viernes, 31 de diciembre de 2021

"Rainbow".

Paseando ayer por Madrid encontré el arcoíris, y eso que no había llovido. 
 
Después de sacar la fotografía, me vinieron a la cabeza los versos del "coro místico" de Goethe con los que acaba su "Fausto": "Todo lo que ha ocurrido/ es solo una parábola./ Lo que es inalcanzable/ se convierte en suceso./ Lo que es indescriptible/ se ha realizado aquí./ Lo eterno-femenino/ nos permite avanzar". La Nochevieja me sabe mejor con una copa de Porto en la mano para acompañar a la sopa de almendras y la lombarda que siempre olerán a mis padres, y otra de Möet Chandon para brindar por la vida y el amor, por ese lugar donde termina el arcoíris y me gusta tocar con la yema de los dedos.
 
Ese lugar donde estás tú, mi eterno femenino:
 

jueves, 30 de diciembre de 2021

"La poeta en busca de lo inefable".

El abismo tan solo puede salvarlo la palabra. Y eso es lo que hace la poeta (del absoluto). Para ella las palabras no son intercambiables. Existe una palabra, y no otra. Lo "esencial" no es buscar el adjetivo, sino la palabra. Es la posibilidad de interpretar los silencios, la pelea con el idioma. El fenómeno de la inspiración tiene su precio, y así la poeta busca el sentido oculto de este mundo. Las palabras "tocan" el centro de la tierra, como diría Zambrano. La pelea es terrible. Nos encontramos ante un proceso de conocimiento, y la poeta persigue "cincelar" la forma (Bécquer), pero no ve el camino. Es la realidad y es el deseo de Cernuda. No existe una urgencia de comunicación. Bousoño quería la realidad, pero una realidad interior. Hierro quería la torre de marfil, pero para cambiar el mundo. Surge la pelea entre la fantasía y la imaginación, la realidad y los sueños. En ese proceso mental de la poeta, incluso el amor constituye una parte de la visión interna. La poeta no puede vivir sin escribir, pues en caso contrario esas imágenes la matarían. Si dormir equivale a morir, como podría decir Shakespeare, solo la poesía logrará salvarla, ya que es lo que quedará, lo que pervivirá (algo que no es, exactamente, la pureza de la inmortalidad). De esta forma nace la voz del idioma, que es la voz de la poesía. No tiene nada que ver con el cronista que se limita a describir lo que siente. El proceso de maduración de la poeta que persigue lo inefable tiene que ver con aquello que no está claro. Los poemas sirven solo para que la poesía madure, porque la realidad sensible no es más que un fragmento de esa realidad.
 
(El cuadro es "La lágrima de lo infinito, 2013, de Gabriela Amorós. Ella es una de estas escasas poetas).
 
 

 
 

miércoles, 29 de diciembre de 2021

¿Te vienes a pasar una mañana conmigo a La Casa Encendida?

Me sonríes, te cojo de la mano, te acaricio los nudillos y subimos a la cafetería. No tengo ninguna foto tuya; nunca has querido hacerte fotografías pues decías que te robaban el alma. Pedimos dos cafés, digo algo que no te agrada, te sueltas de la mano y echas a correr. Te busco por el museo, por las salas y la biblioteca, por los pasillos que suben y bajan a través del arte contemporáneo, pero no te veo. Luego voy a todos los apartamentos donde hemos vivido durante el transcurso de nuestra relación. Quizá alguien nos haya visto juntos, me digo, caminando por el paseo marítimo o sentados en un banco del parque.

Jon Rafman nació en 1981 en Montreal (Canadá). Estudió Filosofía y Literatura en la Universidad McGill de Montreal y obtuvo un máster en la School of the Art Institute of Chicago. Su obra busca explorar el impacto de la tecnología en la conciencia contemporánea, con el rico vocabulario del mundo virtual para "crear" narrativas poéticas comprometidas con el presente. 
 
Ayer lo conocí en La Casa Encendida después de tomarme un café en su bonita cafetería. Luego lo busqué en Youtube:
 
Tú volviste a mi lado, te sentaste a la mesa, te bebiste el café y me besaste.
 



 

martes, 28 de diciembre de 2021

"El que no es romántico es porque no quiere".

Ya sé que yo no podría vivir en otro lugar que no fuera el centro de Madrid o París o Londres o Berlín o Nueva York. Por eso me gustan las calles, los edificios de varias plantas, los rascacielos, los coches y los autobuses, el Metro, el ruido y el jaleo. Un poco más lejos todo está lleno de hormigas y otros bichitos, como diría Woody Allen. No obstante, un lunes por la tarde te puedes ir al campo, y tomarte un Baileys frente a una chimenea en un Café que se parece a la cabaña romántica que se encuentra al final del arcoíris. Y eso que acabas de estar en el fisio durante una hora, un joven de barba que te ha hecho soltar lágrimas con sus masajes, no precisamente de alegría. (Los agujeros del pantalón son otra cosa; eso es para estar a juego con la ropa de mis jóvenes alumnos).
 
Pero suenan el acordeón y una guitarra, y una voz melosa te recuerda que podrías estar en París:
 
En realidad siempre estoy donde quiero; para eso soy escritor.
 


 

"Wendy".

"La niña apretó su mano, forcejeó hasta soltarse y echó a correr por el bulevar en dirección a la estatua.
 
Se detuvo frente al escarabajo, una figura de bronce de varios metros de altura, donde las parejas de enamorados marcaban sus nombres, y la miró con asombro. De una de sus patas colgaba el cuerpo mutilado de una muñeca. Tenía la cara triste y sucia, su ropa estaba rasgada e incluso parecía manchada de sangre reciente.
 
Mientras apretaba el botón de su cámara digital para hacer la foto a su hija, su vida pasó en un instante frente a ella.
 
Entonces supo que nunca podría crecer porque se lo impediría la literatura".
 
("Wendy", Cuentos de los viernes, 2015, Bartleby, Madrid, p. 46).
Ayer la pareja de poetas sonrientes de la primera fotografía, Oskar Rodrigañez Flores y Pilar S. Tarduchy, compartieron en esta red el cuento y la foto, junto a Preciosa Nogueira, la directora del Club de cine de la Librería Bravo, de Fuenlabrada, que me invitó justo antes de iniciarse esta pandemia para hablar de cine. Me hacía ilusión ir a Fuenlabrada porque allí vive la cuidadora de mi hijo de pequeño. Y como estas casualidades me hacen tanta gracia, he buscado ahora las dos fotos que me inspiraron el microrrelato, un Peter Pan de mi hijo de aquella época y una escultura situada en la Rambla de Santa Cruz de Tenerife, la "Mujer-botella" o "Gran insecto", de Joan Miró. Como dice el narrador del cuento, en esta vida todo es literatura, además de música y cine, como lo es una de las películas favoritas de mi hijo cuando le cuidaba Juani:
 
¿He dicho alguna vez que sé lo que hay al final del arcoíris?
 



 

domingo, 26 de diciembre de 2021

"Luces de la ciudad".

A las 18 se encienden las luces de la ciudad, aunque llueva durante el día de Navidad. Los Paseos de la Castellana y de la Florida, junto al río, el palacio de Linares y el Ayuntamiento, la calle Princesa, las flores y la música, esa música. Han pasado 90 años, como pasa la Navidad y pasa la vida, como permanecen la lluvia, las luces y las flores.

sábado, 25 de diciembre de 2021

"Hoy celebro la vida".

Esta fotografía tiene casi 25 años. Y me da igual el tiempo que haya pasado, y que hoy sea un 25 de diciembre por un motivo u otro. Lo que me importa es la vida, vivir la vida, celebrarla y escribirla cada día.
 
Y que todos la vivamos y la celebremos.
 
Y la cantemos:
 

viernes, 24 de diciembre de 2021

"El villancico más famoso del Renacimiento español".

Habla de la liberación de María del pecado original y del nacimiento de Jesús, se encuentra en el "Cancionero de Upsala" y se atribuye a Mateo Flecha, "El viejo" (Prades, Tarragona, 1481 - Monasterio de Poblet, 1553). Dirigió la música en la catedral de Lleida entre 1523 y 1525. Desde allí se trasladó a Guadalajara para entrar al servicio del duque Hurtado de Mendoza. Luego se fue a Valencia donde asumió la dirección del coro de la capilla del duque de Calabria, y entonces tres de sus obras se incluyeron en los cancioneros asociados con la capilla, como el "Cancionero de Upsala" (en la foto). El año 1537 se trasladó a Sigüenza de maestro de capilla. De 1544 a 1548 vivió en el castillo de Arévalo como maestro de las Infantas María y Juana, las hijas de Carlos V. Hacia el final de su vida, se convirtió en monje de la Orden del Císter, y residió en el Monasterio de Poblet, donde murió.
 
Este señor tan viejo y yo, que también lo soy ya que tanta gente me llama hombre del Renacimiento, deseamos felicidad en el día de la Nochebuena con este villancico interpretado por un coro de jóvenes australianos. Nuestro mundo está globalizado, y a mí me gusta que lo esté:
 
"Ríu, ríu, chíu, la guarda ribera;
Dios guardo el lobo de nuestra cordera.
 
El lobo rabioso la quiso moder,
Mas Dios poderoso la supo defender;
Quisola hazer que no pudiese pecar,
Ni aun original esta Virgen no tuviera.
 
Este qu'es nacido es el gran monarca,
Christo patriarca, de carne vestido;
hanos redimido con se hacer chiquito,
a un qu'era infinito, finito se hiziera.
 
Muchas profecias lo han profetizado,
Ya un nuestros dias lo hemos al consado
Adios humanado vemos en el suelo,
Yal hombre nel cielo porquel le quistera.
 
Yo vi mil garzones que andaban cantando,
por aquí volando, haciendo mil sones,
diciendo a gascones: "Gloria sea en el cielo
y paz en el suelo", pues de sus nasciera.
 
Este viene a dar a los muertos vida
y viene a reparar de todos la caída;
es la luz del día aqueste mozuelo;
este es el cordero que San Juan dixera.
 
Mira bien queos quadre que ansina lo oyera,
Que Dios no pudiera hacer la mas que madre,
El quera su padre hoy della nascio
Y el que la drio su hijo so dixera.
 
Pues que ya tenemos lo que deseamos,
todos juntos vamos, presentes llevemos;
todos le daremos muestra voluntad,
pues a se igualar con el hombre viniera".
 

 

jueves, 23 de diciembre de 2021

"Murakami, la arquitecta y yo".

Ayer me envió esta fotografía por Wasap María José Muñoz Spínola, amiga, arquitecta y tertuliana del Café Gijón. Al verla le dije que tal vez pudiera completar su lectura leyendo la tesis en la que se basa el ensayo que publiqué sobre Murakami. Tras la conversación se me ocurrió mirar el número de descargas de este año que acaba, y que han sido 437, con lo que desde que la leí en 2012, en la Universidad Complutense, se ha descargado 12.856 veces en países de medio mundo, como se observa en las otras fotos. 
 
Esta es la página de la tesis en la Universidad:
 
 
Ahora me tomo el primer café de esta mañana de invierno y pienso que cuando se estudia por amor al arte, por amor al conocimiento, por amor a la verdad, se logran grandes satisfacciones y es fácil ser feliz.
 
No sé si María José estará escuchando esta música a estas horas:
 
Seguro que Murakami escucha esta:
 

miércoles, 22 de diciembre de 2021

"Escribir es dialogar con los escritores del pasado".

El escritor argentino Antonio Tello (desterrado tantos años en París y más tarde en Barcelona) entiende la literatura como yo, desde el lenguaje, desde esa capacidad que tenemos los seres humanos de nombrar a través del lenguaje. Por eso mismo, ayer por la tarde nos acompañaron en la última tertulia del Café Gijón de este año 2021 Dante, Petrarca, Ausiàs March, Garcilaso, Blake, y sobre todo Eliot y Pound, dos de los poetas que más admiro. Porque a algunos no nos interesan las diferencias temporales cuando se habla de la calidad literaria. La idea inicial era que se entablara un diálogo entre Peter y Antonio, y a partir de él que cada tertuliano aportara sus ideas. Para empezar el debate, Peter nos leyó lo que había escrito sobre el libro de Antonio: "Cabría entender "En la noche yerma", la colección de cantos del escritor argentino Antonio Tello publicada por Vaso Roto en 2019, como un ejercicio de espeleología en "La tierra baldía" de Eliot (...)", y nos lo leyó antes de que hablaran Francisca, Luisa y todos los tertulianos. Y yo me dejé embargar por la cadencia de la voz de Antonio, por su prosodia en endecasílabos, en comparación con los octosílabos de los argentinos, con tiempo para recordar esa acentuación en la penúltima sílaba de los salteños, la neutralidad de los porteños y siempre la musicalidad de un escritor que se expresa como un poeta.
 
En la tertulia nos acompañó Carmen Gascón Baquero, la directora literaria de la Fonoteca Española de Poesía, y al terminar escribió a Antonio un mail con sus impresiones: "He estado escuchándote en la tertulia del café Gijón y quiero felicitarte por tu autenticidad en el contar y en el vivir. Ha resultado una conversación profunda, y con referencias de personajes literarios como raíces y con tus vivencias como alas de solidaridad comprometida. Tus reflexiones sobre el ángulo ético, sobre la oralidad, sobre cómo transmitir el dolor son tres temas de los que espero seguir conversando contigo (...) Como Directora de la Fonoteca Española de Poesía ruego traslades también a la gente de la tertulia mi más sincera enhorabuena por la intensidad y vivacidad conseguidas. Muy interesante el contenido del resto de participantes".
 
En fin, literatura.
 





 

martes, 21 de diciembre de 2021

"Donde nace la poesía".

"Nunca me has parecido esa clase de hombrecillo supeditado", me dice en un Wasap la pintora madrileña Johana Roldán. Paseaba por el museo Reina Sofía, vio ese cuadro del artista bilbaíno Juan Pérez Agirregoikoa (1961), sacó la foto, se acordó de mí y me la envió. Un poco después me encuentro en Instagram un poema que me dedica desde su tierra el poeta argentino Waldo Orozco (en los dos casos hablo de este domingo pasado).
 
"Ojos de perro".
 
(A un amigo escritor que siempre veo escribiendo sentado en algún bar de Madrid con esa mirada que solo tienen los que saben mirar @justo_sotelo).
 
"Una luna inmensa tras los pinares como la de anoche,
que alumbra la escena de dos amantes
iluminados por su propia luz
"almando" su propio rayo de neón.
 
El mismo rayo,
rayo de sol padre de todas las luces
en la misma esquina
se ensaña con un niño en harapos sentado
sobre el cordón frío de asfalto
y estira desde allí
una mano inmensa
gigante
que se estira y estira como una bandera escrita con ruegos
y desesperanza
por una moneda pequeña pequeñísima.
 
La misma moneda
en las manos del abuelo que llegó hasta ahí
mano en mano
hasta otro niño que corrió hasta la esquina
por un dulce,
la misma esquina del dulce beso
de los amantes
del deseo impune
de la luz de la luna
de la farola bajo la llovizna
reflectando la luz de todas las almas que allí se juntan
como ángeles abandonados,
como perros.
 
Los mismos perros
que se comeran los restos del que pasa,
y le robarán algo
alguna sonrisa
algún grotesco gesto de desdén
un saludo agradecido
gracias gracias!
un cigarro a medias
como la media sonrisa
como una disputa
como si fuera un hueso o el beso
que se disputan los amantes
como una moneda
un intercambio
un robo
algo que se mendiga sin pudor
bajo la luz de cualquier astro
o una farola
un neón
o la chispa del amor
o de unos ojos.
 
Luces...
Luces de la tarde entre el sol y la luna
que se disputan también
quién pondrá telón y fondo a eso,
a eso...
a eso que esta sucediendo
y que la misma gente no comprende
ni comprenderá que ya sucedió
menos la luz
que en este preciso instante
es rojiza y azulada
como los ojos del poeta, sentado
en la misma esquina en un bar,
solo.
 
Sólo los ojos del poeta podrán
ver la luz
la moneda
los amantes
los niños...
Y los perros.
 
Los poetas y los perros
que comparten ojos e instinto,
buscando huesos,
pero esa es otra historia".
 
Releo ahora el poema y observo la foto del perro atado mientras me tomo el primer café de esta mañana. "Los poetas y los perros", dice el poema y yo lo repito entre dientes. Y me viene a la cabeza la obra maestra del cine surrealista español, de Buñuel y Dalí, en el instante en que la navaja corta la luna. Estamos en París, se escuchan unos tangos argentinos y la música de "Tristán e Isolda" que da sentido a la película. Yo tengo 17 años, aquella mañana he estado jugando al tenis en las instalaciones de Moncloa y me acerco al Museo de Arte Contemporáneo que está al lado -antes de que se creara el museo Reina Sofía y Johana pudiera hacer la foto tantos años después- y donde proyectan "Un perro andaluz", que veo por primera vez y me deja perplejo.
 
Cómo no iba a ser escritor para contarlo:
 

lunes, 20 de diciembre de 2021

"La tertulia del Café Gijón se despide por este año 2021 y se va a Argentina".

Mañana martes hablaremos con el escritor Antonio Tello, que es tertuliano habitual desde que empezó la pandemia. Exiliado en Barcelona desde joven, ha regresado a su ciudad natal, Córdoba (Argentina), y ahora va y viene a España. Establecerá un diálogo sobre su último libro (en la foto) con el escritor Peter Redwhite. 
 
Hace un año le invité para que nos hablara de su obra en general, y luego escribí en mi blog lo siguiente, entre otras cosas: 
 
"Antonio busca los efectos del relámpago (el significante) y el rayo (el significado), que ya nos explicó Saussure. Y en esa conjunción es cuando exije la participación del lector. Es el esfuerzo a realizar para penetrar en sus cuentos, reunidos en "El mal de Q" (2009), en sus novelas, representadas por la excelente "El hijo del arquitecto" (1993), que leí en su momento, y "Los días de la eternidad" (1997), y en su poesía, que inició con "Sílabas de arena" (2004).
Aquí es donde profundiza en esa tentativa utópica, y penetra en la lengua, pregunta a sus sustratos últimos y, rozando el vacío del silencio, se asoma al reverso de las palabras, a esa zona indeterminada donde acontece lo indecible: un trazo fluctuante, un silabeo y un latido que desbordan el lenguaje y se confunden con la sustancia primordial de la vida: "Ese alfabeto no humano que anida en el origen".
 
En el siguiente video Antonio recita varios poemas (cantos) de "En la noche yerma" (2019):
 

domingo, 19 de diciembre de 2021

"Reseña de Poeta en Madrid en la revista L´ull crític de la Universidad de Lleida"-

Hoy voy a empezar con un brindis con champán".

Es a propósito de otra reseña de mi novela "Poeta en Madrid", en la revista de crítica literaria de la Universidad de Lleida, "L´ull crític". Es de la catedrática Angels Santa Bañeres, y la ha publicado en el volumen monográfico: "Alejandre Dumas: Aventures du Roman", de 2021, entre las páginas 282 y 287. Tengo la revista en papel (es la fotografia) y también en PDF. 
 
La reseña se lee muy bien y solo hay que pinchar en este link:
 
Sus últimas palabras son las siguientes:
 
"Nos hallamos frente a una novela extremadamente culta, en la que la cultura se haya incorporada al texto con espontaneidad, con naturalidad, como formando parte esencial del mismo. La personalidad del autor se traduce en cada una de sus páginas, en cada una de sus afirmaciones y su mundo literario y artístico nutre cada una de las páginas de la obra. Obra profunda que nos acerca al deslumbrante mundo del novelista que es Justo Sotelo".
 
Obviamente, esto se merece un brindis.
 
Ya sé que "La dama de las camelias" es de Dumas hijo, aunque no creo que el padre se moleste si escucho este brindis de la ópera de Verdi basada en esa novela, mientras me tomo el primer café de esta bonita mañana de domingo:
 

sábado, 18 de diciembre de 2021

"Sobre adicciones".

"Justo, eres una caja de sorpresas. Cada día te superas. Además de ser escritor, guapo y atractivo, tienes una fuerza vital y creativa que despiertas a un muerto, a estas horas de la mañana. Todos los días, como un reloj. Esta adrenalina tuya la comunicas a todos los que te leemos y se está convirtiendo ya en una droga. Estás empezando a ser adictivo. Bendita adicción". 
 
Esto lo escribó ayer por aquí la psicóloga mallorquina Elena Gayán, que está en esta fotografía a mi izquierda durante una comida este verano en el Café de Oriente, enfrente del Palacio Real, junto a las escritoras y también psicólogas Silvia Ramos y Almudena Mestre. La verdad es que no sé si soy adictivo; en mi caso la única adicción que tengo es por la vida, y en ella son esenciales la música, el arte, el cine, la literatura y el amor. Nunca he tenido demasiada adicción por el trabajo, pues ser escritor (he publicado 20 libros y decenas de artículos) y profesor (he dado clase, y sigo haciéndolo, en varias de las mejores universidades de Madrid) no es trabajar, como no lo es tomarse un sorbete de mandarina con el grupo de amigas psicólogas d la tertulia del Café Gijón. 
 
Una de las cosas que más me gustan es reírme de mí mismo y que la vida sea simpática:  
 
https://www.youtube.com/watch?v=RQTWIUK4acM
 

 

 

viernes, 17 de diciembre de 2021

"Si te enamoras de un escritor, nunca morirás".

En el post de ayer, María José Muñoz Spínola hizo un comentario al respecto de mi cuento de Navidad, con esa fotografía. Es cierto que los escritores utilizan todas las cosas que les ocurren o les suceden a los demás como elemento de la temática que van a desarrollar. Y entrar como "personaje" en la historia del escritor es una manera de acabar siendo recordado eternamente. Me vienen a la cabeza todos los pecadores que Dante incluyó en el Infierno de su Comedia como Paolo y Francesca, los dos amantes que envió al Segundo Círculo. Acusados también de lujuria, Tristán, Isolda, Aquiles, Paris, Helena y Cleopatra les hacen compañía, y entre otras cosas los recordamos por eso mismo. Si como sabemos, tan solo existen tres temas en la literatura, el tiempo, el espacio y el otro, se deben crear subtemas mínimamente interesantes que se integren en cualquiera de estas categorías.
No obstante, sin determe en la autoría de la frase o la idea, siempre he recomendado a todas las personas que me voy encontrando por la vida que no se enamoren nunca de un escritor, sobre todo si es guapo o atractivo.
 
Ahora me tomo el primer café de la mañana y escucho una de las músicas más arrebatadoras de la historia. Su autor tuvo que dejar de escribir su obra maestra porque se había enamorado locamente de una mujer y necesitaba contarlo de otra forma.
 
Y describió el éxtasis: 
 

jueves, 16 de diciembre de 2021

"Cuento de Navidad 2021".

El otro día decía a algunos de mis alumnos que no conocen Madrid porque no son de esta ciudad, o ni siquiera son españoles, que para mí caminar por sus calles es como hacerlo por el pasillo de mi casa. En la mayoría de sus barrios conozco a alguien o he vivido historias que después transformo e incluyo en mis novelas como cuando con 17 o 18 años formé parte durante un tiempo del coro de la iglesia de San Francisco el Grande porque el cura me decía que tenía voz de barítono y me necesitaban, cuando yo solo iba porque me gustaba Ruth, una chica brasileña que se había criado en Asturias y vivía en Madrid, al lado de la Puerta de Toledo, y que gracias a la literatura ha terminado convirtiéndose en un personaje de mi última novela, "Poeta en Madrid". O en otra iglesia del Paseo de Extremadura de cuyo nombre no logro acordarme, con la diferencia de que la chica ahora se llamaba Beatriz, vivía en el Paseo de la Ermita del Santo y apareció en mi segunda novela, "Vivir es ver pasar". 
 
Voy por el pasillo y miro a derecha e izquierda. Hay muchas puertas blancas, abiertas y cerradas. Alguien me saluda, me da los buenos días o las buenas noches, y me sonríe. Casi todas las personas que encuentro por el pasillo me sonríen. Acto seguido cada cual sigue con sus cosas, viviendo nuevas experiencias y recordando quizá las que tuvo conmigo o con los otros habitantes de la casa. Estando allá arriba, en la azotea, me vino a la cabeza una canción y no me la quité de la cabeza en toda la tarde, como un gato sin dueño por los tejados.
 
Como Sabina, los amores que matan nunca mueren:
 
Las dos fotografías son de ayer por la tarde desde la azotea del Ayuntamiento.
 
Ya podría ser Navidad.
 


 

miércoles, 15 de diciembre de 2021

"En la vida nunca se sabe".

"Síndrome de Estocolmo" es el cuento con el que se abre el último libro de relatos de Emma Prieto, "Mecánica terrestre", y con el que abrimos ayer por la tarde la tertulia del Café Gijón. Este cuento nos ofrece varias señales de lo que es el espléndido libro de la escritora madrileña que creció en Las Palmas y que me cae estupendamente porque es maestra de niños con necesidades especiales, lo que de alguna forma atraviesa las hojas de su literatura. En un mundo en el que siempre nos quejamos de todo, admiro a las personas que dan ejemplo, al menos a mí, como escritoras y como educadoras. Esto fue lo primero que dije ayer para presentarla y luego leí las primeras frases de este cuento que analizamos con detalle entre todos los tertulianos:
 
"Síndrome de Estocolmo".
 
                   Siempre ocurre lo mismo: no vemos romperse las cosas,
                   las vemos rotas. Tal vez si supiéramos que están a punto
                   de romperse, podríamos hacer algo por evitarlo.
                   (Laura Ferrero)
 
"Dentro del ojo, del mío, vive una hormiga. Cómo pudo colarse ahí es algo que ignoro. Puede que me la dejara él de recuerdo -de sobra sabe que no soy de joyas- o que entrara por sus propios medios. Pero, ¿cuándo? Por la noche mientas duermo tengo los ojos cerrados y durante el día lo habría notado, digo yo. Lo cierto es que lo pasa de lo más bien, la condenada. Desfila sin parar de izquierda a derecha y de arriba abajo (evitando el peligro de las comisuras) y eso que hablamos de unas dimensiones reducidas. Pues ella se las apaña de miedo. No entiendo qué puede andar buscando. Si comida, compañía o matar el aburrimiento. A ciertas horas la noto tantear con lo que imagino sus antenas (las dobla, las endereza, juguetea con ellas). Parece que los vasos sanguíneos no le van (ni sombra de derrame) pero paladea, eso sí, mi eyeliner con fruición y apaga su sed con las gotas de Cusicrom forte que me pongo para la alergia todas las mañanas. En serio, puedo sentir cómo succiona. Y por sed no creo que sea, anda que no soy yo llorona ni nada, cualquier cosa hace que se me salten las lágrimas, así como en surtidor, que para ella debe ser como vivir una inundación. ¿Dónde se agarrará mientras le llueve de esa manera? Menuda habilidad. El caso es que no se cansa. La que me canso soy yo. Vivir con una hormiga en el ojo acaba resultando agotador. No te deja pensar en nada que no sea sus tres pares de patas rascándote la esclerótica, posándose una y otra vez, tamborileando con destreza de pianista consumada sobre tu nervio óptico..." (pp. 11 y 12).
 
Como he dicho hablaron prácticamente todos los tertulianos, desde una nueva integrante, la gran lectora Luisa Máñez, hasta el escritor y editor Pepo Paz, pasando por Mariola Satorre, Matilde Tricarico, María José Muñoz Spínola, Mariwan Shall, María Rodríguez Velasco, Juan Tena, Isabel Montero o Antonio Tello, sobre el conocimiento y el sentido literario de los cuentos, el "pacto de ficción" que se establece entre el escritor y el lector, la soledad de los personajes de Emma, sobre todo los femeninos, el sentido del humor y la ironía de los relatos, etc., hasta llegar a la alargada sombra de Eloy Tizón sobre el libro y su idea del "poscuento". Emma Prieto sigue la idea del poeta en el sentido de que ninguna noche se avergüenza de la oscuridad. Y así actúa su lenguaje, desde lo irónico a lo poético, desde la soledad al surrealismo. 
 
Como en la vida, con la escritura de Emma Prieto nunca se sabe. Y esa es una de las cualidades que yo valoro.
 



 

martes, 14 de diciembre de 2021

"¿Para qué sirve el arte en el siglo XXI?"

Se puede vivir sin arte, por supuesto. O tal vez no. Yo no. Quiero ir más allá de la experiencia y reflexionar sobre la infinita y laberíntica complejidad del ser humano.

Por eso sigo yendo a los museos de arte contemporáneo, el arte de mi época, la mía, donde sé que me voy a encontrar con artistas que están comprometidos con la evolución del arte, y me van a contar a través de sus obras cómo era el arte del pasado y cómo puede ser el del futuro. Por eso mismo uno de mis lugares favoritos de Madrid es el Reina Sofía, donde me podría quedar a dormir la siesta (tengo una fotografía tumbado en un sillón de su cafetería -que me sacó el artista Antonio Zaballos-, en el que se me ve a punto de dormirme). Y esto me sucedió el sábado pasado en el museo Lázaro Galdiano, el intelectual del siglo XIX que vivía en la calle Serrano y le "quitó" la novia a Galdós. En este bello lugar se han puesto de acuerdo el fotógrafo leonés Alberto García Alix y el artista plástico valenciano Ángel Haro para fundir sus obras, eliminar el tiempo (a lo Heidegger o Bergson) y penetrar en las profundidades oníricas y creativas que comenté al principio. Ambos vienen del Romanticismo, y de Novalis y Hugo aprendieron que en las sombras y la oscuridad se encuentra la luz. Los dos artistas dialogan, se fusionan en un mismo latido. El tiempo asola al tiempo, lo hace volar, lo ilumina, lo oculta. Quizá por eso la parte de abajo de las fotografías que saqué es su reflejo en el suelo.
 
Después de todo lo real es aquello que no esperamos.
 
Y otra vez Bartók, como aquel aletear de pájaros en la noche, una música de mi época que lleva toda la tradición en busca de nuevos caminos para el conocimiento: