jueves, 24 de diciembre de 2020

"La mañana de Nochebuena".

Ser escritor es una pequeña manera, en realidad muy pequeña de intentar cambiar el mundo o al menos de mejorarlo (desde luego de que tus alumnas vayan a verte a la Feria del Libro del Retiro y te den dos besos en la mejilla). Después de escribir miles de páginas a lo largo de mi vida he comprendido que hay dos cosas que sí pueden cambiar, radicalmente, el mundo a mejor, la bondad y la educación. No conozco nada más poderoso. Por eso nos llegan tan adentro las figuras de Jesucristo, de Buda y Siddharta, de todos los que miran en su interior antes de emprender su camino. Ya sé que hay mucha gente que considera que ser bueno es ser idiota, a pesar de que ya se encargó Dostoyevski de escribir una de sus novelas más bellas y profundas, y que más he releído y regalado. O aquello otro de que la tecnología supone la degeneración del ser humano y de que las máquinas son innecesarias. Como estoy convencido de que invertir en educación, en el desarrollo del capital humano y el conocimiento es imprescindible, insisto a mis alumnos en que un ordenador, un teléfono móvil, la posibilidad de tener WIFI y poseer una enseñanza que desarrolle la curiosidad son cosas esenciales para el desarrollo de los pueblos, para la conquista de su felicidad. 
 
Desde pequeño me enseñaron en casa que a este mundo hemos venido a ser felices y a hacer felices a los demás, que es otra forma de felicidad, como por ejemplo escuchar "I'm Thinking Of You This Christmas" mientras me tomo el primer café de esta mañana de Nochebuena:
 
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