miércoles, 30 de diciembre de 2020

"1970: cuando la mujer empezó a dejar de ser un objeto sexual".

En aquel año el recién creado "Movimiento para la Liberación de la Mujer" boicoteó la gala de elección de Miss Mundo en el Albert Hall de Londres. Esta última semana se ha estrenado, directamente, en Movistar plus la película "Rompiendo las normas", y yo la he visto anoche.

El certamen de Miss Mundo fue presentado por Bob Hope, leyenda de la comedia estadounidense, y era el programa de TV más visto en el planeta, con 100 millones de espectadores. En pleno directo el "Movimiento para la liberalizción de la Mujer" invadió el escenario y afirmó que los concursos de belleza degradaban a las mujeres. Así, de la noche a la mañana, el Movimiento se hizo famoso. Cuando se reanudó el programa, la elección de la ganadora provocó un nuevo gran revuelo; no fue la favorita sueca, sino Miss Granada, la primera mujer negra Miss Mundo. En cuestión de unas horas, una audiencia global fue testigo de la expulsión del patriarcado (el machismo) del escenario de ese teatro y de una manera necesaria de ir eliminando el racismo.
 
Está claro que el "Me Too" no ha nacido ayer ni antes de ayer.
Y en una cuestión estrictamente cinematográfica, también es cierto que Keira Knightley es una actriz magnífica que se come la pantalla. Interpreta a una estudiante de doctorado de Historia y pone la parte intelectual al movimiento feminista. Si se convierte en una activista, lo hace tras topar una y otra vez contra el muro de la indiferencia o tener que estar todo el tiempo reivindicando su valor en un mundo de hombres. Esto a riesgo de colisionar con su propia madre, con la que discute a menudo por haberse adaptado al mundo machista. La actriz que gana el título de Miss Mundo, la británica Gugu Mbatha -Raw, también está estupenda en la película, y defiende además un personaje muy difícil.
 
En definitiva, el buen cine puede ser sencillo, profundo, ligero y encantador.
 
Este es un tráiler de la película: 
 
 

 
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martes, 29 de diciembre de 2020

"La vacuna".

En junio unos alumnos de ICAI (los estudiantes de ingenieria de la Universidad Ponticia de Comillas donde doy clase) decidieron crear una radio como una manera de aportar algo a aquellos tiempos de confinamiento. Me entrevistaron y les comenté que todo empezaría a volver a la normalidad cuando tuviéramos una vacuna. Con todas las prevenciones necesarias, me parece que ya vamos por el buen camino. Yo era de los que aplaudía a las 8 de la tarde y mis tertulias on line del Café Gijón terminaban a esa hora para hacerlo. También soy de los que confían en la ciencia y en la bondad del ser humano (he estudiado dos carreras que se dan la mano, de ciencias y de humanidades).

José Luis Yela García es entomólogo y Profesor Titular de Zoología y Conservación Biológica en la Facultad de C. del Medio Ambiente de la Universidad de Castilla-La Mancha, en Toledo. El año pasado utilicé una entrevista que le hicieron en la TV sobre la pérdida de la biodiversidad en el mundo para la asignatura sobre Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible que impartí en esa universidad (en esta foto estoy con varios alumnos del curso). 
 
Este domingo escribió un texto en esta red social sobre el papel de la ciencia en la obtención de las vacunas, del que reproduzco los siguientes párrafos, teniendo en cuenta que no hablo de las cosas que no sé, y nunca he tenido la intención de convertirme en tertuliano de todo en la radio y la TV:
 
"Haber logrado en unos pocos meses la inmensa hazaña de obtener una vacuna frente a un agente como el Covid19, que ha supuesto la mayor y más grave pandemia en al menos un siglo, es un éxito monumental de la ciencia y la tecnología, es decir, es fruto del enorme avance del conocimiento sobre el funcionamiento de la materia, y de la aplicación de ese conocimiento, que se ha producido durante las décadas más recientes. 
 
Dentro de otros pocos meses más, cuando remitan los efectos más graves de la pandemia y se empiece a comprobar empíricamente el papel clave de las vacunas para mantener a raya al virus, ¿cuál será entonces el discurso de toda la tropa de analfabetos que anda no solo desplegando su inmensa ignorancia por las redes acerca de la ineficacia del remedio y de su uso por determinados agentes sociales para controlar a la población, sino incluso insultando despectivamente a quienes confían en la capacidad predictiva de la ciencia y en la competencia operativa de la tecnología? 
 
Naturalmente que las farmacéuticas están detrás del inmenso y floreciente negocio que subyace tras la producción, distribución y mantenimiento de las vacunas. Pero ese es otro asunto completamente distinto. Eso tiene que ver con el tipo de organización económica y social que rige el mundo, no con la ciencia y la tecnología".¿Qué otra cosa podríamos esperar del mundo ultracapitalista? ¡Y naturalmente que la tecnología se usa muchas veces de manera perversa, especialmente por parte de gestores sin una mínima catadura moral y rendidos a la tecnolatría y a los principios mercantilistas! 
 
Y ese analfabetismo cerril y dogmático crece como la espuma; es, precisamente, el contrapunto nefasto al júbilo que supone el punto de partida de la campaña de vacunación. ¿Que tendrá sus riesgos? ¡Pues claro! ¿Y qué novedad no los tiene? Pero toda la batería de pruebas realizada hasta ahora, y ya mucho mejor documentada en la bibiografía especializada independiente que hace bien poco, no puede ignorarse. A no ser que para uno sean más importantes sus propios prejuicios o la defensa numantina de su posición".
 
Espero que las próximas fotos que me haga con mis alumnos sean como esta:
 

 
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lunes, 28 de diciembre de 2020

"Mis novelas se siguen regalando en Navidad y vuelve a sonar Thick as a brick, de Jethro Tull, su banda sonora".

Ayer el escritor Vicente Quijano puso esa foto en su muro y escribió lo siguiente: "Con un poco de retraso, ayer llegaron los regalos de Papá Noel y, en lo que se refiere a literatura, por parte de Margarita, Nuria y Amaya estos libros fueron los agraciados: Había oído hablar de Manel Loureiro a gente que lee y, alguno, incluso escribe, así que nada mejor que el thriller ambientado en Galicia "La Puerta", para adentrarme en sus novelas. Mis hijas me recomiendan "La paciente silenciosa", de Alex Michaelides, así que todo queda dicho. Además, haré como Brad Pitt quien, según la fajilla del libro, la llevará al cine. Yo haré otro tanto, y cuando vaya al Kinepolis también me llevaré la novela al cine. Para poder seguir adentrándome en la obra de Justo Sotelo, muchas ganas de leer "Las mentiras inexactas", literatura y literatura. Para acabar, una curiosidad: "De jarabes y otros amores", de Paloma Domínguez Camacho, para adentrarnos en la curiosa vida de Cayetano R. Santoyo, un personaje (real) que vivió en la minera y agrícola Linares (Jaén) a finales del siglo XIX y principios del XX y que además de atender su farmacia y otras inquietudes, tuvo tiempo para procrear casi 30 hijos". 
 
Vicente y yo nos leemos en esta red social desde hace varios años y en 2017 tuvo la deferencia de pasarse por la Feria del Libro del Retiro para conocernos y llevarse mis "Cuentos de los otros". En su texto se refiere a los Kinépolis, unos cines con pantallas inmensas donde mi hijo ha visto muchas películas. Ya he contado alguna vez que Paqui y yo lo llevábamos desde que nació, en brazos, a los cines Golem y Renoir, y que allí vio, subtituladas, muchas películas europeas, coreanas, chinas y, por supuesto, todas las de Woody Allen, un tipo al que adoramos en casa. Sin embargo, con el fin de compensarle también le llevamos a ver a los Kinépolis las de Harry Potter, Transformers, El señor de los anillos y otras parecidas, eso sí, después de comer espaguetis, uno de sus platos preferidos, en uno de los restaurantes de los cines. 
 
Durante meses estuve escuchando el mítico disco de Jethro Tull, que es la banda sonora de "Las mentiras inexactas". Era mi forma de empaparme de una historia que ha recorrido buena parte de mi vida, como la propia literatura. Ahora me tomo un café y vuelvo a escuchar este disco de rock sinfónico, uno de los preferidos de mi hermano.
 
Reconozco que lo mío es puro hedonismo, como la música que me gusta: 
 
 

 

 

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domingo, 27 de diciembre de 2020

"La tercera sinfonía y la vanidad".

Como suelo contar a mis alumnos, cuando sus padres y yo éramos jóvenes no existían ni Internet ni los teléfonos móviles. Si conocías a una chica (o chico) que te interesaba, podías apuntar su teléfono en la hoja del libro que llevabas encima (al menos los que leíamos). Si buscabas el significado de una palabra, no podías acudir a Google, sino a alguna enciclopedia que hubiera por casa. Una vez descubrí una apasionante biografía de Beethoven en una bibloteca de la calle Mayor. Como no me dejaban sacar el libro y tampoco se encontraba fácilmente en España, durante varias semanas estuve yendo por las tardes para escribir a mano los aspectos esenciales de su vida y su obra. Así supe que tras su muerte se encontraron dos documentos que permitían entender al mayor genio de la música, un testamento y la carta a la amada inmortal. Este año no he publicado nada sobre el 250 cumpleaños del músico más revolucionario e influyente de la historia. En realidad siempre ha formado parte de mi familia y, como he repetido más de una vez, no me gusta hablar de mi vida privada, salvo para convertirla en literatura a través de la teoría textual. Aun así, apenas quedan unos días para que se acabe este extraño 2020 y, tras leer ayer en este muro unas palabras del poeta Miguel Ángel Yusta sobre la vanidad, me apetece decir algo este último e invernal domingo del año mientras escucho la Tercera sinfonía -la Heroica-, acariciada más que interpretada por Claudio Abbado, y me tomo un café. Después de la Novena es la sinfonía de Beethoven que más he escuchado:

"Hoy más que nunca es imprescindible saber enseñar, iluminar a tantos que, por desgracia, sólo tienen corazón de caja registradora donde guardan el oropel de la vanidad y la indiferencia ante lo verdaderamente importante: el conocimiento de tanta belleza como nos rodea".
 
Beethoven creyó en Napoleón cuando era cónsul, algo parecido a lo que le ocurre a Pierre Bezújov, el protagonista de "Guerra y paz", de Tólstoi, su álter ego. Ambos confían en sus ideas sobre la libertad y la justicia para poder cambiar el mundo. Beethoven pensaba en ello mientras escribía su sinfonía. Pero como le sucedió a Pierre /Tolstói después de la Batalla de Borodinó, se desengañó cuando supo que Napoleón se había coronado emperador a sí mismo, y eliminó la dedicatoria de la partitura. Me parece que tanto Pierre como Tolstói, Beethoven y yo mismo sabemos que la esperanza no es lo último que se pierde, sino la vanidad. 
 
Nos queda la Heroica, una de las obras más perfectas de la historia de la música:
 
 

 
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sábado, 26 de diciembre de 2020

"La ética del conocimiento".

Me tomo el primer café de la mañana mientras termina el "Gaspard de la Nuit" de Ravel. Sé que se inspiró en el poeta francés Aloysius Bertrand, el creador del poema en prosa. Busco una traducción de sus tres poemas: https://buenosairespoetry.com/.../gaspar-de-la-noche.../ El año 1908 Ravel compuso su tríptico a partir de los tres poemas de Bertrand, un poeta y dramaturgo francés de la primera mitad del siglo XIX. Su "Gaspard" se publicó póstumamente, y fue entonces cuando lo descubrieron Mallarmé y Baudelaire, quien dijo que su "Spleen de París" no habría existido sin Bertrand. Me gusta la interpretación del joven pianista parisino Lucas Debargue (en la fotografía), que de vez en cuando me aparece entre las páginas de esta red social. https://www.youtube.com/watch?v=TQSyRXRuk6Y Lucas creció en Compiègne y empezó a estudiar piano con 11 años, con Christine Muenier. Dejó los estudios a los 15 años para estudiar literatura. Con 17 se trasladó a París para realizar la licenciatura en Artes y Letras en la Universidad Paris Diderot. En 2010 la abandonó y volvió de nuevo al teclado. Tras conocer a Rena Chereshevskaya, se convirtió en músico profesional.

Por cierto esta es su felicitación de Nochebuena, desde Versalles, tocando a Scarlatti:
 
 

 
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viernes, 25 de diciembre de 2020

"La extravagancia en el día de Navidad".

Esta mañana me he despertado escuchando uno de los conciertos de la "Stravaganza" de Vivaldi, y he viajado con rapidez de Madrid a Venecia. Es lo que tiene la música de bajo continuo del "cura rojo" -como le llamaba por el color de su pelo en sus clásicos populares el añorado Fernando Argenta-, la mezcla perfecta entre la técnica y la inspiración.

Y a mí siempre me gusta despertarme en algún lugar diferente. Es lo que tiene ser un extravagante o excéntrico.
 
Mientras me tomo un café de Navidad, recuerdo que la primera vez que escuché la palabra extravagancia iba referida a mí. "Justo es un extravagante, ¿no véis que siempre lleva un libro en la mano y habla de cosas raras?" Yo debía de tener 14 o 15 años, y no entendí muy bien lo que querían decirme. ¿Se podía vivir sin leer, me pregunté? Eso fue antes de que me dijeran que era excéntrico por leer a Juan Ramón Jiménez, en concreto sus "Arias tristes" que siempre llevaba conmigo. En esa época iba mucho a jugar al tenis a la Complutense, y a bañarme en su piscina, y Juan Ramón casi se metía conmigo en la ducha. Al empezar a trabajar en el Servicio de Estudios del Banco de Bilbao me puse pajarita, por aquello de mis raíces keynesianas y del grupo de Bloomsbury encabezado por John Maynard Keynes y Virginia Woolf, y tal vez fui el único economista que se movía así por la zona de AZCA, que era la particular City de Londres madrileña. A mucha gente le extrañaba mi atuendo, incluso los trajes del gallego Adolfo Domínguez y la barcelonesa Lurdes Bergada, que eran mis modistos favoritos. De mi corte de pelo "made in Llongueras" no me decían nada. Una mañana aparecí con un traje verde de rayas que parecía un pijama y alguien comentó a mis espaldas que yo no era un peligro para ocupar el cargo de director -de lo que se empezaba a hablar, sobre todo desde que me hice doctor en economía con 27 años-, por mi extravagante forma de vestir. Tampoco sabían que no tardaría en irme del banco porque, a pesar de pasármelo muy bien (siempre me lo he pasado muy bien en todos los lugares en los que he trabajado, que han sido muchos, entre otras cosas porque el mundo está lleno de gente encantadora y a mí me gusta rodearme de gente así), debía fichar cada mañana a las 8 y eso nunca me ha parecido que sea bueno para la salud.
 
El otro día me di cuenta de que mi fotografía de portada en esta red social se da un aire al "Dornauszieher" del escultor, pintor y escritor alemán Gustav Eberlein que se encuentra en un museo de Berlín. A lo mejor es que mi subconsciente también es extravagante y no se había apercibido de ello, ni yo tampoco, lo que me lleva a pensar que mi subconsciente y yo también nos llevamos muy bien.
 
Y luego está Vivaldi, el cura rojo más extravagante y genial que no me canso de escuchar:
 
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jueves, 24 de diciembre de 2020

"La mañana de Nochebuena".

Ser escritor es una pequeña manera, en realidad muy pequeña de intentar cambiar el mundo o al menos de mejorarlo (desde luego de que tus alumnas vayan a verte a la Feria del Libro del Retiro y te den dos besos en la mejilla). Después de escribir miles de páginas a lo largo de mi vida he comprendido que hay dos cosas que sí pueden cambiar, radicalmente, el mundo a mejor, la bondad y la educación. No conozco nada más poderoso. Por eso nos llegan tan adentro las figuras de Jesucristo, de Buda y Siddharta, de todos los que miran en su interior antes de emprender su camino. Ya sé que hay mucha gente que considera que ser bueno es ser idiota, a pesar de que ya se encargó Dostoyevski de escribir una de sus novelas más bellas y profundas, y que más he releído y regalado. O aquello otro de que la tecnología supone la degeneración del ser humano y de que las máquinas son innecesarias. Como estoy convencido de que invertir en educación, en el desarrollo del capital humano y el conocimiento es imprescindible, insisto a mis alumnos en que un ordenador, un teléfono móvil, la posibilidad de tener WIFI y poseer una enseñanza que desarrolle la curiosidad son cosas esenciales para el desarrollo de los pueblos, para la conquista de su felicidad. 
 
Desde pequeño me enseñaron en casa que a este mundo hemos venido a ser felices y a hacer felices a los demás, que es otra forma de felicidad, como por ejemplo escuchar "I'm Thinking Of You This Christmas" mientras me tomo el primer café de esta mañana de Nochebuena:
 
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miércoles, 23 de diciembre de 2020

"Paseando por Madrid bajo la niebla y escuchando a Bruckner, esa explosión de Romanticismo".

Mientras escuchaba su Tercera Sinfonía, https://www.youtube.com/watch?v=kY4l2Xx3crs, pensaba en lo que sufrió este genio de la música porque sus contemporáneos le consideraban algo así como un maestro de escuela aficionado a la música. Nunca estuvo seguro de la calidad de su obra y por eso revisaba una y otra vez todas sus sinfonías, hasta dejar la Novena sin terminar (siempre la losa de las nueve sinfonías de Beethoven, como les ocurrió a Schubert, Dvorak y Mahler). Brückner analizó hasta el último detalle la música de las óperas de Wagner, y lo hizo bajo la acústica del monasterio de San Florian, en Austria. Allí vivió entre los años 1845 y 1855, y allí cantó melodías gregorianas, escuchó a los monjes, presenció sus trabajos y devociones, e incluso se dedicó a preparar una carrera docente como maestro de escuelas secundarias, a lo que nunca concedió el primer lugar de sus aspiraciones. Se convirtió en el organista titular de la misma, y ya sabemos que este instrumento es el más cercano a las voces de los ángeles. A ellas conduce la música de Bruckner, a los albores de la eternidad. Creyente absolutamente convencido, hizo resonar su fe en unas sinfonías siempre en crescendos y "tutti" orquestales mayestáticos y solemnes, ascensos hacia las regiones de lo inconmensurable y casi inefable, donde surge la fuerza de una orquesta desatada. Después llegan los decrescendos candorosos, con delicados y suaves temas musicales llenos de introspección e intimidad.
 
Así fue mi paseo de la mañana de un martes por Madrid, dentro de esas fotografías de invierno, a lo largo del Paseo de la Castellana, atravesando la Plaza de Castilla mientras observaba el monumento dedicado a otro Sotelo y entre los pinos de Arturo Soria. Un tiempo oculto por la niebla y lleno de la Sinfonía "Wagner" de Bruckner, un mundo, un espacio sobre la piel y la belleza.
 



 
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martes, 22 de diciembre de 2020

"El teatro, la cultura, el virus y la lotería".

Anoche me escribió un Wasap José Luis Hernández Arjona, uno de mis amigos íntimos, para comentarme que cerraba el teatro Pavón Kamikaze. Es un teatro que abrió en los años 20 al lado del Rastro, en la calle Embajadores, y donde se instaló el Teatro de la Comedia durante los años de remodelación del teatro clásico español por excelencia, en la calle Príncipe. Ahí estuve viendo por última vez a Gracia, la hija de José Luis, en una obra de teatro de Tolstói, si no recuerdo mal. Gracia tiene la carrera de piano y además la de actriz (se licenció en la RESAD, Real Escuela de Arte Dramático, donde le dio clase, entre otros, Pedro Villora, que a su vez fue mi profesor de Texto Dramático en la carrera de Teoría de la Literatura). Y es una pena, por no decir otra cosa, como me dijo José Luis, que haya tanto dinero para pagar a eméritos, corinas y demás historias, y no sea posible mantener una sala y un equipo cargado de ilusión que ha hecho tan buen teatro, como una empresa privada. Ayer pasó mi amigo cerca de la tienda de lotería de Doña Manolita y se le había caído el alma a los pies al ver la cantidad de gente que hacía cola. Él no podía entenderlo, le superaba.
Esta es la carta de despedida de los responsables del teatro:
 
 
Yo no soy de los que suele quejarse. Vivo a mi aire, pienso a mi aire y hago siempre lo que me da la gana. Si la gente no lee y se cierran las librerías (algo que ocurría mucho antes de que se instalara el virus entre nosotros), yo sigo escribiendo libros. Si la gente prefiere ver a Raphael (con todo mi respeto) que el teatro contemporáneo, me encojo de hombros me voy a ver el teatro contemporáneo. Si hace años que la gente dejó de ver cine de calidad, por ejemplo en los Golem y los Renoir de Madrid, para ver series repetidas hasta la náusea en TV, yo me voy a los cines Golem y Renoir aunque esté solo, como me ha ocurrido más de una vez. Si la gente no quiere estudiar ni comprender que el conocimiento es uno de los caminos de la libertad, intento estudiar por todo el mundo.
 
Después de todo, la gente siempre tiene razón y dentro de un rato empieza la lotería.



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lunes, 21 de diciembre de 2020

"Un domingo de Navidad en familia".

En España existen dos monumentos que siempre me han atraído, el Monasterio de San Lorenzo del Escorial y la Alhambra de Granada. Esta última muestra la sensualidad de una época muy especial de la cultura árabe, llena de color, de agua, de música, de fragancias y de juegos. Siempre que puedo me acerco a Granada y me quedo en el pequeño hotel junto al río Darro, para subir pronto la cuesta hacia la Alhambra. También me gusta cruzar enfrente y cenar en el Albaicín. El Escorial queda más cerca y voy a menudo a pasear por sus calles adoquinadas. De su monasterio admiro la gravedad inherente de la cultura castellana y cristiana, su austeridad y el equilibrio perfecto de sus proporciones, acompañado por el frío de la sierra de Madrid. Ayer por la mañana saqué varias fotos mientras escuchaba en Radio Clásica el concierto de Navidad retransmitido por "Euroradio" en el Barbican Hall de Londres, un lugar donde se concentra buena parte de la cultura de la ciudad y que siempre me pareció curioso desde que lo vi por primera vez al poco de su inauguración. Ahora vuelvo a escuchar el podcast del concierto (comienza en el minuto 8.40), mientras me tomo un café:  

https://www.rtve.es/alacarta/audios/fila-cero/barbican-hall-londres-20-12-20/5742838/

Hay que reconocer que la vida está llena de belleza. Ayer domingo compartí el último artículo académico que se ha escrito sobre una de mis novelas. Los comentarios que recibió fueron tan deliciosos y educados como siempre. Me detengo en el del poeta de Zaragoza Miguel Ángel Yusta, que desde este curso también nos acompaña en la tertulia "on line" del Café Gijón. "Veinticinco años de una obra ya clásica... Ante las listas prefabricadas y subvencionadas, falsas, de tantos "libros más vendidos del año" estar aquí contigo, cercano, literato, cierto, y disfrutar cada día de tu escritura y tu acogida, es un regalo. Te leeré y soñaré; leeré ese trabajo del profesor Toumba despacio, reescucharé a Vivaldi y pensaré en lo hermoso de poder aprender de quien, con generosidad, disfruta enseñando. Y aclaro para aviso de caminantes, con modestia pero con firmeza, que tengo edad, "pensión" y biografía para no decir halagos gratuitos". 

Siempre he sabido que disfrutar de la belleza, como de la felicidad, también es gratis. 

Por la tarde escuché lo del confinamiento de Londres, pero nadie ni nada nos podrá quitar este "Adeste Fideles" con el que terminó el concierto de Navidad en plena City:

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domingo, 20 de diciembre de 2020

"Presencia ausente o ausencia presente de Dios en "La muerte lenta" de Justo Sotelo".

A pesar de todo, este 2020 va a terminar también muy bien para mi faceta como escritor que es estudiado académicamente en diversas universidades.
 
Ayer me pasé casi todo el sábado entre exámenes, y además "Actio Nova", la prestigiosa revista de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad Autónoma de Madrid, con valoración "peer-reviewed", publicó en su último número trimestral por este año (Núm. 4-2020) otro artículo del doctor Patrick Toumba Haman (Universidad de Maroua, Camerún) sobre "La muerte lenta", la primera novela que publiqué en 1995.
 
El Abstract, en castellano dice lo siguiente:
 
"En la postmodernidad literaria, en general, abundan textos con personajes en crisis de valores y en disonancia con los espacios en los que se mueven. Por lo tanto, a modo de solución, estos van refugiándose ellos mismos o buscan una realidad externa a la que aferrarse, aunque no siempre se percibe esta de manera clara. La presente reflexión se centra en La muerte lenta (1995) de Justo Sotelo e interroga las declaraciones y actuaciones del protagonista, de las que sobresale la fuerte presencia del número tres, símbolo de la Trinidad, así como la narración en la segunda persona, hechos que luego se entienden como las huellas de la presencia de Dios. La finalidad es, entonces, cuestionar la oportunidad de tal presencia líquida para interpretar esos móviles del protagonista y captar así la significación profunda de la obra y el compromiso social del autor. El método semiótico será el idóneo para llegar a tales resultados".
Aquí puede leerse el magnífico artículo:
 
¿Cómo no va a sentarme bien el café que me tomo cada mañana? Como mañana empieza el invierno, y parte de la banda sonora de "La muerte lenta" es de Vivaldi, qué mejor que escuchar a estas horas esta delicia:
 
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"El poder de seducción de los escritores".

Me tomo el primer café de esta mañana casi de invierno que voy a pasarme haciendo exámenes y observo las fotos que saqué ayer en el barrio, el mismo donde vivieron y murieron Galdós y Pardo Bazán. Como sabemos, este 2020 es el centenario de la muerte de él y el que viene lo será de ella. A pesar de su enorme discreción y de que entonces no existían Internet, las redes sociales, la prensa rosa y el Hola, se sabe que en la vida de Galdós hubo bastantes mujeres. Era tímido, enamoradizo y seductor, y en su época ya se le consideraba el mayor escritor de España. Supongo que ese poder de seducción vendría motivado por este hecho, como suele ocurrir con todos los escritores y artistas. El caso es que la asturiana Lorenza Cobián fue modelo de varios pintores, lo conoció en Santander y se convirtió, paradójicamente, en el modelo de Fortunata. De esta relación nació María, la única hija de la que se tiene noticia y que terminó viviendo con él hasta su muerte. Emilia Pardo Bazán fue su gran amor hasta que ella vivió una aventura con Lázaro Galdiano. Esta historia real la reflejó Galdós en dos de sus novelas, "La incógnita" y "Realidad", y ella en "Insolación", todas de 1889. Su relación se mantuvo el resto de su vida, aunque imagino que más intelectual que física. La actriz Concha (Ruth) Morel fue el modelo de Tristana y Electra, a pesar de que se llevaban 21 años. Teodosia Gandarias supuso un amor largo y sereno, y quizá se quedara embarazada de un Galdós de más de 60 años. Habría que citar igualmente a la actriz Carmen Cobeña, la narradora y poeta Sofía Casanova, la actriz Anna Judic, la cantante Marcella Sembrich, la artista Elisa Cobun y la también actriz Concha Catalá.
 
Pardo Bazán, además de su historia con Lázaro Galdiano y Galdós, fue amante de Blasco Ibáñez, entre otros. Había heredado de su padre el título de condesa. Como ella misma escribió, a los 17 años se vistió de largo, se casó y estalló la "Gloriosa" del 68. Su marido, José Quiroga, no la entendía demasiado. Se separaron y él la acusó ante la Iglesia de ser "naturalista", como si fuera un gravísimo delito. Obviamente, es el movimiento literario que conoció en París junto a Émile Zola. Intentó ingresar en la RAE, pero no pudo lograrlo. En los últimos años, se hizo "radical feminista", según sus propias palabras que he leído por alguna parte, y dirigió una colección de libros, la "Biblioteca de la Mujer" donde publicó a escritores como María de Zayas, sor María de Ágreda, Luis Vives y Stuart Mill.
 
Estas últimas semanas se está hablando, en el mundillo literario, de la publicación de las cartas que se enviaron Galdós y Pardo Bazán, pero la verdad es que no me interesan especialmente. En mi opinión lo relevante de un escritor y artista en general es su obra, y como mucho la relación que pudo existir con la propia vida, como ocurre con los personajes de Galdós y Pardo Bazán. También me apetece pensar en las calles que separaban las casas de ambos en Hilarión Eslava y Princesa, la de veces que las recorrieron juntos (algo que hago yo continuamente) para hablar de la vida, de política, el papel de la mujer y el proceso creativo de sus obras.
 
En este barrio han vivido muchos escritores, Neruda, Sampedro, García Hortelano, Rosales, Olmo, Pombo (que sigue vivo) y hasta un tal Sotelo.
 
A lo mejor algún día me ponen una placa en la pared y me sacan en el Hola, jeje.
 



 
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viernes, 18 de diciembre de 2020

"Museo de pérdidas", de Valeria Correa Fiz.

De vez en cuando me encuentro con libros que me recuerdan a los grandes libros que leí cuando iba descubriendo, día tras día y obra tras obra, los secretos de la buena literatura. 
 
El libro de poemas "Museo de pérdidas", de la escritora argentina Valeria Correa Fiz, publicado este 2020 por Ediciones La Palma, me recuerda los libros que editaba Hiperión en los 80 y las tardes que pasé en su librería tan próxima a la Puerta de Alcalá. Casi siempre terminaba leyendo en el Café Lyon, que estaba a la vuelta, el tercer café que para mí siempre representará la triada mágica (como diría Ortega) de los cafés de Madrid que he conocido, junto al Gijón y el Comercial. Y hablando de conocer, conocí a la editora de La Palma, Elsa López, en Santa Cruz de Tenerife, y por ahí debe de haber una fotografía con ella. A Valeria la conocí en una fiesta en la casa de la escritora Clara Obligado, en cuyo taller es profesora. El poético libro de Hölderlin lo conocí siendo muy joven y desde entonces sonrío a Diotima en cuanto puedo. 
 
He relacionado todo esto mientras me tomo el primer café del día porque antes lo hizo mi mente tras leer este "Museo de pérdidas", un libro de calidad, de los que lees hasta los pies de página porque la poesía la encuentras a cada paso. A un libro de poemas le pido la conjunción entre la forma o sustancia exterior y la interior, algo que observo en este caso. Y a pesar de que su autora habla de algunas pérdidas, reales o metafóricas, que se han producido en su vida, lo que ha escrito es un homenaje a las palabras, al hecho creativo, a la literatura. De esto quiero que nos hable cuando venga a la tertulia en 2021. "Ars Poética" es el último poema del libro y lo resume con acierto:
 
"Escribo (trabajo sucio contra el olvido) *
acerca de
lo real devastado.
Canto la endecha (extraña danza)
de un mundo
perdido o que agoniza:
y todo vuelve a ser (real)
cuando lo nombro.
Me lo quitarán todo,
menos
el misterio de la voz que me escribe".
 
* ¿Es la letra el pasadizo entre lo invisible y lo visible?
 
El otro día iba en el coche y se puso a llover con fuerza. Me detuve, lo aparqué en doble fila, busqué el libro de Valeria que estaba en el asiento de atrás y lo leí. En cierto momento se acercó una de esas señoras con chaleco amarillo que pone multas de estacionamiento y le pedí que me dejara terminar el libro. Volvió dos veces más y al final le leí un poema mientras pensaba en "El banquete" de Platón donde aparece Diotima y su significado sobre el amor. Y pensé en la platónica historia de amor entre Hiperión y Diotima, es decir, en la historia de amor entre Hölderlin y Susette Gontard. 
 
Mientras arrancaba el coche y la señora de las multas se despedía de mí con grandes muestras de afecto a pesar de la mascarilla, di las gracias mentalmente a Valeria por impedir que me pusieran una multa.
 



 
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jueves, 17 de diciembre de 2020

"Todos somos personajes de una novela".

María Rodríguez Velasco publicó ayer un bello texto sobre su viaje a Berlín en enero de este año, y lo acompañó con la primera foto que he puesto. María es actriz, escritora, psicóloga y tertuliana del Café Gijón, y venía a demostrar, literariamente, su añoranza de los viajes de antes de la pandemia, como le sucede a tanta gente desde que se produjo el primer confinamiento. Tras leer su post y escribir una breve reflexión sobre la última tertulia, me fui a la Universidad. Por el camino me vino a la cabeza "El cielo protector" (1949), la novela del escritor norteamericano Paul Bowles (New York, 1910 - Tánger, 1999), una de las historias del siglo XX que más me han interesado. También pensé en la película que hizo Bernardo Bertolucci en 1990 sobre ella, con Debra Winger y John Malkovich, y que casi siempre asocio a otra espléndida película, "El paciente inglés". Paul Bowles viajó por muchos países antes de terminar en el norte de África con su mujer, con la que mantuvo una relación complicada, repleta de infidelidades por ambas partes. Pero yo quería hablar de la idea del viaje, de la diferencia entre un viajero y un turista. Al principio de "El cielo protector", el narrador nos dice que mientras que el turista se apresura a regresar a su casa al poco tiempo, el viajero, que no es más de un lugar que del siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra. El turista acepta su civilización sin cuestionarla, lo que no le ocurre al viajero, que la compara con otras y rechaza los aspectos que no le gustan. Acabada la Segunda Guerra Mundial, un joven y refinado matrimonio de New York, Port y Kit Moresby, viaja al norte de África junto a su amigo Tunner. Bajo el impresionante paisaje que los rodea, se esconden los peligros de la cultura que les es ajena y un entorno natural hostil. Poco a poco, el vacío y la crueldad del lugar los llevan hasta los límites de la razón. Tennessee Williams escribió en 1949 en "The New York Times Book Review": "En su aspecto externo, es la narración de una asombrosa aventura. En su aspecto interno, "El cielo protector" es una alegoría de la aventura espiritual del hombre plenamente consciente en la vida moderna".

No es fácil de olvidar la música que compuso Ryuchi Sakamoto para la película de Bertolucci:
 
 
Las veces que he estado en África he intentado encontrarme con Port y Kit, pero no ha habido suerte. Supongo que ambos también forman parte de mí. 
 
Es lo que tiene la buena literatura.
 



 

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miércoles, 16 de diciembre de 2020

"Escribir para crear una emoción estética con las palabras".

"Enamorarse es una palabra pequeña para todo lo que queremos meter en ella. Las palabras a veces no dan más de sí. Les exigimos demasiado. Llevan siglos intentando contener el caos y a veces no pueden más. Deberíamos retirarlas de la circulación durante unos años para después volver a introducirlas en las conversaciones, relucientes y descansadas".
 
Ayer se leyeron cosas como esas en la tertulia del Café Gijón con su autor, el escritor vallisoletano Daniel Monedero. Son de la página 15 de su libro "Volar a casa" (2020, Páginas de Espuma). Este libro en ocasiones se llena de pájaros sobre la piel, y a veces llueven Kafkas y versos de Anne Sexton y Emily Dickinson. Atravesado por Borges, Pessoa, Kafka, Cortázar, Perec y las anteriores poetas, concede una gran importancia a la forma más adecuada para relatar las cosas que conmueven a su autor, y para lograrlo se basa en el dominio del lenguaje, de la palabra en sí misma. Algo así es lo que dije antes de leer unas palabras de Almudena Ojosnegros, una librera de Peñafiel (Valladolid) enamorada de los libros, y que no pudo acompañarnos, pero que escribió lo siguiente: "Hay libros que según se leen se van enredando entre los sentidos, como las ramas de un árbol que de tan fructíferas van entrelazándose y dando forma y belleza al árbol. Cuando me adentré dentro del universo de cuentos que conforman "Volar a casa" de Daniel Monedero, sentí que atravesaba una selva llena de matices, de pájaros voladores, a veces en vuelos perdidos, otros prodigiosos y una misma se siente pájaro planeando la vida". Acto seguido los tertulianos desgranaron las claves del libro (como hicieron Almudena Mestre y Albertina de Oria) y la propia "Poética" del cuento en estos tiempos (como los catedráticos de literaratura Javier del Prado y Javier Pérez Bazo). Eso ocurrió después de que tratáramos las diferencias entre el cuento y el guión, un asunto que me interesaba abordar ya que Monedero es guionista, además de profesor en el taller Billar de Letras.
 
Por la noche Abel Jara me escribió para darme las gracias por estas tertulias "on line" que son tan importantes para él, ya que lo tendría difícil para acercarse cada martes al Café Gijón a bordo de su silla de ruedas, y excusarse por mantenerse "mudo" en ellas debido a su timidez. Y me dijo lo que no dijo a Monedero a lo largo de la tertulia: "La referencia a George Perec me ha trasladado al curso poético que realicé. La aparición de los sueños me ha llevado a reflexionar una vez más sobre lo curioso y fascinante que ocurre en mi mundo onírico donde los acontecimientos se suceden con bipedestación y capacidades físicas plenas. La metaliteratura y la metapoesía me hacen tener presente la progresión de las técnicas para poder crear y la necesidad de los escritores para adaptarse a esa evolución (...) Lo que sucede cada martes, el clima generado es la educación tan anhelada entre la enseñanza, la cercanía de las sonrisas y la complicidad".
 
En fin, la tertulia volverá después de Reyes. Si en la película "Casablanca" se decía que siempre nos quedará París, lo que intentamos desde el Café Gijón es que siempre nos quede la literatura.
 




 
 
 
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