María Rodríguez Velasco publicó ayer un bello texto sobre su viaje a Berlín en enero de este año, y lo acompañó con la primera foto que he puesto. María es actriz, escritora, psicóloga y tertuliana del Café Gijón, y venía a demostrar, literariamente, su añoranza de los viajes de antes de la pandemia, como le sucede a tanta gente desde que se produjo el primer confinamiento. Tras leer su post y escribir una breve reflexión sobre la última tertulia, me fui a la Universidad. Por el camino me vino a la cabeza "El cielo protector" (1949), la novela del escritor norteamericano Paul Bowles (New York, 1910 - Tánger, 1999), una de las historias del siglo XX que más me han interesado. También pensé en la película que hizo Bernardo Bertolucci en 1990 sobre ella, con Debra Winger y John Malkovich, y que casi siempre asocio a otra espléndida película, "El paciente inglés". Paul Bowles viajó por muchos países antes de terminar en el norte de África con su mujer, con la que mantuvo una relación complicada, repleta de infidelidades por ambas partes. Pero yo quería hablar de la idea del viaje, de la diferencia entre un viajero y un turista. Al principio de "El cielo protector", el narrador nos dice que mientras que el turista se apresura a regresar a su casa al poco tiempo, el viajero, que no es más de un lugar que del siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra. El turista acepta su civilización sin cuestionarla, lo que no le ocurre al viajero, que la compara con otras y rechaza los aspectos que no le gustan. Acabada la Segunda Guerra Mundial, un joven y refinado matrimonio de New York, Port y Kit Moresby, viaja al norte de África junto a su amigo Tunner. Bajo el impresionante paisaje que los rodea, se esconden los peligros de la cultura que les es ajena y un entorno natural hostil. Poco a poco, el vacío y la crueldad del lugar los llevan hasta los límites de la razón. Tennessee Williams escribió en 1949 en "The New York Times Book Review": "En su aspecto externo, es la narración de una asombrosa aventura. En su aspecto interno, "El cielo protector" es una alegoría de la aventura espiritual del hombre plenamente consciente en la vida moderna".
No es fácil de olvidar la música que compuso Ryuchi Sakamoto para la película de Bertolucci:
Las veces que he estado en África he intentado encontrarme con Port y Kit, pero no ha habido suerte. Supongo que ambos también forman parte de mí.
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