacen de inocencia y fidelidad. Y están la virginidad del lirio y la sexualidad de las orquídeas.

No quedaba ningún asiento libre. El ordenanza apagó las luces y la figura de Ofelia apareció en la pantalla. Al verla recordé que la mujer del Metro se llamaba Sonia. Fue la primera chica que besé en mi vida.

Ella tenía 13 años y yo 15".

(Observando las fotos de Elvira, la verdad es que me dan ganas de pasear por las calles por donde paseó Borges, bajo la lluvia, con la hermosa portada de Johana Roldán en las manos).







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viernes, 5 de enero de 2018

Una canción que es una "venganza" por desamor.

Hoy pensaba hablar de una de las escritoras norteamericanas que más me interesan, pero acabo de abrir Facebook y, además de leer una gran cantidad de comentarios estupendos al post de ayer sobre la vanidad y la risa, me he encontrado con una canción que puso por aquí Silvia López y que marcó una época en 1972, "You´re So Vain", de Carly Simon.

Carly se enamoró de un tipo que la abandonó y ella le dedicó frases como estas: "Me tuviste hace varios años, cuando todavía era bastante ingenua. Dijiste que haríamos una linda pareja y que nunca te irías, pero abandonaste las cosas que amabas... Y una de ellas era yo".

Simon nació en El Bronx el año 1945. Su familia era de clase media alta y su padre fue cofundador de la editorial Simon and Schuster, pero ella decidió dedicarse a la canción, con esa preciosa voz de contralto, primero con su hermana y después en solitario. Su gran éxito fue esta canción. Ella se negó durante muchos años a decir si se refería al gran seductor y gran "vanidoso" Mick Jagger -quien hace los coros en la grabación original-, Cat Stevens, David Cassidy, David Bowie, James Taylor, ex marido de Simon, o los actores Warren Beatty y Kris Kristofferson. En 2003 un millonario pagó un dineral para que ella le contara el secreto solo a él. Por fin hace un par de años Simon desveló que era Beatty.

Es curioso que en todo este tiempo no existieran las redes sociales para que se creara tanto misterio por una canción. ¿Cómo no va a ser uno escritor con las cosas tan divertidas que se pueden contar? Sea como fuere, la canción es una delicia:

https://www.youtube.com/watch?v=mQZmCJUSC6g

jueves, 4 de enero de 2018

El vanidoso y la risa.

El vanidoso no sabe reír. Está convencido de que el mundo le debe algo y se lo tiene que pagar. Es un mundo mal hecho debido al egoísmo y la incultura de los seres humanos y se dirige a la destrucción. El vanidoso se salva, claro. Sabe que él es el mejor político, el mejor profesor, el mejor deportista, el mejor escritor (iba a poner poeta, pero no quiero hacer demasiada sangre a estas horas). Lo que pasa es que los demás no se lo reconocen porque le tienen envidia.

En fin, reflexiones que se hace uno durante un interminable viaje en avión, mientras lee el ensayo "La risa", de Henri Bergson (1859-1941). 

Para este filósofo francés, uno de los grandes de la historia, catedrático de Filosofía Moderna, premio Nobel de literatura en 1927 y que, por cierto, fue maestro de Eliot y Machado, la única curación contra la vanidad es la risa. El problema es que ese que siempre se está lamentando no sabe reír, y mucho menos de sí mismo.

Y ya que el otro día mencioné por aquí "El principito", recuerdo uno de sus capítulos:

"El segundo planeta estaba habitado por un vanidoso:
-¡Ah! ¡Ah! ¡Un admirador viene a visitarme! -gritó el vanidoso al divisar a lo lejos al principito.
Para los vanidosos todos los demás hombres son admiradores.
-¡Buenos días! -dijo el principito-. ¡Qué sombrero tan raro tiene!
-Es para saludar a los que me aclaman -respondió el vanidoso-. Desgraciadamente nunca pasa nadie por aquí.
-¿Ah, sí? -preguntó sin comprender el principito.
-Golpea tus manos una contra otra -le aconsejó el vanidoso.
El principito aplaudió y el vanidoso le saludó modestamente levantando el sombrero.
"Esto parece más divertido que la visita al rey", se dijo para sí el principito, que continuó aplaudiendo mientras el vanidoso volvía a saludarle quitándose el sombrero.
A los cinco minutos el principito se cansó con la monotonía de aquel juego.
-¿Qué hay que hacer para que el sombrero se caiga? -preguntó el principito.
Pero el vanidoso no le oyó. Los vanidosos sólo oyen las alabanzas.
-¿Tú me admiras mucho, verdad? -preguntó el vanidoso al principito.
-¿Qué significa admirar?
-Admirar significa reconocer que yo soy el hombre más bello, el mejor vestido, el más rico y el más inteligente del planeta.
-¡Si tú estás solo en tu planeta!
-¡Hazme ese favor, admírame de todas maneras!
-¡Bueno! Te admiro -dijo el principito encogiéndose de hombros-, pero ¿para qué te sirve?
Y el principito se marchó.
"Decididamente, las personas mayores son muy extrañas", se decía para sí el principito durante su viaje".

(Cuando llegué al aeropuerto miré alrededor para ver cuántas personas se estában riendo o al menos sonriendo).

La mitología.

Es esa necesidad que tenemos los seres humanos de contarnos historias y pensar que las vivimos. Algunos las escriben para que los otros puedan recordarlas.

Así nació la mitología.

El viaje.

Nunca tengo la sensación de volver o ir a ninguna parte distinta de la que llevo dentro de mí previamente, ya sea a Nueva York, Jaipur, Túnez o París. Estar aquí o allá es la propia vida. Todo sería como una especie de camino de ida, de viaje. Quizá por eso me guste tanto viajar.


lunes, 1 de enero de 2018

Es un estado del alma.

Es un lugar en el mundo para celebrar la vida. Son las manos que aprietan las tuyas y el libro que todavía está por escribir. Es la luna que desaparece en el mar y es la tierra que gira una vez más alrededor de la Historia.

Mientras se escucha la canción más hermosa de Mahler:

La chica de "El Principito".

Tengo que enviar unos correos electrónicos a mis alumnos y no hay Wifi en varios kilómetros a la redonda. Un camarero me dice que pruebe en la pequeña biblioteca pública. Y así lo hago. Entro y está llena de gente, sobre todo de alemanes e ingleses.

Me siento en la zona infantil, aunque las sillas de colores son minúsculas. Al poco rato aparece ella. Camina de forma extraña, se dirige a mi mesa y se sienta. Debe de rondar los veinte años, lleva el pelo recogido en una coleta, viste dos camisetas de algodón y un vaquero ajustado. Le pregunto por qué se sienta tan cerca y me dice que le ha parecido que yo soy un escritor debido a mi aspecto -vestido de negro de arriba abajo-, y siente curiosidad por lo que pueda escribir en el ordenador. En los siguientes minutos la miro de soslayo varias veces. Siempre tiene la mirada perdida, como si estuviera en otro mundo. Poco después se acerca la encargada de la biblioteca y le dice que no me moleste. Ambos sonreímos y negamos con la cabeza, pero ella se levanta y comienza a buscar entre los libros infantiles. Coge uno y se sienta no muy lejos de mí.

Al irme, sonríe.

Está leyendo "El Principito".

Evidentemente, lo esencial es invisible a los ojos.