viernes, 15 de febrero de 2013

Kant y el método científico


El método científico es un camino que se materializa en una serie de reglas a partir de las cuales se intenta descubrir una verdad que se ignora, unas reglas que en –expresión de Descartes– son de investigación o de descubrimiento, y se manifiestan de manera independiente de la particular capacidad intelectual del que las aplica.

No se descubre nada al afirmar que el concepto y las características del método científico son dos de las cuestiones “clave” en la evolución de la ciencia durante bastantes siglos de pensamiento, ya que las fases y reglas comentadas se ordenan según el problema planteado, la fijación de hipótesis (suposiciones de las que se obtienen consecuencias) con su correspondiente corroboración, así como a través de la elaboración de leyes (relaciones constantes e invariables entre los hechos), de teorías (con las que se relacionan las leyes y son explicadas) y de modelos (que buscan la explicación simplificada de las teorías, generalmente en forma deductiva, inductiva o analógica).

Desde este breve planteamiento inicial se puede bucear, también con brevedad, en las tradiciones que han intentado explicar los llamados “conocimientos verdaderos”. Por un lado contamos con la “tradición deductiva”, inspirada en Aristóteles, mediante la cual la forma de alcanzar la verdad consistía en partir de unas premisas ciertas que recogieran la esencia de un ser o fenómeno, para llegar, por deducción lógica a una conclusión también cierta. Este proceso de abstracción mental, que da como fruto la formulación de unos axiomas o principios evidentes en sí mismos, a partir de los que se procede a enunciar una teoría gracias a un razonamiento lógico, en definitiva a una serie de leyes, teoremas o proposiciones, sienta las bases del posterior “racionalismo” de Descartes. Su método es deductivo porque el conocimiento científico comenzaba con la intuición clara y distinta de esencias o naturalezas simples, como la figura, la extensión o el movimiento, de cuyas ulteriores interrelaciones puedan luego deducirse teoremas y corolarios complicados. La influencia de este método fue patente en Espinoza, Leibniz y Wolff, entre otros.

La segunda tradición significativa la constituye la “inducción empírica”, con vestigios también en la Grecia clásica y gran expansión en el siglo XVII, y con ella se alude al proceso de observación de los hechos sucedidos en la realidad con el fin de proceder al enunciado de una teoría, método asociado al filósofo inglés Francis Bacon. Para este, el hombre de ciencia debe observar pacientemente la realidad y recoger innumerables ejemplos sin pretender anticiparse apriorísticamente a la naturaleza, o generalizar demasiado pronto; hasta que, por la misma fuerza de los hechos, una inducción progresiva fuera poniendo de manifiesto las concomitancias de los fenómenos y, en definitiva, las leyes de los mismos. La influencia de este método fue patente en Hobbes, Locke y Hume.

La tercera tradición, “escéptica”, prácticamente tuvo defensores desde el principio a raíz del enfrentamiento entre el racionalismo y el empirismo, con David Hume a la cabeza. La “duda sistemática” o escepticismo metafísico lleva el deductivismo al absurdo, con lo que si la verdad se transmite por el razonamiento y no necesitamos para nada de la observación, entonces sólo podemos estar seguros, si acaso, de la realidad de nuestro pensamiento, pero no de la del mundo; y si nuestras inducciones sobre causas y efectos se basan en que el futuro va a ser igual al pasado, y nuestras expectativas no son en el fondo más que sensaciones subjetivas de probabilidad, entonces seremos esclavos de la última sorpresa o capricho de la naturaleza.

Será Immanuel Kant el que lleve a cabo la reconciliación entre ambas posturas, mediante una “síntesis” del racionalismo y el empirismo. Kant planteó la llamada “paradoja de la ciencia empírica”, al dudar de una metodología que sólo fuese empírica, ya que tal paradoja vendría a decir que la dinámica de Newton va, por esencia, más allá de todas las observaciones. Es universal, exacta y abstracta; ha nacido históricamente a partir de los mitos y podemos mostrar, por medios puramente lógicos, que no puede ser derivada de enunciados de observación. Ante ello Kant considera que el entendimiento no recibe leyes de la naturaleza, sino que las que descubre en la naturaleza son leyes que el propio entendimiento ha puesto a priori. Es la teoría la que decide lo que puede, o no, observarse; es decir, sólo creemos conocer una cosa mediante la razón cuando tenemos consciencia de que habíamos podido conocerla incluso si no se nos hubiera ofrecido en la experiencia; así conocimiento racional y conocimiento a priori son cosas idénticas. Esta idea kantiana tiene sentido gracias a la diferencia que este filósofo realizó entre las “verdades de razón” (que se consiguen por juicios analíticos basados en una actividad intelectual lógica) y las “verdades de hecho” (que se consiguen por juicios sintéticos logrados con la observación y la experimentación). Con ello el conocimiento de la realidad evoluciona con la ayuda de las verdades conferidas por la razón, es decir, con la capacidad lógico-deductiva del observador.

(Publicado en el Diario Progresista el 15 de Fabrero de 2013).


http://www.diarioprogresista.es/kant-y-el-metodo-cientifico-23756.htm

sábado, 9 de febrero de 2013

Para qué debería servir la política económica (4)

Desde estas páginas defendemos la necesidad de una Constitución democrática, como no podía ser de otra manera; pero una Constitución inamovible también puede ser perjudicial para la democracia.

Dentro del estado constitucional de derecho (con las excepciones del estado legislativo), y a partir de una visión realista y normativa, la propia Constitución, y su aplicación por parte de los jueces, se ha convertido en un problema si en ella se incluyen como inamovibles los derechos establecidos por una generación de hombres y mujeres que cree firmemente en ellos, pero limitan las oportunidades a las generaciones futuras para modificarlos o incluir nuevos derechos.

Con el fin de proteger a la democracia, la Constitución puede transformarse en un “enemigo” de la propia democracia, como una especie de coto vedado que, además, debe ser interpretado por jueces que evalúan el alcance de su contenido a partir de su tarea interpretativa y que, incluso, provocan divergencias en sus consideraciones política y humanista (y sociológica).

Todo ello debería ser analizado a partir de las distintas visiones de la democracia, desde la comunitaria de Rousseau hasta la estadística de Schumpeter, y por tanto desde las ideas del autogobierno y la voluntad general -con la regla de la mayoría que busca más democracia y menos liberalismo-, hasta la pragmática y su idea de la representación de la mayor parte de las personas.
Igualmente tendrían que estudiarse las características de la democracia en sus posiciones intermedias hasta llegar a la llamada “paradoja de la democracia”. Es preciso reivindicar una postura adecuada frente a la necesidad de libertad e igualdad, así como el hecho de insistir en el resbaladizo concepto de “ciudadanía.

sábado, 2 de febrero de 2013

Para qué debería servir la política económica (3)

La política económica no es una disciplina aislada, sino que está conectada con otras disciplinas extraeconómicas como la Filosofía de la Ciencia, la Política, la Metafísica, la Sociología, la Biología, las Ciencias Físicas y la Ingeniería.

En el proceso de toma de decisiones surgen una serie de restricciones a las mismas debido a la evolución económica general, la disposición de las estructuras del Estado, la acción de los grupos de interés y los condicionamientos internacionales, marcados por una economía mundializada como la actual.

La primera restricción, dentro de las economías de mercado, hace preciso considerar, por un lado, el grado de credibilidad de las políticas económicas aplicadas y, por otro, el carácter de temporalidad de las mismas.

Por lo que se refiere a la disposición de las estructuras del poder político hay que tener en cuenta la factibilidad de las políticas y la correspondiente ausencia de abuso, para que puedan lograrse los objetivos, más amplios, de eficiencia y afinidad en la actuación de esos poderes.

La tercera restricción precisa de un grado de independencia de tales poderes en relación a los grupos de presión, lo cual cada vez es más problemático debido, más que nada, a la cuarta restricción alusiva a la internacionalización de las economías y la progresiva pérdida de autonomía por parte de las políticas económicas nacionales, aspecto este último que admite varias interpretaciones, pues lo que está variando es la forma de intervención de los Estados, y por tanto no quedan invalidados sus objetivos de pleno empleo y redistributivos.

El problema es cómo lograr que funcionen una serie de organismos internacionales que velen por el buen funcionamiento de las economías, e impongan frenos a los procesos de desregulación, privatización y liberalización económicas, que pueden dar lugar a situaciones indeseables. Es absurdo que todo se deje en manos del mercado, entre otras cosas porque ese “mercado” no existe, es una falacia, una manera de justificar que los de siempre acaparen el dinero y el poder.

(Publicado en el Diario Progresista el 1 de febrero de 2013)