sábado, 30 de septiembre de 2017

"Dormir, comer, amar..., la balada del hedonista".

Abro Facebook y leo este comentario de mi amigo José Zurriaga a mi post de ayer, y me pregunto si se referirá a mí. Supongo que no -me digo- porque además de eso yo también escribo y leo y paseo y bailo y canto y viajo y doy clase.

Y hasta me paso el día pensando, como me ocurrió ayer, bajo la palmera de la foto. A veces aparecía una mariposa que giraba una y otra vez alrededor de las hojas.

Es curioso el compartamiento de algunos insectos.

viernes, 29 de septiembre de 2017

"No dejes de escribir".

"No dejes de escribir".

El escritor madrileño Vicente Quijano se acercó al Retiro en la última Feria del Libro. Nos conocíamos por aquí, pero decidió que lo hiciéramos en persona. Fue un momento muy agradable. El otro día me escribió para decirme que ya había terminado de leer "Los cuentos de los otros" e insistirme en que no dejara de escribir. 

Quizá todo pueda resumirse con cuatro verbos: vivir, escribir, sentir, tal vez soñar. ¿No crees, Vicente? ¿No creéis, amigos?

(Sé que tengo una foto con él, pero no la encuentro, así que pongo una con varios alumnos que fueron a verme. Con esos chicos el futuro está garantizado).

jueves, 28 de septiembre de 2017

"Eva al desnudo" en la calle Serrano de Madrid.

Hace unas semanas entré en una tienda de la calle Serrano de Madrid, cerca de Goya, que me gusta mucho. Buscaba un foulard para un regalo.

Tras atravesar el umbral de la puerta y mirar alrededor me senté en un sillón rojo de terciopelo con flores. Junto a mí había dos mujeres de cuarenta y tantos años hablando de sus cosas. Como cualquier novelista que se precie, me puse a escucharlas con interés.

Imaginaba que hablarían de trivialidades, quizá de asuntos de actualidad, y lo que menos podía sospechar es que aquellas mujeres de la típica burguesía madrileña se refirieran a "Eva al desnudo", la obra maestra de Joseph L. Mankievicz, del año 1950. Aparte de ser, históricamente, la película que más nominaciones ha tenido a los Oscar (años después sus 14 nominaciones serían alcanzadas por "Titanic" y "La la land"), posee uno de los guiones más geniales de la historia. Refleja, a la perfección, con tanta crueldad como inteligencia, la hoguera de las vanidades (que diría Tom Wolfe) del mundo del teatro, que podría aplicarse a la política, la economía, el arte o la mismísima literatura.

En cierto momento la "más" mayor dice a la "más" joven (permítaseme la licencia, ya que después de todo uno es de Chamberí): "Es curiosa la carrera de una mujer. Las cosas de las que te deshaces para ir más rápido. Olvidas que volverás a necesitarlas cuando vuelvas a ser una mujer. Esa es la carrera que todas las mujeres tenemos en común, nos guste o no. Ser mujeres. Antes o después debemos poner gran empeño en ello".

Cuando me trajeron el pañuelo que me gustaba pregunté a esas señoras qué les parecía. Sonrieron al unísono y me alargaron la mano. Hice como que se las besaba. Luego se levantaron y la más joven dijo: "Yo no me preocuparía mucho por tu corazón, ya que siempre puedes poner ese foulard en su lugar".

Se dieron la vuelta y salieron a la calle.

Hace unos días que ha comenzado el otoño.

"Tu libro me ha acompañado todas las tardes de playa, oyendo el mar y respirando la brisa marina de los atardeceres". Son palabras que Domingo Martínez, un amigo virtual de Facebook y gran lector, escribió el otro día en mi muro, junto a la foto.

Dijo también:

"El libro de Justo Sotelo, “Cuentos de los otros”, es un conjunto de relatos en donde el autor toca temas tan diversos y vividos en cierta manera por el lector que quedamos ansiosos de más. Nos traslada por unos mundos reales y oníricos, y nos rodea de música exquisita tanto contemporánea como clásica, deleitando al lector al recordar temas y autores.

Lo más valioso es su eje vertebrador, “el amor”.

Un corazón, el de Justo, rebosante de amor para todos, de comprensión, empatía y solidaridad. Temas que, aun siendo cortos, son ricos en pequeños detalles, que los vives, los ves y casi los palpas a través de su lectura, haciendo un recorrido y mención al arte, al cine, la literatura, la filosofía.

En resumen, un libro que nos ayuda a entender mejor al complejo ser humano, sus relaciones, sueños, vivencias, la psicología humana".

(Por mi parte, solo quiero añadir que adoro el "Otoño" de Vivaldi, pero también esta sencilla y melancólica canción de piano de Chaikovsky. Feliz otoño, amigos:
https://www.youtube.com/watch?v=Aq7TNv7Pbm8).

La poeta Inma J. Ferrero y "La boheme" de Puccini.

A la poeta madrileña Inma J. Ferrero la conocí hace relativamente poco, a finales de 2015, en la presentación de un libro del poeta leonés Felipe J. Piñeiro en una curiosa librería de Madrid.

En la foto -algo movida- estoy sentado con ellos, aunque la presentadora fue Inma. Luego la invité a mi tertulia, ella me ha entrevistado para la radio y nos hemos hecho buenos amigos.

Hoy me he despertado escuchando "La boheme" en el móvil (cosas de la tecnología y de un lugar sin apenas cobertura) y he recordado que a Inma también le gusta Puccini, ya que es una melómana capaz de seguirme el juego intelectual y artístico, algo que me hizo fijarme en ella. Esta escena del final del Acto I en la buhardilla de París (tal vez el más perfecto que escribiera Puccini) va por ti, Inma, y por todas las personas sensibles y dulces que me leen.

"Bohemian Rhapsody".

El chico y la chica se conocen en un café lleno de gente. Él está leyendo "El extranjero" mientras sorbe su té y ella "El amante" con una cerveza al lado.

Apenas necesitan mirarse un par de veces.

Pasean durante horas por la ciudad, hasta que amanece. Ella dice que está muy cansada y necesita un banco. Le pide que se porte bien con ella porque él le gusta mucho. Él se queda pensativo y le propone que descansen en una canción de Queen.

https://www.youtube.com/watch?v=-2VPKWwl5Rw

"El leopardo del Kilimanjaro".

"El Kilimanjaro es una montaña cubierta de nieve de 5895 metros de altura, y dicen que es la más alta de África. Su nombre es, en masai, «Ngáje Ngái», «la Casa de Dios». Cerca de la cima se encuentra el esqueleto seco y helado de un leopardo, y nadie ha podido explicarse nunca qué estaba buscando el leopardo por aquellas alturas".

Ernest Hemingway se preguntaba por el sentido del escritor o, simplemente, por el sentido de la vida.

(No soy nada mitómano. Hemingway es de los pocos escritores con los que me iría de copas una noche, como les ocurriría a Bertrand Tavernier y Woody Allen, supongo -este, al menos, se fue con su hija en "Manhattan"-, mientras escuchábamos a Dexter Gordon en "Alrededor de la Medianoche": https://www.youtube.com/watch?v=w4nVDKeVxok).

Reseña de mis "Cuentos de los otros" en el periódico "La Opinión de Tenerife" de 23/09/2017.


Siempre he pensado que la música escribe por mí.

Hay un solo de saxo en "Taxi Driver", de Martin Scorsese, que no tiene piedad. Lo compuso Bernard Herrmann y desde hace días no me lo quito de la cabeza. Lo escucho siempre que paseo de noche por cualquier ciudad, a todas horas, como si quisiera formar parte de lo que escribo o pienso o siento.



"Si la literatura sirviera para mitigar el dolor".

Casualmente, la otra tarde me acerqué a una oficina de Correos para enviar a una encantadora amiga virtual de México mis "Cuentos de los otros". Le hacía ilusión que yo se los dedicara y, en realidad, lo único que nos separaba a ella y a mí eran algo más de 10 euros. 

Poco después se produjo el terremoto. 

Querida Lilia, hasta que te llegue el libro, este cuento va por ti y todos tus compatriotas:

"Las ruinas circulares".

Los días aún corrían despacio para él y la voz grave y segura de su madre le protegía de los peligros que acechaban fuera de casa.

Ella solía decirle que había vivido en una isla donde ocurrían cosas sorprendentes. Una vez un hombre le regaló su corazón y así tuvo dos corazones con los que poder amar al doble de personas y en la mitad de tiempo. Otro le presentó a individuos de todos los colores, sexos y creencias que defendían sus ideas sin riesgo de que los acusaran de pervertidos. Uno más le enseñó un libro que contenía el secreto de la inmortalidad entre sus páginas. Y también pudo visitar palacios en ruinas donde la gente aumentaba y disminuía de tamaño para adaptarse a los amaneceres y atardeceres que llegaban tarde, y se subió a unicornios que reían y hablaban por los codos y hacían el amor tan tranquilos a la vista de los demás, y vio barrancos y acantilados que perfilaban el final de una tierra que no terminaba ni empezaba nunca. Alguien le dijo que las ruinas de los palacios eran circulares y que los monos subían y bajaban libres por sus muros. Te cogían de la mano y te arrastraban a la siguiente habitación, donde los muebles y objetos cambiaban de dimensión si los mirabas de otra forma.

Al terminar el cuento, siempre me subía a un caballo de madera y viajaba a esa isla para encontrarme con mi hermano. A él también le gustaban las personas que tenían dos corazones, las ruinas circulares y los monos y unicornios que hablaban por los codos antes de cerrar los ojos y dejar de soñar".

(La foto la hice en un templo de Brahma en la India y tiene mucho que ver con el cuento. Antes de dormir siempre leía a Borges).

"En la trastienda del 13".

León es uno de mis lugares favoritos de este país. Esa catedral que es como una vidriera que no terminara nunca, el Barrio Húmedo, el bar del cuento de más abajo y las bodegas de Valdevimbre y los paisajes de Babia y Luna, con esos pantanos y pueblos sumergidos que inspiraron la novela lírica española que más aprecio, "La lluvia amarilla", de Julio Llamazares. Y su Universidad donde he dado algunas conferencias.

Y mis amigos de allí.

Ahora una leonesa, May Redondo, me envía esta foto para decirme que está leyendo mis "Cuentos de los otros" entre las flores, casi como en la mítica película de los hermanos Coen.

"En la trastienda del 13".

"El viaje me había dejado exhausto, aunque aproveché el silencio del vagón para terminar de escribir mi cuento del siguiente viernes. Me hacía feliz que el libro fuera creciendo a la misma velocidad que el tren.

Ella me esperaba en la estación y me llevó en coche al centro de la ciudad. Media hora después nos acomodamos en la barra del bar y pedimos dos vinos. Allí se reunía todo el mundo los fines de semana, me dijo con unos ojos brillantes. Había cuadros antiguos colgados en las paredes y diferentes objetos del siglo XIX.

Tras dos o tres vinos me fijé en una joven sentada a una mesa. Me acerqué a ella. La joven se giró y su mirada indiferente se transformó en una mezcla de desprecio y odio. ¿No me reconoces?, le pregunté. Claro que sí, se limitó a responder mirando a su acompañante, y añadió: Desgraciadamente, te conozco demasiado bien. ¿Nos podemos dar un beso después de tanto tiempo?, mantuve la sonrisa. Lo mejor será que volvamos a decirnos adiós, dijo ella mientras su acompañante se levantaba agitando las manos en actitud amenazante.

Mi amiga me cogió del brazo y me sacó a la calle.

Seguía lloviendo, pero me sentó bien que el agua se deslizara por mi rostro, como el tiempo a través del espacio invisible del desamor".

(Ahora que lo pienso, no recuerdo si esta historia es real o no. El caso es que en el viaje de vuelta en el AVE me encontré con el escritor cordobés Vicente Luis Mora y en Chamartín compartimos un taxi hasta el centro de Madrid. Eso sí es cierto).

La calle Martín de los Heros es la calle del "cine" de Madrid.

Es un lugar donde en un par de días puedes ver dos interesantes películas rumanas ("Sieranevada" y "Ana, mon amour"), una francesa decepcionante ("El amante doble") y una maravillosa española en catalán ("Verano de 1993"). Entre una y otra siempre un poleo o una manzanilla, que es lo único que bebo.

Por qué me gustará tanto el cine que me recuerda a Kieslowski y Bergman, a Kiarostami y Rohmer, a Godard y Tarkovski, a Kaurismaki y Haneke, a Von Trier y Kar Wai.

La gente lee en silencio las explicaciones de las películas. No se escucha el ruido de las palomitas ni de las latas de Coca Cola al abrirse. Se apagan las luces. No hay anuncios. Un señor mayor entra tarde en la sala. Está desorientado. Me levanto para buscarle su asiento.

Empieza la película y yo me pongo a escribir.

"Desayuno en la hierba".

Basada en el cuento de Guy de Maupassant (1881), "Una partida de campo" es una película de Jean Renoir (1936) que me recuerda algunos cuadros de su padre, Pierre Auguste Renoir, y sobre todo el "Desayuno en la hierba" (1863), de Édouard Manet.

La primera fotografía (2017) no es un cuadro sino un homenaje a la amistad, con mis amigos de toda la vida Antonio Zaballos y José Ramón Cano, en la finca salmantina de una amiga reciente, Yolanda Gonzalez, donde acaricio a "Suerte", su maravilloso perro que siempre camina a tu lado. A Yolanda la conocí hace un año y medio, aunque ya se había leído todos mis libros cuando eso ocurrió.

Quizá los tres momentos sean una forma de plasmar la elipsis simbólica del paso del tiempo, donde se mezclan la ficción con la realidad, el arte con la naturaleza.



martes, 26 de septiembre de 2017

Los árboles.

Los árboles no lo saben, pero yo los escucho hablar cuando camino junto a ellos. Hablan suavemente, como si no quisieran molestar, y me cuentan sus secretos.

Entonces las voces imitan a la música: 

https://www.youtube.com/watch?v=3IafOzjp4QA

"La promesa de la libertad".

A raíz de mi post del otro día sobre Walter Benjamin y el futuro de la filosofía, el filósofo de Jaén Tomás Valladolid Bueno escribió otro complementario, con el título de "La promesa de la libertad", donde mencionaba el pensamiento de María Zambrano y recomendaba la novela filosófica de Steven Lukes, además de mis cuentos.

Quitando sus exagerados adjetivos de alabanza hacía mí, su post sería este:

"El escritor Justo Sotelo, en un post de Facebook, hace referencia al filósofo Walter Benjamin, quien tanto nos enseñó sobre los ritmos del tiempo. De él parte Sotelo para, en contraste con este reino de acelerada y olvidadiza actualidad, advertirnos que "el pensamiento debe tener otro ritmo si quiere servir a la libertad y no ser estéril". Que nuestro escritor no solo predica, sino que también da trigo, lo demuestra cuando al final de su texto escribe: "Y pienso que el aventurero que está, aparentemente, en medio del desierto no se detiene en ninguna parte. Sabe que su objetivo es encontrar la tierra prometida de la libertad".

Magnífica forma, la de Justo Sotelo, análoga en esto a la de María Zambrano, de recuperar la perspectiva benjaminiana del ritmo exílico o de la diáspora como liberación. Ciertamente, no es lo mismo tener como objetivo la tierra prometida de la libertad que fijarse como horizonte la libertad de la tierra prometida. En este último sentido (que define a los variados nacionalismos y otros tipos de ideologías) la libertad es una libertad esclava, una forma más de servidumbre voluntaria. La imagen o la idea que se tenga del ser humano (y de la ciudadanía) depende de esta distinción. El ethos de la vida personal y colectiva están aquí en juego. Libertad y alteridad se vinculan de maneras radicalmente distintas. La libertad de la promesa adquiere otra dimensión, y que sea "el reparto de lo sensible" -expresión del filósofo Jacques Rancière- se ve profundamente afectado.

Pues bien, si alguien está interesado en reflexionar, a pie de experiencia, sobre la promesa de la libertad, les dejo la referencia de dos libros. Uno, del mismo Justo Sotelo, con estilo narrativo en forma de microrrelatos. El otro escrito por Steven Lukes, una narración novelada sobre las distintas opciones ideológicas".

(Las fotos también son de Tomás).


"Retrato de escritor descansando sobre fondo verde".

Picasso (el mayor artista plástico del siglo XX, autor del "Retrato de la mujer de perfil sobre fondo verde") también habría elegido tomarse un mojito en la terraza de la cuarta planta del Círculo de Bellas Artes de Madrid mientras el verano languidece.


Escuchando a Sibelius.

Anoche me metí un rato en Facebook y coincidió que tanto Javier Del Prado Biezma como yo estábamos escuchando a Sibelius.

En los últimos días he hablado de algunas de sus sinfonías. También aprecio su Concierto de Violín, considerada una obra casi perfecta. Así que va por ti, Javier (uno de mis catedráticos de literatura preferidos), porque además esa música es el leitmotiv de uno de mis "Cuentos de los otros".

Este es el concierto:

https://www.youtube.com/watch?v=gpS_u5RvMpM

Este es el cuento:

"En los alpes".

"La distinguió desde lejos. Era una cabaña de madera en medio del bosque. También se veía una cascada al otro lado de la carretera. Detuvo el coche antes de llegar. Cerró los ojos. Aquello era música o tal vez la música ya formara parte de su interior.

Las paredes estaban llenas de fotografías de los Alpes. Se fijó en un hombre y una mujer que hablaban entre susurros, frente al ardiente fuego de la chimenea.

Se acerca a la barra y pide un té con leche y dos terrones de azúcar. Luego se sienta en una esquina, se quita el abrigo y la bufanda y finje leer y escuchar música en el teléfono mientras mueve el té con la cucharilla. Quizá alguien piense que está leyendo “La montaña mágica” de Mann y escuchando el Concierto de Violín de Sibelius. Observa de nuevo a la pareja y se imagina su historia de amor. Mira hacia la ventana y recuerda que hace años estuvo con ella en la montaña de ahí afuera, esquiando, y sufrió un accidente. Era su primer viaje juntos y estaban enamorados. Quizá por eso ella no quiso trasladarle a España, para no olvidarse nunca de ese lugar. Le enterraron en el cementerio del pueblo y un cura joven dijo unas palabras.

Desde entonces sueña con la nieve".

sábado, 9 de septiembre de 2017

Reseña de mis "Cuentos de los otros" en el "Cultural" del Mundo del jueves 7 de septiembre de 2017.


Madrid.

Ya puedes recorrerte medio mundo porque en cuanto llegas a Madrid no tienes más remedio que exclamar: "Oh lala". En mi caso también podría decir "Oh lalaland", que es la película que más me ha gustado en los últimos tiempos.

Así que, amigos, como hoy también va a ser "Otro día de sol" (aunque yo lo voy a ver poco porque me tengo que meter a dar clase en un Máster), podemos cantar todos con el primer café la canción con la que empieza la película de Damien Chazelle mientras miramos la foto que hice a la calle de Alcalá en su cruce con la Gran Vía, que es uno de los lugares más bonitos que conozco.

https://www.youtube.com/watch?v=_tjCOH0k75k

Hay tantos túneles del pensamiento que recorrer.

Música espectral, fórmulas matemáticas que sintetizan el pensamiento de la filosofía, la vuelta de la pintura a la razón áurea, los últimos experimientos literarios.

Me tomo un café mientras pienso que si es Esa Pekka Salonen quien dirige la Quinta Sinfonía de Sibelius entonces la búsqueda del "timbre" por sí mismo es posible (que es lo que persigue esencialmente la música espectral), y metafóricamente también la literatura, la pintura, la filosofía, la esencia de la belleza universal.

https://www.youtube.com/watch?v=CEz9UVTDk9s

(Sé que al final de la sinfonía de Sibelius aparecen los cisnes, porque los he visto).

Personas que cambian el mundo.

Hay personas que cambian el mundo de verdad y no se conforman con estar sentadas cómodamente en sus sillas. Y hoy me apetece hablar de una de ellas.

Me refiero a mi amiga Marta N. No solo porque sea profesora de Ciencias Políticas e intente que sus alumnos piensen por sí mismos, sino porque se recorre el mundo apoyando siempre a los individuos más desfavorecidos como consultora de política internacional.

De Madrid se va a Bruselas y de ahí a Zimbabwe o Túnez, a Indonesia o Japón, a París o Nigeria. Es consciente de que continúa habiendo muchas discriminaciones en este mundo por razones de sexo, religión, edad, color de piel, etcétera. Sin embargo, sabe que la educación y la cultura son las que igualan a las personas y es lo que intenta transmitir con cursos, reuniones, charlas cotidianas.

Noche transfigurada.

Como la "Noche transfigurada" de Schoenberg se adelantó al expresionismo:

https://www.youtube.com/watch?v=c4eCHbBqfrA

Así se disuelve la noche.

sábado, 2 de septiembre de 2017

Mis cuentos en el Corte Inglés.

Una vez un amigo, que me quería mucho, me regaló un equipo de música. Se pasó por el Corte Inglés de Castellana y lo compró. Cuando me lo trajeron a casa, no funcionaba. Se lo dije a los de la tienda y, como no tenían otro igual, me ofrecieron uno que costaba el doble.

El caso es que ahora observo cómo el Corte Inglés vende mis libros y me hace gracia. Ayer María Victoria Huertas puso en mi muro esta foto, tras decirme que acababa de comprar los "Cuentos de los otros", y yo recordé la anécdota. También recordé una de las músicas que más habré escuchado en ese tocadiscos, la Segunda Sinfonía de Sibelius, que dio lugar a uno de esos cuentos tras escucharla en uno de los Proms de Londres.

Esta es la música: 

https://www.youtube.com/watch?v=anrC1gca-qs

Y este es el cuento: "Sibelius en el Albert Hall".

"Llevaste un canapé a su boca y ella te ofreció a cambio un trozo de empanada. Se había arrodillado en un costado de la cama y sus pechos subían y bajaban frente a tus ojos mientras la comida penetraba en tu garganta.

Cuéntame otra vez la historia de ese concierto de Londres, dijo acariciando tus labios. Ya sé que eras muy joven y viajabas por primera vez a esa ciudad. También quiero que me digas que te alojaste en una residencia de estudiantes de la Universidad, al lado de Hyde Park. Que veías el edificio de la orquesta a todas horas y por fin sacaste las entradas para un concierto con obras de Respighi y Sibelius. Y que estuviste tumbado y sentado en el patio de butacas porque los Proms son así. Dime que aquella música te cambió la vida y que fuiste capaz de apreciar la belleza que existe en ese vacío inefable del Universo del que nace el arte como una delicada rosa en primavera. ¿Sabes por qué te amo? Voy a decírtelo. Porque representas la belleza humana y la felicidad.

No se me ocurre otra mejor manera de pasar la tarde que con ella en la cama, le digo por mi parte tras pasar el brazo por su espalda y acariciar el lunar de su cuello, comiendo canapés y escuchando la Segunda Sinfonía de Sibelius, con las trompetas y los violines repitiendo sin descanso la misma frase del final.

Hasta que llega al orgasmo entre mis brazos".

viernes, 1 de septiembre de 2017

Mis "Cuentos de los viernes" se siguen leyendo.

"Justo, he leído los "Cuentos de los viernes" entre lágrimas. De emoción. Justo, donde duele".

María Antonia Velasco estudió Medicina y Filosofía Pura en la Universidad Complutense, y es escritora y columnista. Nació en Sigüenza, vive en Guadalajara y hace un tiempo se pasó por mi tertulia de Malasaña. A pesar de la distancia ha prometido volver alguna vez más.

Hace unos días me escribió para decirme que había comprado los "Cuentos de los viernes" (Bartleby 2015). Al día siguiente me dijo que ya lo había terminado. 

Que una escritora lea un libro de otro escritor entre lágrimas es admirable y hasta emocionante. 

(La foto es de la Feria del Libro del Retiro, con unas alumnas que se acercaron a la caseta de Bartleby para que les firmara los cuentos. Yo estoy detrás, casi debajo de Szymborska y Plath).